Mi nuevo libro

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jueves, 23 de julio de 2015

2010 (Etapa de transición)

- ¡Loco, este año publico mi libro de todas maneras! grité a la cámara embriagado de licor, cuando el reloj pasaba la media noche, la gente todavía seguía abrazándose y los cohetes elevándose.
Lo recuerdo y no necesito volver a ver la filmación. Bueno, más que todo por vergüenza.
Enero comenzó de la peor manera. Lima se encontraba gris y las lluvias reemplazaban a los rayos solares, era un reflejo de cómo me sentía, nublado y opaco.
Caminaba solitario rumbo al centro de estudios, las clases se retomaron después de Bajada de reyes y a pesar del fastidio establecido me animaba la idea de terminar pronto; pero no iba a suceder ahora, en ese momento en el que evitaba los charcos, adelantando pasos para no mojarme del todo y repetir varias veces el hecho de encender el cigarrillo mañanero. La tenía en la cabeza, habíamos terminado hace no más de dos meses y la extrañaba con intensidad; pero era estúpido -muy aparte de haberlo sido cuando hice que me dejara- lo era porque no hacía nada por recuperarla. Casualmente el pensamiento de intentar retomar la relación deambulaba por mi cabeza durante la madrugada, junto a la ingrata sensación de extrañarla carcomía mis entrañas, arañaba la piel del corazón y me revolcaba repitiendo cientos de veces que debía de actuar; sin embargo, al amanecer, no por orgulloso ni por dignidad, que no sirven cuando amas, se desvanecían mis intenciones, quizá por un miedo a ser rechazado o era posible aceptar que volver era nada más y nada menos que una utopía. Ella podría todavía amarme; pero no iba a regresar. Cometí los errores suficientes para que me cerrara las puertas.
Me dediqué a extrañarla y lo hacía siempre, aun peor, esa lluvia veraniega, ese clima gris en lugar del sol, hacían que doliera todavía más su ausencia y cuando andaba rumbo al instituto, cigarrillo en mano, mente en ella, sonrisa fingida y un bolso lleno de cuadernos, no dejaba de cuestionar mi existencia sin tenerla a mi lado, olvidando la aseveración que hice al inicio del año. Nada me alentaba, vivía sin un porqué y hacia lo que la rutina dictaba.
La salida era terrible, soñaba con ver el sol resplandeciente; pero seguía ese gris nostálgico y la lluvia cayendo levemente. De nuevo con cigarro en mano recorría el mismo sendero, esta vez sin charcos; pero si soledad. Siempre había soledad, no tenía muchos amigos en el salón, la mayoría se cambió de turno y con los nuevos era difícil relacionarse.
Ella seguía en mi cabeza como un recuerdo bonito del cual me quería deshacer porque no voy a gozarlo de nuevo y me dolía que así fuera. Pensaba en la posibilidad de detener el bus que me llevase a su casa como lo hacía ya tiempo atrás, tocase el timbre y al momento de verla le diera un abrazo y le pidiera perdón. También pensé en abrazarla y entregarle una rosa, como bien recuerdo alguna vez, que me hice el viaje de casa a la suya para darle un beso y una rosa. Extrañaba esos momentos y me maldecía por haber sido tan imbécil. ¿Cómo logras ser capaz de dañar a alguien que te ama? Era la pregunta retorica que no tenia respuesta sensata, tal vez no una lágrima; pero un fuerte arrepentimiento que empezaba con una larga maldición y el resto palabras, palabras que reflejaban dolor y ganas de querer que el tiempo retroceda y todo vuelva a ser como antes; pero solo eso, porque estaba completamente seguro que así vaya a buscarla y le diera mi vida envuelva en una linda caja y amarrada con un nudo, no iba a retomar lo que dejó, y estaba seguro, también, no porque la conociera de pies a cabeza porque nunca fui digno de saber que debía conocerla, sino por lo poco que sabía, era que se amaba más y no iba a permitir otra falsa promesa. ¿Cómo sabría que es falsa? Si mis ojos dirían que estoy siendo honesto. Es simple, la experiencia.
En casa todo era distinto, no había tanta desolación; pero si soledad; aunque una soledad que asimilaba, que transformaba, que intentaba darle un punto productivo, como si en lugar de agobiarme, podría ayudarme. Entonces entendí que la soledad me facilitaría el escribir.
Empecé a escribir relatando las vivencias que realizaba junto a mis amigos, mayormente los fines de semana.
Aquellos días eran los más esperados, me olvidaba de todo cuando bebía ron con mis demonios y disfrutábamos de lo que ocurra durante la noche.
También transcribí el resto de historias que compartí durante largo tiempo vía e –mail logrando, poco a poco, armar una obra con historias basadas en vivencias.
Para entonces me hice más amigo de una persona, alguien muy especial en mi vida, a quien voy a reservar el nombre.
Ella se volvió mi incondicional, alguien con quien podía hablar de mis sentimientos y emociones, de las anécdotas ocurridas durante el fin de semana y las distintas situaciones en las que iba envolviéndome.
Prometí no regresar a los lugares donde viví grandiosos momentos con esa persona que perdí y no me sentí egoísta al dedicarme a avanzar; pero a veces, miraba hacia atrás y me preguntaba, ¿Y si pudiera retomar la relación? Mi amiga tuvo conocimiento de ello, mas no, de la locura que hice una vez.
Fui a buscarla. Sabía que andaba laburando en un lugar que no conocía; pero tenía la noción que llegaría a una hora indicada. La esperé cerca a su casa, nervioso más que minucioso, anhelando que llegara y pudiéramos charlar, ofrecerle disculpas cientos de veces e intentar resolver nuestras diferencias.
El lugar se encuentra cerca a un enorme parque, desolado los días de semana, repleto los fines. Me quedé mirando el horizonte donde cabía la posibilidad de verla caminar.
Tras el paso de las horas comencé a sentirme más nervioso, las manos me sudaban y el cuerpo también, bebí agua y fumé cigarrillos para luego ingerir caramelos. Al cabo de un tiempo apareció por la esquina, audífonos puestos, andar acelerado y la vestimenta de siempre. Me acerqué no como un loco desesperado, sino sereno y calmado. Hola, ¿Podemos hablar? pero no quiso, se resistió y se alejó. ¿Podemos hablar, por favor? volví a intentarlo; pero nuevamente no quiso. No respondía, solo se alejaba, me ignoraba e intentaba caminar más rápido, aceleraba el paso y la volvía a alcanzar. Cogí su brazo y le dije: Por favor, hablemos; pero de nuevo desistió a mi propuesta y esta vez avanzó a velocidad, adelanté los pasos y me detuve al frente abriendo las brazos, fue entonces que se despegó de los audífonos y empezó a gritarme con furia descontrolada como nunca lo hizo antes.
Entendí que al fin se estaba expresando ante mí, ante el conjunto de situaciones que hice para merecer la ruptura definitiva.
La sentí dolida y enojada, tanto que comenzó a gritar para que desapareciera de su vista, de su presencia para siempre, porque ni millones de disculpas y cientos de perdones iban a cambiar su decisión porque lo quiso y lo quiere de ese modo. Le dejé ir con los ojos llenos de lágrimas y no miró hacia atrás, por más que quiera, no iba a hacerlo jamás, estaba segura de su decisión y eso, por razón que comprendí después, me hizo entender, al fin -Sí, estúpidamente al fin- que había perdido a una gran mujer.
Se lo conté a mi amiga, del hecho de haber ido a buscarla, de brusca plática y el adiós definitivo. Sabía que no volvería; pero algo me hizo ir, como impulsado por razones fuertes. Amor, obviamente. El amor te hace creer y en ese instante lo hice, por eso la esperé y aunque no retomamos nada -y sin sonar a consuelo- me sentí bien conmigo mismo (pero no en ese momento, tampoco en unos días) fue algo natural y sencillo, leve podría decirse, que sucedió meses más tarde.
Con el tiempo me relacioné con algunas chicas. Salí no más de dos veces con una, luego lo intenté con otra y más tarde, inicié una relación y la terminé una semana después. Decidí quedarme solo, debía de olvidar antes de empezar y yo estaba comenzando sin olvidar, por eso comparaba a cada una de esas chicas con quien no estaba y ello no era bueno, no era sano. Entonces, me alié por completo a la soledad y continué con la aventura de escribir.
Junto a mi gran y mejor amiga pasamos grandes momentos juntos, íbamos a reuniones y fiestas, jugaba pelota todos los sábados, asistía al gimnasio y bebía los fines de semana con mis amigos, comenzaba a olvidarme de mi anterior vida amorosa y realizaba una nueva junto a mí mismo sin ser egoísta. Entendí que es muy sano, tantas veces, dedicarse a uno.
A veces despertaba acordándome de ella; pero con el pasar de los meses todo fue cayendo en un abismo llamado olvido.
Publiqué mi primer libro: “Mis demonios y yo” con historias basadas en experiencias propias y anécdotas con mis amigos. Fueron 100 ejemplares los que tuve en mis manos. Es verdad que no llevaba una correcta ortografía, tampoco me respaldaba una editorial y mucho menos acabaría en librerías. La venta era directa y hubo compradores, más que todo, los seguidores de un Blog que tuve.
Lejos de no haber sido un buen libro, era un inicio. Era entender que si llegaba a proponerme algo, podía lograrlo.
Comencé a conocer el mundo de la escritura como tal, el real mundo de la escritura y me di cuenta que tenia tanto por mejorar y aquello, naturalmente, me entusiasmaba.
Logré vender todos los libros (aunque recuerdo haber regalado algunos) y pude sentirme satisfecho. Era una meta que tuve desde tiempo y por fin la había alcanzando; aunque estaba seguro que sería un inicio, algo para conocer la situación, para aprender y por supuesto, mejorar.
Viví un montón de reuniones, fiestas y vivencias durante todo ese año, sentí que me fui dedicando a lo que me apasiona y aunque a veces quise abandonar el camino -por lo complicado que es- sabía que tarde o temprano llegaría mi oportunidad. Primero, debía de escribir una nueva obra, algo más serio, mucho mejor realizado y logrando el apoyo de alguna editorial.
El estar solo me hizo crecer como persona, conocerme y entenderme. Maduré y me convertí en un mejor ser humano.
Digo que es una etapa de transición porque aprendí de mis errores en el aspecto amoroso, pude publicar el libro y así iniciarme en lo que amo hacer y valoré más la amistad. Mis demonios y mi amiga, con quienes compartí grandes momentos en todo el año me hicieron vivir situaciones increíbles. Los extraño, no nos vemos tan seguido por temas que cada uno suele hacer su vida y las personas avanzan, naturalmente, escasea el tiempo, entre otras cosas. Sin embargo, me da gusto lo poco que se hacen ver.
Terminado el 2010, culminada mi etapa de transición conocí a mi actual novia. Nunca lo escribí, hoy quiero decirlo: Me alegra haber empezado una relación con Val en el momento en que acabó esa etapa porque me hallaba distinto, centrado y maduro, para poder desarrollar una relación estable aprendiendo de los errores y las experiencias pasadas. Siempre he dicho que de todo se aprende.
Más tarde, mi relación con Val creció y nos enamoramos por completo. Escribí otra obra y logré muchas cosas importantes; pero esas, son otras historias.

Fin

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