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sábado, 17 de diciembre de 2016

La loca Ann

- Es un día cualquiera en la oficina, llego tranquilo a la hora de siempre, alrededor de las nueve de la mañana, entro y me sirvo café en la cocina, ya estoy acostumbrado a hacerlo, me tratan como si estuviera en mi casa -bueno, en casa no me atienden tan bien- y enseguida, me acerco al ordenador para empezar el trabajo. Sin embargo, me percato que Ann, que me ha abierto la puerta, no se asoma para saludar. Suele hacerlo de una manera muy efusiva, ahora más que nunca, me abraza y da un beso en la mejilla como si no fuese a verme nunca más. Eso resulta gracioso, soy frío y seco con personas que no son mi pareja, cuestiones de personalidad, por eso cuando ella saluda de esa manera yo me quedo quieto, como estático, como el challanger maniquí. En esta ocasión resulta extraño que ella no se encuentre, pienso en que debe haber tenido alguna riña o diferencia con su padre o amigos; aunque lo primero es difícil porque suelen llevarse de maravilla, lo que poco que se es que su madre vive en Estados Unidos y son, creo yo, divorciados; aunque nunca me ha dicho eso con dichos términos, quizá, solo estén distanciados. Ella irá hacia allá a fines de este mes para estar con su mami y pasar fiestas, digo “mami” porque ella siempre la menciona de esa manera y pues, ya quedó grabado. Yo pienso que debo ir a buscarla, se me hace extraño que no esté cerca molestando o conversándome de tantas banalidades que hasta resultan graciosas, tales como moda, los nuevos estilos, los malditos nuevos celulares y las fiestas en el sur. Temas aburridos; pero admito que cuando se pone a hablarme de cosas interesantes como mitología, historia universal y hasta política, me dan ganas de hablar con ella hasta el fin del trabajo. Pero, no lo hago, ¿la razón? No quiero hacer horas extras. Ya estoy en busca de Ana Lucia Torrico, más conocida como Ann, quien no se encuentra por ninguna parte; pero, de repente, oigo un llanto extraño. Mierda, está llorando, pienso enseguida. Siempre me ha frustrado ver a mujeres llorar, nunca he sabido que hacer. Me acerco a su habitación, no he entrado, nunca lo he hecho; por eso me quedo en el marco y le digo tras tocar la puerta: Oye, Ann, ¿te sientes bien? No. ¿Puedes darme un abrazo? Dice y me siento comprometido, no me hubiera acercado, pienso; pero debo hacerlo, no me gusta verla llorar, de alguna manera u otra, la estimo, tenemos tiempo trabajando y hemos sido compañeros, hay un cariño importante. La abrazo y se pone a llorar con intensidad diciéndome algo jodidamente extraño al oído: Te voy a extrañar. ¿Extrañarme? ¿Por qué tendrías que extrañarme? Le digo de una manera espontanea y si, confieso que desatinada; pero soy así, natural, no tengo trabas para decir las cosas. Ella me mira enojada, sus ojos esmeraldas están húmedos, me apena mucho; pero añade: Eres tan imbécil que ni siquiera te das cuenta. ¿Darme cuenta, de qué? No sé que hablas, Ann, me confundes, vine aquí porque te vi triste y naturalmente, me preocupas, somos patas, por eso me importa tu estado de ánimo. Si, si, somos patas, patas, dice con aires de ofuscada. Yo sigo sin entender un carajo, es más, llego a sentirme un tonto al acercarme y ser tratado de esa manera. Por eso le digo, bueno, voy a seguir trabajando, lamento molestarte. No, no te vayas, dice. Dame otro abrazo. Pues, se lo doy. Se apega mucho a mí, me siento, no lo sé, incómodo, no me agradan esas situaciones. Algunas personas, entre ellos, mi mejor amiga, me han dicho lo siguiente: Joder, Bryan, esa flaca está enamorada de ti, cualquier huevona no actúa tan amable con alguien, esta perdidamente enamorada de ti. Tal vez sea yo quien no quiere darse cuenta, o tal vez, no quiera aceptarlo. Es que Ann es tan noble, caritativa e inteligente que me daría pena que se fijara en mí, ¿el motivo? Tengo pareja, no le daría el valor que merece. Ella debe tener a alguien espectacular, un tipo a la medida; pero, de repente por eso no quiero aceptarlo, tal vez se haya enamorado de mi modo de ser o de escribir, de repente se enamoró del escritor y no del humano. Ya estoy pensando demasiado, quizá, ellos tengan razón. Ann, está enamorada de mí e intenta conquistarme. Es una chica preciosa, en el físico, sus ojos verdes y su cabello castaño resaltan con facilidad; pero, es curioso, me agrada como es su particular manera de ver el mundo, es tan optimista que a veces me asombra, es como cuando dijo: Bryan, déjate de huevadas, vas a ser el nobel y el Oscar a mejor guionista. Nunca nadie había creído en mí de esa manera, me sentí espectacular. Bueno, algún que otro detalle que suele tener también puede ser evidente; pero siempre he creído que se trata de amabilidad. Ya se siente mejor, se acerca a su lugar de trabajo, no me conversa, yo sigo haciendo lo mío, ella está a mi lado, seria, limpiándose la nariz y luego analizando su ordenador. No le hago caso, respeto los espacios de las personas, de repente sintoniza una de Sabina, ha empezado a escucharlo gracias a mí, le dije que oyera algunas porque son buenas y se pegó enseguida. Ahora me conversa, pregunta sobre unos archivos, esta bien seria, me da risa; pero es normal que lo esté cuando se trata de trabajo. Pasa el tiempo y me dice para almorzar juntos, lo hemos hecho algunas veces, es agradable porque hablamos de otras cosas, ahora no ocurre lo mismo, sino que la conversación es netamente laboral, es bueno. Estamos en un restaurante del Jockey Plaza, ella ha invitado y yo gustoso. Ahora me habla de una amiga, quiere un punto de vista masculino, se lo doy gustoso. ¿He dicho que me agrada su estilo? Ann viste genial, ahora está en jeans y camisa, un blazer rosa y accesorios en las manos, fantástico. Me gusta ese corte elegante y casual, es genial y se lo digo siempre, las mujeres deberían vestir así más seguido, es lindo. Ahora le converso sobre unos nuevos proyectos literarios que tengo, me vacila cuando escucha todo lo que digo respecto a mi carrera, casi nadie te escucha, todos quieren ser escuchados; pero nadie te presta atención, por eso no le cuento a nadie mis cosas. Sin embargo, Ann lo hace de un modo natural, le agrada que le hable de mis nuevos cuentos y libros, es más, me dijo para participar en un concurso y lo hice. Además, se tomó el tiempo de leer los cuentos. ¿Quién tiene ese interés? De decirte, Bryan, dame tus cuentos para analizarlos. Ahora vuelvo a pensar, ¿y si está enamorada de mí? Maldita sea, no quiero arruinar la amistad por un enamoramiento indebido. Que ironía, Bryan, pienso en ese momento. Siempre dices que el amor debe expresarse y ahora vienes a decir esto, contradictorio de tu parte, pienso y sonrío. Ya si está enamorada de mí, pues, me sentiré halagado. Pero volviendo a la mesa, ya terminamos al almuerzo, fueron unas hamburguesas deliciosas con todas las cremas. No sé cómo diablos sigue tan delgada si para comiendo. Me da risa cuando responde, es que salgo a correr todas las mañanas y voy al gimnasio por las noches. Tiene razón, pienso. En el camino encendimos unos puchos, conversamos un rato sobre los sucesos del mundo, algunas acotaciones sobre libros que estoy leyendo y lo que ella lee. Aquí hay un dato curioso, ella lee como dos o tres libros a la vez, yo no puedo hacer eso, me concentro en uno; pero ella se lee dos libros al mismo tiempo. Es una devora libros, de repente por eso sabe bastante y es bien culta a sus veinte y tantos años. Me agrada eso, cualquier tipo se sentiría afortunado de tenerla como novia. Nunca hemos hablado de eso, solo me dijo que tuvo un novio hace muchos años y que no se ha vuelto a enamorar, esto me lo dijo cuando fuimos compañeros de clase. Entonces entendí que solo tuvo una pareja, yo le dije que tuve “algunas” porque no me gusta darles un número a mis ex novias. Volvemos a la oficina, me gusta decirle oficina a su casa, bueno, a su sala que esta adaptada para ello. Ya estamos bebiendo un frozen que hizo, buenazo, como amo el mango y pues, sigo en lo que me gusta realizar. Más tarde, ya cuando el tiempo de trabajo termina, me despido. Me abraza como lo hace últimamente y añade, eres mi redactor estrella, siempre tan pulcro, ordenado y correcto. Eres derecho y conservador, añade estos comentarios que salen de lo laboral y sonríe. Gracias, Ann, tu también trabajas muy bien y haces estupendo tu trabajo de comunicadora. Me comenta que habrá una entrevista, le digo que es genial, que encantado, dice que me dirá las preguntas en el mismo momento, y yo le digo, que mucho mejor, que me gustan las sorpresas. Sonríe nuevamente y me voy a casa pensando en lo loca y divertida que es Ann, una chica grandiosa con quien tengo el gusto de trabajar. Y espero, realmente espero, que esta amistad sea duradera, las amistades de este calibre valen la pena.

Fin


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