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sábado, 5 de mayo de 2018

No saber amar

- Ella no solo me rompió el corazón.
Recuerdo la vez que me vio a los ojos poco después de habernos besado hasta el alma sobre la cama de mi habitación tras hacer el amor como fieras salvajes para de inmediato decir: Harry, nosotros no podemos seguir juntos.
Ya no siento lo mismo por ti. Días antes me había dicho al oído después de deambular por las calles cogidos de mano, dejando que el viento rozara nuestra piel y la abrazara cuando el frío comenzara a azotar sintiendo la calidez de su ser y la estrechez de su cintura.
Verla dormir era todo un placer, desnuda entre las sábanas luego de aparecer por la madrugada con botella en mano y vocabulario extraño, creyendo y sabiendo que me encontraría y yo la cobijaría en mi alcoba para no dejarla sufrir bajo la lluvia. Y ella me daría un abrazo de esos que empapan la ropa y yo no tendría la voluntad para no permitirle quedar y tampoco el sentido de una vida sin su presencia a pesar que al despertar solo viese su silueta dibujada en el colchón.
Atado a su cuerpo andaba cuando dormíamos juntos después de hacer el amor, íbamos a cenar a los restaurantes que deseáramos y estábamos como locos riendo de chistes bobos viendo el mar o callados en el cine con un films de esos que hacen llorar y cuando lagrimeaba la abrazaba en mi regazo y nuestras manos convergían y podía sentir que me amaba o que al menos a mi lado se hallaba en paz; pero entonces llegaba el instante en que decía: ¿Qué tanto haces conmigo? Vete y déjame. Yo no quiero saber de ti, no quiero que me ames más. Y lo dictaba sin motivos y lo hablaba sin razones.
Y ella era así, de repente todo un ángel y el resto del tiempo no quería ser feliz conmigo.
Pero yo estaba tan enamorado que deseaba momentos de calidad
Y olvidaba los de angustia. Pensaba que su forma de amar podría ser un tanto errada; pero una forma al fin.
Solíamos ver la televisión en la sala, de un momento a otro era un ogro y al instante la mujer que amaba, nunca supe distinguir el asunto de sus actitudes a pesar que le hablé y aunque nunca supe decirle que en cualquier momento me iría por causa de su comportamiento, estaba seguro que ella sabía que nunca lo haría. ¿Cómo zafar si cuando me miraba con esos ojos yo me derrito? ¿Cómo poder escapar si cuando me abraza anhelaba quedarme allí por siempre? ¿Cómo no poder verla a pesar de que me diga te odio? Tal vez era un amor extraño el que sentía o quizá, solo hubo un amor y era el mío.
Cuatro meses duramos. Al siguiente ya no pude, se le escaparon las palabras ofensivas, de esas que duelen y hieren al corazón. Decidí alejarme y no voltear, quiso volver; nunca lo hice. Quiso amarme, ya no le creí. Quiso que lo intentáramos, ya no podía. Ya no había el amor que tanto despreció y lo último que me acuerdo son sus palabras tras el intento por retornar: Harry, te amo, a mi modo; pero te amo.
Tu modo, cariño, es no saber amar.

Fin

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