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jueves, 5 de abril de 2018

Un anillo

- Nunca le di un anillo a alguien. Siento que, a pesar del tiempo, de las explosiones de amor y el júbilo creciente en toda su dimensión, hubo algo que no estuvo presente; quizá, sea una excusa personal, pero lo veo de esa manera si quiero contarlo.
Creo que los anillos se dan una vez y son detalles propiamente dichos, para una mujer. No te puedes pasar la vida entregando anillos y comprometiéndote con cada relación que te topas, es una vez, crees y sientes que es la correcta y lo desarrollas de la manera que el corazón manda, a veces te equivocas, otras veces aciertas; pero lo haces porque tu ser enamorado lo exige y lo pide, junto a las actitudes que se aglomeran y llegan a colisionar y terminar con el acto, sea arrodillarse durante la cena, en el vagón de un tren o en la cama, desnudos y después de hacer el amor, en la completa intimidad, entre risas y palabras de amor, en un ambiente perfecto solo de dos.
Es una teoría personal, muchos van a diferir y es extraordinario, pues, creo ello, que únicamente se lo das a la persona con quien piensas estar toda la vida, crear la eternidad y proceder a disfrutar del infinito, a la chica de quien te encuentras terrible y locamente enamorado, que la ves a los ojos y sientes que te hundes por completo, que te eriza la piel con sus besos y te deslumbra con su palabreo bonito. A esa mujer que te enamora con sus bondades y actos amables, cariño innato y actitudes estupendas en pro de la relación.
Nunca estuve tan cerca de darle un anillo a alguien, tal vez, el amor no era tan grande y no era el tiempo ni las vivencias, sino el corazón.
De repente hubo un final nebuloso que no veía y todo ello ocurrió cuando sucedió lo mencionado, el final. Ese final luego de tanto luchar y me di cuenta que no era la indicada para el fin, claro que por supuesto que para el momento, la etapa, el instante, la época; pero no para el resto de los días, porque para crear el infinito y darle un anillo deberá ser alguien que me ame y ame con el delirio, la locura, el placer y la devoción que nunca sentí y entonces, podré estar en la cama desnudo, verla a los ojos con nuestra música de fondo y hacerle entrar de lleno en mi vida.
Tengo un anillo y hoy quiero que lo tengas en tu dedo, te hablo a ti, preciosa, con quien vivimos tres días en uno, seguro haz de leer este texto o tal vez nunca vaya a ponerlo en marcha; pero lo tengo aquí, lo estoy sintiendo, fui a una joyería decidido, lo adquirí y le conté nuestra historia a la muchacha de ventas, quiero que seas parte de mi vida, quiero que hagamos el amor y te lo entregue en la cama, quiero que seamos uno por siempre; pero no quiero obligarte, no quiero agobiarte, no deseo que pienses que estoy loco o desesperado, quiero que fluya, que nos amemos y que sintamos todo el paso de la vida cogidos de la mano y que nos casemos cuando lo creamos necesario y posible, que el amor siga su rumbo y vivamos juntos todo lo que queremos y con una sonrisa enamorada en el rostro, te lo entrego hoy porque estoy seguro que lo recibirás y lo tendrás por siempre en tu dedo, de lo contrario, no hubiera sentido esto ni pensado aquello que me condujo a entregártelo. Porque un anillo se da solo a una persona, alguien que va a valorarlo y apreciarlo, aferrarse a ese hecho, no solo al símbolo, sino a todo lo que se avecina y estar a mi lado siempre solucionando problemas, gozando de la vida y siendo felices.
Espero que pronto lo vea en tu dedo y sonreíamos emocionados por el resto de nuestra existencia.

Fin

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