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lunes, 20 de mayo de 2019

Previo al día de las madres

- La princesa fue con su madre a San Isidro, Avenida Camino Real, 146, departamento 5 y no sé cómo diablos lo tengo en la memoria. Y si, también recuerdo el mueble guinda que alguna vez compramos juntos.
Pero lejos de andar ahora con la abuela materna y la señorita ex novia de este noble escritor, ayer fuimos de compras a un centro comercial por los regalos a última hora.
A los peruanos nos encanta hacer todo a última hora, por eso los centros comerciales andan repletos, es decir; llenos de una maraña de gente dispuesta a destruir las tarjetas de crédito comprando ofertas que realmente no lo son porque sinceramente solo se vende al precio real, eso me lo dijo un profesor en un curso de Marketing en el que estuve hace años en una escuela llamada Isal donde andan todos los que no tienen ni puta idea que hacer con su vida.
Yo era uno de ellos.
Le di libre albedrio para que eligiera el regalo para su mamá aunque por dentro me preocupaba por el precio. Pues, la bebé ha salido con los gustos caros de su madre y uno como escritor no tiene sueldo de parlamentario aunque algunos autores (a quienes odio, obviamente) ganas miles de millones de dólares en ventas de libros, películas y demás escribiendo, como dijo mi profesor en el taller, muchas cojudeces.
La princesa escogió un perfume de una tal Victoria, el precio supera todas las expectativas, quería que cambie de opinión por un suéter 2 x 1 así hago un jaque mate con la tía; sin embargo, la frase: Pa, tú siempre dices que el aroma define tu actitud, por eso y por el libro que me leíste la otra vez, mi madre merece esta fragancia.
Pagar una cantidad extraordinaria por ese susodicho perfume de Victoria me hizo renegar por dentro y recordar las palabras de mi psicólogo: ‘La apariencia externa no sirve para nada, lo que realmente importa es lo de adentro’. Ese huevo frito no tiene ni puta idea de lo que estoy gastando.
Bueno, como solía decir, mi abogada, ‘a mí me pagas con efectivo a menos que por mi trasero pasen las tarjetas’. Tenía un método poco ortodoxo para cobrar su salario pero solía lucir unos trajes espectaculares, fue con ella por quien descubrí a Giorgio, Tommy, Oscar y Calvin. Era una mujer de alta gama y manejaba un Volvo del año a toda velocidad con las Carrera en los ojos. Estaba más buena que el pan francés por la mañana aunque su único defecto era que nunca tuvo licencia para ejercer.
¿A quién le importaba? Yo nunca le pagué con dinero.
En caja me encontré con un cajero homosexual, el tipo quería saber mi WhatsApp asegurando que enviaría las nuevas promociones. Se alucinaba telefónica móvil. Se lo di y al rato me escribió: ¿Cuándo te veo, guapo? Le di el visto más grande del mundo, ese mismo que le doy a mi anterior editor cada vez que me dice: ‘Este años publicamos, primor. Tengo buenas sedes para tus libros’.
No me gusta trabajar con ese tipo, es más falso que Jim Carrey en ‘Mentiroso, mentiroso’. Pero, ¿Qué puedo hacer? Simplemente dejarlo en dos flechitas azules.
Hablando de eso, me detuve para responder la millonada de mensajes que suelo recibir y por lo cual estoy totalmente agradecido. La gente me adora y eso me llena de felicidad.
Tuve una ex quien era altamente celosa, no quería que nadie me vea y mucho menos se acercara, por eso una vez me dijo: Eres tan mío que solo yo puedo amarrarte a la cama.
Eso, desgraciadamente, me excitaba. Y por eso no la dejaba.
Pero como una vez dijo mi abuelita, quien tiene novecientos hijos: ‘Bra, no toda en esta vida es sexo’.
Seguí sus indicaciones para terminar con ella y me aburrí por completo a mano cambiada durante un miserable mes.
Yo tenía 18 años, estaba en pleno auge sexual, por eso me vi envuelto en un centenar de situaciones que no voy a nombrar pero disfruté en demasía.
La preciosura a mi lado jamás vendrá con algún novio, de lo contrario, lo voy a recibir con mi AK47.
Es broma, tan solo no lo imagino.
Al momento de salir del centro comercial con una millonada de bolsas y nos adentramos en el auto, ella sugirió: Pa, ¿y si vienes con nosotras a cenar?
Fue demasiado dulce que lo dijera, hasta diría que pensé en la posibilidad pero el hecho de sentir que puedo confundirla, pues su madre y yo únicamente tenemos una relación amical, a veces nos queremos ahorcar como Homero y Bart pero luego nos reímos de lo loco que fuimos y somos al punto que nos enviamos mensajes de audio contando experiencias de antaño de esas que uno siempre quiere inmortalizar; no obstante, siento que una festividad como tal es mejor que la pasen entre ellas.
La preciosa entendió con una enorme facilidad y fiel a su estilo de mandona y manipuladora como su padre añadió un comentario: Entonces, ¿nos llevas al cine el otro fin de semana.
Por supuesto, mi niña. A ti, a tu madre, a la abuela, a la tía pero no a su mejor amiga.
Ella no entendió el chiste; pero igual se empezó a reír.
Prendí el motor de mi Jaguar con encendido de voz y arrancamos. Es broma, tuve que darle varias vueltas a la llave de mi Toyota del 2006 (con una sólida y gigantesca cantidad de aventuras detrás) y nos fuimos.
En ese momento, mientras encendía el auto pensé en un idiota vendedor que me llama todos los días diciendo: Señor Barreto, tenemos el auto que usted necesita, solo debe pagar tanto dinero al mes. Y yo siempre respondo: Voy el lunes. Nunca voy. Me da flojera, pues ese asunto de los juguetes nuevos no va conmigo, yo prefiero viajar en tren pero las comodidades de la bebé son necesarias por eso el lunes voy a ir, lo juro.
Debo dejar a la princesa en casa de su madre, el plan es ir, sonreír, saludar, abrazar, volver a sonreír, responder preguntas rapidez y zafar; pero estoy seguro que cuando la vea voy a decir: ¿Todo ese monumento de mujer fue mío alguna vez?
Ella va a sonreír con mis halagos, decir sus chistes de siempre: ‘Te han visto con tal chica’, ‘Ahora, ¿con quién andas?’ y todo ese rollo gracioso de la redes que disfruto publicar porque se me hace totalmente divertido.
Quizá le diga sobre el cine aunque prefiero que la pequeña lo haga y se asombre.
Sin embargo, sucedió un poco diferente: Nos quedamos hablando un rato en la puerta del apartamento y me hizo una pregunta extraña: ¿Ahora de quien vas a hablar en tu nuevo libro?
De ti.
Se quedó muda y aproveché para zafar con elegancia.
Nos amamos muchísimos aunque no lo suficiente pero cito a mi madre para terminar el relato: Lo mejor de su amor es la hermosura que tienen en común.
Vaya, si que tiene razón.

Fin

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