Mi nuevo libro

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lunes, 30 de octubre de 2017

Amanda (Tercera parte)

- Se levantó de la mesa y fue a parar a la hilera de platos riquísimos yendo de un lado hacia otro como quien no se decide.
Me satisface ver a un hombre feliz, la sonrisa que maneja al tiempo que contempla las hojas es de mis favoritas, diría que la primordial, la segunda la reservo para cuando despierta y me observa y la tercera cuando se encuentra echado y yo encima.
Acabo de conocerlo en persona y ya siento como si lo conociera toda la vida, seguro es por todo lo que he leído sobre su persona, su Blog y sus publicaciones han abierto no solo mi mente, sino también el corazón, es como si todos esos personajes literarios que conozco se materializaran en ese autor, joven, de treinta y tantos años, apuesto, feliz por la noticia de ser, al fin, publicado internacionalmente y yo, hago mi trabajo; pero siento que algo me atrae, no es su obra, es su persona, su modo de actuar, el derroche de humildad, su aparente timidez, el metódico trato que tuvo conmigo, conocerme y entrar al auto con inseguridad fingida, vio el anillo de inmediato porque tuvo un leve interés en mi aspecto, visto como le gusta, lo vi en un artículo de ese otro Blog que tiene, en donde publica historias totalmente diferentes, no voy a negar que me sorprende para bien, un escritor versátil, no solo es romántico y pasional, también erótico; pero lo oculta con un seudónimo queriendo ser atrapado por la astucia de un fiel lector. Eso lo enciende, querer ser capturado.
Hace que lee el documento; pero ya lo firmó, ya lo hizo y lee porque quiere ser interesante, ya le ganaron sus emociones, ya le ganaron sus deseos de ser parte de esto y a mí me están venciendo las ganas de conocerlo a fondo, de saber quién es el hombre detrás de las historias, ¿realmente basadas en panoramas extraños y curiosos? O tal vez, el reflejo de una vida llena de paradojas, ironías y bellos acontecimientos. De cualquier forma u otra, lo veo comer el primer bocado y leer el artículo con seriedad, quiero saber en qué momento explota esa felicidad, quiero ser partícipe de ese momento; pero, ¿tendrá a alguien? ¿Alguien que lo espera y no estuvo por lo imprevisto de esto? O es un solitario escritor que a pesar de tantos amores no pierde la esperanza de enamorarse.
—Señorita, ¿ha probado la especialidad del chef? Acaba de traerla justo para usted.
—Muchas gracias, caballero.
No estoy aquí por la comida peruana, estoy aquí porque estoy nerviosa, ya me he llenado; pero tuve que alejarme para verlo concentrar. Quiero encontrar ese instante en que explota de felicidad, quiero saber el segundo en que, según percibo o imagino, aprieta las manos en señal de puño y suelta un grito de victoria, lo he oído de los comentarios que hacen sus parejas en textos que indagué en las vacaciones en un rentado apartamento cerca a su casa. ¿Realmente siento que creyó el cuento de Italia? No puedo contratar a un escritor sin conocerlo a fondo, saber quién es por completo, ¿Qué planea escribir? ¿Cómo se inspira? ¿Qué produce eso que transmite en sus textos? Le conocí algunas mujeres; pero ninguna me dio respuesta a mi pregunta, ¿Qué lo inspira? Todas dicen: Adora la soledad, se esconde en su oficina y no lo ven en horas; luego te hace el amor de una manera que te olvidas todo lo que quieres saber de él y es el tipo más lindo del mundo.
Cuando recuerdas preguntar algo que quieres saber de su vida, te cambia el tema con sutileza o te besa para desorbitarte.
Ni siquiera su ex de años, madre de su hija sabe como es. Es un misterio sin querer serlo, es su naturaleza el enigma.
Lo sigo desde hace meses, sus movimientos y sus aficiones; pero no comprendo algo, ¿Por qué esta solo? ¿Ama tanto la soledad o es que no encuentra a nadie acorde? Es su intimidad, cálmate y vuelve a ser profesional.
— ¿Va a probar algún postre? Tal vez, ¿un suspiro a la limeña?
—Sí, por favor.
— ¿Y para el caballero?
—No lo sé.
—Se lo llevo entonces.
—Hola Barreto, veo que ya firmaste. Entonces, también juntamos ‘La última tarde’ y tengo un plan: Podríamos publicar ambos a la misma vez, así los lectores tendrían tus dos libros de golpe.
—Sí, está bien, es una buena idea, responde con calma y sonriente.
—Excelente, estás haciendo un gran trato. Créeme, Bryan, esto va a ser un éxito.
—Eso me hace muy feliz.
Entonces, ¿Por qué no brincas? ¡Vamos! Grita, canta, sonríe, mátate de la risa, lo has esperado por años, date la oportunidad de gritar tu alegría.
— ¿Te puedo hacer algunas preguntas? Si no es inconveniente.
—Las que gustes, Amanda.
¿Por qué me sonríes de ese modo? ¿Estás coqueteando conmigo, señor escritor?
Dice que nunca coquetea; pero esa mirada por debajo de los lentes no es usual, no la haces así nomas. Hay algo en esa mirada que me estremece.
—A ver… Voy a empezar por esta: ¿Todavía sigues enamorado de Daniela?
Deduzco por su mirada que es la más difícil de todas las preguntas que le han hecho en su existencia.
Recuerdo haberlo seguido algunas tardes, siempre poco antes de caer el sol en el horizonte, se dirige a un parque cerca a una clínica, un lugar medio extraño, lleno de arboleda, se introduce tras los arbustos y lo pierdo de vista. Tarda en salir el tiempo que el sol tarda en huir. Es como un ritual de cada abril.
Demora en responder. Demora pensando que decir. Tal vez piense, ¿Qué respuesta puede ser diplomática y a la vez ambigua? De repente, cree, ¿Por qué tendría que confesarle mi verdad?
—Por momentos.
¿Momentos? ¿Qué me quieres decir con eso? ¿Y por qué tanto me preocupa?
— ¿A qué te refieres? Si se puede saber.
— ¿Acerca de qué? Devolvió la pregunta.
Si vuelvo a preguntar voy a denotar interés y por la forma como me está mirando sabe que estoy levemente interesada; pero debo ser profesional y preguntar con cautela.
—O sea, ¿a qué te refieres por momentos? Me imagino que no puedes estar enamorado de alguien por momentos, ¿Qué diría al respecto tu novia?
Suelto una risa inocente, el siguiente párrafo se me escapó.
Lo piensa, dirige la mirada hacia otro lado y lo oigo decir: Pues, generalmente cuando me acuerdo que la amaba.
Otra vez está siendo ambiguo; pero ya no voy a seguir preguntando.
— ¿Eso ocurre cuando escribes sobre ella?
—Sí, a veces cuando escribo.
¿Y las otras veces?
—Oye, ¿Por qué no comes?
—Es cierto, me distraje con tus preguntas.
— ¿Eres casado, Barreto?
—Estuve a punto; pero no se dio.
— ¿Se te hizo esquivo?
—Yo lo hice esquivo.
— ¿Qué es lo que sucedió? Ya que vamos a mantener contacto casi todo el tiempo lo mejor será conocernos bien.
Sonríe, no lo he puesto nervioso, se hace el nervioso y esa sonrisa que me regala, no solo me gusta, también me preocupa.
—Digamos que el amor acabó antes que el matrimonio se diera.
Siempre dejando la pelotita dando botes.
— ¿Y tú, Amanda, tienes novio?
Y vuelve a mirarme de ese modo. ¿Qué esperas que te diga? ¿O que haga? Sé que por tu cabeza andan pasando muchas situaciones y a la vez no estoy segura si alguna me conecte; pero si ya sabes la respuesta, ¿Por qué preguntas?
—Pues, no. Hace mucho que estoy sola. Te lo dije al inicio y si quieres saber más, tuve una relación de años y no acabó bien.
—Me imagino; pero algo bueno debes sacar de ello.
—Sí, que no debo creer en todo lo que dicen.
—Las palabras se respaldan con acciones. Es lo que pienso.
Tiene razón, pienso. Esta mirando hacia otro lado; pero, ¿Por qué siento que me mira? ¿Por qué siento que ya hizo una radiografía de mi persona?
Y en ese momento, lo oigo decir algo que estoy segura que sabe; pero el tono dubitativo de su voz oculta bien ese hecho.
— ¿Sabes, Amanda? Siento que te conozco de alguna parte.

Continuará…

domingo, 29 de octubre de 2017

Amanda (Segunda parte)

Enseguida, me dije: En todo momento mantén la calma. La compostura. La seriedad. Y deja de verle las piernas.
Son las pantis y los tacones, ¿Qué puedo hacer? No me culpes.
¡Ya, basta! Es tu oportunidad, no lo arruines.
Salió del auto e hice lo propio en un santiamén.
—Me gusta venir a Lima en esta estación, el clima es cálido y la ciudad maravillosa, ni que decir de la gente—.
— ¿Sueles visitar seguido? —.
—Sí, de hecho, tengo familia aquí, por eso se me hace rutinario. Es como mi segundo hogar; aunque mis vacaciones las haya tenido en Venecia—.
—Debe ser genial haber paseado en una góndola— comenté.
— ¿Has estado allí? —
—No he tenido la oportunidad—.
—Sí, lo hice; pero sola no es lo mismo que con novio. Te confieso algo, desde que leo tus publicaciones he tenido ganas de enamorarme. Estuve leyéndote en mis vacaciones y como sabrás, ‘pasear por Florencia con textos de amor’ es deprimente; aunque, también motivador, de repente me dieron ganas de amar, de estar con alguien, de pasar el tiempo junto a una persona que únicamente me ame como soy—.
Para ser honesto, no creo que te falten pretendientes. Si eres guapísima, con buen trabajo y talentosa, pensé; pero no iba a decírselo. Tampoco mencionar su confusión de destino para vacacionar.
—Me imagino, Amanda. El amor siempre llega, solo debes esperar, no ser impaciente, tampoco forzarlo, solo dejar que te sorprenda—.
Sonrió y caminamos hasta llegar a la entrada. Un moreno alto de traje con sombrero nos abrió la puerta.
—Primero las damas, le dije e hizo un ademán de sorprendida para enseguida decir: Gracias, caballero.
El lugar era esplendido, como la sala de la casa de Dorian Grey, lleno de mesas y sillas sofisticadas, un violinista de fondo y un buffet esperando por nosotros resguardado por un ejército de mozos dispuestos a satisfacer nuestras necesidades.
— ¿Me acompañas? Dijo en referencia al hecho de coger la comida.
—Por supuesto.
No estaba concentrado en los platillos, sino en su forma tan elegante de recoger los alimentos, en su delicadeza para elegir, en sus gustos, por ejemplo, vi que no cogió el sushi. En su cabello rizado, bien ajustado a la cola, sedoso y añorando poder olerlo. En su atuendo elegante y sus tacones altos y glamurosos. Todo ese pensar se fue cuando me vio y abriendo los brazos preguntó, ¿no vas a comer?
Era como si hubiera rentado el lugar para nosotros, estaba vacío, tal vez por la hora, quizá por ser lunes, de cualquier modo, dejé mi bolso sobre la silla de la mesa que escogió y fui a degustar de la comida.
Ayer por la noche había cenado lentejas con pollo frito en un improvisado platillo antes de escribir, ahora comía el maná de los dioses.
Me senté, ella ya estaba acomodada, esperando por mí. Cuando me acomodé le sonreí y entonces me dijo: ¿Ya estás listo? ¿Qué prefieres? ¿Comemos y hablamos? O ¿Hablamos mientras comemos?
Era como juntar elegancia y glamour con confianza y hasta gracia. Amanda me gustaba de por sí como difícilmente me atrae alguien tan pronto, tan rápido; pero era eficaz, sus ojos azules y su traje negro, su humor y su pasión por la lectura, todo ello la hacía irresistible.
Debía de mantener la calma como me dije en el auto, el tema por venir era mucho más importante que una chica bonita por quien tenía la ligera impresión de haber visto antes; tal vez en una conferencia; quizá, en una cafetería. O, de repente en un sueño.
—Suelo hacer pausas mientras como, podemos hablar en ese tiempo— le dije con una sonrisa.
—Te cuento, hay un nuevo proyecto para una publicación de género romántico y estamos pensando en tu libro. Lo sacó de su bolso y abrió, sonrió, seguramente al ver la firma y la dedicatoria y añadió: Queremos publicarlo. Sacar unas doscientos mil copias y repartirlas por todo el mundo. ¿Qué te parece? —.
No supe cómo reaccionar. Amanda se llevaba la carne en trozo a la boca, un mozo venía en cámara lenta a dejar el vino que pidió, la música del violinista sonaba despacio y por mi mente pasaban todos los sucesos hechos y realizados con esfuerzo y dedicación para llegar a este punto glorioso que se hizo imposible no esbozar, de repente, la sonrisa más grande y brillosa que he dibujado en mi rostro.
No soy de demostrar tanta efusividad, he dicho muchas veces que prefiero guardar la cautela; pero estaba tan emocionado y extasiado que se hizo inevitable no sonreír y reír, decir en mi cabeza cuan feliz estoy y de pronto, simplemente, decir: Gracias, que hermosa noticia. Es una de las mejores noticias de mi vida, esto último solo para mis adentros.
No es egoísmo ni acto ególatra querer reservarme mis emociones para la habitación en soledad. Soy así.
—Me agrada que te emocione la noticia ¿Celebramos con una copa de vino?
El buen mozo vertió el vino sobre nuestras copas y ella le pidió que dejara la botella. Me fascinó ese detalle.
—Salud por el nuevo proyecto literario. ‘¿Y si pudiera volver a empezar?’ pronto va a estar en todos los escaparates de las librerías de todas las ciudades del planeta. Me agrada la trama, según leí la sinopsis, el tiempo comienza a retroceder.
—Salud por eso, Amanda y gracias por tan gloriosa noticia.
Después de beber hizo una pregunta, ¿tienes otra publicación, verdad?
—De hecho, tengo otras tres.
—Se sobre ‘La última tarde’ pero no de las otras. ¿Cuáles son?
—‘Una noche, una musa y un teclado’ y un libro de comedia, ya muy antiguo. Del primero en mención pensé sacar otra edición; pero todavía lo tengo en espera. Es como volver con una ex novia, no suele ser igual.
Sonrió tras mi chiste tonto y bebió.
—‘La última tarde’ la leí en PDF hace años, recuerdo que solías repartirla en grupos, así te conocí, luego estuve leyendo tu Blog y demás publicaciones. Es un libro grandioso. ¿Qué pasó? ¿Por qué no volviste a sacar más ediciones?
—La promesa que le hice a Daniela era que solo hiciera una edición.
—Comprendo; pero, Bryan, hazte un favor, vuelve a publicarlo. Ese libro me hizo llegar a ti, llegó a mi corazón porque viví una situación similar y así fue como nos conectamos.
—Voy a pensarlo.
—Tienes hasta que termine esta cita. Apropósito, ¿a qué hora entras a tus clases? ¿Es una maestría la que llevas?
—Puedo recuperar las clases otro día, le dije con una sonrisa.
—Entiendo, celebremos por eso. Por la noticia de publicar tus dos ejemplares.
Volvimos a chocar nuestras copas, el vino se hizo delicioso junto al buen sabor de la información ansiada por años.
—Entonces, dijo y giró medio cuerpo para recoger su cartera L/V, seguramente una de tantas e hizo aparecer una serie de documentos con hojas membretadas por la editorial gringa. Al segundo, comentó: Lee y firma estos documentos para vincular tus obras con nosotros, como sabrás, vamos a repartirlas por todo el mundo, irás a muchas conferencias, ferias de libros y demás; tendrás contacto directo conmigo sobre todos esos eventos y las regalías caerán como hojas en otoño; pero según te conozco, lo digo por tu sencillez, lo que crea tu sonrisa es el hecho de estar en todas las mesas de noche de tanto lector.
—Eso es lo que realmente me hace feliz; aunque confieso que tengo algunos gastos. Una renta, la gasolina y el ser padre soltero. Además, la maestría y un doctorado que pienso tener; pero, aparte de todo ello, estoy ¿puedo decirlo así nomas? ¡Jodidamente feliz!
—Salud por eso, Bryan Barreto, dijo con emoción y volvimos a estrechar las copas.
—Ahora, voy a darle una ojeada.
—Por favor y no olvides terminar de comer. Mientras, voy por la segunda vuelta, por lo que voy a pagar iré por otro par de rounds. Además, la comida peruana es un manjar.
—La mejor del mundo, aseguré.
Esbozó una sonrisa muy tierna.
Le devolví la sonrisa y me enfoqué en los documentos.

Continuará…

viernes, 27 de octubre de 2017

Amanda (Primera parte)

- "Cuídate de quienes escriben, pues tienen el poder de enamorarte con sus palabras"
Me llamaron de un celular desconocido y contesté con naturalidad. Una voz de mujer con acento español me dijo: Buenos días, me llamo Amanda ¿Dónde puedo conseguir tu libro?
Le dije, conmigo. ¿Cuándo puedes para encontrarnos?
Respondió: Hoy, ¿Qué dices? En dos horas, en el Ovalo Gutiérrez.
Claro, ahí nos vemos. Pero, ¿me reconocerás, verdad?
Sí, he visto tu Facebook.
Genial, ¿Cómo te llamas?
Amanda, voy a estar en mi auto estacionada en Starbucks.
Ya chévere. De igual modo, si no te veo, te llamo.
Listo.
Abrazo.
Dos horas más tarde, tras haber ido al gimnasio durante un periodo reducido, avanzando cinco líneas de mi nuevo libro y respondido la centena de mensajes de mis lectores, me vi parado y mirando hacia todos lados en la entrada de la cafetería señalada. Ella no venía y no iba a tirarme doce soles en un café. Era lunes, generalmente comienzo la semana con un poco de ahorro, no saco el auto y voy en bus, compro unas galletas para el break de las clases y recibo el café que me regalan algunas dulces niñas de estudios generales que me llenan de preguntas muy particulares.
El reloj marcaba las 4pm cuando de repente, un imponente Mercedes Benz, camioneta cuatro puertas, color blanco con negro, divino por donde quiera que lo veas, con el que suelo tener sueños eróticos cuando imagino lo primero que haré con el primer Best Sellers se detuvo a un lado.
La luna se deslizó hacia abajo y la voz tras el celular mencionó mi nombre con un, ‘acércate no seas tímido’.
El auto era lindo por fuera como por dentro; pero el azul en los ojos de esa mujer se llevó toda mi atención.
Generalmente suelo manejar las situaciones, de hecho, a veces presumo de ser muy seguro, no me pongo nervioso con facilidad, tampoco soy tímido -pero disfruto decirlo- y cuando me encuentro con lectores todo es sublime y agradable; pero en esa ocasión era distinto, como intimidante.
Traje sastre negro, cabello rizado sujeto de una cola, anteojos de lectura sobre su falda, ojos azules como el mar y un color de labial realmente sensual. Ella, su atuendo y el auto realizaban la ecuación perfecta.
Pues, me pidió que subiera, de hecho, abrió la puerta sin ni siquiera tocar la manija. Mi Nissan del 2006 suele trabarse algunas veces; pero su asiento trasero guarda muchas historias.
— ¿Te gusta? Dijo al momento en que me senté.
—Es uno de los mejores autos en los que he estado.
—No, me refiero a esto, dijo y me señaló un libro de Borges en perfecto estado y dedicado.
—Es mi autor favorito, mi padre me dio este ejemplar, añadió con una sonrisa que pudiera iluminar como el sol en plena tarde de primavera.
Me sentí desequilibrado y sonreí para barajarla. Era muy hermosa, no quería verle las piernas que ceñidas con las pantis negras la hacían lucir terriblemente sexy.
Ni que decir de los zapatos de tacón que impactaban con delicadeza con los mecanismos de abajo. Eran Prada, seguro comprados en una boutique de Miami.
La soñé llegando a la tienda con glamour y preguntándole a la señorita por su pedido, ella lo sacaba diciendo ‘Emma Stone se acaba de llevar unos igual’. Amanda sonreía y decía, entonces, los quiero de otro color.
Esa imagen me estremecía al punto de sufrir un comportamiento de resurrección en mi parte media del cuerpo y un escalofrío en mi ser que me hizo temblar y ocasionó que preguntara como haciéndose la desentendida, ¿quieres que le baje el aire acondicionado?
—Descuida, todo bien, le dije con voz de idiota.
Sonrió y preguntó, ¿has almorzado?
—De hecho, no, iba a hacerlo antes de entrar a clases.
— ¿Puedo invitarte a almorzar? Hay un tema que quiero tocar contigo.
La charla, luego de cinco minutos de carretera, empezó.
— ¿De qué se trata, señora?
—No me digas señora, soy señorita. Este anillo no es de bodas.
Supo que lo había visto.
—El matrimonio es mi sueño; pero no mi desvelo.
Bien, pensé y le dije: Pienso lo mismo, es un tema complicado; aunque bonito.
—Exacto. He visto tus publicaciones, eres un hombre muy romántico, de esos que ya no aparecen en la realidad. Soy de leer bastante; aunque no mucho romance, ¿la razón? He dejado de creer, por eso leo literatura fantástica y terror. No obstante, mi trabajo me pide leer acerca de todo, entonces, me encontré contigo y volví al romance.
Sonrió en ese momento, mirándome de reojo. Hice exactamente lo mismo.
—Comprendo. ¿Eres periodista? Claro, aparte de lectura asidua.
—Trabajo para una editorial— respondió y vio el espejo retrovisor para enseguida doblar a la derecha.
—Aquí hay un lugar fantástico donde me gusta almorzar cada vez que visito Lima—.
Se estacionó en un hotel 5 estrellas en pleno corazón de San Isidro.
Me sentí aliviado de vestir casual y andar perfumado porque, por suerte, suelo intentar verme bien cuando me encuentro con lectores.
—A ver te explico un poco de que trata el asunto— dijo al estacionarse y girar sobre su eje para verme de frente.
—Soy la mano derecha de la directora de una editorial americana, estamos buscando nuevos escritores con talento y sobre todo pasión por lo que hacen, así como tú y esta cita tratará acerca de lo que quiero ofrecerte. Lamento que haya sido espontáneo; pero es que, bueno, acabo de venir de vacaciones y dejé todo para después, así que lo primero que hice fue llamarte. Ah, vi tu Facebook, tienes un buen mercado extranjero, eso es fabuloso. Bien, para mayor detalle, almorzamos y te voy contando. ¿Vale? —.
—¿Es en serio?
—Claro que lo es.
Sonrió como suelen hacerlo las personas que te entregan buenas noticias.
Me froté las manos y pensé: Esto es lo que llamo felicidad.

Continuará…

jueves, 26 de octubre de 2017

A los 30 (segunda entrega)

- Señores, ya se acaba el trago y no tenemos dinero; además, son las siete de la mañana y ya tuvimos una intensa noche. Entonces, les menciono lo que siempre les comento antes de despedirnos: Por el amor de Dios, el Diablo, Zeus o el santo que gusten, no entren a sus computadoras, abran el MSN, encuentren a su ex en línea y le escriban una sarta de estupideces basadas en sentimientos reprimidos. Ya sabemos que el ron destruye el orgullo y a veces debilita la dignidad, algunos la hemos cagado por completo; pero ya estuvo, ¿no? Ya pasó tiempo, por eso, reitero la afirmación, ¡No entren al MSN!
Diez minutos después:
Sabes??? Sigo enamorado de ti. No puedo sacarte de mi mente, se que lo arruinee todo; pero te amo carajo. Te amo!!!! Y no puedo seguir sin ti, crees que podamos vernos en el mismo café. A las cuatro y media de hoy, si vas entenderé que tienes interés en volver. Te adoro.
Attee… Byran
Lo primero que hacia al despertar era recordar el stripper de la noche anterior, reír por eso, darme cuenta que no tengo a nadie al lado y sentirme menos responsable, seguir repasando las situaciones de ayer, reír por las babosadas de los amigos y de repente, notar la computadora encendida. ¡Demonios! Lo hice otra vez. De inmediato, sin que nadie vea a pesar de tener la puerta con llave y las cortinas cerradas, de ese modo ‘caleta y estúpido’, ese en el que te tapas los ojos para engañarte a ti mismo, elimino la conversación. De ser un correo, también lo borro.
No te puedes escapar de los recuerdos, yo tengo el don de reprimirlo todo, si un día decido ir donde Freud, podría despertar a un monstruo.
De manera automática, me ducho, visto y preparo el almuerzo; salgo de casa rumbo a la cafetería, la espero hasta cierto punto, la conozco completamente: Nunca es impuntual. Pero, la sigo esperando.
Pago el café y me retiro.
Ando jodidamente triste durante el camino; pero los eventos divertidos de noches pasadas empiezan a pasar factura. Una sonrisa crece cuando un amigo se confunde de mensaje, me llega al celular: Preciosa, te extraño.
Me mato de la risa. Tenemos diecisiete años, algunos sabemos que la hemos malogrado en ciertos puntos; pero el orgullo es una cuestión absurda y a la vez patética, sin embargo, nos hace actuar como villanos de nuestra propia historia de amor. Uno se harta de ello cuando se encuentra con tragos, decide intentar resolver los asuntos, no ocurre porque no es el modo correcto.
Con el paso del tiempo, sin llegar al contexto actual -debe ser muy crudo no madurar rápido- uno ya sabe cómo resolver las situaciones, es tan simple como decir: Amor, lo lamento si cometí una falta, la resuelvo y mejoramos. ¿Vale? Ella sonríe, porque adora que su novio admita el error, recibe el abrazo y las flores y todo bien, a la cama, donde todo se fortalece.
A veces, cuando soluciono riñas con tanta normalidad, de hecho, ocurren mucho menos que antes, a veces, uno hasta las necesita, es que ya no se pelea por nada, suelo llevar relaciones tan bien estructuradas y solidas que es difícil hallar errores o equivocarse; pero cuando pasa, se cómo solucionarlo. El tema es simple: Hablar.
Volviendo al tiempo de infante, ella nunca iba a la cafetería. Era mi tercera novia, la amaba menos que a la primera; pero me gustaba muchísimo como nos divertíamos en la cama. Me llevaba siete u ocho años, no recuerdo bien; pero era madura, eso sí lo recuerdo con claridad. Una vez me agarró frío y dijo: Bryan, yo te quiero, eres lindo y guapo, nos llevamos bien entre las sábanas, de hecho, estoy dispuesta a afrontar tus rarezas, maldito fetichista; pero sé que estas en la época de locuras y yo estoy entrando a la de estabilidad.
Habló mucho más; pero quiero resaltar algo. Fue la primera chica que soportó o empezó a lidiar con mis extrañezas en la cama, de repente por eso estaba tan flechado (decirlo me causa risa y una leve erección) pero ambas situaciones las manejo a cabalidad.
Antes las erecciones eran tan repetidas como ahora; pero ahora sé cómo manejarlas, es como decir: Levántate lázaro. Tranquilo, sobrino. Hoy puedes desatarte. Espera un momento, vamos con calma.
Antes era: Piensa en fútbol. Piensa en otra cosa. Diablos, estoy siendo obvio.
De vuelta con ella, me terminó. La extrañaba y no solo por el buen sexo, sino porque nos llevábamos muy bien, gustos en común sobre películas y demás; pero yo estaba lejos de eso a lo que tanto llamaba estabilidad. De hecho, yo no iba a cambiar mis fiestas por ver películas en el cine del Jockey Plaza a las 11pm. Salgo a la 1am y ¿adónde voy? A esa hora la gente ya está en otra.
Ahora la comprendo en su totalidad; pero ella ya tiene tres hijos, un marido y su madre sigue viva. Una vez la conocí, recuerdo que me preguntó la edad, mentí. No me salen las mentiras, se me hizo complicado, ahora digo: Yo no miento, yo digo ficciones.
Para terminar el relato voy a contar una experiencia: Yo estaba realizando compras en un centro comercial cerca a mi casa y en la entrada posterior estaba un amigo, la noche anterior habíamos tomado hasta el agua de los floreros y lo vi bien vestido y con lentes de sol esperando a alguien. Tenía conocimiento que su ex vivía cerca al lugar, lo supuse de inmediato, no quise molestarlo; pero me ganaba la curiosidad, entonces me quedé viéndolo mientras disfrutaba de mi Gatorade.
Ella nunca fue. El tipo se tuvo que marchar triste y solitario. Le di el alcance haciéndole creer que fue casualidad. Le dije, ¿Qué haciendo? Me dijo: Tranquilo, mi hermano, salí a fumar unos puchos.
Nos pasa a todos, le dije con la cabeza. Y nos fuimos caminando.
Ahora mis relaciones amorosas son tan perfectas que me cuesta creerlo; pero debo decir que me agrada.

Fin

miércoles, 25 de octubre de 2017

Un consejo del autor

- Te voy a dar un consejo, a ti, que tienes pareja: Disfruta de los buenos momentos sin pensar en el tiempo, valora cada instante y aprecia lo que te entregan sin exigir ni criticar porque son esos tiempos los que no querrás extrañar. 
Si los vives, no las extrañas. 
No pierdas energías y palabras en discusiones y diferencias, que importa quien tenga mejor argumento, gana quien abraza, quien cede y quien besa primero. 
Haz el amor y sonríe, cuenta un chiste y regala un detalle. Vive cada día sin pensar en el futuro ni sus pasados. Las disculpas acaban con las riñas, mejorar es un placer cuando se trata de hacerlo por tu pareja y el amor se demuestra todo el tiempo a veces con tan solo una mirada.
Sean felices y ámense por como son que es la idea de una vida gloriosa.

domingo, 22 de octubre de 2017

Somos una tragedia, princesa

Mi tragedia es nunca poder retenerla y siempre verla partir junto al atardecer.
No estoy seguro de lo que llegue a ser más triste, si es el hecho de perderla o saber que por pensar en que no voy a tenerla más estoy olvidando del tiempo que resta para que me siga abrazando.
¿Quién puede concentrarse cuando sabes que se irá? 
Desearía que no fuera así, cambiaría mi alma por el tiempo de la eternidad a su lado; pero nunca me responde, ese a quien llaman supremo.
Ella nunca responde a la interrogante, ¿ya te vas? Porque en su totalidad se empeña a silenciar y oler el aroma de mi ser. Solo escucho un sollozo, mas imploro no ver sus lágrimas; aunque quien llore en ese momento sea yo.
La extraño mucho antes de perderla. Y siento que voy a extrañarla y pensar que quiero repetir el momento infinitas veces; pero no sucederá. Tal vez en sueños, no en la realidad.
No te vayas, te lo ruego, le repito con el aliento de mi corazón, con esas ganas interminables de aferrarse al ser amado, lo sabe, no porque intensifique el abrazo, sino porque lee mi corazón como un libro abierto, como esa obra que observa todas las noches, porque ella fue quien la escribió.
La miro, veo mi reflejo y me pregunto cuánto tiempo sobra.
Gira el cuello, no pienses en eso, me lo dice con la mirada.
Un beso, parece que el mundo, el tiempo y el universo se detienen. Seden ante lo nuestro, es que el amor es tan poderoso que incluso las dimensiones se paralizan.
Ya no la siento.
Beso el aire. Quizá, el rastro de su aura.
Ya no está y no volverá. En sueños, tal vez.
Mi tragedia es el irremediable suceso de esperarla, intentar vivir el instante en que la tengo y pensar en que quiero apresarla en la cárcel de mis brazos olvidando que los segundos se agotan.
Su tragedia recordarme a pesar que le hayan borrado la memoria.
Creer que somos eternos. Soñar que es su realidad. Imaginar el juntos por siempre. Despertar y no ver las rosas rojas en su mesa de noche; aunque el jardín donde este se encuentre repleto de flora preciosa. Creer que todavía estamos destinados; aunque no en la realidad. Creer que seguimos siendo nosotros, cuando realmente, ya dejemos de serlo.
Imaginar que voy a aparecer tras el árbol, añorar un encuentro en sueños, ser siempre el viaje de mi mente; pero nunca el puerto. Pensar que debo encontrar a alguien a quien amar; pero queriendo que siempre sea ella, no de forma egoísta, sino porque son dos amores que se juntan, que no pueden vivir separados. Querer mi felicidad; pero a la vez recibir mi amor. Imaginar que caminamos por la orilla sin finales ni felices ni tristes, solo sin finales, con eternidad, cogidos de la mano por el resto del tiempo.
Su tragedia, aunque la rodee lo mejor del Olimpo, desear al mortal que ama.
Su tragedia, aunque se encuentre en campos de flores y llena de risas, sentir tristeza por extrañar.
Su tragedia, creer que todavía podemos amarnos con libertad.

Fin

sábado, 21 de octubre de 2017

Hoy por la mañana

- Lo primero que me ocurre al salir de mi casa apresurado es encontrarme con una pareja de ancianos muy bien vestidos que sabiendo que estoy con la hora me comenta, el señor de gruesos lentes, que lea un panfleto. Añade, habla de la palabra de Dios.
Recibo con amabilidad y pienso en la pereza de levantarse temprano únicamente para caminar e intentar charlar con desconocidos sobre creencias legibles ante su comunidad.
Cuestión de cada quien, pienso.
Respeto todas las religiones y vacilones, no me meto con pasiones y tampoco me introduzco en vicios personales; hace mucho, cuando empecé a publicar, mi editor y amigo me dijo: ‘Nunca hables de religión ni de política, la gente es demasiado fanática y es mejor ser diplomático’.
Yo no creo en Dios, no por circunstancias trágicas de mi pasado ni por alguna otra situación desastrosa, únicamente porque mis creencias han variado con el paso de los años. Por decirlo de un modo simple y sencillo para no hondar en la intimidad de este escritor -esa misma intimidad que únicamente cuento cuando llegamos a un punto en la relación amorosa en la que estamos tan compenetrados que siento que puedo acercarte más a mí en el sentido del alma. Suele pasar cuando creo que será por siempre-. Diré, respecto a lo propuesto, que además de mi investigación actual para mi próxima novela, la cual no he tenido el dichoso tiempo de avanzar como debería o quisiera por temas extra literarios; pero a la vez indispensables (la universidad, el trabajo y esas cuestiones, incluyendo amores vagos) pienso y creo en teorías distintas, tales como extraterrestres o dioses en cada planeta, creer en un solo Dios para el infinito universo me limita por completo. Tras leer manifiestos de Darwin, Hawking y demás he llegado a muchas conclusiones que prefiero reservar para no impactar con vuestras creencias, que, digo de vuelta, respeto.
En tanto, volviendo a ese asunto de los ancianos, ya mientras caminaba rumbo al paradero recordé una anécdota, no estoy seguro si muchos han leído mi segundo libro ‘Una noche, una musa y un teclado’, pues allí comparto una vivencia con una chica llamada Dulce María, mexicana, de hecho, que conocí en Larcomar allá por el año 2002, exacta y curiosamente ‘El día de los enamorados’ y tuvimos un divertido, loco y bonito romance de dos meses si bien recuerdo. Con el tiempo no me daría cuenta que conocería miles y miles de simpáticos mexicanos a quienes adoro con todo mi ser. Lo que conecta a esta chica con los religiosos es que ella tenía un libro, el mismo donde anotó su número de celular, ese libro trataba sobre una religión hindú y como su amigo el escritor disfruta involucrarse en un sinfín de situaciones con el propósito de recolectar historias, ¿saben que hizo? Tras leer el libro fue junto a Dulce María fue a uno de esos cultos a los dioses hindús, en donde le hablaron sobre Mahatma Gandhi y los demás dioses de llamativas formas y poderes extraordinarios. Todo esto fue puesto de distinta perspectiva cuando empecé a ver, años más adelante, una de mis series favoritas ‘Alienígenas ancestrales’ en donde el griego desquiciado daba sus conjeturas muy interesantes hacia todo ello. Una serie recomendada a los amantes de la teoría de los antiguos astronautas. Todo tenía cierto sentido.
No he terminado de leer la biblia, a diferencia de muchos, no me da paz; pero sí intriga. Es muy curioso que muchas teorías mitológicas sean semejantes en señal al génesis, porque tras leer una enorme cantidad de artículos de diferentes mitologías me di cuenta que es el mismo enfoque con distintos personajes.
Lejos de eso, volviendo a las peripecias religiosas, salía con una chica que iba a una religión que no voy a mencionar por respeto, fui a una de sus charlas porque me pareció llamativo y porque a ella le agradaba compartirlo conmigo y soy tan buen novio que voy adonde me inviten. Entonces, me aburrí por completo. Además, que dijeran que hacer el amor todos los días y beber café es negativo hizo que sintiera ganas de largarme del lugar; pero soy respetuoso, por eso, lo hice al acabar y no volví.
La chica entendió, me fascina eso de la gente linda, respetan y entienden las razones de uno.
Ya a medio camino de mi trayecto, antes de pensar en lo que iba a decirle a mis compañeros del grupo de estudio por llegar tarde, recordé otra experiencia, esta es muy divertida y espero no herir susceptibilidades. Hace muchos años fui a una comunión de jóvenes cristianos invitado por un amigo, estábamos una camada de tipos sumamente locos y chistosos, nos ponían nerviosos las chicas bonitas y por razones que desconozco también la seriedad de los tipos de traje, éramos unos adolescentes que reían por todo -creo que ese amigo que nos invitó se debe estar arrepintiendo- pues, al momento de repartir un pastel, no sé porque, comenzamos a lanzar dichas tajadas de pastel como si se tratase de un comedor de escuela secundaria. ¡Estábamos jodidamente locos! Y pues, como resultado, una señora recontra vieja y con un carácter del demonio nos invitó a salir.
Nunca volvimos a ese lugar. Creo que nos condenaron a cien años en el purgatorio o una cuestión similar.
Yo no soy religioso; pero me sirvo para ayudar a los animales, hago mi parte por ver el mundo mejor y trato bien a todo el mundo. Pienso que no todos son iguales; pero una vez, una vecina que decía amar al prójimo, cogió mi pelota y la reventó.
En fin, para terminar cito al gran Borges, quien dijo una vez: Un buen escritor debe ser un buen teólogo.
Y yo, estoy dispuesto a aprender de todo.

Fin