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domingo, 7 de abril de 2019

Futebol

- Fui convocado por un ‘team’ como el delantero estrella. El equipo había perdido una impresionante cantidad de partidos debido a su escases de gol. Requerían con urgencia de un tipo que las meta todas no solo en la cama; entonces resolvieron sacarme del asilo futbolero para retornar a las canchas. 
Volví con el dorsal 9 en la espalda, la cinta de capitán y vestido de corto. Salí al gramado de juego con la emoción de jugar en un estadio colmado de espectadores. La gente aplaudía y coreaba mi nombre, me sentí lleno de energía y vitalidad para afrontar el cotejo.
Para no perder la costumbre anoté un golazo de media cancha, de esos que, a todos, incluyendo al entrenador rival, dejaron sorprendidos.
Hubo otro par de tantos que acomodaron el resultado. Ganábamos tres a cero con suma facilidad, el equipo ya pensaba en ficharme para el resto de la temporada, querían que dejara la escritura por un rato para poder dedicarme al juego; deseaban tenerme entre sus filas sin fecha de culminación, querían que mi talento pelotero no tuviera fin, anhelaban mis gambetas y elegancia para definir como la pinzada en el segundo gol que dejó al arquero estático viendo como la bola se elevaba por encima y entraba; pero ocurrió lo inesperado. Pues, lanzaron un centro perfecto y fiel a mi genialidad futbolera, la maté de pecho haciendo un giro inmediato y desarrollando una espectacular chalaca (también llamada chilena) dejando inmóvil al arquero, que va a soñar conmigo.
Obviamente celebraron como desquiciados, quisieron ficharme para el Real Madrid y a la vez me llamaron de la selección a mis actuales 200 años.
Sin embargo, acabé lesionado. Una mala caída me dañó la rodilla y tengo un mes de para.
¿Alguien que me haga masajes?




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