Mi nuevo libro

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viernes, 20 de noviembre de 2020

Androides en el aeropuerto

Iba en busca del sector donde abordaría mi vuelo de retorno a Lima.

Llevaba un par de maletas color oscuro y una mochila regularmente pesada aunque estos hechos no se llegaran a sentir como incomodidad al momento en que me fui perdiendo entre los confines del aeropuerto, que, para primera impresión, era mucho más grande que el del Perú.

Subí escalones eléctricos hallando como si se tratara de espejismos distintos sectores adonde supuestamente tendría que estar para abordar el vuelo; pero en todos, un llamativo género de robot verificaba el traslado del turista, yo en aquel caso y le señalaba otra ubicación, lo cual me hacía sentir irritado, pues, iban dos o tres veces que me cambiaban de abordaje, lo cual, realmente empezó a pasar factura cuando me di cuenta que la mochila y las maletas parecían piedras enormes, y a esto le incluyo, como inconveniente triunfal, el hecho de que no podía o no sabía cómo reclamarle al androide enano parecido al de Star Wars porque rayos debía de cambiar de sitio de abordar como si se tratara de calzones.

Este, a pesar de mi evidente malestar, tan solo atinaba a cerrar el espacio como si estuviera clausurado o prohibido haciendo señas en dirección a otro sitio, todo ante mi inminente fastidio.

Volví a subir otras escaleras eléctricas percatándome de la grandeza en cuestión de altura de aquel sitio, pues, el solo espiar hacia abajo con la mirada me hizo sentir intimidado. No había, de hecho, cierto protocolo de seguridad, ni barandas sofisticadas, todo era fierro plomo brilloso con una innumerable sucesión de escaleras que iban en varias direcciones sin llevar a nadie, es decir; era el único en el aeropuerto a pesar que al inicio, o sea al llegar, parecía estar acompañado de una centena de turistas.

El asunto empezó a volverse realmente tedioso cuando entendí que la escalera eléctrica que supuestamente me dirigía a otro sector de abordaje, en donde, esperaba con ansias y seguridad, fuera el último y real, no dejaba de avanzar conduciéndome a un sinsentido lento y aburrido a pesar que ahora tenía las maletas y la mochila en el piso, pues, la ansiedad por estar en el avión era notable, sobre todo cuando, repentinamente, se escuchó de un parlante que el vuelo a Lima desde un destino irreconocible saldría en minutos. Quise avanzar a velocidad sobre la escalera; pero esta parecía nunca tener fin, lo cual, me hizo entender (o de repente aceptar) que estaba dentro de un sueño. Uno muy feo por la aceleración de los sentidos ya que suelen ser peores que las pesadillas debido a que en ellas te asustan de un golpazo y aquí te muelen a emociones distintas.

La escalera se detuvo. Pude ser alcanzado por una mano humana quien sonriente me dijo: Señor, su vuelo está por salir. Todo esto tras haber estado en la escalera de subida durante varios minutos parecidos a horas.

Al fin pude estar arriba, abordar el avión y ver desde la ventana como el mundo se iba al carajo dominado por androides enanos. Qué extraño.



Fin

 

 

Situaciones del bus

Como en sueños, no recuerdo como aparecí en el asiento final del bus, pero me di cuenta que estabas a la izquierda porque colocaste tu mano sobre mi pierna como un acto natural y casual, como esos hechos que no se cuentan pero se sienten con calidez ocasionando sonrisas junto a una mirada tierna para enseguida continuar observando el trayecto en una avenida conocida de la Lima en donde vivo y sin parecerme extraña tu presencia al lado, pues, dentro del sueño, íbamos –no sé adonde- pero nos sentíamos cómodos como si estuviéramos largo tiempo sentados y simplemente tuviéramos el ratito silencioso para matizar pensamientos basados en las conversaciones que tuvimos o las situaciones que vivimos antes o durante, en cuestión, tan solo nos dirigimos a alguna parte (mi casa, tal vez) y estábamos unidos por los asientos cercanos y las manos juntas aunque también analizando el momento dentro de las mentes.

De repente, te hablé de nuevo: Y, ¿Cómo te sientes? Fue la pregunta inicial. Diste una sonrisa amplia, fácil pero no frágil y te recostaste sobre mi hombro como si necesitaras oírme para poder estar en paz cerca de mi regazo y yo sintiéndome el hablador del grupo, no sé porque pero acostumbro a charlar, comencé a contar una experiencia extraña basada en hechos reales mezclados con la ficción, una típica conversación mía cuando quiero hablar sobre algo para expulsarlo y darle forma, es decir; contarte una historia que voy a escribir y a medida que la voy organizando en la mente y relatándote en frente entiendo y me doy cuenta que se hace real, es como esos sucesos que deben decirse para moldearse. Me gusta contar ficciones porque las vuelto reales cuando te las llevas.

Sí, es un algo tiernamente cruel, porque cuento una mentira para hacerte creer una verdad, de algo totalmente imaginario y de ese modo la vuelto tangible para poder escribirla mejor.

Trucos de autor, a veces lo creo.

No tengo en mente con exactitud cuántas conversaciones fui inventando a medida que hablaba contigo apoyada en mis hombros y las manos tan juntas que parecían seres gemelos, solo recuerdo que repentinamente me asaltó una intuición desagradable. Vi a dos tipos extraños con sus apariencias y aunque a ti no te preocuparon, yo tuve una mala vibra que pude denotar con la mirada fija en sus actitudes, tal vez, a veces pienso un poco antes que los otros, razón por la cual, supuse que entrarían al bus a robar. Algo que en Lima no es tan difícil de aceptar; pero ocurre en lugares distintos a los que andamos, aunque este pensar fuera altamente discutido. No pensé en eso durante el momento en que uno de esos dos quise sacar un arma. No teníamos teléfonos de alta gama en los bolsillos; pero a todos les preocupa que un par de malhechores arruinen el trayecto. Nos quedamos helados, aunque yo miraba la ventana para escapar en cualquier eventualidad, tampoco pensaba hacerme el héroe por dinero o fama, no iba a hacerme el salvador intentando evitar el asalto, son cosas materiales que se pierden y al diablo, no lo pensé en ningún momento, simplemente era una lógica que llevaba conmigo desde el inicio o siempre. Ellos hicieron lo suyo despojando de lo material a los primeros de la fila. Luego zafaron entre risas, recuerdo que el bus se detuvo, llamaron a los oficiales y demás, todo bien rápido. En ese momento, todavía seguías pegada en mí, no preocupada, hablabas que en tu país es similar y que mucho pasa y poco importa, yo te escuchaba hasta que alguien quiso identificar a los ladrones, nadie sabía bien los rostros, solo yo, entonces fue el momento justo para ser héroe y si, ganarme cierta fama contigo aparte del ego y esas cuestiones que afirmas, entonces me asomé a los policías y empecé a contarles las descripciones basadas, a su vez, en algún que otro hecho ficticio.

A veces soy así, simplemente confundo la realidad con la imaginación.

No pudimos ir a casa por más que deseaba fervientemente hacerte el amor tras darte un tour por la casa y la habitación debido a que los oficiales nos invitaron a la comisaria para dar nuestra manifestación. El asunto me resultó interesante, nunca antes he estado en un sector policial como testigo, y no voy a contar las otras razones. En ese tramo de ir de la avenida donde nos detuvimos hasta la comisaría del distrito ubicada a unas cuantas cuadras recibió el agente de apellido no recordable, una llamada de parte de otra patrulla, sonaba como en las películas, tal cual, entonces se escuchó a viva voz que habían detenido o identificado a los ladrones. El hecho se volvió intenso e interesante cuando el oficial, creo que de menor rango que del lado, le hizo un gesto a su jefe, y luego me hizo la pregunta: ¿Los reconocerías si los ves? En ese instante pensé en las repercusiones que pueden tener los ladrones con uno, una especie de venganza o algo así; sin embargo, fue mi oportunidad para hacerme el valiente; aunque siempre lo he sido, es solo que, tal vez, me motivó el hecho de ayudar o el placer de verme envuelto en una situación de esa índole. En cuestión, llegamos a la comisaria y nos informaron como si fuéramos parte del grupo que ya habían capturado a unos huevones (adjetivo en referencia a personas en versión coloquial).

Entramos a pesar que no quise que tú fueras conmigo, de repente porque te estaba cuidando; sin embargo, ingresamos y efectivamente notamos la presencia de un cuarteto de huevones por quienes inevitablemente sentí coraje. Era como si quisiera mandarlos a la trituradora por arruinar constantemente el país y a los buenos ciudadanos.

¿Quiénes estuvieron en el bus? Dijo el oficial de menor rango. El otro estaba a su lado, no hablaba, solo hacía gestos de mando y el resto le seguía.

Los fulanos se pararon en frente, nosotros estábamos detrás de una mampara de vidrio que no era como esas que hay en las películas americanas, sino simplemente para evitar los escupitajos de los malnacidos.

Reconocí a los dos; pero el tercero me veía de forma gruesa que se me ocurrió culparlo sin que tuviera algo que ver. A los tres los denunciaron a pesar de los reclamos.

Salimos del sitio. Detuvimos un taxi, algo que no sé porque no hicimos a primera instancia, y zafamos hacia mi casa.

Llegamos y esta parte del sueño me resulta media absurda y tediosa, de repente porque nunca jamás ha ocurrido, es entonces que... hicimos el amor como fieras salvajes y a la vez como dos enamorados, quiero pensar que fue así, porque en el sueño, me vi echado a tu lado, totalmente desnudo intercambiando caricias contigo, que no dejabas de sonreír, enamorada, risueña y con los ojos como estrellas brillosas.

De repente, se oyó un sonido proveniente del closet capaz de hacerme sentir confundido y en duda sobre seguir con la ecuación sexual debido a que algo o alguien podría estar metido. Claro que no quise espantarte con mis ideas y tan solo me asomé tras darte una sonrisa, sin saber que sería la última o tal vez la única, pues al momento de abrir las puertas del closet vi a alguien oculto lanzándome hacia mí con cuchillo en mano, era el ladrón, el tercero, el infortunado, quien se había escapado y vuelto a mi casa (no sé cómo rayos) pero ahí estaba.

Me di la vuelta para ver que estuvieras segura; pero no estabas, no estabas presente en la cama, ni desnuda, ni en ropa, ni siquiera un solo rastro de ti. Razón por la cual me vi expuesto ante el ofuscado sujeto que quería vengarse con arma blanca, pude vencerme si yo hubiera seguido distraído en busca de tu presencia o tu repentina ausencia; pero no iba a morir a manos de un don nadie y sin nadie, entonces pude elevarlo con una fuerza descomunal y lanzarlo desde la ventana viéndolo caer en el pateo vecino sin poder moverse. Enseguida fui en tu búsqueda por los rincones de la casa, los cuatro pisos y varias habitaciones para ser exacto como si te hubieras escondido en alguna parte por miedo o precaución pero no te encontré en ninguna parte lo cual me produjo una severa situación mental, entendiendo que tal vez, las ficciones y la realidad hubiera formado parte de un mismo sistema universal, pues... realmente era como si simplemente nunca hubieras estado aquí.

Y, entonces, ¿Por qué tenía tanto recuerdo fresco dentro de mi cabeza?

Olvidé, dentro del sueño, porque de lo contrario no hubiera hecho casi lo mismo, al muerto dentro del patio vecino y salí de casa en búsqueda de tus pieles sin hallar ningún rastro de tu presencia.

Me sentí frustrado. Enojado y lleno de coraje. Después llegaron los mismos incapaces efectivos para ver el cadáver y corroborar hechos; pero me importaba un carajo, yo quería saber dónde estabas, entonces, en actos de locura y delirio, me asomé al oficial y le dije: Quiero denunciar una desaparecieron. La chica... la morena que estaba conmigo, ha desaparecido, no está, se fugó de la faz de la tierra de forma repentina, o tal vez la secuestró alguno de sus compinches.

Hablé y hablé otro montón de argumentos en cuestión de segundos a medida que el tipo me miraba extrañado y anotando mis palabras con lentitud dándole la importancia que esperaba a pesar de sus raros gestos.

Fue entonces, tras un tiempo en espera, me dijo: ¿Usted consume drogas? Pues, yo acabo de verlo solo en la comisaria y el sujeto a quien acaban de matar es un ex convicto, quien, evidentemente no merecía vivir; aunque, sin embargo, no es la forma, ¿verdad?

A mí no me importaba lo que relataba, solo quería saber la respuesta a mi pregunta: ¿Usted está diciendo que yo estoy alucinando a alguien?

Me vio y dijo: Soy oficial, no doctor; pero mí jefe podría derivarlo a uno.

Volví a mi casa, me senté en el mueble y pensé en los hechos del día recordando únicamente el hecho de aparecer en un bus sin saber cómo ni cuando llegué ahí.

Tal cual como ocurre en sueños, uno aparece sin saber cómo llegó y enseguida todo se vuelve precioso, algo que a veces no se funde -como debería- con la realidad.

 

 

 

Fin

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Una cita

- Una chica como ella es difícil de no identificar con la mirada si solo te encuentras de paso, tal vez haya sido esa la diferencia entre el resto de mortales con sus parejas atadas a la mano y yo, que andaba solitario con música a medio volumen en audífonos oscuros como la noche, caminando a paso lento como si nadie esperara y cruzando la intersección entre la acera y la entrada de un parque público cuyo nombre ahora no importa pero que empezó a tomar forma cuando de pronto, ella, la mujer de los pantalones rasgados al punto de ser desechos, lanzó un nombre al azar, tal vez, señalando entre la multitud al único ser solitario en un parque adonde únicamente asisten enamorados por las atracciones instauradas, evidente razón para solo pasar y no estar, como aquella chica, quien seguramente esperaba a alguien y justamente estaría llegando; aunque con otro rostro y nombre ese alguien era yo, pues su mirada fija como faro y sus gestos de manos como vaquera atrajeron notablemente mi atención sintiéndome partícipe de un encuentro acordado, casual o romántico con una persona a las siete con diez de la noche de un viernes cualquiera en el Parque Cupido.
Hola, ¿todo bien? Se me ocurrió decir con inocencia. Todavía no sacaba los auriculares, tan solo estaban en alto.
¿Manu sos vos? Respondió con una pregunta haciendo un gesto de duda.
No, de hecho, me llamo Adrián, contesté junto a una tímida sonrisa.
¿En serio no sos Manuel? Quiso saber intrigada bajándose de a poco los lentes a medida como una vaga ironía.
Disculpa, yo solo me acerqué porque creí que me estabas llamando. Realmente... Estaba de pasada.
Ella sonrió.
Manuel, no te hagas el boludo. Te saco por la foto que subiste, me dijo con otra sonrisa distendida.
No soy Manuel, me llamo Adrián, te lo acabo de decir, le repetí de la misma forma.
Tenía ojos claros, creo que eran marrones caramelo o marrones barniz. Me gustaron como iban en sintonía junto a su sonrisa.
Y dime, ¿hace cuánto que llegaste? Preguntó suponiéndolo todo de una vez.
Pues... como te dije, andaba de paso y te vi.
¿Me reconociste de inmediato?
Hizo ademanes con la mano como quien se acomoda los cabellos cortos a la altura de sus hombros.
¿Qué foto?... Disculpa, yo... solo pasaba por aquí, y ya.
¿No sos Manuel el chico de Tinder? Dijo con bastante seriedad.
Empecé a reír.
No, ni siquiera uso esa aplicación.
No te hagas el bobo, la mayoría de hombres solteros la tienen activa como si estuvieran buscando pokemones.
No me pareció acertada la analogía; pero sí graciosa.
Sí, este, bueno... Me llevé las manos a la cabeza como quien juguetea para sacarse los nervios.
¿Ves? Entonces si sos Manuel. En ese caso, yo soy Sara, un gusto conocerte al fin.
Se quitó la bufanda y la puso dentro de su cartera. Todo en cuestión de segundos, tiempo en el cual comencé a pensar en diversas situaciones.
Sara... ¿entonces nos conocimos en... Tinder, no?
Sí, ¿Cuál es el problema? Es solo una App para citar, cualquier persona la tiene.
Yo la tenía desactivada. Mis tres últimos encuentros en Tinder resultaron nefastos.
Primero, me tocó una mujer con miembro viril. Tuve que escaparme del hotel y vomitar en la primera parada de buses. Después, me buscaron obsesivamente para una relación amorosa cuando únicamente acordamos un tópico sexual de una noche. Y finalmente, ella no asistió a la cita.
Resolví deshacerme de esas aplicaciones para citas y dedicarme a disfrutar de la soledad hasta que, curiosamente, me vine a topar con Sara, quien ahora, distendidamente preguntaba, ¿y, adónde vamos?
Abrí los ojos confundido y se me ocurrió mirar el parque detrás.
¿Al parque Cupido? No pensé que fueras tan romántico, Manuel.
Que no me llamo Manuel, le volví a decir.
Entonces, ¿Qué es? ¿Una especie de Nick?
Soy Adrián. Adrián Gonzales, para servirte.
No, no me gusta ser quien manda. Prefiero ser la sumisa.
Por alguna razón escondida esa palabrita hizo que sintiera cierta efervescencia en el cuerpo.
Tal como lo acordamos, añadió.
La vi morderse los labios.
Soy Manuel. Manuel Gonzales o Manuel Artiaga, no me decido por el apellido, dije con una sonrisa por mi boba broma.
Ella no supo que acotar.
¿Entramos?
¿Adónde?
Al parque.
Pensé que era una broma.
Entonces, ¿realmente iremos a...?
A menos que seas de quienes prefieren hacerse los románticos invitando a cenar, charlar durante un periodo de tiempo y luego, finalmente, llevarme al hotel para saciar toda necesidad de una mujer, dijo con seriedad.
Se veía segura, aunque no era tan alta, pues me llevaba a la quijada, y no tenía tacones, sino zapatillas parte de un estilo casual y rockero, como si hubiera salido de un concierto.
Encendió un cigarrillo tras su comentario.
En ese caso... ¿Qué te parece si caminamos? Conozco un sitio cuatro estrellas por estos lares, le dije entrando en el personaje.
Así me gusta, Manuel, respondió arrojando una bocanada de humo.
Caminamos a paso lento, la miraba de reojo a medida que hablaba acerca de su música favorita, pregunta que realicé para amenizar el robótico andar.
Se veía bonita, con el trasero bien moldeado, un detalle morado en el cuello, tan ligero y poco esclarecido que no era necesario llevar chalina, la facha de una mujer fresca y la voz como si fuéramos amigos soltando muletillas sin cuidar el vocabulario, pues sabía que únicamente nos veríamos para esta noche.
Llegamos a un hotel. Pensé, de manera muy inocente, que no entraríamos. Diría que estaba bromeando, habría una cámara escondida y saldría en un canal de bromas como el más lujurioso del mundo; no obstante, nos adentramos y cogimos, así de simple y fácil, sin apegos amorosos, ni palabreo romántico, simplemente tuvimos sexo duro e intenso por un prolongado tiempo hasta que nos vestimos y salimos en direcciones opuestas como si nada hubiera sucedido entre ambos.
En casa, abrí el ordenador y la primera página en frente fue Tinder cuyo Nick era Manuel. Sara, cuyo nombre real desconozco, me había puesto la máxima puntuación.
Fin

sábado, 17 de octubre de 2020

¿Y si no le gusta Goku?

No he logrado que la princesa tuviera atracción por Dragon Ball, de hecho, cuando era más pequeña veía la nueva saga a su lado para que tuviera cierto interés que dejó en un santiamén por andar pegada a la Tablet, que ahora, en definitiva, resulta ser parte de un repertorio de cosas antiguas desde que adquirió -bueno, le compré- uno de esos ordenadores para que pudiera descargar libros en digital y pueda ver documentales en alta gama sin detenerse. Entonces empezó a dejar de lado la tele y Netflix para enfocarse netamente en ello y yo, a pesar que siempre intento que le guste Goku, termino por mirar solo una y otra vez las hazañas de mi personaje favorito en sus mil y un combates que, a pesar de mi edad, todavía encienden como la primera vez. Pues, las peleas cada vez resultan más entrañables como poderosas y verlas de nuevo es tan emocionante como al principio. Claro que cada vez lo hago menos por andar pegado en otras actividades; aunque, y, sin embargo, a pesar de tener la habitación con afiches de los mismos, nunca se le ocurrió a Circe sentirse atraída por mirar un capítulo entero. Tampoco me vi obligado a meterle ideas para que viera, simplemente le propuse mirar y si se aburre, puede hacer lo que te guste, y eso fue exactamente lo que pasó.

Además, no le gusta ninguna clase de anime. Tampoco los videojuegos, ella para metida leyendo o viendo documentales, lo cual me parece estupendo; antes iba a clases de natación y un taller de arqueología pero tuvimos que dejarlo por la pandemia y la paranoia.

En referencia a Goku y sus batallas, en mis últimos intentos por hacerle llegar el gustito tuve que disfrazarme del personaje principal para recrear una lucha con un amigo friki quien orgulloso nos hizo los cosplay y le dije a Circe que viera una guerra de verdad. Claro que le pareció altamente patético que dos treintañeros desarrollen actividades de niños disfrazados para Halloween, fue entonces que entendí, que nada ni nadie, haría que le gusta Dragon Ball. Es un caso perdido, le acabo de contar a mi amigo el friki, quien a pesar de sus intensos intentos por invitarnos a ferias y demás, no pudimos asistir porque a Circe, sencillamente, no le interesaba ser parte de ninguna convención. Entonces asistimos a museos o librerías, lo cual también me resulta atractivo.

Siendo algo melodramático, (cosa que no soy pero me parece divertido) voy a confesar que no he logrado meterle el bicho de Dragon Ball a mi propia hija a pesar que yo me he visto todas las sagas, tengo tatuajes sobre Goku y demás rollos.

Son cosas de la vida y adoro que ella tenga sus propias nociones y aficiones.


Fin

viernes, 16 de octubre de 2020

Pa, ¿Quién es Karol Yi?

- Dos tipos llegaron a mi casa como si el Covi hubiera abordado su viaje de regreso al infierno. La princesa Circe los recibió con alcohol y desinfectante, paranoica desde que su abuela materna en toda la buena onda posible le dijo una y cien veces que nadie está a salvo del apocalipsis (y no zombi). Razón por la cual prácticamente los bañó con alcohol cuyo chisguete parece manguera de bombero.
Dio un grito desde su posición aclamando mi presencia. Yo estaba escribiendo un nuevo episodio de un libro que pienso vender en Amazon a un precio altamente reducido para que los codos puedan comprarlo en lugar de adquirir una cajetilla de caramelos. Por tal motivo, desistí al primer llamado sabiendo que mi hermano, el tío favorito de la pequeña, estaría haciendo acto de presencia ante el dúo de inoportunos amigos que vino a visitar.
Cuando estoy altamente concentrado prefiero escribir sin música, debido a que hasta el mínimo sonido me llega a interrumpir. Tenía la puerta cerrada con llave e ignoré, por estar metido en la historia, el segundo llamado de la princesa.
Mi amor, espera un rato, conversa con tu tío mientras que atienden a los dos bobos, pensé a medida que escribía como si me estuvieran pagando por adelantado por cada manuscrito.
La pasión no tiene precio, dicen por ahí.

Circe acababa de llegar con mi hermano de una excursión que empezó en la mañana y culminó a dichas horas de la tarde, fue por eso que de repente la casa estuvo repleta de ruidos y yo, a pesar de ello, seguí escribiendo como un autor atado a su obra.
Supuse que un par de sujetos vinieron a buscarme porque los vi desde la cámara que da al frontis de la casa y no tuve ninguna intención de recibirlos usando la justificación del Covi: sin embargo, para mala suerte, la pequeña y el tío, llegaron en ese preciso momento para adentrarse en la casa junto a Ernesto y Luisa, una pareja de amigos evangélicos que siempre proponen hablarme del señor y sus milagros cada vez que ellos quieren sin consultar mi tiempo, el cual, afortunadamente, es reducido. Esto no lo sabía mi hermano, es porque eso que los dejó entrar.
De pronto, desde la sala se empezó a escuchar una canción extraña, de esas que jamás pondría en mi casa, mucho menos en el celular con audífonos y supuse que, por el volumen en alto, buscaban la forma de hacerme bajar.
Para entonces había culminado el capítulo y mis ganas de abrazar a la niña de mis ojos aumentaron en fuertes decibeles.

Podía tragarme el argumento de los dos por saludar a la princesa y luego pedirle al tío favorito que no dejara entrar a extraños a mi casa en plena pandemia.
Descendí oyendo cada vez más esa horrorosa canción lo cual me sacaba de onda porque supuestamente mi hermano escucha rock, la pequeña baladas, electrónica o también rock y yo nunca pondría algo así en mi aposento.
Al llegar a la sala vi a los dos religiosos que incansablemente me buscan para darme sermones que no necesito porque tengo mi vida esclarecida y soy un ateo en todo el sentido de la palabra; aunque, y sin embargo, me sorprendió para bien, que tuvieran a la princesa Circe al lado haciéndola oír la canción del demonio y hablándole en lenguaje raro sobre los defectos de la letra de la canción de una tal Karol Yi y su pareja un reggaetonero de cuarta.
¿Te das cuenta, preciosa? Nunca escuches ese tipo de canciones que incitan al pecado, decía la muchacha de amplia falda. El joven al lado cuya corbata parecía la de mi abuelo asentía con concordancia lanzando frases: Nunca debes agacharte tanto para bailar. Tampoco mostrar tu contorno en la danza.
Y bueno, ¿todo bien? Quise saber apareciendo por las escaleras sintiendo como nunca antes la agradable presencia de ambos.

Ambos me miraron y dijeron: Queríamos enseñarle a tu hija a no escuchar esas canciones.
¿Y por qué no hablaron de eso las doscientas veces que me buscaron? Yo pensé que vendrían con sus sermones raros acerca de inframundos, si supiera que venían por sanos consejos, les invitaba hasta una tacita de café, les dije con una sonrisa.
Al momento en que se fueron con el mensaje en claro, Circe me hizo una pregunta clásica: Pa, ¿le puedo decir a la tía Helga que escuchar a Maluma es como ponerse caca en los oídos?

Vi a mi hermano, me sonrió, le devolví la sonrisa y respondí: Sí, mi amor. Diles que los padres de la iglesia te dijeron que lo dijeras.


Fin


domingo, 11 de octubre de 2020

Quiero hermanito

- ¿Alguien sabe si ya abrieron la fábrica de hacer bebes? Porque la niña de ojos color mar y cabellos como hilos de oro acaba de exigir el más complejo de todos los regalos con cándida voz y espontánea actitud a medida que lee su favorito de Harry Potter y alza la vista viéndome llegar con los emparedados de queso, sus predilectos, más un jugo de fresa con leche, para que se concentre al tiempo que se alimenta.

Pa... quiero un hermanito para navidad, dijo con dulce voz esbozando una sonrisa tan divina que se hace imposible, a pesar de ninguno de mis compromisos, acceder a dicha petición.
Bueno, corazón, voy a pedirle a Santa Claus, que te traiga uno, le respondí con la misma intención de ternura.
Me dio una mirada seca en señal de leve molestia para enseguida acuñar una ferviente respuesta: Yo sé cómo nacen los bebés. ¿Qué te parece la maestra Donatella? Ella habla mucho de ti en la escuela, la clase de literatura es mi favorita y ella la mejor, menciona tus frases y tus novelas, ¿Por qué no la invitas a salir?
¿A tu maestra? Le dije todavía sosteniendo la bandeja.
Sí, pa. Es morena, como te gustan, añadió sonriente.
Solté una risa.
Aunque... dijo llevándose la mano al mentón. Mi mami es blanca y rubia, ¿Por qué te fijaste en ella?
Porque es más increíble que bella.
Le alcanzo un emparedado. Ella lo sujeta, no lo muerde porque pregunta: ¿Y si sales con la Miss Miller? Creo que se llevarían muy bien.
No lo sé, preciosa. Salir con una chica no es como ir por sanguches a la cocina. Tienes que acercarte de a poco, conversar sobre temas afines, intercambiar sonrisas, números de WhatsApp y acordar en ir a un café.
¿Así como todas las veces que vamos al centro comercial y te detienes a hablar con las anfitrionas?
Vuelvo a sonreír.
Ellas no tienen mi celular.
Pa, por favor, no he nacido ayer.
Bueno, en referencia a Donna, creo que es una excelente maestra y no creo que sea prudente que tengamos contacto aparte del escolar.
Pa, ella siempre habla de ti, ¿Por qué no usas tus artimañas para conquistarla?
Le vi extrañado, ella le dio una mordida importante a su sanguche.
Mi mami solía decir que tienes un palabreo misterioso que la atrapó.
Ella se enamoró de tus temas de conversación.
Tu mami es la única que me soporta, le digo con humor.
Ya no, repite con una risa.
La miro con las manos en la cintura. Ella vuelve a sonreír.
Entonces, ¿el lunes le digo a la maestra que saldrás con ella?
No, cariño, no puede hacerlo porque no sería profesional.
Me ve confundida.
Me acomodo sobre el asiento en frente para explicarle el asunto.
Ella es tu profesora de letras y yo soy tu padre, a veces tenemos temas en común como ferias de libros y demás; pero no podemos confundir el trabajo con el romance. Es como si yo estuviera saliendo con mi editora.
Pa, por dios, tu editora tiene como sesenta años.
Empiezo a reír.
Ella me sigue.
Donna es bonita, dice sonriente.
Sí, es una morena muy hermosa vestida de forma tan elegante, con tacones, cabellos ondulados y sedosos, voy analizando en la mente.
Si, lo es, le digo.
¿Y entonces? Yo lo veo simple. Ella es soltera, tú también, tienen afines y seguramente se gustan, como les gustas a las chicas con quienes hablas por el WhatsApp.
No creo que sean tantas, corazón.
Pa, por favor, mi mami dice que tienes para elegir pero no quieres compromisos porque te gusta tanto escribir que no puedes dejarlo.
¿Tu mami habla mucho de mí?
Siempre habla de ti.
Sonrío.
Pero ella no tiene nada que ver en esta novela. Yo quiero un hermanito y tú debes salir con la maestra Miller.
Además, pa, ¿Qué pierdes? Es solo una cena. ¿Y si la invitas a casa?
Me pongo a pensar en los supuestos.
Te pones una de esas bonitas corbatas que usas y la enamoras en segundos, añade sonriente.
No lo sé, cariño. No creo que sea ético.
Pa... ¿alguna vez respetaste las normas?
Empiezo a reír.
Está bien, preciosa, el lunes que vaya a recogerte a la escuela voy a hablar con Donna.
Ella me miró emocionada dando palmas a pesar de tener el emparedado en una mano.
Pero... añadí enseguida.
Hizo una mueca en espera.
No le digas a tu madre.
Pa... me dijo con parsimonia y con la sabiduría de una anciana a pesar de su corta edad sentenció: Soy una tumba. De aquí no sale nada. Esto queda entre los dos.
Le di una mordida a un sanguche y bebí un sorbo de jugo. Estaba buenazo.
¡Es mío! No te lo acabes, dijo en una tierna rabieta.
Se lo devolví y empecé a imaginar el suceso con la maestra Donatella con el gracioso ingrediente de que mi propia hija me acaba de sacar una cita.
Algo que ni Tinder ni mis 1,00000 contactos femeninos pudieron lograr.
Entonces, ¿voy a tener un hermanito para navidad? Quiso saber finalmente.
Preciosa, tampoco me creas correcaminos, le dije y comenzamos a reír.

La historia con la profesora se cuenta en otro relato.

Fin

 


lunes, 28 de septiembre de 2020

Los pechos

‘Despiden a gobernador por chuparle los senos a su esposa durante una conferencia por Zoom’ dicta la noticia en un enlace al que acabo de entrar por mera curiosidad.

Estoy bloqueado, no surgen ideas y se me ocurre navegar en busca de noticas absurdas para no pecar con mirar el perfil de mi ex, cuya invitación a su casamiento acabo de usar como...

Entre Ríos, Argentina; Lizardo Fernández fue visto por sus camaradas mamando los pechos de su mujer mientras un colega dictaba una charla acerca de salud mental por Zoom. El mandatario no se percató que tenía la cámara encendida y como cualquier hombre en el mundo (no se me hagan los ñoños) accedió a un chupe de mangos inmediato para sazonar la mañana.

Es gracioso y genuino como a pesar de la edad a muchos todavía nos encienden los pechos de nuestra respectiva pareja.

¿A quién no le gustan los senos? Reflexiono a medida que observo los memes sobre la noticia.

Yo... soy un hacedor de supernovas al momento en que, tal cual el gobernador, coloco la cara en medio de los pechos de mi chica y disfruto de ese cándido sitio que tengo como segundo favorito de su anotomía.

Cierro la página y exploro el perfil de mi ex novia a punto de casarse con un tal Gabriel Lisboa, un pelotudo en su completa autenticidad, con los cabellos cortos a lo pelotero de la primera división del fútbol peruano, tatuajes en los brazos a pesar de su aspecto oscuro, sonrisa producida por el primer sueldo y atuendo a lo Wilson y Yandol.

Me pregunto, a medida que observo la biografía del fulano, ¿Cómo rayos Jacqueline Gonzales me cambió por ese individuo? Entonces me percato de la sarta de comentarios que intercambian, entre ellos, los adjetivos: Mi guapo, mi rey, mi tesoro. Los cuales me quieren dirigir al baño para un súbito vomito; aunque, en una reflexión, viendo la sonrisa de mi ex, me doy cuenta que se siente contenta con el emulador de Don Ramón versión dos mil veinte. Recuerdo a su vez los instantes en los que falté a su casa para inmiscuirme en los avatares sexuales de mi secretaria, vecina y concuñada. Situaciones que pude impedir; pero me di el gusto de disfrutar, tal es la razón, que estoy lejos de ella, quien a pesar de tanto, tuvo la amabilidad de invitarme a su boda, invitación que acabo de usar para...

Vuelvo a las fotos de Jaqui, como me gustaba llamarla, para enfocarme en sus senos copiando al gobernador argentino cuyos memes me hicieron reír.

Es entonces que en un completo acto masoquista recuerdo las veces en las que me perdí en eso dos monumentos a la belleza.

¿A qué hombre no le gustan los senos de su chica? Me hago la pregunta al tiempo que contemplo fotografías de ella que tengo en una carpeta privada. Muchos solemos guardar recuerdos tales como cartitas, anotaciones, fichas de restaurantes especiales y demás; aunque también, en lo oculto de nuestra propia Deep Web guardamos pechos relucientes que dejamos en escondites de la computadora para la sesión onanista de cualquier domingo.

Previo al casamiento de mi ex me dio por usar las imágenes no solo mentales de encuentros sexuales en nuestros tiempos de gloria para proyectar calentura y usar la masturbación como medio de relajación ante un bloqueo narrativo para mi próxima página que el diario local exige que escriba.

Las fotos aparecen en frente, el muñeco sale reluciente y la sesión de loco onanista recordando al ex amor que se casa la siguiente semana comienza a tomar forma hasta que, repentinamente, la empleada, quien ha llegado temprano y no hecho ruido porque sabe que trabajo en mi redacción, se asoma por la puerta diciendo: Señor, ¿le sirvo un cafecito?

 

No debí usar la invitación para limpiarme el culo, pienso.

 

 

Fin