Mi nuevo libro

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lunes, 18 de marzo de 2019

Felizmente que

- Hay cosas que uno nunca olvida a pesar del tiempo de ruptura, tales como el número de celular o la dirección de su casa.
Me detuve en el 665 de la calle Los Alcanfores, hasta entonces no me había preguntado, ¿Qué demonios es un alcanfor? Tampoco lo hice en ese momento, lo haría después, sentado en una sala de emergencia esperando al doctor que esté dispuesto a atenderme en lugar de andar parloteando entre sonrisas con la enfermera.
Aquí es, pensé sin nervios, pues, los había dejado en la cama.
Resulta que al amanecer abrí los ojos con una sola idea en mente: Ir a buscarla.
Mientras la lluvia de la regadera acicalaba mi cuerpo tatuado la idea tomaba forma con decisión y convicción, pues, el mercenario corazón le sacó la vuelta a la mente, para palpitar por ella una vez más.
Salí de casa sabiendo que la encontraría regada en el mueble viendo la televisión o acostada sobre la cama leyendo alguno de esos libros que tanto le gustan. Anhelaba ver el mío en algún rincón del escaparate deduciendo que sabría que algunos cuentos reflejan quienes fuimos.
Yo estaba seguro de que la empresa de reconquista sería un éxito rotundo; pero no contaba con su actual mudanza. Pues, al llegar, el portero me dijo que la señorita Benavides Flores, se hallaba ubicada en el otro edificio, el cual, curiosamente y no lo pensé en ese entonces porque uno se nubla totalmente cuando anda enamorado, llevaba el número 666. Una particularidad única que estaba a punto de llevarme al desastre.
Claro que en ese momento no pensaba en ningún punto en contra. Yo sabía que ella todavía pensaba en mí porque suele mirar los estados de mi WhatsApp y le da like a algunas de mis publicaciones. El solo pensarlo me daba energía para seguir el camino, ahora, rumbo hacia el lugar contiguo.
Lo primero que hice fue dar un buen respiro y enseguida tocar el timbre. Saldría, me miraría, se sorprendería, daríamos un abrazo y todo terminaría en un beso apasionado que conduciría a la cama, derribaríamos los libros y haríamos el amor a placer sellando el retorno.
Todas esas seguridades tan grotescas y hasta un punto ciertamente arrogantes eran basadas en el hecho de haberme dado dos likes el día anterior y visto mis últimas publicaciones en el WhatsApp (incluyendo una foto donde salgo con el torso descubierto).
Ella salió.
Me recibió confundida y con una pregunta humorística: Flaco, yo no he pedido pizza esta mañana.
Cerró la puerta con brutalidad como se lo hacen al cartero.
Me sentí confundido. Y también un tanto idiota.
Volví a tocar.
Quiso cerrar; pero detuve la puerta. Fue extraño, yo nunca haría algo así; pero en ese tramo de tiempo, lo hice. La vi y se hallaba diferente, más calmada, como queriendo escuchar.
Le dije: ¿Podemos hablar? Al menos dame diez minutos.
Ella conoce mi palabreo, sabe que me gusta hablar. Conoce que soy escritor y que las palabras simplemente salen y salen y no dejan de salir; pero también sabe que si tienen respaldo, valen la pena. Y yo adoro el respaldo.
Hablé muchísimo y viéndola a los ojos, claro que las palabras salen y van a caer a sus extrañas acoplándose a ellas y todo ese asunto romántico que hoy descifro como si se tratase de la circulación sanguínea.
Sonrió. Y sabía que era el momento preciso para atacar. Y le di un beso. Lo aceptó, lo siguió, entramos, caímos sobre la cama y el maldito control remoto me dio un golpe en la espalda; pero me contuve, más ella no. Ella tenía algo que decir.
Al tiempo que se acomodaba el cabello mientras seguramente pensaba las palabras, yo miraba los alrededores en busca de los libros. No los encontraba y me preguntaba, ¿Dónde están los cientos de libros que tiene? Era raro, ella es una de las lectoras mas acérrimas que he conocido y fue más extraño ver en la tele un programa de talk show en lugar de uno cultural. En definitiva, lejos del físico, no se trataba de la misma mujer. Ella no haría bromas estúpidas y tampoco vería esa clase de programas.
Raro; pero cierto, dentro del contexto en el que cuento esto, me dejó de gustar, aunque ya me encontraba en una situación compleja, de hecho, muy, valga repetir la palabra, extraña.
Enseguida, antes de que pudiera decir algo, alguien tocó la puerta. Era lo que faltaba.
¡Es mi padre! ¡Rápido, metete debajo de la cama o en el closet! Arremetió.
Oye, pero, tu viejo es demasiado buena gente; además, yo le agrado y siempre hemos bebido vino juntos hablando de todo un poco. No va a decir algo viéndonos, al contrario, se va a alegrar, le dije con confusión.
Fue curioso como las palabras salieron tan veloces pareciendo impactar lentamente en sus oídos y los pasos que se hallaban cerca parecían todavía seguir cerca.
Me escondí en el closet, era pequeño; pero podía caber.
Dentro me hice una pregunta, ¿Qué demonios estoy haciendo aquí?
Y la respuesta se vio cuando vi que se arrancaba los cabellos luciendo su verdadera identidad, la de una mujer de pelos cortos y oscuros y quien sería su padre era un tipo gordo y alto, quien nunca antes había visto en mi vida.
Froté mis ojos creyendo que era un sueño y cuando volví a mirar me sentí atrapado en una pesadilla, encerrado en un closet mientras dos personas comenzaban a tener relaciones sexuales. Claro que esto parecería totalmente normal, en algunas ocasiones he visto a mis camaradas tener desfogues sexuales en lugares en los que he entrado por casualidad y visto, por ejemplo, un baño. Yo yendo a orinar, abro la puerta y contemplo una situación, lógicamente me mato de la risa y cierro con rapidez; pero esta vez era distinto, porque ella se colocaba una especie de cinturón con un miembro grande y negro de jebe y le daba al sujeto que repartía placer a carta cabal. Y entonces, su rostro, esa cara gorda y flácida, se me hizo conocida.
Soy de los tipos más fetichistas que existen; pero pensar en que ella, era mi ex novia y yo la amaba y fui a buscarla por esas razones y luego verme envuelto en un contexto toxico y nuevamente, repito, raro; me hacía sentir totalmente inconforme e incómodo. A años luz de sentir calentura. Y si fuera así, no lo diría.
Ellos se fueron a la ducha. Allí hicieron, creo, que lo mismo. Aproveché el tiempo para salir del lugar, caminé con rapidez hacia la puerta; pero estaba cerrada, en ese momento, presioné un objeto en el piso que hizo un gruñido y el tipo salió y me vio con ojos de furia para enseguida gritar: ¡Un ladrón!
Aquí y por última vez voy a usar la palabra: extraño. El tipo sacó un arma del baño, ¿Quién demonios tiene una escopeta en el baño?
El primer disparo dio en un cuadro donde llamativamente ella y yo estábamos en un monte de nevado, luego se preparó para lanzar otro; pero fui yo quien se lanzó desde varios pisos.
Abrí los ojos, estaba con hielo en la cabeza, las rodillas raspadas y viendo en Google: ¿Qué son los alcanfores? Miraba al médico que hablaba con la enfermera y en la mente decía: Oye cabrón, ¿me atiendes?
Él miraba, se acercaba y decía: Listo, te caíste de un edificio, solo debes de tomar paracetamol. Y se iba para seguir coqueteando.
Recuerdo haber salido del lugar y regresado a casa adolorido. Entrado a mi habitación y visto a mi ex novia, quien no estoy seguro si fue mi ex o no, regada en la cama y diciendo al verme: ¿No tienes ganas de hacer el amor?
Abrí los ojos.
Era un sueño, digo una pesadilla.
Empecé a reír.
Busqué su nombre en Facebook pero no lo encontré. Era una ex que nunca fue ex, alguien que jamás conocí.
A veces me sorprenden los sueños.
Se lo acabo de contar a mi psiquiatra y su respuesta fue aterradora: ¿Sabes? A veces los sueños sueltan secretos reprimidos.
He vuelto a abrir los ojos. Esta dentro de un sueño que me atrapó en otro sueño.
Son las seis y media, voy a escribir que no quiero dormir.
Que suerte que solo fue una pesadilla.
Fin.

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