Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

viernes, 26 de enero de 2018

La cubana

- ¿Y por qué esa mujer tan hermosa detiene su mirada en mí? Se acerca, pienso y trato de mantener la cordura. ¡Qué silueta! ¡Qué labios! Contemplo mientras se encuentra a un metro; en ese instante, ante mi asombro, dice: Hola, me llamo Catalina. ¿Y tú eres?
Era un viernes de febrero, asistí a un casino miraflorino con la idea de malgastar un poco de dinero extra, ya le había comprado sus libros a la pequeña, pagado las tarjetas de crédito y adquirido alguna que otra cosita en un sex shop de la calle Shell. Mis amigos están casados, no es metáfora, es literal. Llevan anillo de matrimonio en el dedo y sus esposas son como generales estrictos que controlan sus salidas. Con el paso del tiempo me he quedado sin compañeros de batalla, vivo de recuerdos de nuestros tiempos de gloria en discotecas y fiestas sumamente divertidas. En la actualidad, no me junto con personas menores, pues, ahora gozan del tiempo jugando videojuegos y desconocen lo que es hacer el amor en un baño a las tres de la mañana y con tragos encima. Si no te llaman en tres días, tienes suerte. No saben lo que es quedarse a ver el manto con botella de ron en mano y pensando en cometer la irresponsabilidad de llamar a la ex novia para suplicarle perdón o derramar amor con palabras de ebrio. Era una época donde lo único que faltaba era memoria. Desaparecía todo junto amanecer. Ahora debes de cuidar una imagen y las redes suelen arruinarlo todo en segundos.
Yo ya tengo treinta y cuatro años, la edad que no te permite desorden de ningún tipo; pero adoro tenerlos, me encanta llenarme de dilemas y pensar en un sinfín de posibilidades, no andar metido en el trabajo y el dinero, esos temas me aburren, yo prefiero lo enigmático y lo místico.
Si fui al casino es porque estaba nublado, no tengo novia, tampoco amistades cercanas y si las hay están moviendo la cama con sus parejas. Podría hacerlo; pero estoy harto de los amores vagos.
Ya los viernes se han vuelto aburridos, por eso resolví asistir a dicho luminoso lugar donde las chicas se ven sensuales y son amables, vi que cantaría un imitador de uno de mis cantantes favoritos e ingresé sabiendo que gastaría el sencillo que me dieron como vuelto por unas esposas.
Recordé haber ido antes con una amiga, hace tanto tiempo que hasta mi físico era distinto; sin embargo, las máquinas no mutan y me acordé de una en particular, aquella con la imagen de indio como cabecera.
De inmediato se acercó una guapa muchacha, le pedí un café, después le añadiría ron para darle sabor y no tengo la sensación de haber ganado mucho dinero, por eso se me complica el explicar como una mujer tan hermosa podría acercarse.
Aquello sucedió después. Ya cuando iba a cambiar las fichas en dinero, luego de deleitarme con el cantante y echado visión a las pantis de las chicas. ¿He dicho que adoro las faldas con pantis? Puede que sea uno de mis tantos fetiches, uno ya no puede vivir ocultando sus gustos, me aburriría por completo si tendría que contarle mis extrañezas a alguien antes de acostarnos, es mejor que lo sepan y me sorprendan. Ya no tengo quince años y contarle a mi primera novia que me gustaría que hiciera algo por mí, ahora prefiero que lo sepan y punto. Me quita el trabajo de hablar.
Esta podría ser una historia sexual, el protagonista habla de sus fetiches y comienza una odisea por cumplirlos con una supuesta señorita que va a conocer; pero, el romanticismo aparece en escena en este preciso instante.
Ya a punto de irme, se acercó la chica de los tacones negros y el vestido del mismo color, era hermosa como las mujeres que aparecen en revistas de modelos, como si en Instagram se viese idéntica a en persona, como si se hubiera retocado el rostro en una App antes de acercarse. Tenía un acento cubano que me fascinó enseguida, cabello ruloso y negro, ligeramente recogido y sus labios tentadores estaban pintados de color rojo pasión. En un momento creí que se trataría de una dama de compañía, me ha pasado antes, se acercan, fomentan una insinuación y luego te cuentan la tarifa antes del acto; pero no era el caso, ella no solo tenía clase, también algo de misterio.
Hicimos contacto visual y sonreímos como si nos conociéramos de tiempo y nos encontrásemos en un lugar público sin ser reconocidos.
Le dije, ¿Cómo estás? Ella respondió: Todo bien, ¿Ya te vas?
Al parecer, sí; pero ¿Te puedo invitar un trago?
Claro; pero salgo dentro de un par de horas. Si me esperas, voy contigo.
Yo no tenía planes para más tarde, mi agenda se limitaba a ver películas porno caseras y ser el onanista que fui en la pubertad.
Te espero entonces.
Para ser honesto mi objetivo era quedarme algunos minutos y luego irme caminando a casa. No salía con chicas hace mucho; aunque mis dotes de galán algunas veces se escapaban sin mi permiso.
Hey chico, no creí que esperarías, la oí decir, ya vestida con un amplio abrigo que cubría su atuendo.
La vi y pregunté, ¿ya nos vamos?
Claro, te dije un par de horas; pero ya resolví renunciar. De hecho, mi contrato acaba en tres meses; pero me harta este trabajo.
Me imagino, ¿muchas amanecidas, verdad?
Demasiadas. Yo ya no estoy para esos trotes, me dijo con humor e hizo que riera.
A veces me pasa lo mismo. Soy escritor, solía escribir de noche hasta amanecer; pero ahora prefiero hacerlo durante las mañanas y dormir como un bebe toda la noche.
Así que escritor. ¿Qué género difundes?
Romance, le dije con una sonrisa.
¿Sabes? Nunca conocí a un hombre romántico. Tal vez porque me he relacionado con puro cretino; disculpa, no quise hablar de mi vida privada tan pronto, es que es la triste verdad.
Sus ojos eran negros como la piel de un gato de mala suerte, los labios ya no tan rojos, quizá, les bajó el labial en el baño y el vestido oculto que deseaba volver a ver. Me costaba creer que una mujer, a primera vista, segura de sí misma, se había envuelto con tipos desagradables. A veces es así, uno no puede elegir cuando el corazón manda.
Ya que hablamos del amor y sus desdichas, debo confesar que mi última relación fue larga y hermosa; pero seguro dirás, ¿y por qué este tipo anda solo un viernes por la noche? Terminamos por una situación muy delicada que no afectó nuestro nivel interpersonal, sino nuestra alma.
¿Sabes? Te entiendo. Eso ocurre, a veces no se alejan por infieles o estúpidos, sino por algo que ya no los ve juntos.
Sonreí y propuse ir a un bar mientras le contaba una ironía: Hemos estado en un casino donde el trago es gratis y ahora iremos a un bar donde pagas el doble por una cerveza.
Es complicado que le dé la razón dos veces a alguien; pero la tienes y ¿sabes? El plus es que podremos charlar a cabalidad y ¿Quién sabe, no? Conocernos más. Digo, más allá de esa mirada que nos conectó.
¿A qué te refieres con eso? Quise saber intrigado.
A que a veces las miradas dicen lo que el corazón todavía no acepta. Y en este caso, querido chico romántico, siento que estamos destinados. Llámame rara; pero eres escritor y sabrás o entenderás que existen fuerzas que juntan a las personas, desconocemos ese factor; aunque a veces nos esforcemos inconscientemente por alejarnos de las personas que deberían ser nuestras parejas y si pareja es algo tenso, voy a decir, compañero y esta vez, llámame loca si gustas, no me quiero alejar. Lo que trato de decir, para no hacer confuso el asunto, es que te vi y sentí algo que nunca sentí por alguien.
Te entiendo, Catalina; pero déjame decirte que últimamente no he sido ni tan romántico ni tan soñador, por eso prefiero mantener las cosas en el limbo, es decir; diferenciar lo real con lo imaginario.
Te comprendo claramente y te voy a mostrar que lo que digo es cierto, porque ya encaja en mi corazón esto que siento.
Sus palabras me hicieron meditar, ¿realmente existen personas que están destinadas? ¿A veces nos alejamos de esas personas y por eso nos equivocamos una y otra vez? Yo había estado con muchas mujeres, amado a todas; pero siempre terminado. Entonces, esa idea podría ser real, aunque trataba de ir calmado.
Llegamos al bar, no entramos al ver puro adolescente laberintoso, por ello, Catalina dijo la frase que marcó el rumbo de la noche: Vamos a mi casa; pero antes vayamos por un buen ron cubano.
Me froté las manos mentalmente, sabía que la noche terminaría con una extraordinaria faena sexual con una mujer de cuerpo despampanante e impresionante actitud, que, de hecho, ya me gustaba.
Haciendo gala de mi conocimiento ronero pedí un Havanna Club, hielo y cigarrillos por montones. Enseguida ella pidió un taxi Uber y llegó en cuestión de minutos, lo abordamos y nos dirigimos a su casa en Monterrico.
Llegamos rápido porque el tiempo vuela mientras charlas de temas agradables. Ella pagó con tarjeta y se me hizo extraño que lo hiciera de ese modo. Generalmente pago con Visa en centros comerciales o tiendas por departamento, soy algo desconfiado.
La zona era bonita, debo confesar que vi como cinco serenazgos en una esquina y otros cuatro en la siguiente. Me sentí resguardado y algo nervioso por lo que podría encontrar en su departamento. A veces imagino que me secuestran y torturan -bueno fuera sexualmente- hasta pedir un rescate -que en casa dudo paguen y prefieran dejarme- pero siempre termino en lugares ajenos en busca de historias.
Tranquilo, cariño, vivo prácticamente sola, me dijo con una sonrisa y cogió mi mano para adentrarnos juntos. Saludó al portero, que abrió la puerta con amabilidad y escogimos el elevador.
Dentro, pensé, ¿vive sola? ¿Cómo paga un departamento en una zona como esta una chica que trabaja en un casino? ¡Y que acaba de renunciar!
Las preguntas se disolvieron cuando me besó apoyándonos en las paredes del elevador. Fue excitante, uno de mis sueños eróticos es coger en un ascensor; pero solo llegamos a segunda base. El departamento quedaba en el cuarto piso. El beso fue el inicio de lo que sería, como dije párrafos atrás, una gloriosa faena sexual; pero todo mutaría repentinamente.
Recuerdo haberme sentado en una silla de madera, no era cualquier silla que encuentras en mueblerías; estaba tallada a mano y sus detalles resultaban fascinantes, entonces levanté la mirada y vi un Picasso en frente, pensé, ¿Qué demonios sucede aquí? Y realmente, lejos de sentir temor, porque posiblemente la chica estuviera metida en algún asunto ilícito, me excité muchísimo y acerqué a observar el cuadro. Era original. Medio palo verde en una subasta, sin duda alguna.
¿Te gusta el arte? Fue un regalo, dijo entregándome un vaso con whisky.
Amo el licor, no me interesa si caigo desplomado en el acto siguiente, igual iba a beberlo. Además, pensé, ¿Qué puede robarme? Soy escritor, mi sueldo asciende para pagar las tarjetas, el cable, comprar libros, cancelar la escuela y darme mis gustitos en un casino. No vivo como reyes, pero vivo cómodo. Alguien que tiene un piano con piezas de marfil no secuestra a un humilde escritor.
Vamos a sentarnos en el mueble para seguir charlando, me dijo y nos acercamos a la pieza más cómoda donde haya estado.
Cruzó las piernas, ya no estaba con el abrigo, tan solo el vestido y estaba seguro que lo tenía puesto porque sabía que me gustaba. De hecho, amo a las mujeres que se visten de negro.
Algo tiene el licor que me hace adicto a beber, le dije si podría invitarme otra copa y trajo la botella entera. Era un whisky con nombre extraño, dijo que lo importaron de Edimburgo hace unos años y que desde entonces reposa en su bar.
Bebí y la oí decir: Dejémonos de palabrerías.
Nos besamos como si nos quisiéramos devorar, como si desde el inicio de este cuento el deseo estuviera presente, yo sujetaba sus muslos mientras la besaba, ella tocaba mi miembro y era como si nada podría arruinar el momento. De seguro, ella caería sobre el mueble, la desvestiría en segundos y luego la cogería el resto de la noche; pero una voz se escuchó desde el pasadizo que conduce, seguramente, a las habitaciones. Ambos nos alarmamos.
Una pequeña con peluche colgando de su mano izquierda y con la otra limpiándose los ojos se asomaba.
Por un momento llegué a pensar que se trataría de un ladrón o un marido narcotraficante y bien armado; pero una preciosa niña con peluche de Olaf hizo que me estremeciera en segundos.
Catalina fue a abrazarla y pedirle que fuera a la cama; pero la pequeña quería quedarse debido a que le temía a algo debajo de su cama.
Me pidió que esperara un rato mientras se la llevaba a su alcoba, le sonríe y mostré la mano abierta en señal de saludo, ella me sonrió y dijo: Hola, buenas noches, amigo. Fue tierno, lo confieso; pero yo deseaba acto carnal con su madre, no hacer el papel de dueño de una guardería.
Sin embargo, cuando Catalina volvió, ella la siguió aludiendo temor, decía que una criatura la esperaba debajo de la cama.
Ya había vivido la misma situación hace un tiempo atrás, mi pequeña le temía a alguien debajo de su cama hasta que fui a derrotarlo. Entonces, resolví pedirle a Catalina que me acompañara a la habitación de la pequeña para lidiar con el monstruo.
Ella me miró asombrada, como quien piensa, ¿Estás seguro? Y yo le dije, sí, para que duerma feliz. Entonces nos levantamos y fuimos al cuarto.
Claudia, como se llama la niña, dijo que debajo de la cama yacía alguien que despertaba cuando las luces se apagaban. Catalina esperó a un lado, apagué las luces y le dije a Claudia que subiera a su cama.
Efectivamente, debajo había una criatura horripilante, a quien destruí con un movimiento de manos, pues, era ropa y juguetes posicionados de tal modo que creaban monstruos.
Claudia no volvió a verlo, me dio un abrazo en señal de agradecimiento y se fue a descansar tranquila.
La cubana y yo retornamos al mueble conversando sobre niños, quiso saber si tenía uno, le dije que sí, me sonrió de una manera distinta, ya no en el sentido lujurioso, pues, su sonrisa emanaba admiración.
Pasamos la noche conversando, algo complicado en mis tiempos actuales, debido a que hace tanto que no llevaba una charla tan amena y agradable con alguien. Para entonces lo único que desarrollaba era el contacto sexual y después la inminente despedida, no era un hombre de relaciones, sino de ocasiones.
Catalina era una mujer inteligente, hablamos de muchos temas y de sus pasatiempos, me fui abriendo y contándoles algunas aficiones. Charlar con ella era como hacerlo con alguien a quien conoces décadas, tenía facilidad de palabra y desarrollaba ademanes mientras relataba alguna experiencia. Además, sonreía de una manera muy simpática luciendo una dentadura inigualable y encantadora.
Y así, pasamos toda la noche; incluso, quiso que me quedara a desayunar cuando el manto hizo su aparición. Resolví ir a casa, sin haber tenido sexo ni bebido hasta embriagarme; pero con una extraña sensación en el corazón, algo que las mujeres con quienes me había acostado no pudieron provocar.
Lu me esperaba en la mesa comiendo yogurt con cereales, mi madre se encontraba a su lado, ambas me sonrieron e invitaron a comer junto a ellas.
Le fui contando a mi vieja lo ocurrido durante la madrugada, un asunto de escritores que vagan por las calles en busca de historias, le dije entre risas. Yo estaba sorprendentemente sobrio y resoluto, Lu comía con satisfacción y mi vieja la veía con ternura. Ella había abierto la puerta de casa junto a la peque, entrado y hecho lo que quisieran al no encontrarme temprano. En ese momento oí el celular, me llegaron mensajes de Mariana, mi ex novia y de mi vieja, en ambos decían, ¿vas a estar en casa? Voy a dejar a Lu con tu madre. Voy para allá, si no estás, entro nomas.
Tras el desayuno fui a descansar, mi vieja dejaría a la pequeña en su taller de pintura y yo la recogería en unas dos horas.
Lu y yo estábamos en un parque miraflorino, ella caminaba por todos lados y yo con la mirada fija en el gran tesoro de mi vida.
De repente, un Mercedes se detuvo cerca a nosotros y de allí bajaron dos personas, Catalina y Claudia, me reconocieron enseguida y asomaron para saludar con bastante emoción.
¡Hey! No creí que también vinieras por aquí, dijo Catalina con la misma sonrisa de la noche anterior.
Vivo a cinco minutos caminando, dije con una sonrisa amable.
¿Ella es tu pequeña?
Sí. Lu, ella es la señorita Catalina.
Un gusto, dijo Lu y fue a darle un beso.
Claudia, ya conoces al joven, ella es su hija, Luana. ¿Por qué no van a jugar un rato?
Las niñas se juntaron como si hubieran nacido juntas y se adentraron en los juegos.
No aceptaste un desayuno, pero, ¿ustedes me aceptan un almuerzo?
Por supuesto, Catalina.
Nos miramos y sonreímos como dos personas que tuvieran algo en común, algo más allá de una atracción física.
Fuimos a una banca y continuamos la conversación de la madrugada, yo no podía dejar de mirarla a los ojos, me gustaba, de hecho; pero no quería involucrarme en un romance duradero, tampoco deseaba hacerle el amor y fugar, quería algo con Catalina; aunque no estaba seguro de qué. Ella sí lo sabía, por eso me dijo: ¿Crees que estemos destinados? No he dejado de pensar en ti durante el día, estoy aquí, ya sabes bien porque. Vivo a cuarenta minutos de este parque y por donde vivo hay miles. Te pido para almorzar con un motivo oculto que ya imaginas, entonces, ¿Crees que podamos ser algo más que dos tontos que se besaron y no se hicieron ni cosquillas?
Amo cuando una mujer tiene actitud, me excitan las chicas con iniciativa. Definitivamente, que me dijera todo ello, hizo que me convenciera que deseaba, no solo tenerla en una cama, sino también dentro de mi corazón. Pero, aunque a veces no parezca, soy de ir muy lento. Ella no sabía eso de mí. Nunca lo digo, pero siempre voy lento aunque mis acciones o gestos demuestren lo contrario.
Algo estaba roto en mí, una parte de mi corazón se desprendió cuando terminé con Mariana, no sales de una relación de seis años solo lleno de recuerdos y nuevas percepciones, también hay heridas que a pesar de los cambios de habitación no llegan a sanar. No es que sangren o nunca cicatricen, es que dejan huella.
No iba a contarle mi intimidad a Catalina, ni siquiera lo hago con mi mejor amiga y por el bien de Luana, su madre y ella intentábamos no revolcarnos en la cama cada vez que nos veíamos. Éramos como una pareja de ex novios que aparentan odiarse pero se aman con locura. Que equivocados podían estar al haber terminado; pero ya habíamos superado los dos años alejados y enfriado algunas emociones, no las sexuales, esas tardan siglos en apagarse.
La razón de la ruptura nunca la comprendí, una vez terminamos y no quisimos retornar, nos sentimos mejor siendo ella y yo. A veces es así.
El chofer de Catalina nos llevó a un restaurante por Chacarilla, era temático, ambientado en la selva, a las niñas le gustaron las figuras de animales y demás, entonces fueron a observarlas mientras que ella y yo nos quedamos bebiendo un trago post comida.
Me gustaba la forma como hablábamos de todo un poco, éramos personas que se acababan de conocer hace una noche y ya tenían tanto en común, desde libros hasta series favoritas.
¿Sabes? Hay algo que debo decirte; pero es de suma importancia, me dijo de repente, luego de tres piscos.
Si, dime, ¿de qué se trata?
Yo no vivo en Lima, ese apartamento es rentado, mi verdadera casa se encuentra en California y me gustaría que fueras conmigo.
Sus ojos brillaron cuando me vio, cuando lo dijo viéndome fijamente, sin parpadear, sin hacer algún gesto que evidencie falsedad, totalmente quieta y con la mirada penetrante. Le añadió una sonrisa y acotó: Podrías publicar allá, hay muchas más oportunidades que aquí, podrías ser un escritor de superventas. Cogió mis manos y sentenció, cuando me vio titubear, obviamente vendrías con la pequeña Lu.
Me imagino que tienes tus papeles en regla. ¡Vamos cariño! Es una oportunidad única. Si no lo ves del modo en que estamos destinados, quiero que lo veas del modo en que podemos ser amigos y tú un reconocido escritor. De hecho, tengo un colega que es agente literario, puede recomendarte con las grandes firmas.
No lo pienses tanto, la pequeña y tú podrán tener una vida soñada y vivir como reyes. Además, vendrían de vuelta cuando gustes, tómalo como unas ricas vacaciones de un par de años.
Catalina había llegado demasiado lejos en tan poco tiempo, derribado algunas rejas que ocultan mi corazón, se encontraba en la última puerta mucho más pronto de lo imaginado; pero, ¿Quién te pinta el mundo así de repente? Una chica que conoces en un casino, cuyo dinero nunca le hace falta, hermosa y con una pequeña preciosa, muy agradable e inteligente, demasiado sexy y ahora con una oportunidad sacada de un libro de sueños.
Esa noche no pude conciliar el sueño. Hablé con Luana antes de irnos a la cama, le dije lo que podríamos hacer con Catalina y Claudia, quienes le habían agradado o según dijo, caído fenomenal. Ella estuvo dispuesta, la sola idea de viajar en avión y pasear por otras calles hicieron que sus ojos se iluminasen; pero el punto era conversarlo con Mariana y ese asunto sería un tanto complejo. Sin embargo, por la mañana, ya tenía mi decisión, me iría con Catalina y Claudia e intentaría lograr todos los objetivos.
Algunos días después hablé con Catalina, nos encontramos en su apartamento, se encontraba vacío y en su sala yacían maletas a por montones. Me dijo: Ya mañana nos vamos, ¿ya tienes todo listo? Le di una sonrisa en respuesta, se llenó de emoción y me hizo una íntima confesión: ¿Sabes? Estoy enamorada de ti, quiero que vivas conmigo, nos casemos alguna vez y estemos juntos porque te amo y adoro a tu hija como a la mía y sé que quieres a Claudia y te prometo que todo será como lo he soñado.
Horas antes del vuelo la llamé para preguntar como estaba, ya habíamos acordado todo, vernos en tal lugar y adentrarnos juntos.
Recuerdo que Lu estaba en su habitación sentada y jugando con sus muñecas, su maleta a un lado y sonriente como siempre. A Mariana la había convencido con una mentira piadosa, iría a pasear con mi hija y volveríamos al cabo de unas semanas, ¿Qué de malo podría ocurrir? En el peor de los sucesos, si no es como parece, regreso al tiempo pactado. Pero Catalina no estaba siendo honesta, alguien respondió la llamada de su celular, era un hombre con voz raspada: Dígame, ¿con quién tengo el gusto?
Disculpe, quisiera hablar con Catalina.
¿Catalina?
Sí, Catalina Saavedra.
¿Se refiere a la paciente Rosa Salas?
¿Disculpe?
Soy su médico. Rosa Salas se hace pasar por Catalina Saavedra porque sufre de esquizofrenia y de no tomar sus medicamentos tiende a alucinar. Espero que no le haya hecho daño.
Quedé consternado.
No comprendo, ¿Por qué su doctor tendría su celular?
Perdona, ¿es usted su familiar?
No.
Entonces, no puedo darle explicaciones.
Pero, ¿Qué rayos? Dije en cólera, me detuve calmado y añadí, está bien.
Su WhatsApp, Facebook y demás redes sociales donde la tuve agregada fueron eliminadas como arte de magia.
Todo resultó sumamente extraño como si nunca hubiera existido.
Nunca supe si estaba mal de la cabeza o fuese todo una artimaña del demonio o tan solo una burla absurda. Cuando ocurren este tipo de cosas prefiero no llegar lejos, es que, lo que es no es honesto, nunca surge y si no me dan motivos para alejarse es mejor que no vuelvan.
Le dije a Lu para ir a ver a su madre y contarle la historia, Mariana me restregó todo en la cara matándose de la risa y fuimos al zoológico después del almuerzo. A ella le gustan los animales.
A veces me pongo a pensar, ya en un asunto general, ¿Por qué la gente esta tan loca? Si es tan chévere decir la maldita verdad.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario