Mi nuevo libro

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miércoles, 2 de mayo de 2018

¿Me buscan?

- Ya se me hace casi normal que me saluden por la calle, es cotidiano que me envíen mensajes en todas las redes y puede resultar extraño; pero hasta vienen a mi casa.
Yo estaba en el intermedio del desayuno, sentado en el mueble de la sala y terminando el café de las mañanas pensando en un sinfín de temas.
La casa estaba vacía, era un lunes por la mañana, todos salen temprano y yo soy quien se queda hasta por la tarde porque tengo clases en la noche y me acostumbré a escribir temprano.
Alguien tocó la puerta, recordé no haber acordado con alguna persona para una entrega de libros, acababa de ver la historia de Jennifer Lawrence situada en New York y mi asistente se hallaba de vacaciones en Chincha. Además, los vecinos saben que mi vieja sale temprano y llega por la tarde y mis hermanos se fueron a sus laburos. Es probable que sepan que el guardián de la casa y escritor mañanero con cafecito en mano sea yo y pues, Dolly, que duerme hasta que mi vieja vuelve. Los putos vecinos lo saben todo.
No había forma para que alguien tocara mi puerta, ni siquiera los lindos Testigos de Jehová porque no era su turno para salir, tampoco algún mendigo porque no pasan por mi calle, mucho menos la más remota y bizarre alucinación de una ex novia de algún territorio lejano llegando temprano para decirme la fucking siguiente frase: Bry, tengo un hijo contigo. ¡Nadie tenía motivos para tocar el timbre en mi tiempo de escribir! Sagrado, por cierto; pero el timbre volvió a sonar.
Abrí la ventana del segundo piso y la vi. Era preciosa, de cabello ondulado, rubio y rizado, como esa chica de quien escribí alguna vez porque se volvió mi primera novia; pero no era ella, la diferenciaba el contexto actual, demasiado sofisticada para serlo. ¿Quién podría ser? Pensé y como si oyera a mi mente elevó la mirada.
¿A quien busca? Quise saber con seriedad y el verde claro de sus ojos hizo que, como pocas veces en mi vida, me sintiera nervioso. Tal vez, solo tal vez, esos ojos sean como los de mi JLaw. Y eso que me estoy arriesgando a confesarlo.
¿Aquí vive Bryan Barreto?
La seriedad de su pregunta desató emociones internas que no pudieron converger entre sí, tales como: ¿Me conoce? No me conoce, porque está preguntando por mí viéndome a la cara.
Descendí tras mostrarle un gesto.
Pensé en lo extraño de la situación, alguien preguntando por mí sin saber que soy yo, podría llegar a suceder.
Abrí la puerta y la vi en toda su dimensión, vestía jeans, suéter y botas, un atuendo simple y sobrio para un lunes de invierno, era como si saliera al supermercado o fuera donde su chico. Valía la pena vestirse así un día como ese.
¿Se encuentra Bryan Barreto? Su voz era como robotizada, como si estuviera programada para preguntar por ese tipo.
¿Por qué lo busca? Me dio por preguntar.
Quiero entregarle algo.
¿Qué es?
Debo dárselo personalmente, respondió con seriedad.
Y para ese entonces vi que una de sus manos escondía algo detrás de su muslo y siempre he sido un chico muy intuitivo y perspicaz, difícilmente caigo en enredos o trampas, sabía que algo tramaba esta muchacha preciosa que busca a un tal Bryan Barreto a las siete de la mañana.
Ella volvió a preguntar, ¿Está Barreto?
Sentí miedo al ver su fría mirada, era como si tanta belleza no fuese utilizada para un fin satisfactorio, sino para absolutamente nada, como si únicamente estuviera presente.
Si está; pero me gustaría saber el motivo de su tan temprana visita.
Como le digo, es personal.
En ese momento recordé a la bruja que me enseñó mi muerte hace muchísimos años, se la he contado a mi novia después de hacer el amor un domingo por la madrugada, solo ella conoce esa historia.
En ese momento pensé en la loca posibilidad de que alguien del pasado, que no recuerde por el cambio de aspecto actual, volviese en venganza por un acontecimiento que no ha logrado superar; pero esta tergiversando demasiado. Algunas cosas solo se arreglan con una explicación.
También pensé en una broma pesada de mi queridísima Anna; pero, ella conoce netamente mis fetiches, los pudiera haber utilizado para completar el truco demasiado fácil. Una chica de suéter y botas no me provoca nada.
Creí que se trataría de alguna lectora que no pudo terminar de creer el final del libro y vino por una explicación necesaria.
Muchos posibles factores pasaron por mi cabeza; pero el de mi muerte fue el más voraz.
Sabía que iba a ocurrir, que llevaba consigo un arma blanca que atravesaría mi piel si dijese quien soy, no entendería los motivos por estar agonizando, le pediría alguna explicación o las disculpas del caso a esa persona, lectora, ex novia, obsesionada, quien sea que sea, por algo que cree que le hice o dejé pendiente o no cumplí y moriría en el pórtico de mi casa sin antes terminar de escribir mi nuevo libro.
Es curiosa la forma como actuamos algunos escritores, en ningún momento pensé algo que no fuese una tragedia o una situación que cámbiese el rumbo de mi vida, pues, la muerte podría serlo, como también una ex novia loca con un hijo en brazos o de repente una cartera con jodidas noticias de mi editor que acaba de morir quemado con el manuscrito en su computadora, todo lo que pensé fueron tragedias que podrían haber hecho que mi porvenir cámbiese; pero, ¿para qué? ¡Sí, para escribir! Y porque adoro las grandes emociones.
Y sin embargo, cuando le dije: Yo soy Bryan Barreto, me dijo: Ayer por la noche estuve en un bar de Barranco, me senté en una silla y encontré tu DNI. Yo trabajo en el supermercado, por eso preferí venir temprano porque sé que sin DNI es complicado hacer trámites.
Sonreí y pensé en la forma como suelo imaginar situaciones en cuestión de minutos.
Agradecí el hecho de traer consigo mi documento de identidad y aunque debí invitarle un café, solo pude ofrecerle un beso en la mejilla y la pregunta, ¿Qué puesto ocupas en el supermercado?
Soy la gerente, dijo con frescura.
Interesante, pensé.
Y me di cuenta que por andar encerrado en la casa ando olvidando que abren nuevos supermercados como bolsa de papitas fritas.
Pensé en la noche en Barranco y el posible hecho de haber olvidado recoger el documento luego de pagar con Visa. Sonreí por lo ebrio que debí haber estado.
Bueno, Bryan Barreto, ya cumplí con mi deber, ahora me retiro.
Volví a agradecer y la vi partir con sobriedad, era seria, extraña y llevaba una rara vestimenta para ser la gerente de un local, todo resultaba curioso; pero resolví no hacer ni hacerme más preguntas y al tiempo que se iba y la miraba para ver por dónde iba, vi a los Testigos de Jehová a acercarse, a un mendigo asomarse y a un amigo parlanchín hacerme ademanes desde la esquina, pensé en mi tiempo para escribir y conté: A la una, a las dos y a las tres. Cerré la puerta con seguro, coloqué audífonos y no estuve para nadie.

Fin

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