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miércoles, 1 de julio de 2015

La noche de graduación

—Mañana no habrá clase la ultima hora— comentó Jeff mientras recorríamos la avenida Caminos del inca—.
—¿Por qué? — pregunté ligeramente emocionado—, —¿Qué, no sabes? Vamos a realizar el ensayo de la graduación—.
—¿En serio? No estaba enterado; pero que chévere que no tengamos clase— respondí entusiasmado— y continuamos caminando hasta llegar a La Bolichera donde cada uno abordó su respectivo bus.
No asistí al día siguiente. No quiere decir que me haya quedado echado sobre la cama soñando con angelitos, tuve que despertarme a las siete, esperar que llegase la movilidad (que solo me llevaba) e irme por otro camino que no fuese la entrada al colegio.
Caminé algunas cuadras y me detuve en un desolado parque, abrí mi mochila y saqué un libro. Leía acerca de los Hare Krishna. Curiosamente el primer libro que leí sobre el tema me lo regaló Dulce María, más dulce que María (El 14 de Febrero del 2002).
La graduación se realizaría el sábado. No les había comentado absolutamente nada a mis viejos porque tenía planeado no ir y tampoco quisiera que se enteraran; sin embargo, la mala fortuna me sonreía. La tutora, quien intuía mi plan le contó a mi vieja acerca de la ceremonia, un día antes de realizarse. Justamente la mañana en que entregaban libretas y mi Mamá debía de ir a la oficina sin disfraz de Papa Noel; pero si con regalos (generalmente para los docentes de Química, Física y Matemática). Admito que nunca, a pesar que por momentos demostraba interés, llegué a entender esos cursos. No obstante, mágicamente, me aprobaron y por ende, podía graduarme y zafar para siempre del maldito -y ahora entrañable- tiempo de colegio.
—Te aprobaron y el sábado te gradúas— dijo mi Madre ni orgullosa, ni contenta, solo serena—.         —¡Que chévere! — dije sonriendo— porque anduve algo preocupado por el tema de las notas, siempre uno se pone las pilas a última hora; pero confiaba en mi vieja. Ella me salvó el pescuezo todos años de escuela.
Mi viejo tenia cierto conocimiento acerca de mi bajo rendimiento, los primeros años estuvo muy preocupado, el tema de matricularme en cursos de verano (obligatorios para aprobar las materias) le ocasionaba un gasto y el estresante hecho de tener que llevarme al colegio todas las mañanas de Enero. En aquel último año no se preocupó mucho, sabía que de todas maneras saldría con certificado de secundaria.
El sábado llegó. Por la mañana estuve jugando pelota con los amigos de siempre, en ese entonces nos vacilaba jugar los viernes por la noche y los sábados por la mañana. Ahora que lo recuerdo, debíamos de tener un físico tremendo.
Pasada la hora del almuerzo me dediqué a jugar en mi consola de Super Nintendo, volví a derrotar a los ocho Koopas de Súper Mario Bross y dediqué el resto del tiempo a deambular por el MSN.
Me encontré con Karolina, una chica con quien andaba saliendo y durante la charla salió el hecho de vernos más tarde. El tiempo que chateamos olvidé por completo el tema de la graduación, uno se solía olvidar de todo cuando se enfocaba en las conversaciones de MSN. Resolvimos vernos a las siete de la noche en el Cine Benavides (obviamente no íbamos a entrar a ver una película, solo era el punto de encuentro).
Mis padres estaban distraídos viendo televisión cuando salí de casa. Todo fue tan natural, pedir dinero, decir que iba a salir un rato y rosear por todo el cuerpo el perfume que se hallaba sobre el mueble.
Treinta minutos después bajé en el cine y vi a Karolina mirando hacia todos lados, llevaba una cartera, zapatos de tacón (no entendía el motivo) y casaca de jeans para darle una buena combinación al resto de su atuendo.
—Hola, que milagro que vienes puntual— me dijo sonriendo—. Ella siempre sonreía, creo que le daba risa verme o de repente mi forma tan fresca de ser.
—Es que no quise que esperaras como la vez anterior— respondí— y nos saludamos con un beso en la mejilla.
—¿Adónde vamos— quiso saber—, —Pues, por ahí a pasar el rato— le dije— y comenzamos a andar. Siempre me gustó caminar.
Llegamos a un parque cercano a la avenida Caminos del Inca y nos quedamos sentados en una banca para conversar de todo un poco. Con ella se podía hablar de todo, eso me agradaba. Sin embargo, en medio de una interesante charla sonó mi celular.
¡Era mi viejo quien me estaba llamando! Y lógicamente no quise contestar; pero Karolina, al ver que obviaba la llamada, empezó a cuestionarse. A veces suele pasar que estas saliendo con alguien, recibes una llamada que no puedes responder y esa persona comienza a dudar y se pregunta, ¿Quién llama que no quiere contestar? Lo gracioso es que no podía decirle la verdad porque me diría, seguramente en un ataque de moral, que vaya a la graduación y era lo que menos deseaba en ese entonces. Por otra parte, el celular no paraba de vibrar, sonar, y para colmo el sonido era irritante (No como ahora que puedes elegir una canción estupenda).
—¡Contesta de una vez! — dijo ella cuando intenté seguir la charla ignorando la llamada—. No estaba seguro si me lo dijo por saber quién era o por dejar de escuchar el ringtone maldito. La cuestión es que respondí la llamada.
—¿Dónde estás? — fue lo primero que escuché—, —Estoy en Surco con una amiga—. Karolina cambió de rostro. —Sí, en un rato voy a la casa—. Ella seguía molesta, su rostro lo evidenciaba con facilidad.
—Por si acaso es mi viejo, eh—. Continuaba enojada, esta vez mirando hacia el frente como quien piensa que decir al terminar la llamada.
—Karo, es mi Papá, eh— le dije tapando un auricular— y mi viejo que me seguía preguntando: ¿A qué hora vienes? Es la graduación del colegio y tienes que ir.
—No voy a ir, estoy haciendo otras cosas—, —Es mi viejo, te estoy diciendo— le dije porque la vi muy seria—, —A ver, demuéstralo— dijo con una voz fastidiada— y entonces le puse altavoz y pudo escuchar algunos de los gritos que me propinaban.
—Pero, ¿No vas a ir a tu ceremonia? Tienes que ir, es importante. No puedes faltar, han ensayado para eso—.
—¿Ves? —, —Si; pero de qué ceremonia habla. ¿Es importante?—.
—Viejo, no voy a ir. Más tarde voy a la casa— le dije— y se terminó la llamada.
Karo era muy curiosa, por eso tuve que contarle todo y en lugar de obligarme a asistir se le ocurrió decirme: Si que eres recontra fresco, te gusta hacer lo que quieres. Y era verdad, en aquellos tiempos me agradaba poder realizar lo que se me antojara.
Lo siguiente que hicimos fue abordar un taxi e ir a Larcomar mientras que mis compañeros de colegio se reunían en la graduación.
Lo gracioso fue que al llegar a casa mi vieja me dijo: Toma tu anuario.

Fin

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