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jueves, 22 de diciembre de 2016

La ma de mi novia

- La primera vez que hablé con la mamá de una novia fue una experiencia inolvidable; aunque solo hayamos intercambiado un par de frases. 
Descendí en el paradero Astete allá por la avenida La Marina, era el año dos mil y pico, vestía jeans clásicos, polo blanco y blazer negro, llevaba cerquillo en el cabello y me veía con menos kilos que ahora. 
Al tiempo que caminaba por la avenida Los Insurgentes me preguntaba, ¿ya habrán leído el manuscrito los muchachos de la editorial? ¿Habré colocado bien las comas y los puntos? Y acotaba para mis adentros, ojalá que los cuentos sean de su agrado. Sería fantástico poder ser publicado. Me emocionaba el imaginar mi libro en los escaparates de las librerías.
Con esa imagen mental, una sonrisa en el rostro producto de ello y el hecho de ver a mi novia, llegaba a un parque enorme del cual no tengo recuerdo de su nombre.
Ah, claro está, que a mi lado, exactamente adherido a mi mano izquierda y siendo el blanco de muchos curiosos, se hallaba un enorme ramo de tulipanes. Eran sus favoritos; pero nunca antes los había recibido.
Al llegar a su casa y tocar el timbre me invadieron los nervios, no tuve vergüenza de caminar varias cuadras hasta el paradero, mucho menos andar en bus con los tulipanes, tampoco por haber sido víctima de curiosos y burlones; pero todo el nerviosismo y la vergüenza vinieron cuando su madre abrió la puerta y me vio con tremendo ramo de flores.
Recuerdo claramente que ella sonrió. Entonces, los adjetivos, que a veces su hija le ponía “celosa, malhumorada y hasta loca” se escaparon de mi cabeza para abrir paso a uno llamado, amable.
Me dijo que ingresara, que ella se encontraba en la ducha y yo, muy tímido, me acomodé en una silla de la sala teniendo los tulipanes pegados a la mano. La señora, entonces, añadió: Voy a traer un florero; aunque sería mejor que primero los vea porque puede pensar que yo los he comprado.
Asentí con la cabeza y sonreí.
De repente, cuando creí que se iría y me dejaría solo, aseveró: Gracias por ser tan bueno con mi hija. He visto todos los detalles que le haces.
Ese fue el halago más bonito, que de repente, me han dicho en mi vida.
Ella crea esto que siento. Yo solo lo demuestro, le dije, sonrió y me invitó una Cola Cola helada.
Luego salió mi novia, se llenó de emoción, nos abrazamos y besamos, ingresamos a su habitación y bla bla bla…
Tuve este recuerdo al pasar por dicho lugar tanto tiempo después. Hay detalles que uno nunca olvida.



Fin

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