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miércoles, 19 de julio de 2017

La riña

- No soy un capo de la moda, es verdad que estudié Diseño de moda hace más de ocho años siendo el único hombre del salón y el único en las fiestas que organizaron.
La premisa indica que lo siguiente será una opinión certera sobre vestir pero lo que da inicio a este relato es que hace más de diez años, cuando este escritor no era conocido ni por su vieja y cuya frase se asemejaba a la siguiente 'licor y drogas' hubo una fiesta, de esas que eran costumbre, en la que quise vestir un pantalón jeans recién adquirido pero también una bermuda playera de última generación y resolví dejar los dilemas a un lado e ir a la fiesta con jeans y bermuda. Esto resulta sumamente anti-fashion pero luego de ver vídeos de desfiles de grandes modistas puedo decir que era normal. Claro que mis amigos se cagaron de la risa por lo loco que era y yo con tanta personalidad fui a buscar a mi socio de apellido Hurtado Miller para pedirle 'la maldita' e ir pleno a la fiesta.
El relato no describirá la vestimenta de todos, sino lo ocurrido en esa fiesta.
Previo al tono, salí con una chica de apellido impronunciable por su alto nivel de consonantes, nos vimos en Larcomar y fumamos cigarrillos hasta las diez de la noche. Recuerdo esto porque me dijo, 'quédate conmigo' y yo preferí ir con mis tigrillos vestido como payaso.
Eran buenos tiempos, los demonios necesitaban de mí como yo de ellos, no solo por lo que HM me había dado en el paradero 12 de la Av. Two May sino porque nos cagamos de la risa de todo.
La fiesta fue un desastre total, no en el sentido de organización sino porque terminó a las 3am.
¿Por que ocurrió esto? Por la simple y estúpida razón que dos grupos de borrachos y drogados se cogieron a golpes. ¿Y quién fue el causante de todo? Una mujer que afirmaba que alguien le había metido la mano. ¿Y a quién culpaban? ¡A mí!
Vaya a ser esto gracioso y describo lo acontecido de esta manera.
Salimos a comprar más trago, cuando llegamos tres chicas estaban en la puerta, el dueño de la casa, en confianza, bailó detrás de una, quien le siguió el juego y al momento de abrir se oyó el sonido de la canción 'Ojos chinos' y todos se empujaron para entrar y bailar, cuando entramos la chica gritó: ¡Alguien me cogió el culo!
Yo estaba al último porque fui quien se quedó sin pareja de baile.
Ella me señaló y yo le dije, yo no he sido al tiempo que abrí los brazos. El dueño de la casa, que bailaba salsa como reggaeton me vio matándose de la risa como diciendo ¿qué pasó? Qué locura. Y yo le hacía señas porque la histérica llamó a su novio y los machos celosos y borrachos se alucinan Superman para lucirse. Con el tipo no iba a razonar, por eso le dije a la chica: Oye, no te conozco ni tú a mi. Yo no haría eso. Fácil no fue lo que crees y solo te empujaron como a todos.
El tipo ya me estaba increpando, me quiso dar una cachetada y la esquivé. Estaba ebrio y un poquito fumado pero no iba a dejar que me golpeen sin sentido.
¡Huevón! Le dije al sujeto. Cogí sus manos con rudeza y le dije: ¡Yo no le hice ni mierda a tu flaca!
El hombre entendió por mi tono de voz pero mi amigo Hurtado Miller, drogado y ebrio, se acercó y con una patada a lo Van Damme derribó al Superman. Los amigos del mismo nos vieron y atacaron.
Gus, el de la casa y la fiesta, se acercó y dijo una tremenda grosería: Yo fui pues, yo le metí la mano y también quiero comérmela.
Me llevé las manos al rostro. El novio se levantó, sus amigos se agruparon a otros y nuestros demonios también.
Tres, dos y uno. ¡Acción! Dijo un parroquiano y apagó la luz.
Se escucharon mil ruidos.
Prendió la luz y vimos un caído.
Apagó la luz. Otros gritos.
Prendió y otro caído.
Y así durante varias veces hasta que estrellaron la cabeza de alguien contra el foco. Era la mitra del chistoso de la luz.
Al cabo de un tiempo todos estaban derrotados.
Mi bermuda hecha mierda, mi ojo morado y cuello con mordidas, cogí un revolver, dos pesos y me marché con el tumbao que tienen los guapos al caminar.

Fin

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