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viernes, 20 de noviembre de 2020

Androides en el aeropuerto

Iba en busca del sector donde abordaría mi vuelo de retorno a Lima.

Llevaba un par de maletas color oscuro y una mochila regularmente pesada aunque estos hechos no se llegaran a sentir como incomodidad al momento en que me fui perdiendo entre los confines del aeropuerto, que, para primera impresión, era mucho más grande que el del Perú.

Subí escalones eléctricos hallando como si se tratara de espejismos distintos sectores adonde supuestamente tendría que estar para abordar el vuelo; pero en todos, un llamativo género de robot verificaba el traslado del turista, yo en aquel caso y le señalaba otra ubicación, lo cual me hacía sentir irritado, pues, iban dos o tres veces que me cambiaban de abordaje, lo cual, realmente empezó a pasar factura cuando me di cuenta que la mochila y las maletas parecían piedras enormes, y a esto le incluyo, como inconveniente triunfal, el hecho de que no podía o no sabía cómo reclamarle al androide enano parecido al de Star Wars porque rayos debía de cambiar de sitio de abordar como si se tratara de calzones.

Este, a pesar de mi evidente malestar, tan solo atinaba a cerrar el espacio como si estuviera clausurado o prohibido haciendo señas en dirección a otro sitio, todo ante mi inminente fastidio.

Volví a subir otras escaleras eléctricas percatándome de la grandeza en cuestión de altura de aquel sitio, pues, el solo espiar hacia abajo con la mirada me hizo sentir intimidado. No había, de hecho, cierto protocolo de seguridad, ni barandas sofisticadas, todo era fierro plomo brilloso con una innumerable sucesión de escaleras que iban en varias direcciones sin llevar a nadie, es decir; era el único en el aeropuerto a pesar que al inicio, o sea al llegar, parecía estar acompañado de una centena de turistas.

El asunto empezó a volverse realmente tedioso cuando entendí que la escalera eléctrica que supuestamente me dirigía a otro sector de abordaje, en donde, esperaba con ansias y seguridad, fuera el último y real, no dejaba de avanzar conduciéndome a un sinsentido lento y aburrido a pesar que ahora tenía las maletas y la mochila en el piso, pues, la ansiedad por estar en el avión era notable, sobre todo cuando, repentinamente, se escuchó de un parlante que el vuelo a Lima desde un destino irreconocible saldría en minutos. Quise avanzar a velocidad sobre la escalera; pero esta parecía nunca tener fin, lo cual, me hizo entender (o de repente aceptar) que estaba dentro de un sueño. Uno muy feo por la aceleración de los sentidos ya que suelen ser peores que las pesadillas debido a que en ellas te asustan de un golpazo y aquí te muelen a emociones distintas.

La escalera se detuvo. Pude ser alcanzado por una mano humana quien sonriente me dijo: Señor, su vuelo está por salir. Todo esto tras haber estado en la escalera de subida durante varios minutos parecidos a horas.

Al fin pude estar arriba, abordar el avión y ver desde la ventana como el mundo se iba al carajo dominado por androides enanos. Qué extraño.



Fin

 

 

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