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sábado, 30 de noviembre de 2019

Me caso


- Hoy recibí una llamada de un número desconocido. Eran las diez de la mañana de un sábado, ¿Quién demonios te llama a esa hora? No tengo una ex esposa que me exige manutención, tampoco abogados detrás, le acababa de decir al tipo del banco que no requiero de más tarjetas con impresionantes saldos y justamente, la noche anterior, terminé de aconsejar a un amigo con el corazón roto. Sin embargo, de curioso, respondí: Hola, ¿Quién llama tan temprano?  La ironía siempre presente en mis respuestas.
Hola, señor Barreto, lo llamamos de la joyería Glass, ya tenemos su anillo de compromiso. ¿Cuándo pasa a recogerlo?
Me sentí confundido, puse de pie de un brinco y pensé, ¿en qué momento ocurrió esto? Entonces, imaginando que se tratase de una broma, contesté: Dale flaca, ¿Quién te dijo que me hicieras esta joda? Seguro alguno de esos rufianes.
Disculpe señor, pero le estoy hablando totalmente en serio. Ya tenemos su anillo con los diamantes requeridos.
¿Diamantes? Pensé con una sonrisa.
Bueno, sea lo que sea que haya sucedido, yo no tengo intenciones de comprometerme, por ende, esto es una confusión.
Lamento que haya ocurrido eso en su vida amorosa; sin embargo, usted ya pagó la joya y solo debe venir a recogerla. Lo que usted haga con ella, no es asunto nuestro.
Me molestó la seriedad absoluta de la mujer.
La imaginé enorme, sobria, cincuentona, amargada con los nietos y demás.
Respiré hondo y respondí: Habré estado totalmente ebrio para hacer esa compra; sin embargo, como ya está pagada, dime ¿Dónde puedo recogerla?
Señor disculpe, pero en la boleta está la dirección. Venga a la hora que guste antes de las siete.
Tanto tiempo criticando a mis amigos por sus decisiones alocadas de casarse, yendo como testigo a sus bodas y luego siendo consejero en sus divorcios y rupturas sentimentales, y ahora me toca lidiar con ese asunto del carajo.
Tener suegras locas, cuñadas toxicas, matrimonios en iglesias malditas y gente que únicamente va a las bodas a beber y sacarse fotos con sus atuendos.
Lágrimas cayeron de mis ojos, lágrimas de frustración, de coraje, de ira, de congoja. Pues, a mis treinta años y casándome, debo de haber estado totalmente loco y equivocado para proponer ese asunto terrible a una mujer, con quien seguramente y en mi experiencia actual, tan solo llevamos un par de meses de novios.
¿Cómo me habré enamorado tan rápido? ¡La que me pario!
Recordé a mi abuela y sus consejos: Bryan, ¿Cuándo te casas? Cuidado que soltero maduro, maricón seguro.
Y a mí que me empezaba a parecer guapo Brad Pitt. Bueno, ¿a quién, no?
Sin embargo, no tienes pareja y empiezas a dudar de ti mismo.
Llegué a ver como una especie de infortunio el comprometerme, un rollo de responsabilidad social, un asunto de presión, una cuestión dada de la edad y los consejos de la abuela ante una posible función de cabrilla por mi parte.
Justo cuando pensé que tendría el peor día de mi vida, debería de ir a la joyería, recoger el anillo, casarme y todo ese asunto inadvertido antes de ahora, escuché una voz… La voz de mi futura esposa.
Guapo, precioso, churro, lindo… Mi escritor favorito, el más capo de todos los autores, mi adonis en la cama…
¿Vamos a desayunar? Ya he preparado tu especialidad, es domingo y me toca engreírte.
Apareció Jennifer Lawrence por el umbral de la puerta luciendo un delantal sin nada adentro, preciosa y divina por todos los sentidos, tal cual en las películas, con esa sonrisa exquisita, los cabellos rubios y la sensualidad de siempre…
Miré al cielo y dije: ¡Gracias Dios! Prometo hacer donaciones a las ONG del comercial La Rambla.
Enseguida la vi y respondí: Mi futura esposa, vamos a comer y luego te como a ti.





Fin

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