Mi nuevo libro

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domingo, 29 de diciembre de 2019

Noche buena


- Tengo una gama de fetiches y obsesiones que únicamente revelo entre cuatro paredes. Me gusta ser sorprendido, que me asalten con una bienvenida en cueros al momento en que abra la puerta o que cierren mis ojos y me lleven a un sitio de esposas, látigo y demás, todo lo que tenga que ver con sexo me gusta. No tengo tabúes, soy un hombre abierto a todo lo que me atrae.
La navidad no fue la excepción, pues a mi edad los regalos han caducado y las figuras de acción están dentro de una caja en el armario. Todo andaba como un día cualquiera, esperaba la medianoche para cenar y saludar a los presentes, quería que el tiempo pasara veloz y de una vez me viera frente al pavo; pero mi noche buena cambiaría por completo cuando mi novia que vive a distancia me asombró con una llamada: Amor, adivina donde estoy.
Pensé que en bragas sobre su cama, hemos hecho tantas videollamada sexuales que conozco cada lugar donde le gusta llamar; sin embargo, andaba vestida, de hecho, con un casual y lindo vestido veraniego, aquello me sorprendió para mal, pues no me gustan las videollamadas con ropa, aunque poco antes de mostrar mi enojo, añadió: ¡Estoy en Lima!
Me emocioné demasiado, diría que a niveles muy elevados, enseguida le pedí que me esperara en el aeropuerto porque saldría de inmediato a recogerla ya que andaba a medio camino postrado en la cola de un centro comercial con unas compras de último momento en mano, las cuales dejé de lado y fui corriendo hacia la terminal de aviones.
A medio camino me detuve porque dijo: Deja que yo vaya a tu casa. Entonces aproveché para pagar y retornar con pasividad.
Llegué a casa pensando que estaría en el mueble, tal vez conversando con mi madre y la mascota, a punto de recibirme en un abrazo y darnos muchos besos previos a lo que sería un encuentro fantástico entre cuatro paredes; pero no estaba, nadie habitaba en la casa en ese tramo de tiempo, por eso resolví ir a mi habitación y dedicarme a escribir mientras la espero.
Andaba ligeramente fastidiado, imaginé que llegaría y la vería corriendo hacia mis brazos o en el mejor de los sucesos en ropa interior sobre el mueble con una pose sensual.
Pero no había nadie.
Empecé a escribir continuando un texto cuando de pronto oí el rico sonido de los tacones, que me fascinan por cierto, y el giro de mi cuerpo fue detenido por una corbata que me cegó.
¿Creíste que estabas solo? Su voz sensual y exquisita.
Moví mis manos para sentir sus muslos y caderas pero no alcanzaba, quería tenerla con la yema de los dedos, coger su cuerpo; pero no llegaba y se burlaba con esa risa malévola hartamente sexy.
Deshizo la ceguedad en mis ojos y pude voltear con una velocidad absoluta para verla en toda su dimensión luciendo un atuendo navideño sumamente ardiente incluyendo un gorrito rojo con blanco que le daba un look sincronizado y divino. Me levanté de la silla como un felino y nos besamos apasionadamente sin pronunciar palabras previa, como dos fieras salvajes que únicamente desean comerse y aunque soltamos gemidos al son del deseo no dejamos de besarnos y tocarnos porque al fin podía tener sus muslos, senos y cuello apretado luego de tanto tiempo de ausencia.
Quise… Voltearla, inclinar su cuerpo frente a la cama y bajar la braga maldita para penetrar tu tesoro; pero a su vez sabía que era muy rápido y anhelaba incansablemente saborear todo el cuerpo, entonces resolví tirarla a la cama, la vi preciosa desde todos los ángulos, exquisita y deliciosa, como un manjar de los dioses, una conejita vestida de mamá noela a punto de ser devorada por este insaciable lobo feroz que la miraba con ojos de lujuria que fui desencadenando tras cada beso que le daba. Primero en los labios, luego en el cuello, siempre sujetando su mano para que sienta el poder, bajando por sus senos ya descubiertos en un santiamén, dándole mordidas a los pezones intactos y punzantes, ricos y sabrosos ocasionando leves gemidos y convulsiones en su cuerpo e imaginando a su vez cuan húmeda podría estar su intimidad.
Todavía no quería llegar a ese sitio, mi lugar favorito en el mundo, por eso le besaba los senos con suavidad y ternura, moldeaba su figura usando las manos como un exacto artesano, toda esa belleza tallada por la mano de Dios era totalmente mía esta y muchas otras miles de tardes y noches; la veía de reojo cada vez que plantaba besos en sus senos, llevaba los ojos cerrados y la cabeza inquieta, moviéndose por el deseo y por el calor interior, disfrutando del momento a solas con su amor.
Con sutileza desprendí la ropa interior oliendo ese sabor indescriptible que tanto me fascina, diría que deberían crear un perfume en base a ese aroma. Fantástico.
Di mordiscos y besos en los muslos abriendo ligeramente las piernas de tal manera que tuviera acceso directo a la eternidad, a ese punto ideal dejándome caer exactamente en su tesoro para comenzar a besarlo con delicadeza y ternura.
Me sumergí en su intimidad dándole explosiones de placer y gloria, por ratos veía como movía la cabeza en señal de libido, de lujuria y sabiendo que cada beso brindaba destellos al dar en los puntos exactos, pues su anatomía fue siempre mi adicción, yo soy obsesivo de su cuerpo, tenerla me ha hecho conocerla, gozar de su humanidad es mi deseo y mi victoria infinita.
No pudiendo resistir tanto placer, quiso de inmediato satisfacer la necesidad final, el monumento de la entrepierna debería clavar su humanidad. Apresurado me vi envuelto en la situación más compleja si se trata de una bendita correa, pero quiso ayudar, lo hizo lento, con paciencia, sonriente, de rodillas, con un plan a escondidas, pues la demora la hizo acreedora a su dote de complacer a su hombre y yo que andaba presuroso, ya estaba en bóxer y ella seguía queriendo quitarlo todo, entonces su petición fue concebida y como recompensa tuve una felación que me condujo al infierno.
Soy de quienes gimen, expreso notablemente todo mi placer, quiero disfrutar, pedir por ratitos que tuviera todo dentro y por momentos que fuera lento; de allí me mantengo mudo, ella se encarga de todo, me conoce, sabe esos movimientos y yo los gozo con locura y delirio.
Entonces me recuesto, ella quiere seguir manejando la situación y yo gustoso de tenerla abajo.
Ambos no resistíamos al dominio del deliro y la lujuria, debido a ello se aventuró a sentarse sobre mi ser cayendo perfectamente como dos moldes que se juntan con exactitud y los movimientos rítmicos de ambos fueron conexiones llenas de efervescencia exquisita que nunca debió tener fin.
Recuerdo claramente su rostro de satisfacción completa, los cabellos regados y luego cogiéndolos con una mano al tiempo que mantuvo la otra en mi pectoral y yo cogiendo sus caderas y luego sus senos, viéndola con una sonrisa repleta de deseo endemoniado y vicioso por sus pieles. Gemidos y gemidos se confundieron durante un rato importante porque resolvimos cambiar la posición, ahora era yo quien debía de manejar el ambiente.
La puse de perrito, aunque me gusta no pronunciar la pose, solo mover su cuerpo de tal modo que quiero que ande, incline un poco mi ser para caber a la altura de su ano y volver a introducir mi obelisco en su tesoro volviendo al momento dócil un infinito cantar de delirios majestuosos a los compas de los gemidos y el sonido que produce el impacto entre mi ingle y su tesoro.
Cada vez más rápido, cada vez más brusco, cogiendo los cabellos y sujetando los senos. ¡Rápido! ¡Rápido! Así, así, así.
Dime que soy tu rey, dime que soy tu Dios. ¡Eres mi rey! ¡Eres mi dueño! Oh, eres mi Dios.
Penetración veloz y eficaz, cabellos sujetos o senos cogidos, todo en rápidos movimientos bruscos y luego lentos, muy suaves y tenues, dulces y tiernos y repentinamente vuelven a ser locuaces y muy toscos que gustan.
Nos echamos sobre la cama al cabo de muchos minutos de ese modo sin limitaciones, estiré la mano para abrir un cajón de la mesa de noche, saqué una esposas y se las puse sin pedir permiso, el sonido del broche me lleno de excitación, la puse de lado, de costado, dándome la espalda y con las manos elevadas, comencé a besar su espalda y hombros, hombros y espalda, toda la médula y el trasero fueron míos, incluida una mordida en el glúteo para que sepa a quien pertenece.
Acentué el miembro a la altura de su intimidad, lo introduje con delicadeza y fui moviéndome lentamente mientras apretaba su cuello y le dictaba al oído: Me perteneces, eres totalmente mía, yo soy tu dueño y te cojo cuando quiero.
Movimientos bruscos y lentos, de golpe, rápidos, veloces y nuevamente lentos, que delicioso lo que sentíamos.
Enseguida, la puse totalmente de espalda y teniendo la cabeza en la almohada, yo encima y sin sacar el miembro, pues seguíamos así en el movimiento, en el cambio de pose, en ese habitad de cambiar de posición que tanto me gusta. Entonces empecé a penetrarla de ese modo viendo como entraba, como perforaba su intimidad y jalándole los cabellos a placer.
Al rato le pedí otra felación, una felación con esposas, que rico. Esta vez ella estaba regada sobre la cama y yo encima, de rodillas direccionando mi miembro a su boca y abriéndola para que quepa. Delicioso. A veces no lo sacaba y veía como se atoraba, lo disfrutaba. Luego resolví quitarle las esposas para que pueda tocar el miembro y masturbarlo a su gusto hasta acabar en sus senos.
Glorioso momento al final de la epopeya sexual que tuvimos. Claro que después descansamos y sugerimos una ducha antes de involucrarnos de nuevo en una aventura sexual, esta vez usando el látigo pero previo a ese sometimiento le haría el amor en la ducha. Ya lo tenía en la cabeza, descansar unos minutos, ir a bañarnos, someterla en la bañera, tenerla de espaldas y penetrarla al tiempo que nos mojamos, su cuerpo cerca al vidrio que protege, yo detrás dándole duro y con los cabellos en mi mano, el solo hecho de pensarlo me puso caliente de nuevo y no quise dormir; pero ella andaba agotada y requería un descanso, entonces nos pusimos de cucharita y disfrutamos una siesta antes de volver a meternos en la burbuja sexual que tanto nos gusta.

Es obvio mencionar que pasamos la navidad entre cuatro paredes, pues aquella tarde solo se trató de la bienvenida.

domingo, 22 de diciembre de 2019

¿Por qué murieron si hubo tanto por hacer?

- ¿Por qué murieron si hubo tanto por hacer?

No creo en otras vidas ni mundos celestiales en donde cantamos con risas infinitas y nos volvemos a encontrar en alma.
¡Solo existe este presente! Pues, ni siquiera el mañana está escrito.
Lo hacemos en cada andar, tras cada decisión, tras cada momento.
Nosotros lo tuvimos, miramos de reojo el porvenir en una risa fácilmente perpetua y supimos danzar ante la vida como entes enamorados. Creímos en la eternidad de nuestros sueños y el motivo de cada suspiro nos produjo un nuevo sendero, pues sabíamos que colmaríamos nuestra existencia con fantasía hecha realidad y viviríamos al compás de nuestros ratitos más bellos, feroces, piadosos y complejos; pero vividos al fin, únicos y estables, grandiosos e inolvidables. Creímos que así sería antes que las luces se apagaran, antes que la muerte nos sorprenda, antes que perdamos el camino.
Nos hizo falta conocer el universo, los designios de los nuevos senderos, las historias maravillosas de personajes de antaño, los mitos que faltaron contar, los hechos que vivimos en la rutina y compartimos sobre la mesa, nos hicieron falta una y mil cenas, dos mil almuerzos en la calle y tres desayunos sobre la cama, nos hicieron falta otras citas, una llamada de madrugada, una buena riña, tres puteadas, una bofetada y luego todo solucionado en la cama, nos hizo falta amarnos con odio, odiarnos un ratito y luego volver a besarnos, nos hizo falta ver el amanecer y el atardecer sin despedidas. ¡Nos hizo falta tanto! Pero nunca hizo falta amor.
Las luces del adiós se fueron al tiempo que tu mirada dio un último brillo y aunque jamás supimos los motivos, entendemos la vida aceptando el camino, vencimos mil barreras y lidiamos con tanta insensatez que intentan volver al amor un acto banal sabiendo lidiar con sucesos tediosos y complejos, saliendo adelante con acciones valerosas para gozar en una rutina espléndida de un amor que no supo de fronteras ni de limitaciones, que jamás dio marcha floja a saltar por los cielos y tuvo siempre una dosis de locura que nos hizo eternos al tiempo que vivimos cogidos de la mano o abrazados y desnudos, pegados en cuerpos y almas -que ya no sé si existen- pero unidos en esta realidad que nos condujo y supo detenerlos en un espacio de tiempo como la materia del universo que nunca supimos mirar juntos porque nos enfocamos tanto en nosotros, en las miradas, sonrisas, aromas y anécdotas que ignoramos el exterior.
Y sin embargo, aunque parte del horizonte se haya hundido y borrado, quien lleva la posta repleta de recuerdos flameando en el corazón y en la vida entiende que aceptar es sinónimo de amar, amarte a ti y a quienes fueron, dejar en alto el recuerdo y reflejar los hechos en escritura o algún tipo de arte para plasmar un legado de quienes fueron mientras existieron, entonces nadie muere, nada se fue, nadie desapareció y todos viven.
No creo que nos volvamos a encontrar con quienes se fueron, tal vez es una sensación imaginaria de la mente, una cuestión monumental de sucesos que fueron pasados de boca en boca por los años para hacernos creer que esto no termina aquí; pero no creo sea un asunto real, me hubiera gustado pensar que estamos destinados a aparecer en otros mundos, sin embargo, mi ser y conocimiento no me permiten pensar y analizar esa manera, tal vez sea distinto como todos los somos, cada uno con una idea. He allí lo grandioso, la mutación de ideas.
Entonces, aunque el cuento haya acabado cuando las luces se apagaron y las miradas perdieron sabemos que en el corazón habitan y en los recuerdos también, por eso escribo, así mantengo los hechos en vida y sonrío sabiendo que aunque jamás nos tendremos de nuevo nos tenemos todo el tiempo cuando cierro los ojos.
Y también cuando escribo.

Fin

sábado, 21 de diciembre de 2019

Situaciones locas

- Andaba leyendo en el bus, una chica estiraba el pescuezo para ver la portada del libro en su completa curiosidad, lo supe viéndola con el rabillo del ojo; entonces, porque me pareció gracioso, dejé que mire la portada dejando caer el libro en los muslos.
¡Era el Kamasutra! 

Situaciones

- La otra vez fui de compras, disfruto hacerlo porque me relaja. En la caja comencé a hablar con la señorita que atiende de una forma natural y simple, todo empezó con la duda, disculpa, ¿esas polos con talla M, verdad? Ella vio y asintió.
Lo que pasa es que a veces me confundo, tengo mala memoria.
Ella siguió: A mucha gente le pasa, compran tanta ropa que terminan equivocándose de talla e incluso olvidando algunas prendas.
Sonrió.
Sí, ya me parezco a mi abuelita.
(Ni siquiera tengo una maldita abuela).
No creo, eres muchísimo más joven, añadió y sonrió al tiempo que doblaba la ropa.
Gracias, aunque si te dijera mi edad, seguro te espantas.
Te pongo unos veinte y tantos, dijo otra vez sonriendo.
De hecho, tengo un poco más.
Te ves muy bien, dijo.
Ese comentario abrió otro camino. La charla simple fue yéndose por la tangente.
Sin embargo, todo terminó de golpe. Justo en el momento en que iba a empezar a tratar a la muchacha por su nombre escrito en una especie de carné en el pecho.
En un ataque de celos me atrapó de la pierna, movió y movió haciendo que volteara y le dijera: ¿Qué sucede, cariño?
Y me viera con unos ojos fruncidos repletos de enojo.
¿Pa, ya vamos a tomar helados?
Aunque creo que dentro de su mente apareció ¿dejas de coquetear y vamos por los helados, carajo?
Enseguida, recogí todo y zafamos a la heladería.
Yo no mando en esta vida.

viernes, 20 de diciembre de 2019

México de mi vida

- Ese día estaba apoyado en una pared con mi café de Oxxo esperando a que la maestra Lau hiciera algún que otro trámite burocrático para enseguida continuar con la labor literaria por la cual asistí a la escuela. De repente, sonó el timbre y una aglomeración extraordinaria de alumnos aparecieron en escena; enseguida, se fueron acercando y preguntando, ¿eres tú? ¿Bryan Barreto de La última tarde? Y a mí que a veces me resulta divertido responder con ambigüedades, dije: No, soy su gemelo. Entonces reíamos y comenzaba la chacota, las firmas, las fotos, las grabaciones, las sonrisas y los abrazos, toda esa expresión honesta y sublime por conocer a quien sienten admirar por su sencillo y sincero trabajo literario.
Jamás me había sentido así, tal cual estrella de rock, sacándome fotos, firmando hasta playeras, riendo y sorteando preguntas, respondiendo con argumentos acerca de la novela, hablando sobre próximos libros y demás. Sonriendo, riendo y sintiéndome querido por el solo hecho de hacer lo que amo.
Cuando comencé a escribir veía de reojo este panorama, quería que el mundo supiera de mis letras, por eso nunca he sido celoso de lo que escribo, todo lo comparto a cabalidad porque siento que las letras son del universo, de quien las atrape y se sienta identificado. Mis textos van para quienes lo sientan como estallidos en el corazón.
Esa mañana fue espléndida, ver como tanta personita carismática y linda se detuviera asombrada y demostrara su cariño por el libro que leyeron, impartiendo sus comentarios acerca de ‘La última tarde’ y la cantidad de emociones que suscitaron en sus almas.
Para mí fue una recompensa y me pregunté, ¿Qué habrá sido para Daniela? Pues pensé, con una sonrisa enorme, que ella estaría completamente orgullosa y sumergida en un mar de felicidad. Seguramente saltaría de emoción cuando abriera su correo y viera las fotos y videos que le he enviado acerca de todo lo vivido por escribir una historia acerca de quienes fuimos (o somos).
Claro que luego nos aventuramos (la maestra y yo) en una linda locura visitando cada aula durante un periodo de tiempo en donde recibí un ataque sublime de preguntas dulces, interesantes y curiosas por parte de los alumnos pequeños y más grandes, que detonaron en intriga y suma curiosidad ante un escritor peruano cuya novela los cautivó.
Yo fiel a mi naturaleza espontánea y divertida fui hablando acerca de escribir, publicar, manejar las emociones y atrapar los sentimientos; conté anécdotas propias de cuando tenía vuestra edad y soñaba con ser escritor, hablé sobre algunos amores que van y vienen dejando huellas para escribir, dije que andaba enamorado de la comida mexicana, que mi pasión es el fútbol y mi equipo el Cruz Azul (me obligaron a contestar eso) y que uno debe siempre vivir haciendo lo que le gusta, esa es la idea fundamental de la vida, esfuérzate lo suficiente por tener una vida haciendo lo que te apasiona, al final, siempre adjunto, solo se vive una vez y este es el momento para amar y llenarse de pasión con lo que uno quiere ser.
Los aplausos, besos y abrazos llegaban después junto a un mar de fotos y videos, todos de forma honesta y cándida, a veces queriendo que el tiempo sea eterno y otras veces imaginando que con el pasar de los meses vuelva para seguir viéndolos crecer.
Es así, la vida es un camino con vertientes que te devuelven donde fuiste feliz.
Yo no me imagino haciendo algo diferente, me gusta escribir, disfruto creando historias y atrapando emociones. Soy feliz haciendo lo que amo, vivo con sencillez y buena onda, gozo del tiempo de calidad, de soledad, de amigos y de letras. Solo se vive una vez, vive haciendo lo que amas.
Gracias México, nos divertimos mucho esa mañana.
Pd. En un cuadernito de notas cada alumno fue escribiendo algo muy simpático sobre mí. Es uno de los tesoros más lindos.



jueves, 19 de diciembre de 2019

Calles de la CDMX

- En CDMX andaba siempre en metro, me decían: Bryan, ten cuidado con el metro, cuida tus bolsillos, guarda bien tu celular y billetera y yo respondía: Cariño, no vivo en Finlandia o Luxemburgo. ¡Soy de Lima! Allá te roban hasta con un peine.
Recuerdo que la maestra Lau era más efectiva que el Google Maps, ella guiaba cada uno de mis movimientos porque muchas veces -siempre avisándole- salía en busca de nuevos rumbos. Es allí donde nacen las historias, entonces fui envuelto en situaciones intensas, interesantes, divertidas y sobre todo, inolvidables. Tal como la vez que fui a una estación de trenes, ¿vale decirlo así, no? Y me vi con una lectora que no pudo asistir a la charla en el Rule. Hablamos de todo un poco y también no hablamos nada, me llevó por muchos lugares y fui conociendo otros extremos de la gran ciudad. Debo confesar y no se debió netamente a la suerte, que en ningún momento me sentí desprotegido, pues siempre anduve libre, contento y lleno de buena onda.
Caminaba por las calles como si estuviera a la vuelta de mi casa y saludaba a la gente pasar con un buenos días o buenas tardes, ellos respondían de igual modo y sonreían, todo siempre estuvo chido.
Esa vez fuimos por unos tacos a un mercado, yo estaba con el cabello mojado, hambriento y con los pies cansados, quería sentarme y comer, por eso solo me dedicaba a escuchar cada una de las vivencias que esta persona me iba contando, aquello me resultaba increíble porque creo que las personas tienen algo que contar y otras muchas vivencias y emociones que no son capaces de soltar; pero conmigo las liberan con facilidad. Tal vez sea una especie de don, yo creo que se trata únicamente de empatía.
Me pedí unos tacos de longaniza, se volvieron mis favoritos, luego me gustaron otros y así sucesivamente. Le añadimos una Pepsi y también un líquido raro (no me acuerdo el nombre, si lo saben lo escriben) pero era un agua de algo rojizo que no me gustaba para nada y no puedo ser políticamente correcto, entonces dije que prefería mil veces la Pepsi bien helada; no obstante, también admito que hubo otras aguas extremadamente deliciosas tales como el agua de piña que compraba en las estaciones.
Entre tacos y bebidas se fue pasando el tiempo, ella, tan amable y cálida, me dejó en la misma estación donde nos encontramos, quedamos en vernos pronto, pero no sucedió. A veces es así, a veces yo soy así, a veces ando muy deprisa o simplemente estoy en otro carril; pero jamás olvido y nunca me marcho, por eso estoy para todos. Siempre estoy para todos.
Además, tienen lo mejor de mí: Los libros.
Cuando volvía la maestra me esperaba con los brazos abiertos, como una superiora, como una protectora, con una botella enorme de tequila, unos tacos de longaniza hechos en casa y la música de Luis Miguel en la radio. Entonces comenzábamos a charlar de todo un poco, de lo que hice, de lo que pensábamos hacer mañana, el tour que íbamos a disfrutar, los momentos siguientes y los pasados, acerca de todo lo que podría realizar; pero a veces, porque soy sumamente inesperado, hacia otro tipo de cosas sin razón ni motivo, como aquella vez que repentinamente dije: Hoy me voy a Puebla.
Así, sin pensar, sin meditar, de golpe.
Durante esas conversaciones nocturnas el tiempo pasaba rápido y yo no quería irme (y eso que acababa de llegar) y a su vez sentía que mi viaje sería un racimo gigantesco de historias.
Extraño México, esos momentos locos cuando resolvía simplemente salir de casa e ir a recorrer la ciudad en busca de algo para contar, para escribir, para recordar y reírme mirando el techo en la soledad de un domingo por la tarde o al momento en que el avión subió por los aires y yo ya quería volver a la cabeza de Juárez.


Cosas bonitas y divertidas que uno vive. Y que volverán.


Fin

Usted, me usa y me gusta 1/3

- Me eligió de venganza y celebro su idea.
Desnuda y atada, oyendo mi acento alemán sacudiendo el látigo, en pieles con un tatuaje de avispa recién pintada a la altura de una cadera, con los pezones a puntapié y relucientes, el santo grial palpitando y los pies torciéndose por esa causa. La mirada fija aunque antes anduvo oculta por una corbata de seda de esas que uso en la oficina para impresionar, las manos inertes y una lengua redondeando los labios en señal de apremio y deseo, así se hallaba ella, Mary Ann, mi ex novia.
Como gacela fui acercándome tras darle un golpe de látigo al viento para excitar, luego de besar sus pies y morder los dedos con suavidad. Me coloqué de rodillas para plantar besos en los pezones punzantes y moldear los senos con manos de artesano haciendo que la calentura se eleve y se oigan esos gemidos tan exquisitos que remueven sus extremidades atadas con nudos complejos.
Descendí parando la marcha en el sitio que alguna vez fue llamado favorito y tras una mirada pervertida me sumergí en su intimidad provocando un estallido similar al que dio inicio al universo.
Paré tras el grito deseoso por ser incrustada por el obelisco yaciente y creciente como nunca antes lo había pedido, pues los gritos parecían de desespero, de ganas llenas de ira, de anhelos compuestos por melancolía; y a la vez deseos ahogados en amor, ganas repletas de ausencia y aunque todo lo antes mencionado fue a caer en el olvido al momento de desanudar las piernas y penetrar el cuerpo, me sentí verdugo de una macabra venganza hacia el hombre que la espera en casa echado boca arriba después de cenar y viendo las noticias al tiempo que espera a su prometida. Aquello me llevó a los confines de la lujuria.
— ¡Dime que soy tu rey! ¡Di que soy tu dueño! — le decía con voz feroz al tiempo que penetraba su cuerpo.
—Eres mi rey y mi dueño— decía intercambiando palabras con gemidos.
Me excitaba todavía más.
—Así que Juanito no te tiene al día, eh. Así que ese inepto pija muerta no te satisface— le decía porque por razones extrañas eso me calentaba.
Después aparecía la imagen del tipo en mi cabeza. Alto, gordo, cachetón, con piernas gruesas y ojos pequeños; vestido con una camiseta amarilla y bermuda azul.
Sentía gracia cuando lo pensaba, sonreía y ella me miraba, también sonreía pero seguro que no por lo mismo.
Disfrutaba, gemía y envolvía sus manos en mi cuello para jalarme en dirección a su cuello ya cuando las vigas se habían salido.
—Así que extrañabas estar atada, eh. ¡Solo yo te ato, pendeja! Solo yo tengo esta clase de gustos— le decía con ferocidad y aumentaba la intensidad de la penetración volviéndola rápida y brusca, pues también le daba nalgadas y veía como mi miembro entraba. Me sentía el dueño de su cuerpo, el rey de la situación y el Dios de la atmósfera.
¡Sentía que cada cosa que haría sería como una orden sin restricción!
Tener el poder calienta en demasía.
—Di que eres mi sumisa, ¡Dilo! — le dije finalmente.
Abrió los ojos y con la mirada en mí respondió: Sabes que siempre lo he sido.
Nuestros momentos de antaño cuando éramos una pareja estable y feliz y gozábamos del sexo diario aparecieron en escena, los sucesos grandiosos sobre cuartos de hotel, la cama de mi habitación y la suya, el parque a oscuras, la playa de madrugada y la calle sin cámaras, aglomeraron mi cabeza haciendo que los decibeles de la excitación subieran con frenesí. Entonces le pedí que se ponga de rodillas y abriera la boca tan grande como puede. Realmente no lo dije, solo lo señalé.
Y sintiendo como todo caía en la profundidad con un placer únicamente terrenal me fui desvaneciendo con los ojos cada vez más cerrados para terminar cayendo a su lado.
Una mano convergió con la mía con poca fuerza pero seguí mirando el techo con los ojos achinados sin suponer algo.
—Hace mucho que no me sentía así— la oí decir.
Esbocé una sonrisa todavía viendo el blanco de arriba.
—Gracias. Sabía que contaba contigo—.
Apretó la mano.
Se acercó y dio un beso en la mejilla. Enseguida cogió una toalla y dirigió hacia la ducha cubierta como si no quisiera que la viera desnuda.
—Espero que podamos repetirlo alguna vez, ya sabes, dentro de un par de semanas— dijo sacando la cabeza y cubriendo los senos con la toalla.
—Seguro, me avisas— le dije con una sonrisa.
—Realmente estuvo muy bueno— añadió y dejé de escucharla cuando abrió el grifo.
—Yo soy muy bueno— dije con dosis de soberbia.
Desde adentro gritó: Espero que entiendas que solo se trató de sexo. No quiero dejar a Juancho.
—Claro, preciosa, solo fue sexo— dije con voz baja.
Luego sentí que debía de contribuir con una respuesta, entonces elevé la voz: Dejé los sentimientos en el tintero y vine aquí con pieles.
—Como si no lo hubiera hecho otras miles veces— añadí en voz baja y reí.
Puse mi cabeza sobre las manos y volví a mirar el techo.
— ¿Cómo llegó a ocurrir todo esto? — Pensé.
Eran las tres de la madrugada, yo andaba viendo Vikingos en Netflix, había terminado de fumar un cigarrillo y apagar la laptop para concentrarme de lleno en la serie cuando recibí un mensaje de WhatsApp y enseguida una llamada.
—Hola, ¿Qué haces? —
¿Quién te pregunta eso a las tres de la mañana si no es para ofrecer algo extraño?
—Bien, tranquilo, viendo una serie chévere, ¿y tú, a qué se debe tu llamada a esta hora de la noche? —
—Acabo de pelear con Juan, es un imbécil, otra vez se quedó sin batería y municiones—.
— ¿Municiones? —
—Ya sabes, pastillas—.
— ¿De qué, ah? —
Sabía exactamente a lo que hacía referencia pero quería escucharlo de sus labios, no tengo nada en contra de Juan pero me resulta divertido que eso les ocurra a los novios de mis ex.
—Las llamadas pitufos— dijo con una risita.
—La pastilla azul, el viagra. Bueno, no sabía que mi amigo Juanito fuera de esa comunidad. A mí todavía no me toca y eso que le llevo como cinco años— dije con otra risa.
Mi amigo Ragnar destrozaba a un rey cuando me dijo: ¿No quieres salir a caminar? Necesito distraerme.
¿Caminar? ¿A las tres de la madrugada? Pensé confundido, pero a la vez, pensé incitado: Nadie camina a esa hora. Salvo los fantasmas.
Confieso (y espero que no resulte raro; aunque todo este relato ya es extraño) que me puse muy caliente cuando vi a Lagertha. Esa mujer me pone en fa.
A veces le hago pausa a la serie solo para contemplarla.
Soy un pervertido, ya lo saben todos.
Volviendo a la llamada: Accedí a salir a caminar.
Conozco a Mary Ann, estuvimos juntos seis u ocho meses, un tiempo relativamente corto cuando tienes más de treinta pero lindo y sublime cuando eres adolescente.
Nosotros estuvimos hace algunos años, fuimos los amigos que se volvieron novios y entonces no hubo tanto rollo en conocernos, solo había que conocernos sobre la cama y eso fue delicioso porque a pesar que al inicio se rehusaba a ser atada luego terminé convenciéndola y a ella gustándole.
Soy así, manipulo a todos.
Salí con cigarrillos, la encontré en medio del parque, caminamos juntos mientras fumábamos y contestando a preguntas banales, tales como, ¿Qué andabas haciendo? Y demás. La dirección del andar nos condujo a un hotel cercano, pero previo a esa inminente llegada -o casualidad del camino- nos detuvimos en una esquina para besarnos.
Siempre pasa que cada vez que alguien ve a una ex dan ganas de comerla a besos, de repente porque se vuelven guapas con el tiempo o quizá, y es la teoría de un tercero, porque sientes que todavía puedes tenerla.
Nos besamos porque ella estaba caliente ya que el buen Juanito la llevaba muerta y yo andaba muy lujurioso por ver a la vikinga.
Ambos coincidimos y fuimos al hotel.
Así fácil, sin cortejos ni habladuría, ambos sabíamos lo que queríamos. Ella me había llamado especialmente a mí porque sabía que andaba despierto y porque mi obelisco es inagotable (iba a decir infinito, pero no sonaba divertido).
De ahí en adelante todo la aventura sexual que ya he intentado contar, pues acabo de llegar a casa y he querido contar la anécdota.
Sí que ha sido una noche intensa. Recuerdo que salió del baño y lo volvimos a hacer, una y otras tres veces, creo que cuatro, terminé agotado, el señor del hotel tocaba la puerta exigiendo tiempo, le dije que lo rentaríamos medio tiempo más y se fue, volvimos a fundir las pieles, ya sin ataduras, solo pieles y sudor, luz de día y lluvia del grifo de la ducha, todo en un sentido magno y rico hasta terminar extasiados.
Recuerdo que salimos separados, ella por un lado y yo por otro lado, antes de irnos, nuevamente me dijo: Hay que hacerlo de nuevo en un tiempo.
Asentí con la cabeza y me vine para la casa.
Ya he desayunado y me siento realmente satisfecho. Comí huevos revueltos con café bien cargado.
Estamos todos locos y a veces el mundo gira de cabeza; pero lo disfrutamos, ¿verdad? Pienso al tiempo que me recuesto sobre la cama para dormir todo lo que no pude durante la noche.

Y de repente, un mensaje al whatsApp: ¿Y si nos vemos en unos días?



Continuará…