Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

lunes, 5 de diciembre de 2016

Otra historia sobre un anillo

- Hoy acompañé a un amigo a comprar un anillo de compromiso. Fue extraño que me dijera, a eso de las once de la mañana, Bryan, ¿vamos al Jockey Plaza? Quiero comprarle algo a mi novia, cumplimos cuatro años dentro de dos semanas y acabo de cobrar. Me hizo gracia esa última frase; pero lo siguiente fue aún más chistoso: Debo comprarlo ahora o de lo contrario lo gastaré todo en figuras de acción de Star Wars.
Tras una risa, le respondí: Ya, saliendo de la oficina nos encontramos y vamos para allá.
Chévere, mi bro, dijo y añadió: Pucha, estoy nervioso; pero es algo que quiero hacer. Al inicio no comprendí su nerviosismo; sin embargo, como soy alguien que imagina mucho, creí que se trataría de algo grande, de repente compraría uno de esos peluches enormes (de casi dos metros) que le entregaría a la salida de la universidad haciendo que curiosos le saquen fotos y filmen. No imaginaba otra situación y de solo tenerla en la cabeza ya me causaba risa. Además, estaba seguro que me diría que lo acompañe y yo, que adoro esa clase de situaciones, iría sin dudarlo.
Le dije a Ann que saldría antes porque debía de acompañar a un colega a comprarle algo a su novia y como ella suele ser tan “fresa” se llevó las manos a las mejillas y tras una sonrisa de oreja a oreja, añadió: ¡Ay, ojalá alguien fuera así de detallista conmigo!
Alguien lo será, esos tipos no solo existen en libros, verás que hallarás a alguien, le dije con sorprendente seriedad. Sonrió y sugirió: Si es un peluche, que sea de Hello Kitty, a todas nos gustan y si es un accesorio, que sean bonitos aretes.
Ah, sí, claro, yo le digo, le dije de manera condescendiente y nos despedimos. Abrí la puerta y vi a mi amigo al frente -es que el lugar de redacción esta cerca al Jockey Plaza-. Encendí un cigarrillo y caminé en dirección al puente peatonal. Siempre que camino por allí se me vienen a la mente dos recuerdos concretos, el primero es cuando solía asistir a la Universidad de Lima para unas clases de Administración que nunca me entraron a la cabeza y el segundo, y más feelig, cuando iba junto a mi primo Carlos y otro amigo a Puruchuco (lugar donde entrenábamos para un equipo de fútbol). Eran tiempos memorables, tanto que no he vuelto a ese lugar, a veces solo lo he hecho en sueños.
Tras recorrer el puente y descender del otro lado, darle unas monedas a una anciana con su bebe en brazos y volver a prender otro cigarrillo vi a mi amigo vestido de traje y con cigarrillo en mano. Notablemente nervioso y sudoroso a pesar de no haber tanto calor. Entonces, al saludarlo se me hizo imposible no preguntar, ¿Qué vas a comprarle? Él me vio con una sonrisa que evidenció su completo estado de angustia y nerviosismo y me dijo: Un anillo de compromiso.
Estaba completamente seguro que esperaba un comentario acertado y optimista de mi parte; pero fue uno de esos momentos en los que no supe que decir.
Fumamos a la par como si su pregunta y mi respuesta estuvieran en el aire, como si aún no la hubiéramos digerido o en este caso, inhalado. Enseguida, tras una palmada en el brazo, le dije: Putamare, huevón, te felicito.
Nos abrazamos como dos tipos que no se ven hace tiempo y nos empezamos a reír como dos locos que van a cometer una locura.
Ingresamos a las instalaciones y mientras lo hacíamos me iba contando cómo es que se le había ocurrido dicha osadía.
Estoy enamorado, dijo a primera instancia. Y no había razón para acotar algo más. Luego de haber dicho eso cualquier acción hubiera sido sensata. Pero mi amigo quiso acotar, fiel a su estilo, un argumento que le salió del corazón. Y yo, fiel a mi estilo, lo escuché con atención.
Con mi chinita ya voy a cumplir 4 años. ¿Te imaginas estar tanto tiempo con alguien? Sí, lo sé, le dije en mi cabeza. Él siguió hablando: No hemos hablado de manera concreta sobre casarnos; pero sí en noches en las que luego de vinos y, tú sabes, estando echados sobre la cama y mirando el techo, comenzamos a preguntarnos, ¿estaremos juntos por siempre? Y la respuesta es mutua, obvio. Entonces, viene a la mente el casarnos y nos alegra saber que deseamos lo mismo.
Nos abrazamos con una emoción sin precedentes, es como si fuésemos dos almas gemelas que convergen entre sí. Incluso, a veces siento que nuestros corazones palpitan al mismo tiempo. Me sale lo poético, deberías escribir esto que digo, dijo emocionado, al punto de contagiarme su entusiasmo.
Seguimos caminando y siguió relatando: Es mi otra mitad, como cuando sientes que alguien te respalda en todo momento, es alguien que me apoya, que nunca me critica, dice que en que estoy mal y cuando mejoro, me felicita. Yo hago lo mismo, es como si ambos trabajáramos juntos por la relación, por querer ser mejores personas, no solo por nosotros mismos, sino por esto tan bello que tenemos. ¿Me entiendes, verdad? Tú que escribes sobre el amor y todas sus dimensiones, de seguro este es un amor, no perfecto; pero como dijiste en un texto, sí ideal.
Sonreí cuando dijo eso último porque me gustó que leyera mis pensamientos hechos textos.
Te felicito nuevamente, se nota que tu china es grandiosa. Además, llevan un montón de tiempo juntos e imagino que no ha sido fácil; pero sí han sabido salir adelante.
Claro, loco, eso es lo primordial. No ser orgullosos ni andar a la defensiva, ser reflexivos y saber cuando hacemos mal. Todo lo hablamos, nadie se va corriendo cuando peleamos o quiere abandonar el barco. Si estamos juntos, estamos juntos en todo.
Esas palabras resonaron en mi cabeza, la madurez con la que hablaba mi amigo me inspiraba para escribir mi siguiente texto. Lo conozco desde hace mucho, le vi alguna que otra chica; pero en la actualidad y su enamoramiento lo han llevado a niveles extraordinarios. Con solo decir que está trabajando y estudiando cuando antes lo veía perdido en algunos vicios. Es así, el amor te hace bien.
Cuando llegamos a la joyería, una de esas tantas que encuentras en dicho centro comercial, entramos cogidos de la mano para hacer vibrar de distintas emociones a los empleados, queríamos hacer como si fuésemos una pareja de homosexuales muy enamorados. Incluso, le salió una voz media extraña al momento de preguntar por unos anillos; pero a mí me ganó la risa y arruiné el espectáculo. Entonces, la señorita, que entendió la broma, dijo con humor: Por un momento creí que eran pareja, se ven tan bien juntos. Eso nos hizo reír con efusividad.
Terminado el chiste nos volvimos serios. Ella trajo algunos anillos y anduvimos viéndolos. Él comenzó a preguntarle sugerencias de mujer y yo me fui a un lado a observar otros accesorios.
Cuando volví a su lado, me dijo: Le voy a proponer matrimonio de una manera sencilla, a ella no le gusta tanta fiesta. Eso me encanta, es bien humilde.
Esas son las mejores. Una mujer sencilla vale por mil, le dije con una sonrisa. La señorita que nos atendió ya no estaba, se había retirado a traer otros anillos, entonces, me hizo una pregunta, ¿Alguna vez pensaste en casarte? Tuviste una relación de muchos años, ¿y ahora como te va con tu chica? No me has contado en todo el camino, si no te llamaba para que me acompañes no te vería hasta la boda.
Admito que esos comentarios si nos hicieron parecer pareja; pero pues, filtrando la broma, le dije con sobriedad: Sí, lo he pensado. Es más, me gustaría que sucediera. También quiero hijos.
¿Sabes que eso no es normal, no? Me dijo. En la actualidad los hombres ya no se quieren casar, dijo con seriedad y recostando su cabeza en el brazo que tenía apoyado. Si, tienes razón; pero, somos unos románticos, ¿no? Le dije con una sonrisa. Y también estamos locos, añadió. Tú más que yo, le dije. Pero tú me seguirás, añadió.
Tras reírnos, preguntó: ¿Por qué no te casaste con tu ex de cinco años? Lo vi luego de mirar hacia el piso y respondí: Porque dejé de amarla. ¿Y por qué no con Claudia? Recuerdo que también duraron tiempo. Dos años y medio, le refresqué la memoria. Exacto, dijo y yo seguí: No lo sé. Clau era espectacular, no lo niego; pero cuando decidió largarse me hirió tan profundo que no pude seguir amándola.
Asintió con la cabeza e hizo la pregunta que esperaba: ¿Y con tu chica actual? Bueno, le dije, ya no es actual; pero, te diré que sí lo soñé.
Y más allá de eso, lo visualicé. Pero, pues, no es que justifique a la vida, porque nunca lo hago, sino que, no se dio. No estoy con humor para profundizar en ese tema, añadí. Y entendió con claridad. Entonces asomó su cabeza y vio a la señorita volver. Mientras que la dama retornaba me vio con un rostro picarón y acercándose al oído, me dijo: Esta bien buena, ¿Por qué no le sacas el MSN? Cuando dijo eso empecé a reírme de una manera descabellada.
¿El MSN? Ah, no, chucha, digo, el WhatsApp, se corrigió y también comenzó a reír. Putamare, Bryan, estamos viejos, dijo y seguimos riendo. La chica no entendía de que tanto reímos, solo atinaba a colocar los anillos en el mostrador.
Así que te casas, le dije con humor. Si pues, mi broer, ya llegó mi hora, respondió. La chica sonrió. Ni creas que te vas a escapar, tú serás el siguiente, dijo mi amigo. Sonreí y le dije, así como voy, lo dudo. Entonces, la chica, interrumpió, ¿no te quieres casar? A algunos hombres les aterra. No, no me pasa eso, es solo que no se da, le dije para salir del paso. Ella atinó a sonreír asintiendo con la cabeza.
Oye, Bryan, este es el ideal, me dijo mi amigo. El anillo era precioso, oro blanco y algunos otros detalles. Esta chévere, le dije acercándome y colocando mi brazo en su hombro. Le va a encantar, dijo con una sonrisa. Entonces, ¿lo lleva? Junto a una serenata, quedará excelente, sugirió la chica y ambos nos miramos preguntando, ¿Serenata? Demasiado trillado. Reímos enseguida. La chica se fue a traer la caja y demás, y él me dijo algo que no voy a olvidar: De todas las cosas locas que he hecho en mi vida, esta es la más loca y hermosa.
No puedo describir la emoción en sus ojos. Estaba viendo al tipo más seguro y desquiciado del mundo.
Al salir de la joyería salimos del centro comercial con rapidez, ambos estábamos ansiosos por fumar unos cigarrillos. Él por querer calmar su ansiedad y yo por querer bajar mis revoluciones. Fumando en una esquina seguimos conversando.
Tras charlar junto a unos cigarrillos nos despedimos en el paradero acordando que me contaría con lujo de detalles como sería la pedida de mano. Poco antes de darnos un abrazo, me dijo: Tú serás el próximo. Y cuando iba subiendo a su taxi Uber, le respondí con una sonrisa irónica y estas palabras: Tal vez en otra vida.
Se fue feliz, con una enorme sonrisa y notablemente enamorado.
Me sentí bien al verlo así. El amor es así.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario