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viernes, 13 de marzo de 2020

He venido por ti

- Se preparaba para culminar su nueva novela, cuyo éxito se había dado por sentado debido al superventas de las anteriores publicaciones.
Alistaba las manos con un juego de dedos característico, miraba la hoja con texto ‘Epilogo’ y crujía el cuello poco antes de comenzar preparándose para la absoluta concentración.
La idea ya estaba en mente, los personajes morían ante el asombro del lector, no habrían más giros ni continuaciones, la saga de siete exitosos libros llegaba a su fin junto a un cheque en blanco por parte de la internacional casa editorial que posaba sobre una pila de libros de autores que, repentinamente, lograron la fama y que curiosamente desaparecieron de la faz de la Tierra sin dar explicación ni dejar un mensaje, dejando obras a medio acabar y a los editores esperando en sus sillas.
La prensa creó mitos acerca de ellos diciendo que se cansaron de la fama y decidieron volar hacia una isla recóndita para disfrutar del dinero ganado en soledad. Otros formularon la teoría que pudieron haber sido secuestrados por extraterrestres, una de las razones fue la desaparición sin dejar recado, con manuscritos inconclusos y amores en estaciones de tren.
Aunque, quizá, la leyenda más extraña, contaba sobre una inmersión voluntaria en una obra.
Ninguno tenía familia, ni hijos; sí, alguna que otra novia en cada país que visitaban por las ferias y demás, asunto de autores bohemios y famosos que disfrutan de esos ratitos libres del escritorio y buscan inspiración acostándose con musas de estación.

Le dio final a una obra que se vendería en cuestión de segundos, millones de ejemplares estarían en mesas de noche de lectores expectantes por el último libro de la saga, se recostó sobre el espaldar de la silla de siempre, una que heredó de su abuelo cuando era niño y mantuvo consigo únicamente para escribir y encendió uno de esos habanos que su editor le obsequió maravillado por darle culminación a su trabajo, feliz por el éxito rotundo que se aproxima, viendo en su mente las ganancias llenando la cuenta de su banco e imaginándose en una isla griega junto a un séquito de musas en ropa de baño.
Sabía que había llegado el momento de darle una pausa a su carrera, diez años consecutivos de gloria literaria es difícil de lograr, millones de libros vendidos y traducidos a centenas de idiomas instaurados en escaparates de librerías del mundo, cualquier escritor vería necesario un descanso para volver a crear una colección de obras igual o más impresionante.
Brad lo sabía, le enviaría un correo a su editor pidiéndole descartar próximos eventos para zafar a un lugar afrodisiaco y retornar inspirado.
Sin embargo, se oyó un sonido detrás de la puerta blindada y cerrada con seguro para que nadie supiera lo que escribe.
Pensó que se trataría de un gato, de esos que abundan en su casa por su afición a los felinos; pero que por generar distracciones prefiere mantener lejos de su oficina.
Sonrió y le habló: Martha, ya estoy contigo en un rato.
No se dio cuenta que por debajo de la puerta un vapor emergió avanzando lento y con intención de llenar la habitación de humo.
Dio la vuelta y vio luz en los extremos de la puerta como si intentara filtrarse.
Frotó sus ojos para dejar de pensar que se trataba de su imaginación, del cansancio en la mirada que a veces te confunde pero el vapor fue tomando forma, una figura conocida se fue forjando y las luces parpadeando con gran intensidad naranja, tal cual flamas de un infierno terrenal.

He venido por ti, dijo una voz sobria y recta.
¿Tan pronto? ¡Todavía no es momento! Respondió Brad con asombro y miedo.
Por debajo de una manta oscura y distorsionada que se confundía con las flamas detrás, salió una mano calaverita que se estiró para que pueda sujetarla.
¡Te he dicho que aún no es el momento! Gritó alejándose de la mano, levantándose de la silla y dejando caer el habano con una voz imperiosa y soberbia.
Hicimos un trato, Brad. El éxito, la fama y el dinero, por tu alma.
Yo solo he venido a recoger lo que ahora me pertenece.
Pero, creí que sería cuando muriera.
Se oyó una carcajada tenebrosa que provino de un rostro oculto por la manta oscura que cubría su cabeza aunque unos ojos rojos llenos de vida y terror se veían con facilidad.
Ese es un error típico de muchos como tú, respondió de nuevo con seriedad.
El escritor quiso zafar de la responsabilidad, se negó a cumplir el trato, cogió la silla y la tiró al ser que yacía en frente, pero la silla se destrozó impactando contra la puerta cerrada.
Cumplir los contratos es parte de un hombre valiente; pero querer zafar de la responsabilidad es un acto que no lo permito.
Abrió ambos brazos de donde se vieron únicamente dos manos calaveritas y fue acercándose al autor que no tenía por donde escapar. El ser avanzó como flotando y lo abrazó fusionándose con su cuerpo como si lo hubiera engullido.

El correo fue enviado.

La novela un éxito rotundo.

Millones de personas leyeron el libro.

Pero nunca más volvieron a ver al autor.




Fin

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