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domingo, 17 de noviembre de 2019

Carta # 100


- Yo pensé conocer el amor y sus designios, imaginar cómo podría ser y trasladarlo a mi literatura; pero cuando te conocí me di cuenta que andaba totalmente equivocado, pues todo lo sublime y precioso que pudo caber en mi mente era tan solo una brevedad comparado con todo lo que inundas diariamente en mi vida; es decir, la totalidad y complejidad de todo lo que produces en mi es tal cual un infinito universo de situaciones bellas, sublimes, desbordantes, divinas y preciosas que únicamente soy capaz de sentir por ti y para ti. Eso me vuelve un hombre afortunado.
La calidad de tus mejillas suaves en tiempos sobre el sofá con la tele encendida sin saber que ocurre, los besos que enseguida de funden en un plano pasional intenso y exquisito que no une y aprieta condenando a los cuerpos a querer fusionarse en el lugar idóneo, sea cual sea, porque estamos destinados a quemarnos juntos con el deseo que tenemos y lo logramos de inmediato porque no nos mira nadie, solo somos dos cuerpos y almas juntas en una habitación blanca y larga en donde estoy feliz de tenerte; la delicadeza del cabello claro y ciertamente ruloso que brota un olor a vainilla vanidoso que me gusta y enciende, que disfruto tener cerca y asimilar como mío, como si fuera una parte de mi existencia, porque en sí, eres parte de mi vida y tantas veces te vuelves el núcleo de la misma como esos amores que se encuentran y jamás se van. El tacto dócil de tus manos juntas con las mías y sabiendo que a veces que las distancias o el tiempo nos separen físicamente siempre habrá una oportunidad de tenernos nuevamente juntos como esos designios predestinados ante únicamente amores capaces de soportar noches alejados imaginando durante ese nocturno lapso que estaremos juntos otra vez y una de esas veces podría ser el ansiado por siempre.
Los labios dulces como mieles y sedosos como adictivos, listos para ser besados y mordidos como lo haría de igual modo con tu cuello y cada fibra de tu cuerpo, cada partitura de tu ser, cada momento finito de tu exacta figura que se amolda ante mis labios que dibujan tu ser sobre la cama que compartimos ante la luna que nos vigila y encerrados en un contexto netamente propio y sólido que tenemos y gozamos haciéndolo simplemente inmortal.
A veces cuando te veo me dan ganas de pedirte la eternidad, arrodillarme y decirte que te amo con todo mi ser y que eres la persona ideal para reinar conmigo en este planeta; pero siempre termino por darte un abrazo o un beso y sentir que quiero permanecer haciendo lo mismo todo el tiempo necesario sin otra validez más que nosotros. Que palabra, ¿no? Nosotros, suena tan fuerte y a la vez tan frágil, se ve tan dulce y a la vez tan poderoso, me encanta que seamos nosotros, que nuestros nombres no se revelen en este relato, porque somos nosotros, una unión, un conjunto, una sociedad, un alma y un corazón que late y se confunde, razones de ser y motivos de estar, somos lo mejor que nuestra existencia nos permite y estamos aquí y ahora para apoyarnos y sumar el tiempo que queramos, espero, la eternidad misma.
Sin embargo y con respecto a lo antes mencionado, hoy no habrá palabras en frente, tampoco abrazos y besos, pero mucha literatura, letras que son sentimientos y palabras que son emociones, artefactos que uso para enamorarte y decirte cuanto te amo… Porque amarte es una rutina diaria, una creación momentánea, certeza y grandiosa que nace con el alba y se queda hasta el día final de los días finales, puesto que no tengo idea de cuándo podría ser y eso me impulsa a seguir amándote con toda la existencia que me precede y la sabiduría que llevo, amarte es un don diario, motivo de consideración, una amalgama ideal entre todos mis sentidos, amarte es mi constante inspiración, las razones por las cuales estoy sonriendo y tu amor me envuelve en su dulzura y ternura, en sus pasiones y sus noches, en sus letras y sus voces y tu amor me concentra en lo que soy y me guía para seguir siendo el mejor tipo que esperas siempre que sea.
Quiero contar al mundo con palabras exactas que me he enamorado de ti, que te amo y anhelo en mi cama, entre mis edredones, con mis almohadas, con una de mis camisas y los senos libres, sonriente y preciosa, despeinada, placentera, llena de vida y vitalidad, bella por todos los lugares y exacta para mis abrazos y besos, encantada de tenerme cerca y yo feliz de colocar mis entrañas en tus partituras. Te amo, preciosa. ¿Seguimos haciendo algo increíble? Pues, nosotros.

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