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sábado, 23 de septiembre de 2017

Las locuras de mi asistonto

- La otra vez viví una situación bochornosa, de hecho, antes de empezar a contar este suceso el lector podrá pensar: Demonios, Barreto, ¿siempre andas metido en situaciones particulares? La respuesta no la tengo, eso deben consultarle al guionista de mi vida.
Yo estaba en una feria, sentado en mi stand y esperando la hora del break de las muchachas para que se acerquen a preguntar por el libro.
Sabía que todavía faltaban quince minutos, por eso resolví ir a la cafetería y pedir un cappuccino (gratis, por cierto). Una de las cosas que me gusta de esta profesión es que todos alucinan que siempre haces dos cosas: Tomar café y beber licor. Entonces, hasta te lo ofrecen. No me sorprendería que me citen para una campaña publicitaria de alguna marca prestigiosa.
Me apoyé en una columna para disfrutar de mi café al tiempo que empezaron a descender las alumnas, entre ellas, curiosamente, se hallaba un amigo a quien voy a nombrar como ‘mi asistonto’. Al verlo, le dije: Hey, ¿Qué tal? Has las movidas para que vayan a mi stand. Respondió: Bryan, todas saben que estas aquí, irán en diez minutos.
Me froté las manos; pero no apresuré el café, debo disfrutarlo, es una de mis leyes.
De repente, vi a una chica, morena y de cabellos particulares y cometí, tal vez, la irresponsabilidad, de comentarle a mi tímido asistonto, la siguiente e inofensiva frase: ¿La conoces?
Sí, ¿Por qué? ¿Te la presento? Dijo como todo buen adolescente que intenta ser pícaro.
No, tranquilo. Nunca demuestres tanto interés.
Y recuerda, primero, debes ser interesante sin ser exagerado.
Obsérvame, soy un tipo apoyado en una columna, visto de negro, llevo el cabello amarrado y parezco pensativo. No miro a nadie. Eso genera un, ¿Por qué no nos mira? Y cuando no la miras, ella te mira.
Al rato, volví a mi lugar y mi querido asistonto resolvió ir al baño, porque según especificó de manera extraña, había tomado como tres litros de agua y también quería acomodarse el cabello.
No me des explicaciones de todo lo que haces, quise decirle.
Éramos como Gohan y Piccolo.
Tras el éxito en el stand y quedarme sin libros retorné a la cafetería por otro cappuccino y al entrar vi a mi simpático asistente junto a la chica de los cabellos negros y extraños, ella se hallaba sonriente y tal vez, un tanto nerviosa mientras que mi asistonto se encontraba con las manos en la polera y mirando hacia la entrada.
¿Qué tal? ¿Todo bien? Dije al verlos.
Bryan, ella es la chica por quien estuviste preguntando.
Dos errores garrafales: Decir ‘estuviste’ es una constante y señalar a la chica, nerviosa, por cierto, me generaba una tremenda responsabilidad.
La saludé de inmediato y le dije, disculpa a mi amigo, suele ser muy literal.
Ella dijo: No pude bajar antes, tenía examen. ¿Todavía tienes ejemplares?
La muchacha estaba nerviosa. Era linda, obvio. Morena, delgada, cabello ondulado y gafas de medida, como me gustan.
Mi asistonto y por eso lo he llamado de ese modo volvió a cometer otro error, haciendo alarde de su picardía adquirida y recordándome a mis amigos de cuando estaba en primero de secundaria en el colegio, dijo e hizo lo siguiente: Los dejo solos. Y se fue guiñando el ojo.
No soy un parroquiano. ¿Qué café te gusta? Ella no tomaba café; pero lo comentó después de ver la lista.
Voy a pedir un agua, añadió. Entonces, vamos a sentarnos, sugerí y fuimos a acomodarnos a una mesa con dos sillas.
El plan era tomar mi café, contar el dinero de manera sigilosa, recordar mi stock de libros, planear la estrategia de mañana, recordar mis cursos en la universidad, llamar a mi abogado para agilizar algunos papeles, llamar a mi vieja para preguntarle que ha cocinado y responder los miles de mensajes de WhatsApp distrayéndome un rato; pero no, estaba envuelvo en una ‘cita’ y todo por obra y gracia del más torpe y simpático de todos los asistentes.
Esto me recuerda a una anécdota que voy a mencionar antes de seguir, cuando llegamos a la feria, acomodé los libros en forma de torre, mi asistonto dio un mal paso, cogió el mantel y con todo y libros se fue al piso. Había tardado veinte minutos en acomodar todo.
Con la chica hablé bastante tiempo, no pensé que fuéramos a tener tanto en común, yo soy una persona muy especial en algunos sentidos, es decir; no suelo tener citas, no porque no desee a las mujeres, es solo que estoy en un proceso de transición y ando alejado de los amores. Sin embargo, admito que me divertí.
Incluso, fuimos a almorzar y ella encantada. Charlamos un buen rato, la acompañé a abordar su bus y nos despedimos con un extraño abrazo.
Que morena para más simpática y agradable, pensé y de repente, algo realmente bonito fue que a la hora me escribiera un mensaje de texto diciendo: Fue maravilloso conocer otra faceta de ti.
Esto me conduce a la siguiente reflexión: Muchas personas solo conocen una faceta de este escritor, la del romántico y tantas veces irónico con su vida diaria; pero cuando tengamos oportunidad de vernos verás que hay otros cantares.
Al día siguiente le metí un tremendo jalón de orejas a mi asistontisimo y le dije: Nunca vuelvas a meterme en esa situación.
Pero, jefe, te veo solo y leyendo a Bécquer, ¿no crees que sea tiempo de algo amoroso?
Pasa la morena, con el cabello suelto y divino, recuerdo haberle mencionado durante dicha salida, que el cabello debe andar siempre resplandeciente. Al momento de verme sonríe y agita la mano con ternura. Con sus cuadernos apoyados en su pecho se detiene en una esquina esperando por mí, entonces pienso: ¡Maldita sea, Bryan Barreto! Eres un irresponsable, ¿Qué demonios le hiciste a la chica?
Como en una película, miro a la cámara y digo: Bueno, allá vamos de nuevo.

Fin

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