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domingo, 26 de agosto de 2018

El anillo curioso

- Hace años tenía una novia cuyo único propósito era el de casarse. Claro, es lindo y melodramático el soñar con la boda; pero esta muchacha me lo repetía a cada instante, incluso, la planeaba junto a sus amigas y yo pensaba en ese entonces, ‘¿casarme? Antes los humanos llegan a Alfa Centauri’. Le sonreía cuando hacía mención al matrimonio y yo me acercaba para cogerle la cintura y decir un par de frases sacadas de una ficción: Claro, están invitadas, eh. 
Para ese entonces llevábamos casi tres años, de los cuales, dos fueron increíbles, el último estuvo lleno de indiscreciones, yo trabajaba con su padre, el editor, en mi primer libro y me quitaba tiempo para salir a beber y estudiar una carrera de Marketing que acabé porque odio dejar las cosas a medias y ella ayudaba en algo con el tema de la caratula al ser gráfica; en tanto, lo que trato de decir es que estaba involucrado en una situación. Yo no soy rico, hago el amor como un adonis; pero nunca he sentido que es mi mejor atributo, no obstante; creo debo tener algo que la enganchó para cometer la locura de querer casarse conmigo.
La amaba, no lo niego, era preciosa, por supuesto, rubia de ojos claros y perfil tallado por un artista renacentista; pero yo no estaba ni estoy preparado para el casamiento, menos cuando sus celos hacían aparición y me jalaba las orejas cuando alguien comentaba mi foto de perfil y más allá de eso le buscaba el pleito y luego de insultos y humillaciones con cada chica que me veía, se sentía como satisfecha, tal vez, excitada, que se yo, la mujer era una fiera, como una leona, a veces eso me calentaba, amo a las mujeres con poder; pero me rompía las pelotas cuando era por las santas putas huevas.
Soy un hombre de límites y si que duran bastante, a veces me harto y vuelo, reniego, me vuelvo Hulk y destrozo todo o me convierto en Ice man y todo me llega altamente al pinocho.
Resulta que una vez, mi primo Carlos, que es un tipo extraordinario; pero esta jodidamente crazy, me dijo: Bryan, guárdame este anillo, por favor. Era una roca que podría iluminar de aquí hasta Marte, le había costado todo su salario de un año trabajando en un Banco contando vouchers y ajustando el tiempo del Dota en la cabina de Internet y evitando pagar algunas sesiones de masajes coreanos.
Andaba enamorado de una muchacha llamada Camila, guapa y decente, los había visto algunas veces juntos por la alameda cerca a la casa y entrando a un hotel cuatro estrellas. Eso se me hizo curiosamente simpático, pues, ¿Quién va a un hotel? Yo tengo sexo en mi casa, me aburren los hoteles. En fin, la cuestión era que andaban enamorados y se iban a casar; mi buen primo iba a pedirle la mano en un restaurante carísimo y elegante y yo sería el fucking padrino y debía de vestirme igual que una sarta de engendros, cosa que no haría, porque adoro joder y porque no soy igual, es algo de mi personalidad, el no entablar una composición con los demás.
Guardé el anillo con sumo cuidado en mi cajón secreto donde guardaba mis revistas porno antes de mi despertar sexual en el año 1960 y reservé mis consejos. No me meto en asuntos amorosos.
Anastasia, mi chica de ese entonces, se quedó a dormir en mi feudo tras una jornada sexual despampanante celebrando el nacimiento de mi primer libro, con tragos y drogas, locura y diversión absoluta nos volvimos unos dementes en su totalidad.
A la mañana siguiente, mientras yo dormía como un caracol, relajado y soñando con JLaw, en un estado de completa paz, pudiendo dormir durante años sin que nadie me joda, con resaca y cubierto hasta el cuello, totalmente desnudo y en calma perpetua, se oyó el grito más desgraciado y terrorífico de la historia, algo tan agudo que me sacó de la dimensión nocturna y elevó de golpe.
¡Bryan Barreto, mi amor! ¡No puedo creerlo! ¡Eres un genio! ¡Me compraste un anillo de compromiso!
¿Qué compré que? Pensé con confusión, la borrachera y las metanfetaminas desaparecieron de inmediato. Ella se lanzó como salmón a la cama y empezó a besarme todo el cuerpo, cogió unas sogas, un látigo y quiso usar la ropa de látex que compré hace poco, claro que lo disfruté, admito que me aproveché de la situación porque me dijo: ‘Ahora de comprometidos, tienes un bono especial’.
Y bueno, terminé casándome.

Fin

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