Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

lunes, 18 de noviembre de 2019

Una fotografía en Gualeguay

- No hubo curiosos, ni entes andantes por las calles, solo nosotros y la soledad de un sitio lleno de paz, una cuestión extraña para mi vida diaria, porque suelo vivir en abundante edificio y gente saliendo y caminando con prisa sin saber realmente para donde se dirigen.
En Gualeguay ese efecto queda inerte, puesto que únicamente nosotros somos los dueños de las calles; aunque cuando hice la pregunta acerca de la falta de personas, ella hizo el mención al día y la hora, entonces pensé que tal vez en otra ocasión vería habitantes. Cosa curiosa que un lunes por la mañana no viera a nadie, a diferencia de mi país, en donde aparece una estampida cada mañana.
Olvidando a terceros, logramos avanzar un cierto camino, nos detuvimos en una catedral y como armados con esas ganas tremendas por tenernos cerca, nos abrazamos fuertemente dejando que una instantánea nos inmortalizara para el mundo; aunque, en definitiva, la imagen mental de estar abrazados y bien pegados teniendo su aroma en mis entrañas y no solo en la piel iría a quedarse en mi más allá de la mortalidad humana, pues imagino que en cientos de millones de años todavía tendrán en recuerdos y hechos literarios las memorias de ese abrazo que intento ahora y voy a recrear otras muchas veces y ocasiones en relatos y textos grandes o minúsculos como cortos que van directamente a los ojos en un encuentro efímero o también esos monumentales libros que describen encuentros mágicos de novios de otros países, por ello el legado y la historia, por eso, la inmortalidad de nosotros.
Pregunta inevitable se interpone en mi cabeza, ¿es posible nunca morir? Claro que lo es, ama con locura y desenfreno, pasión y delirio, satisfacción completa y vas a caer en letras. Entonces serás inmortal.
Lo supimos en ese abrazo cerca de la catedral, en ese lapso de tiempo que pareció o fue eterno, nuestras pieles juntas, los aromas y los latidos confundiéndose, ¿Cómo puedes describir tanto a un abrazo? No es mi capacidad de escritor ni mi facilidad para las letras, es solo abrir el recuerdo y mostrarlo, volverlo físico, atraerlo y atraparlo aquí, por eso escribo ese abrazo frente a la iglesia y el momento de una foto con una sonrisa que queda en mis redes y la memoria y el mundo, pero ese sentir del momento en que nos cobijamos mutuamente y sentimos que logramos tenernos, ese instante únicamente nuestro valdrá la pena, puesto que inicia así, la historia de nuestra existencia.
Todavía tengo su aroma en mi mente, impregnado en la piel, en un recipiente dentro de la alma, en los confines de mi corazón y cada vez que puedo, porque debo concentrarme, logro liberar ese aroma exquisito y sabiendo que produce sensaciones optimistas y mágicas en mi ser. ¿Cómo eres capaz de recrear tanto placer en mi vida, preciosa? Pues solo tu aroma me deleita de esa manera, tu cabello precioso soltando espasmos de cariño bañado en fragancia perfecta de un sabor incomparable que yace en mis sentidos clavados por siempre. Pues, amarte y el te amo se dijeron en ese abrazo, en ese tacto primordial, en ese instante en que nos abrazamos como dos enamorados de la vida y de nosotros que supieron y saben cómo ser felices con tan poco.
Que fácil se nos hace ser felices, preciosa.
Tras la foto y el abrazo o el abrazo y la foto, con su suave mentón en mi hombro y mi mano enroscando su cadera, tan cerca como nunca antes, tan juntos como jamás se estuvimos y a la vez tan alegres y enamorados como nadie ni en cuentos, seguimos el trayecto como dos enamorados en una ciudad preciosa y desolada que únicamente se mostraba junto al sol y el camino para nosotros dos. Y sí, sabíamos cómo disfrutarla.



No hay comentarios:

Publicar un comentario