Mi nuevo libro

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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Mañana de locos

- Hoy tuve una mañana agitada. El maldito despertador sonó poco antes de besar a JLaw. Enseguida, tras un esfuerzo sobrehumano, abrí las cortinas y encendí el televisor para ver las noticias. Robos, extorciones y demás, la misma mierda de siempre. Cambié de canal y empecé a ver el chisme. ¡Me fue peor! Resolví apagar la tele y encender la computadora, sintonicé una de Sabina al tiempo que me desnudaba para entrar a la ducha de agua tibia. Debo de estar totalmente loco si voy a bañarme con agua helada. Al salir con la toalla amarrada a la cintura y rociar mi cuerpo con una crema que huele delicioso, me vestí y bajé a la cocina para preparar el café.
A los 30 años nadie te prepara el desayuno como en la época de colegio. Resolví tomar café con galletas integrales (horribles por cierto) al tiempo que revisaba mi correo. 
Al cabo de unos minutos cogí mis cosas para salir de casa. Llené mi morral de libros y pensé mientras caminaba, ¿Por qué rayos escribí una obra tan larga? Pesa demasiado. Llevar como ocho libros, más una agenda es un asunto tedioso. Mi auto no está habilitado, por eso tuve que abordar el tren hasta Aviación con Javier Prado. Es rápido; pero para repleto. 
Ann, quien me ha contratado como su redactor, según dice, estrella, me esperaba con otra taza de café. Es bien amable, siempre me espera con café con dos terrones de azúcar. El ordenador encendido y un cenicero por si se me ocurre fumar.
Empecé a hacer lo mío. A eso de diez de la mañana le dije que debía salir a dejar unos libros, accedió con naturalidad. Fui hasta Guardia Civil para dejarle dos libros a un tío, quien emocionado me dijo: No te sorprendas si eres el próximo nobel. Sonreí. Luego fui hasta el Ovalo Higuereta, exactamente en la entrada del Plaza Vea, en ese momento, mientras esperaba a otra persona, recordé que hace muchos años esperaba a alguien en ese mismo lugar. Ella salía de trabajar y me veía al frente con cigarrillo y botella de chela en mano, dispuesto a conversar de todo un poco sentados en una banca de los parques aledaños. El feeling desapareció cuando vi a este personaje llegar,
era idéntico a su foto de perfil de Facebook, nos saludamos enseguida y le mostré los libros. Había olvidado firmarlos, lo hice en ese instante. Nos volvimos a dar un abrazo y nos alejamos entre sonrisas.
Me gusta ese contacto que suelo tener con los lectores, es una sensación muy acogedora. 
Entré a Plaza Vea a comprar una Coca Cola Zero, había salido el sol y recordé haber dejado los lentes a un lado del cenicero. Mientras descendía por las escaleras dispuesto a abordar nuevamente el tren en la estación Cabitos, recibí una llamada. Era otra persona, me había dicho la noche anterior que deseaba unos libros y justo llevaba uno. Le dije para encontrarnos en unos minutos en la siguiente Estación; pero luego de acordar, recibí otra llamada. Tengo la mala costumbre de contestar todas las llamadas, incluyendo esas que hacen desde teléfonos que no tengo registrados. 
Bryan, buenos días, dijo y reconocí la voz. Mariana, ¿Qué tal? Respondí. ¿Estás ocupado? Dijo. Sí, debo entregar unos libros y volver al laburo, ¿Por qué? ¿Quieres un libro? Oí que soltó una risa y añadió: Si, pero también quiero que firmes unos papeles. Ah, verdad, los benditos papeles del divorcio, pensé y le dije: Cierto, lo había olvidado. ¿A qué hora? Dentro de una hora, dijo y mencionó un establecimiento jurídico. 
Fui a dejar los libros a la siguiente estación, me saqué un selfie con la lectora y al no hallar forma de llegar hasta allí con el tren tuve que salir a la avenida y detener un bus. Durante el trayecto recibí la llamada de Ann, quien me dijo lo siguiente: Bryan, ¿ya vienes? Ann, tengo un problema, no te puedo dar detalles ahora. Estoy de vuelta en una hora. Sabes que no soy de presionarte; pero hay mucho trabajo. 
Si, flaca, en una hora estoy allí. No te engrías. Empezó a reír al escuchar esa última frase. Tenemos mucha confianza, es curioso cómo nos hemos llegado a compenetrar tanto en tan poco tiempo. Ya, te espero entonces, no tardes que voy a reducir tu salario. Yo empecé a reír cuando dijo eso y le acoté: Ann, por Dios, tengo una perrita, tres gatos y palomas que mantener. Empezamos a reír enseguida.
Por suerte me había puesto jeans, me veía presentable, no es por presumir; pero suelo tener estilo para vestir.
Al llegar vi a Mariana, estaba seria y fumando un cigarrillo, vestida de oficina y con maleta en mano. Nos saludamos fríamente y entramos al lugar. 
Saludé a su abogada y al tipo sentado al frente, otro viejo serio y con ropas sobrias. 
Señor Barreto, me dijo la abogada, ya ha salido la resolución final, solo debe firmar aquí para concretar el divorcio. 
Aunque a veces no parezca, tengo sentido del humor; pero suelo usarlo con ironía. Por eso le dije, ya era hora, al fin soy legalmente libre. 
Ella, tras una sonrisa, me hizo una preposición, ¿Cuándo salimos a tomar un café? La vi y le dije nuevamente con humor, tal vez en otra vida. Nos despedimos con rapidez y arribé en bus hacia la oficina.
Ann me esperaba o andaba por casualidad en los exteriores, fumaba un cigarrillo y miraba el cielo cubriendo sus ojos con unos enormes lentes Guess. 
Hola, ya estoy de vuelta. Invítame un puchito, le dije con alegría. ¿Por qué tan contento? Me dijo con una sonrisa. Y pues, como tenemos confianza, empecé a contarle la situación.
Eres locazo, como se te ocurre decirle eso. Es que, ¿Qué iba a hacer? ¿Salir a tomar un café con una ex? Mis principios lo evitan. Ella volvió a sonreír y arrojó el humo al cielo, entonces, añadió: Eres un sujeto inquebrantable, eso me gusta de ti. Respetas tus ideales ante todo.
Le mostré una sonrisa sin dientes porque el comentario fue demasiado serio. Luego recibí su cigarrillo y lo encendí quedándonos viendo la calle, el centro comercial y a la gente pasar el tiempo que duró el pucho.
Luego retornamos a los quehaceres matutinos del laburo. Yo moría de hambre y sed, por eso le pedí un refresco y al traerlo le añadió un emparedado, al cual designó de la siguiente manera: Yo lo he hecho y no te voy a envenenar. Empecé a reír como un completo loco.
Debo decir, en una reflexión personal, que tengo un trabajo muy bueno; lástima que esté a punto de terminar la odisea tan hermosa que he vivido hasta el momento.
Lo siguiente que ocurrió fue la revisión de los textos de siempre, las correcciones que tanto adoro y la compañía de Ann, que en definitiva, se ha convertido en una persona indispensable al momento de trabajar, es como si fuera lo que realmente dice ser, su redactor estrella.
Ya luego de algunas horas tuve que salir, siempre llego a casa a la hora del almuerzo, a eso de las 3pm. Llego ansioso por comer y descansar, leer un rato, ir al gimnasio y luego escribir otro rato.
Fue una mañana de locos y lo curioso y a la vez simpático es que siempre es así.


Fin

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