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viernes, 25 de mayo de 2018

Al final de la fila

- El último en la fila de asientos de plástico, de traje negro de diseñador y corbata de seda por la mitad, lentes oscuros y una botella de ron de antaño en mano, el cigarrillo lo apagué para no incendiar el recinto y cuando el cura preguntó si alguien se negaba, quise dar mi argumento totalmente inválido; pero resolví callar para siempre.
Se casa con un cretino de cabeza calva, nariz gigante, mentón de faraón y pantalones anchos como saco de hombreras discontinuas, que la mira con admiración y ternura derramando puro amor.
Pensé en la forma como una mujer tan glamurosa que conocí logró consolidar un amorío con un sujeto de semejante calaña. Me di cuenta entonces que el fallo lo tuve yo al ausentarme en casa por resolver asuntos libidinosos con mujerzuelas de clubes nocturnos. Era un completo desadaptado de la vida que dejaba de lado las dulces labores familiares, como cenar bajo la luz de las velas o lavar los trastes con sonrisas, de repente leer un libro al lado del fuego o andar sobre la cama conversando antes de revolcarnos, yo entonces deseaba la vida de cama en cama, despertar con alguien y luego con otra, entonces me fui dando cuenta, sentado en esa silla de la fila final, que el narigón se la metió en el bolsillo con su naturaleza humilde y sencilla, lejos que los alcances que mi cuenta bancaria pueda ofrecer, aparte de todo mi repertorio sexual y mi noción por un futuro galardonado. Era yo quien pensaba en yo y ella quien me juntaba a sus sueños de familia y sin importar el Porsche ni los fines de semana de whisky del 83 deseaba únicamente la compañía de quien alguna vez amó estemos donde estemos, así sea en los jardines traseros de mi actual casa o en la hamaca de donde ahora vive.
Paradójico llega a sonar que me encuentre presente en el matrimonio, una sala pequeña, familiares extraños de parte del novio y los de ella, conozco de pies a cabeza y no me miran, saben que he fallado o piensan que no lo intento, de cualquier modo, cariños -por referirme a todos- ya son cuatro años separados, y ella soñaba con el casamiento mientras yo en las ruinas de mi resaca diaria.
No soy tan egoísta como todos creen, vengo porque adoro verla feliz. Tal vez sea esa la clase de amor que al final llega a quedar.
Y es así como mi chica se casa con el tipejo que conoció en una de esas clases de arte gratis que tuvo en un lugar peligroso y es así como me quedo solo con todo lo obtenido. Valga la ironía.

Fin


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