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miércoles, 23 de mayo de 2018

Nosotros en el zoológico

- Despierto temprano a causa de sus temblores en la pierna, ella ríe opacando a la mañana soleada con su sonrisa brillosa, su objetivo ha sido cometido y abro los ojos estirando los brazos al tiempo que se acerca en cuatro patas para no perder el equilibrio y cae en mi pecho para darme un beso de buenos días. La suavidad y el color de su cabello, diría mi madre, se parecen al mío de niño.
Dijiste que iríamos a ver a los animales, comenta con voz dulce y tierna y el hombre que se amaneció escribiendo una obra que lleva su nombre tras hacerle el amor a su madre, se levanta con pie derecho como si hubiera dormido durante semanas, ella resulta ser la motivación perfecta para andar por la vida.
Enciendo la televisión, sus dibujos graciosos muy alejados de los que yo solía ver, la enganchan mientras asomo a la ducha y me encuentro con ella, mi preciosa esposa, bella como la madrugada, le plasmo algunos besos en la espalda y le hago amor teniendo al agua cayendo en nuestro cuerpo. Salimos entre risas evitando a la pequeña que no se percata que sus padres caminan en toallas riendo sobre lo sucedido en el baño. Ella se ha adueñado de la habitación principal, resolvemos vestirnos en otro lugar y una vez listos preparamos el desayuno, café y galletas de agua para mí (la dieta ha vuelto), para ella casi lo mismo, más leche al café y para la bebe el cereal con dibujos de la tele que tanto le encanta comer y botar al piso.
Yo trato de vivir el momento, cada uno de ellos de diferentes modos, mi favorito es archivarlo en mi cabeza mientras lo vivo, el segundo es utilizando mi cámara y filmando cada suceso y el tercero se basa en escribirlo de madrugada contando nuestras anécdotas.
Ella me entrega un beso diciendo que alistará las cosas, siempre admiré su vocación por tener todo listo, yo soy mucho más desordenado; pero trato de justificar mi actitud diciendo que soy práctico.
No termino mi bebida caliente y veo a las dos mujeres de mi vida esperando por mí con rostro de impaciencia. Veo el reloj y digo: Chicas, recién son las ocho de la mañana.
Amor, te tardas una eternidad en cambiarte, media hora en colocarte las zapatillas y otros cuarenta minutos en sacar el auto, eres más lento que mi madre.
Nuestra hija sonríe a causa del chiste, la analogía le resulta graciosa, de seguro imagina a su padre perdiendo una competencia de maratón con la abuela.
Sonrío, bebo de golpe y me alisto con sorprendente rapidez haciendo que ambas se queden absortas, como pensando, si lo presionamos, se apura.
Con la casa segura salimos rumbo al zoológico, pienso que hay dos, le pregunto a mi esposa a cual podemos ir, ella insiste en uno, es más lejano pero bonito. Yo siempre, desde que la conozco, trato de desarrollar sus caprichos, ahora son dos y se me hace divertido y complicado negarme. Soy como dicen, un padre engreidor.
Cinturones listos.
Listos, dicen ambas con alegría.
Sintonizo música bonita como para disfrutar en familia, es uno de nuestros primeros viajes en auto nuevo, es una de esas nuevas aventuras que la vida te entrega, es un sábado de maravilla con un clima que se comprometió con nosotros para alegrarnos la tarde.
Cantamos, de hecho, desafinados como locos, divirtiéndonos del momento, haciendo ademanes graciosos y burlas sobre nuestras voces; aunque debo confesar algo, una acotación personal, mi esposa canta bonito, lo hace con esmero y pienso, en ese instante, de repente como padre enamorado de dos mujeres grandiosas, que poco a poco, esa sensación de desgracia oral, se va convirtiendo en un canto maravilloso y me detengo, es decir; silencio voluntariamente para que el coro siga y ambas lo hacen fabulosamente bien como si vuestra melodía fuese ideal, homogénea y extraordinaria y el brillo en mi mirada lo evidencia, son perfectas.
Llegamos al lugar avistado de gente como si todos se hubieran propuesto salir al mismo lugar, el mismo día y a la misma hora. Es solo un detalle que comparto como escritor y observador que suelo ser, a nadie le importa, el punto es pasarla bonito, disfrutar del tiempo juntos y divertirnos, me lo hace saber mi chica con alegría suficiente como para endulzarme como de costumbre. Ella se ha vuelto una chica risueña desde que tuvimos a la bebe, hace cinco años y cuatro meses, ahora su vida se basa en estar feliz a todo instante, incluso, me motiva y alegra en mis intentos frustrados de volverme un escritor reconocido y habla con optimismo que contagia por completo, la he amado desde hace tanto, desde un primero de antaño y siento que la adoro todavía más ahora como si el hecho de tener a nuestra bebe hubiera inflado infinitamente nuestro amor.
La pequeña deambula, tanto sujeta como independiente, por los confines del lugar observando y analizando a los animales que ha visto en los libros de escuela y me asombra por instantes que algunos nombres los comente con un fluido ingles, uno se enorgullece y sonríe tras un chiste interno -que no comparto, a veces solo me auto doy risa- y abrazo a mi chica para contarle lo que siento. Ella se encuentra del mismo modo; pero con mayor emoción, la ve andar denotando hermosura y yo la miro de reojo comparando ambas bellezas, me doy cuenta que soy feliz, que lo soy todo el tiempo; pero en ese momento, me doy cuenta de mi suerte. Ella me mira de vuelta y entrega un beso, no hacen falta palabras para saber que es feliz.
A veces la felicidad suele ser extraordinariamente simple.
Caemos un rato en el césped, sacamos la comida empaquetada de los bolsos entre risas y movimientos particulares a la hora de estar en el parque y sentimos como el hambre, luego de tanto andar entre leones y jirafas, ataca con fiereza. Comemos a gusto como una familia que se divierte entre otras, como un conjunto de personas que tiene en común un amor infinito y una gracia sublime, como si el tiempo de calidad fuese toda una tarde pero para la memoria la eternidad y reímos porque se me cae el queso o porque a mi chica se le mancha el pantalón o de repente porque la pequeña inquieta en un intento por andar se tropieza y cae. Todo es lindo como lo son los sueños o como lo fue en sueños.
Yo diría que el relato resulta sacado de la cotidianeidad de una familia como todas en la capital, el mundo y el universo; pero lo fantástico es la forma como surgen los sucesos, no repentinos, pues, un plan de salida en familia es asunto de acordar durante la semana, sino el hecho anterior a lo creado, voy a esto, antes haber soñado con un acontecimiento tan elemental como aquel, pues, soñado sobre la cama luego de hacer el amor con mi novia (la misma de ese relato) y luego vernos aventurados en las diversas situaciones bonitas que nos va entregando la vida llegando al punto de lograr lo que anhelamos en un momento y en tanto, sentir que nos dejamos llevar y disfrutamos de ese momento relatado de una manera dulce y tierna como divertida y grandiosa, pienso entonces, que es la felicidad en su origen.
En el regreso duerme la niña de los ojos claros junto a su animal preferido que quiso llevarse para acompañar la cama, mi esposa y yo charlamos un rato sobre lo acontecido, pensamos en lo antes mencionado, en esos sucesos que anhelamos en algún pasaje de nuestra vida amorosa y lo retornamos o realizamos a cabalidad como si el tiempo de lograrlo fuera establecido y/o perfecto, es decir; a su momento.
Ella me mira, sabe que todos los hechos disfrutados serán escritos durante la madrugada o tal vez al llegar a casa y mientras descansa un rato y sabe también que estará impuesta mi felicidad en cada frase y sabe muy bien que serán por mucho tiempo porque quien le sonríe ama esos momentos.



Fin

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