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domingo, 17 de septiembre de 2017

Ella y yo

- Hay una historia que he dejado de lado; pero hablo mucho de la misma en mi anterior libro ‘Una noche, una musa y un teclado’.
En síntesis, estaba enamorado de alguien y cada fin de semana de borrachera, con mis entonces demonios (ya casados y con hijos) solía tener un ritual, de hecho, muy difícil de explicar en la actualidad.
Me tiraba casi todo el dinero de un trabajo de redactor en licor y alguna que otra cosita que no voy a decir quedándome únicamente con una moneda. Sí, un nuevo sol y en tiempos de celulares con mensajes misio cuando no tenías saldo hacia la llamada.
Un momento, le decía a mi amigo que bebía, ya durante la mañana e iba al teléfono de la esquina, preparaba un discurso que nunca dije y cuando ella hablaba: Buenos días, ¿Quién es? Yo decía: Hola, solo quería oír la melodía de tu voz. Escuchaba un sonido curioso y luego decía: No me quiero acostumbrar a estas llamadas, porque temo que dejen de ocurrir.
Es irónico, ¿sabes? Dos años oyendo tu voz y ahora resulta que me gusta cuando la escucho los domingos por la mañana.
Reía y luego contestaba: Voy a preparar el desayuno, si estas cerca, ven rápido, que los tamales se enfrían.
Quiero abrazarlas y sentir que tú y yo todavía podemos construir una familia.
Solo en la cabeza de Lu, esta esa idea. Y a veces, en la mía.
Dile que iré pronto. Que no resisto no tenerla.
Lo sabe. Sabe que su pa’ es un loco que sueña con escribir libro y ¿sabes qué dice? Que quiere permanecer en uno de ellos.
El tiempo se termina, el odioso dinero no alcanza para otros minutos. ¿Le dices que la amo?
Todos los días. ¿Amas a su madre?
En su momento demasiado.
A veces quisiera que fuéramos quienes fuimos. Si tan solo, hubiéramos sido un poco menos tontos, Bry.
Deja de pensar en eso. Oye, ¿Sabes? Algo que decir.
Dime, por favor. No te lo guardes todo para el papel. Es tu error y lo sabes.
Creo que...
Fin de la llamada.
El lunes de sobriedad, el tipo cambia, los momentos son otros y la mente se pierde en historias irreales que caen en las hojas de un futuro libro.
Pasan los años, se juntan de nuevo, ya sin tanto grito ni desmadre, dos sujetos, padres, de hecho, que en común llevan lo mejor de cada ser y se ven desamorados pensando en que alguna vez fueron el cielo en la tierra y que hoy, son tan solo dos sujetos que nunca lo volvieron a intentar.

Fin

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