Mi nuevo libro

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lunes, 18 de noviembre de 2019

Una fotografía en Gualeguay

- No hubo curiosos, ni entes andantes por las calles, solo nosotros y la soledad de un sitio lleno de paz, una cuestión extraña para mi vida diaria, porque suelo vivir en abundante edificio y gente saliendo y caminando con prisa sin saber realmente para donde se dirigen.
En Gualeguay ese efecto queda inerte, puesto que únicamente nosotros somos los dueños de las calles; aunque cuando hice la pregunta acerca de la falta de personas, ella hizo el mención al día y la hora, entonces pensé que tal vez en otra ocasión vería habitantes. Cosa curiosa que un lunes por la mañana no viera a nadie, a diferencia de mi país, en donde aparece una estampida cada mañana.
Olvidando a terceros, logramos avanzar un cierto camino, nos detuvimos en una catedral y como armados con esas ganas tremendas por tenernos cerca, nos abrazamos fuertemente dejando que una instantánea nos inmortalizara para el mundo; aunque, en definitiva, la imagen mental de estar abrazados y bien pegados teniendo su aroma en mis entrañas y no solo en la piel iría a quedarse en mi más allá de la mortalidad humana, pues imagino que en cientos de millones de años todavía tendrán en recuerdos y hechos literarios las memorias de ese abrazo que intento ahora y voy a recrear otras muchas veces y ocasiones en relatos y textos grandes o minúsculos como cortos que van directamente a los ojos en un encuentro efímero o también esos monumentales libros que describen encuentros mágicos de novios de otros países, por ello el legado y la historia, por eso, la inmortalidad de nosotros.
Pregunta inevitable se interpone en mi cabeza, ¿es posible nunca morir? Claro que lo es, ama con locura y desenfreno, pasión y delirio, satisfacción completa y vas a caer en letras. Entonces serás inmortal.
Lo supimos en ese abrazo cerca de la catedral, en ese lapso de tiempo que pareció o fue eterno, nuestras pieles juntas, los aromas y los latidos confundiéndose, ¿Cómo puedes describir tanto a un abrazo? No es mi capacidad de escritor ni mi facilidad para las letras, es solo abrir el recuerdo y mostrarlo, volverlo físico, atraerlo y atraparlo aquí, por eso escribo ese abrazo frente a la iglesia y el momento de una foto con una sonrisa que queda en mis redes y la memoria y el mundo, pero ese sentir del momento en que nos cobijamos mutuamente y sentimos que logramos tenernos, ese instante únicamente nuestro valdrá la pena, puesto que inicia así, la historia de nuestra existencia.
Todavía tengo su aroma en mi mente, impregnado en la piel, en un recipiente dentro de la alma, en los confines de mi corazón y cada vez que puedo, porque debo concentrarme, logro liberar ese aroma exquisito y sabiendo que produce sensaciones optimistas y mágicas en mi ser. ¿Cómo eres capaz de recrear tanto placer en mi vida, preciosa? Pues solo tu aroma me deleita de esa manera, tu cabello precioso soltando espasmos de cariño bañado en fragancia perfecta de un sabor incomparable que yace en mis sentidos clavados por siempre. Pues, amarte y el te amo se dijeron en ese abrazo, en ese tacto primordial, en ese instante en que nos abrazamos como dos enamorados de la vida y de nosotros que supieron y saben cómo ser felices con tan poco.
Que fácil se nos hace ser felices, preciosa.
Tras la foto y el abrazo o el abrazo y la foto, con su suave mentón en mi hombro y mi mano enroscando su cadera, tan cerca como nunca antes, tan juntos como jamás se estuvimos y a la vez tan alegres y enamorados como nadie ni en cuentos, seguimos el trayecto como dos enamorados en una ciudad preciosa y desolada que únicamente se mostraba junto al sol y el camino para nosotros dos. Y sí, sabíamos cómo disfrutarla.



domingo, 17 de noviembre de 2019

Carta # 100


- Yo pensé conocer el amor y sus designios, imaginar cómo podría ser y trasladarlo a mi literatura; pero cuando te conocí me di cuenta que andaba totalmente equivocado, pues todo lo sublime y precioso que pudo caber en mi mente era tan solo una brevedad comparado con todo lo que inundas diariamente en mi vida; es decir, la totalidad y complejidad de todo lo que produces en mi es tal cual un infinito universo de situaciones bellas, sublimes, desbordantes, divinas y preciosas que únicamente soy capaz de sentir por ti y para ti. Eso me vuelve un hombre afortunado.
La calidad de tus mejillas suaves en tiempos sobre el sofá con la tele encendida sin saber que ocurre, los besos que enseguida de funden en un plano pasional intenso y exquisito que no une y aprieta condenando a los cuerpos a querer fusionarse en el lugar idóneo, sea cual sea, porque estamos destinados a quemarnos juntos con el deseo que tenemos y lo logramos de inmediato porque no nos mira nadie, solo somos dos cuerpos y almas juntas en una habitación blanca y larga en donde estoy feliz de tenerte; la delicadeza del cabello claro y ciertamente ruloso que brota un olor a vainilla vanidoso que me gusta y enciende, que disfruto tener cerca y asimilar como mío, como si fuera una parte de mi existencia, porque en sí, eres parte de mi vida y tantas veces te vuelves el núcleo de la misma como esos amores que se encuentran y jamás se van. El tacto dócil de tus manos juntas con las mías y sabiendo que a veces que las distancias o el tiempo nos separen físicamente siempre habrá una oportunidad de tenernos nuevamente juntos como esos designios predestinados ante únicamente amores capaces de soportar noches alejados imaginando durante ese nocturno lapso que estaremos juntos otra vez y una de esas veces podría ser el ansiado por siempre.
Los labios dulces como mieles y sedosos como adictivos, listos para ser besados y mordidos como lo haría de igual modo con tu cuello y cada fibra de tu cuerpo, cada partitura de tu ser, cada momento finito de tu exacta figura que se amolda ante mis labios que dibujan tu ser sobre la cama que compartimos ante la luna que nos vigila y encerrados en un contexto netamente propio y sólido que tenemos y gozamos haciéndolo simplemente inmortal.
A veces cuando te veo me dan ganas de pedirte la eternidad, arrodillarme y decirte que te amo con todo mi ser y que eres la persona ideal para reinar conmigo en este planeta; pero siempre termino por darte un abrazo o un beso y sentir que quiero permanecer haciendo lo mismo todo el tiempo necesario sin otra validez más que nosotros. Que palabra, ¿no? Nosotros, suena tan fuerte y a la vez tan frágil, se ve tan dulce y a la vez tan poderoso, me encanta que seamos nosotros, que nuestros nombres no se revelen en este relato, porque somos nosotros, una unión, un conjunto, una sociedad, un alma y un corazón que late y se confunde, razones de ser y motivos de estar, somos lo mejor que nuestra existencia nos permite y estamos aquí y ahora para apoyarnos y sumar el tiempo que queramos, espero, la eternidad misma.
Sin embargo y con respecto a lo antes mencionado, hoy no habrá palabras en frente, tampoco abrazos y besos, pero mucha literatura, letras que son sentimientos y palabras que son emociones, artefactos que uso para enamorarte y decirte cuanto te amo… Porque amarte es una rutina diaria, una creación momentánea, certeza y grandiosa que nace con el alba y se queda hasta el día final de los días finales, puesto que no tengo idea de cuándo podría ser y eso me impulsa a seguir amándote con toda la existencia que me precede y la sabiduría que llevo, amarte es un don diario, motivo de consideración, una amalgama ideal entre todos mis sentidos, amarte es mi constante inspiración, las razones por las cuales estoy sonriendo y tu amor me envuelve en su dulzura y ternura, en sus pasiones y sus noches, en sus letras y sus voces y tu amor me concentra en lo que soy y me guía para seguir siendo el mejor tipo que esperas siempre que sea.
Quiero contar al mundo con palabras exactas que me he enamorado de ti, que te amo y anhelo en mi cama, entre mis edredones, con mis almohadas, con una de mis camisas y los senos libres, sonriente y preciosa, despeinada, placentera, llena de vida y vitalidad, bella por todos los lugares y exacta para mis abrazos y besos, encantada de tenerme cerca y yo feliz de colocar mis entrañas en tus partituras. Te amo, preciosa. ¿Seguimos haciendo algo increíble? Pues, nosotros.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Escribir (para escribir)

- A veces a los escritores se nos complica escribir, pero no por el hecho de no tener una historia, sino por cómo contarla.
Yo siempre digo que hay miles de millones de maneras cómo escribir una historia y que cada quien como huella digital tiene el poder de escribirla a su modo; sin embargo, a pesar de todo lo fácil que suena, a veces, escribir es realmente complicado.
Por eso, no pidan que regalemos libros.

Lejos de eso, a pesar que publicar sea ciertamente un negocio, uno lindo y colorido, pero negocio al fin, es también un invento, un acto de innovación hacia el mundo y un reto diario, ese de andar construyendo un mundo paralelo a los cientos de miles que existen y trasladar a los lectores hacia ese sitio.
Es maravilloso cuando das el punto final, pero, ¿Qué tan complicado es el trazo inicial?

Escribir a veces es difícil y no por las ideas, sino por el tiempo, la paciencia, la dedicación y perseverancia, yo mismo que adapto mi vida para escribir en paz tengo problemas de concentración. Por eso resuelvo apagar la tecnología, a excepción de la computadora y trabajar soltando la inspiración.
En la actualidad mi objetivo es dedicarle un par de horas, un tiempo sólido y básico, como si fuera una novia, a quien ves, compartes y luego te vas a casa y sigues pensando en ella, escribir es igual, aunque las escenas no sean físicas; pero todo el tiempo la tienes en la mente.

También veo el asunto de escribir y publicar como una cuestión elemental de la personalidad propia que tengo y si por ahí tengo suerte y logro ser publicado y llego a vender por fortuna, podría sentirme, no completo, pero ligeramente satisfecho por los bienes materiales que llegan; no obstante, para escribir a plenitud hay que olvidarse de todo y concentrarse en la musa y la escritura.

No escribas para ser millonario o hagan películas con tu libro, es notable y genial que ocurra (genera ganancias y a todos nos encanta eso) pero no ignoremos nunca lo primordial.
No perdamos el rumbo y la humildad.

Olvida todo ese rollo de publicar, vender y salir en librerías.
No va a suceder de la noche a la mañana, primero la historia y luego vemos si hay suerte. Y si no, mantengamos el mismo plan: Escribir por pasión.

Escribir para dejar algo al mundo.

Fin

El anillo maldito


- Hoy me llamó una chica de dulce voz. Señor Barreto, ¿Vendrá mañana para su cita en la joyería? Recordé; pero le dije: Lo siento, señorita. Va a ser para otra oportunidad.
Esa conversación me trasladó a una situación muy particular y como estoy malhumorado quiero reírme mientras escribo.
Un tipo me trajo un anillo de oro para que le prestara dinero. Con el paso del tiempo y como era de esperarse, este sujeto no volvió por el anillo y yo pensé que saldría ganando porque el dinero fue mucho menor al precio de la joya según Mercado libre.
Tuve una novia, cumplíamos un año juntos, estábamos en mi habitación, yo me colocaba un suéter y ella descolgaba el suyo del colgador del closet cuando de repente, tras un movimiento, el anillo que estaba oculto en una de mis casacas, cayó al suelo.
Ella me vio, sus ojos brillaron, se llevó las manos al rostro en un acto de suma sorpresa y cogió el anillo para preguntar lo supuestamente obvio, ¿Es para mí? ¿Quieres que nos casemos? Qué lindo, amor, seguro ibas a dármelo en el restaurante. Perdona que haya arruinado la sorpresa del año; pero, si, si, acepto, acepto.
Yo estaba paralizado. ¿Qué rayos hago? Pensaba con mi rostro sin gestos.
Este… Le quité el anillo de las manos. Es el anillo de mi hermano, va a dárselo a su chica. Me dijo que lo guardara.
Se le fue la cara de asombro y la ocupó la tristeza. Además, también se le fueron las ganas de salir e ir a comer. Antes de irse, porque quiso irse de mi casa, me dijo: Tu hermano tiene mucho menos tiempo que nosotros y ya se quiere quedar con ella toda la vida. Tú no quieres lo mismo, me dio la espalda y se fue. Ella tendría sus diecinueve años y para ser franco; aunque resulta cruel, fue gracioso que actuara de ese modo. Yo no pensé que terminaría la relación un par de días después.
El anillo estuvo guardado un tiempo importante hasta que un amigo cercano me preguntó de casualidad, ¿No tendrás algo para regalarle a mi flaca? Yo le dije, tengo un anillo de oro. De inmediato vino a mi casa, se enamoró del anillo y como no tenía efectivo me dio unos lentes Arnette. Claro que le conté la anécdota del anillo con la ex y nos echamos a reír.
Al cabo de una semana, en una maldita borrachera en el sur, los lentes cayeron al suelo y fueron casualmente pisoteados. Curiosamente, días después, este amigo me vino a buscar. Estaba furioso y la vez riéndose, como quien dice: Si que me la hiciste, eh.
Tras recibirlo, me dijo con esa mezcla de enojo y gracia que tanto lo caracteriza: Bryan, te pasaste de rata. Mi flaca me tiró el anillo en la cara. ¿Por qué? Quise saber desesperado. ¡Es fantasía! Me dijo.
Fue uno de esos momentos en los que eres, simplemente, el tipo más feliz del universo.
Se me acaba de ir el mal humor, que gracioso es recordar esta clase de anécdotas.
Me devolvió el anillo; pero no pude darle los lentes. Le dije que cuando consiga algunos le daría uno.
El anillo estuvo otro tiempo en mi casaca hasta que mi ex, una chica muy posesiva, rebuscando mis cosas, logró encontrarlo. Yo pensé que diría, ¿Es para mí? Se lo quedaría y fin del asunto. Pero, me dijo: ¿Para quién mierda es esto? ¡Si tú nunca le has comprado un anillo a ninguna de tus mujeres! Yo estaba con ganas de joder, había fumado un porro y quería molestarla, por eso le dije con naturalidad: Era para Claudia, iba a dárselo antes de su viaje.
Ella odiaba a Claudia y Claudia la odiaba, entonces, cogió el anillo y me lo tiró directo al ojo diciendo: Dale pues, ve a Londres y busca a esa pituca hueca.
Recuerdo que tuve que levantarme e ir al baño a lavarme el rostro. Cuando volvi tenía su cara de inocente pidiendo disculpas. Es solo un anillo que me empeñaron hace años, le dije y se tranquilizó; aunque en un momento me hizo una pregunta extraña, ¿Todavía piensas en ella? Yo me empecé a reír, no sé si por la hierba o porque fue una pregunta estúpida.
Con el tiempo, el anillo siguió en el mismo lugar de siempre, hasta que hace poco, en un acto sumamente particular, el mismo tipo que me empeñó la disque joya, volvió. Se lo di tal cual, con el dinero adquirí unos lentes para vender, tuve que darle unos al chico del anillo, que todos los días jodía, otros para mí y le vendí uno a mi ex.
Que historia tan graciosa. Un anillo que pasó por algunas aventuras.


Fin

lunes, 11 de noviembre de 2019

Un lugar llamado Gualeguay.


- Una vez tuve un sueño: me vi sentado en la banca donde sacó la fotografía que muestra el nombre de la ciudad que habita.
Pasaba tiempo, a veces en silencio y otras veces expresando, deleitándome con historias imaginarias y supuestas; aunque muy arraigadas a la realidad, en donde iba y me encontraba con ella en un abrazo imposible de separar y tras sonrisas con risas nerviosas y de alegría fácil íbamos a deambular por los confines de una ciudad, lejana para mis pies, pero muy cercana para la mente, terminando o pausando el recorrido en un jardín enorme y tal vez infinito si la ficción se suma en donde compartíamos el mate, la sonrisa, la alegría, el amor y también el atardecer.

Un lugar llamado Gualeguay.

Allí estaba, abriendo los ojos en un departamento rentado de la calle San Lorenzo 431, cerca de una plaza, la principal, la plaza Constitución según me dijo una vecina y aseguró con voz melódica en un audio de WhatsApp, la chica que todavía no se asoma a mi historia, pero deambula en cada instante mientras escribo.
Recuerdo con claridad su frase final poco antes de ese encuentro de ensueño, uno que no iba a desaparecer a pesar de las constantes idas y venidas de un romance virtual que dejó de ser llamado así desde que empezamos a sentir.  
¿Cómo son capaces de sentir dos personas si nunca han cruzado una mirada? Pues, yo diría que se trata de una virtud, una dualidad única, específica y sobre todo mágica, dos entes de ciudades distintas que se enamoran hablando y tan solo viéndose en fotografías, es así como nace el amor real, puesto que solo muestran poco de lo que son y aún así enamoran. Hay casos donde la gente muestra demasiado y solo desencanta. Es que hay quienes enamoran con facilidad como destinados a estar juntos, valga una redundancia muy romántica y cercana a la cursilería, que dicta que el destino no une lo que ya está unido, solo se encarga de revelarlo.
Una ducha de agua tibia que caía como manantial, la tele encendida en el canal deportes para no perder la costumbre, el atuendo de siempre, sobrio y ciertamente oscuro, gafas de sol y un peinado tal cual en las fotos para que me reconozca. Salí de casa, porque me gusta llamar así a los lugares adónde voy y el camino a la plaza, en donde ella ya estaba sentada, -esto lo supe porque envió un mensaje al momento en que iba acomodando la correa al pantalón- y después llegó otro: Ya estoy aquí. Y en ese momento, fiel a mi estilo de llegar tarde como todo buen peruano, recién iba saliendo de casa.
Y el camino a la plaza… Fue una especie de fantasía, pues, yo andaba nervioso y emocionado, feliz y brincando por dentro, aunque podía haberlo hecho en las calles desoladas porque las almas estaban guardadas debido a que el lunes a esa hora de la mañana los agentes que yacen en las casas aledañas se hallan escondidos en sus trabajos u ocultos en casas, pero no en calles, nadie en las intersecciones, nadie, solo yo, mi mente, mi fantasía de sentirme andando en nubes y mi emoción por estar cerca éramos errantes y cada vez cercanos.
Pero no tan lejos de ese sentir personal, yo pensaba, ya casi antes de llegar, en ¿Cómo se puede sentir ella? Fue demasiado tarde cuando empecé a maquinar esas emociones y sentimientos, ya estaba cruzando la última esquina y viendo la plaza totalmente desolada pero sin sentir ningún tipo de preocupación o ausencia voluntaria, puesto que sabía consciente y muy seguro que ella estaría sentada en alguna parte.
Un lugar en el que podía observarlo todo, incluso, mi caminar perdido o en búsqueda, mi silueta a lo lejos, mi forma de moverme, el cabello sujeto en moño, el atuendo oscuro, las gafas y todo… Ella podía verlo desde su posición y según dijo, alzaba las manos para contemplarla como si estuviéramos lejanos, como una embarcación que encuentra náufragos, pero quienes eran quienes, tal vez ambos éramos embarcaciones que nos encontramos en altamar o tal vez dos náufragos que hallan juntos una isla de paz. De cualquier manera o analogía, nos vimos pero no supimos que lo hicimos, es decir; yo la vi, ella me vio y nos acercamos mutuamente, claro que ella únicamente se levantó sabiendo que venía y yo contuve los latidos sabiendo que me acercaba.
La vi y pensé con rapidez: Es más hermosa que en fotos. Los ojos grandes y marrones como dos lunas a lo lejos, la nariz exacta y unos labios tentadores que sonrieron por nerviosismo y también por alegría, un aroma cálido y el cabello castaño y suelto cayendo detrás a la altura de su media espalda, vestida de negro con un jeans clásico y unos zapatos grandes que la hacían ver como una muñeca bien estructurada y vestida de tal modo para una cita con el hombre que dicta amar en mensajes instantáneos y alguna que otra video llamada en diferentes sitios de su casa.
El amor surgió, no de forma repentina, sino como un acorde mutuo, como si ambos fuésemos pianistas y tocáramos las partituras correctas de una historia grandiosa y con sentidos divinos.
Lamento si presumo, puesto que este romance resulta estupendo, yo no voy a decir que hubo desgaste o rutina, quiero contar una vivencia real y pienso que la realidad también puede ser bella.
Nuestro amor nació de una forma linda, fuimos constructores de este romance, de la historia que vivimos y de lo que sentimos porque nos llenamos de nosotros con acciones loables y sublimes, palabras sacadas de contextos que creímos e imaginamos, cuentos sobre encuentros y gustos simples que ocurren durante el día a día y que se vuelven mágicos porque el encanto se halla en lo de siempre.
Y allí estaba ella, Alicia con el mismo apellido, preciosa desde que cada lado que fui observándola, divina como sacada de una realidad celestial, con una melena brillosa y sedosa, una sonrisa honesta y los ojos más grandes y bellos que un humano haya visto alguna vez.
Nos abrazamos en un saludo y sentimos como el mundo paraba, como los acordes de la historia que escribimos y compusimos sonaran con más vigorosidad ante un público expectante. Afirmo que en ese momento sentimos que el amor que nos tenemos se expandió como el universo tras su inicio.
Glorioso y sublime, podrían ser los adjetivos puntuales. Yo quiero agregar más y me atrevo a decir que fue maravilloso y mágico, aunque sí quiero terminar esta descripción, voy a encerrarlo todo con un: Fue perfecto.
¿Sabes por qué?
Porque enseguida nos acercamos y le dije: Ven aquí, preciosa -cogí su mano en ese instante- y añadí: Y bésame.
Cuando nos besamos con delicadeza, una pasión que nos unió con frenesí silencioso y la atmósfera llamada amor nos encerró, el adjetivo perfecto podría quedar corto, pero ante los humanos y las letras, lo define bien.
Y al rato ya andábamos por los confines de la plaza, cerca al lugar donde estaba escrito Gualeguay y sujetos de la mano como dos enamorados.


viernes, 13 de septiembre de 2019

La cita a ciegas

- La Internet es un nuevo continente, uno lleno de puentes invisibles que une gente de otras fronteras a veces para bien y otras veces para verse involucradas en una situación vergonzosa con cierta dosis de humor negro.
La siguiente historia recrea un suceso en particular que le ocurrió a mi estimado amigo Kevin, a quien resolví no cambiar el nombre para soltar risas tras cada párrafo que escriba.
Kevin es un chico tímido, físicamente apuesto aunque un poco bajito, utiliza gel para acomodarse el cabello como tiburón y acostumbra llevar zapatillas de astronauta, algunos piensan que lo hace para verse más alto.
Le gusta pasar tiempo en el cyber al frente de su casa en donde se gasta el vuelto de la gaseosa jugando y chateando, a veces conversando con personas de un chat y en otras ocasiones, cuando esos cibernautas no responden, dispara a zombis hambrientos junto a otro conato de amigos intangibles.
Siempre le gustó entablar conversaciones vía chat debido a que su notable timidez que conlleva a una grave tartamudez le impide socializar con facilidad, esto produce su aislamiento del grupo donde muchas veces quise involucrarlo, pues jugábamos pelota y luego íbamos a beber unas cervezas para charlar de un sinfín de temas en común; pero Kevin no se sentía parte de ese núcleo de peloteros y bebedores que solo piensan en chicas y fútbol.
Él, arquero en actividad, a pesar de sus condiciones físicas aunque teniendo buena destreza para los cuatro palos mismo Jorge Campos, se defiende y desenvuelve mil veces mejor tras una pantalla, pues es allí donde su ser renace y conversa al tiempo que teclea con rapidez con una gama de chicas que cuando responden logran que pierda en el juego contra zombies y cuando no están en línea, las espera aniquilando come cerebros por largas horas sentado en una silla de cuatro patas pero sin espaldar, oculto en una cortina y teniendo como vecinos a otros extraños sujetos que únicamente van a las cabinas a jugar y otras veces, más comunes que raras, a ver pornografía.
No estoy seguro si el segundo caso era de él, conozco los dos primeros por parte suya, pues más de una vez me contó que estuvo a punto de conciliar un encuentro con una bella mujer que conoció por el chat pero que lastimosamente no se pudo por falta de comunicación.
Ocurre lo siguiente: Conversan durante un par de semanas, se relacionan bien con pláticas interesantes y llamativas, intercambian teléfonos de casa y acuerdan una salida.
Kevin lo contaba seguro y sin reproches como alguien que se abre ante un solo amigo y nunca ante un grupo por temor a ser juzgado o quizá, por su padecer, a ser objeto de burla.
Yo soy un amigo que te escucha y nunca te juzga, lo sabe bien, debido a ello me tuvo mucha confianza, entonces me fue contando aquellos sucesos que estuvieron a punto de aterrizar. Resulta entonces que con esta chica no llegaron a conversar por teléfono por causa de un mal número o uno extra en el conjunto de dígitos. Algo que cualquiera hubiera visto como una burla por parte de quien lo otorga, pero Kevin lo veía como un error humano, como si únicamente hubiera sido algo casual y no un error forzado por parte de ella.
Yo no quise dar mis opiniones, me reservaba a escuchar y agitar la mandíbula en señal de aceptación.
El deseaba que entrara en el mundo de las citas por chat, pero nunca me pareció interesante, tal vez temía encontrarme con alguna lunática o quizá, me podría pasar lo de Kevin, el hecho de recibir números falsos a cada instante.
Sin embargo, de repente por persistencia o simplemente por un concilio entre dos partes que se conocen y se tienen confianza, puesto que a veces las redes sirven para afianzar lazos entre personas, llegó el momento de sentenciar una cita.
Paula Camila Rodríguez Vildoso, era la muchacha con quien el buen Kevin venía hablando, ya por teléfono, durante algún tiempo atrás y un junte que tuvimos por mera casualidad en un supermercado, me contó los hechos en resumen y de forma pausada para entenderlo mejor.
Me pidió un consejo, le dije que tuviera cuidado y llevara condones por si el asunto se vuelve intenso. Sonrió como bobo creyendo que no llegaría tan lejos, insistí como buen camarada porque a veces lo que menos crees es lo que ocurre.
No sabía que esa frase cobraría sentido de forma grotesca pasada la media tarde.
Me sorprendió para bien la casualidad de encontrarnos justamente el mismo día de su cita, tal era la razón de su fulgor y su gran emoción de ese momento; su atuendo casual con zapatillas de astronauta que no concordaban pero yo no podía ir más allá con los consejos, el gel para mantener el look estático y la sonrisa de un tipo ingenio pero lindo lo hacían verse espléndido ante la mirada de su amigo, que compraba fresas para un jugo y tal vez lo envidiaba de forma sana, pues Kevin cogería y yo estaría viendo películas en cable.
De alguna manera, cuando un colega tiene sexo, lo tenemos todos.
Esa expresión se me acaba de ocurrir.
Kevin detuvo un bus azul en una esquina donde hay una señal de paradero prohibido pero igual los buses se detienen y los cobradores llaman a la gente porque estamos en una ciudad donde a todos les vale madre todo.
Subió feliz pensando que debía de llevar flores, pero que tal vez podría ser muy evidente o forzado, tal vez presuroso. Entonces se colocó los audífonos para oír a su grupo preferido ‘El cuarteto de nos’ y asumió la responsabilidad de todo lo que vendría pues tras pagar el pasaje diciendo: Avenida Larco.
El trayecto suele durar entre media hora o cuarenta minutos, la cita era a las 6pm y el salía a las 4pm con mucha anticipación debido a su afán por querer ser puntual, arreglarse el cabello en el espejo, dar unas vueltas para observar las opciones de donde ir y visualizar algunas calles o pasajes solitarios para poder intentar plantar un beso en su cita.
Algo que tal vez no estaba pensando y estoy alucinando pero quiero meterme en su cabeza e imaginar que Kevin se volvió un tipo pícaro al saber que el tiempo de charla vía telefónica le había otorgado un plus bien bonito llamado confianza.
Al llegar a la Avenida Larco que suele estar colmada de gente y tiendas de toda índole resolvió caminar hacia Larcomar, lugar de encuentro al ser un clásico centro comercial ligeramente romántico por la noche donde las parejas van a pasear y besuquearse y luego se adentran en hoteles cercanos o únicamente vuelven a sus hogares.
Lo primero que hizo fue ingresar a los servicios higiénicos para lavarse el rostro, acomodarse el cabello, mirarse e intentar sentirse guapo, pues le había enviado una foto editada por Paint y había obtenido como respuesta un ‘te ves muy guapo’ y sentía que eso bastaba para ignorar el tremendo grano que yacía su nariz.
Ella no se quedó atrás y también le mandó una fotografía de rostro en donde miraba a la cámara con una sonrisa de oreja y los cabellos lacios y castaños cayendo por los hombros en una faceta tierna y bonita. Además de su personalidad graciosa y llena de ternura, a Kevin le gustaba la idea de probar suerte entablando, al fin, una relación amorosa.
Esto último no me lo había dicho, pero yo pude intuirlo con facilidad. Un tipo como Kevin siempre busca la estabilidad en una relación porque las citas no le caen como gotas de lluvia. Es decir, chapa lo que hay.
Se dio tiempo para liberar a la orca, puesto que el nerviosismo en el que se vio envuelto le propinó una patada en el estómago y por ende sitio en el trono.
Sucede, eso sucede.
Tras permanecer treinta minutos en el baño, nuestro amigo Kevin salió para dar una vuelta de rutina poco antes de su inevitable y fabuloso encuentro con la muchacha que conoció por la Internet.
Subiendo las escaleras con dirección a los exteriores recibió un mensaje: Chico guapo, ya estoy en la pileta.
Se sintió afortunado, primera cita y la chica le dice guapo; primer encuentro y se siente en confianza, puesto que los adjetivos ayudan; sin embargo, olvidó mis consejos. Sí, ese mismo, el de los condones.
Digo aquello porque en la pileta, el lugar donde quedaron en verse, se hallaba una mujer espectacular, una figura monumental sacada de revistas y de películas que los cibernautas que se esconden en cabinas observan atentos y paranoicos, una mujer con un perfil como montañas gemelas, un trasero en forma de corazón y los labios sensuales, los cuales cayeron en sus mejillas suaves tras un rápido: Hola, que gusto conocerte, Kevinsito.
El saludo y el abrazo fueron dulces y sublimes, el nombre, Paula Camila no caía con tal monumento, si se llamase Gloria, podía creerse, puesto que la muchacha no era una niña como sugirió la foto, sino una mujer de verdad, desarrollada por completo y con los atributos donde deberían estar.
Esto no sorprendió a mi amigo, al contrario, lo llevó a un elíxir diferente, a un plano distinto en donde algo llamado calentura fue tomando forma en su interior junto a esas nociones sublimes del beso en la banca o el tomar helados, aunque el tomar helados fue siendo reemplazando por un mejor voy al hotel de una vez.
Sin embargo, no nos adelantemos. Vayamos describiendo el encuentro escena por escena.
Se saludaron, vieron a los ojos después de semanas viendo la pantalla y las letras, tuvieron un contacto sencillo y mágico de esos que ocurren en novelas o libros, hicieron preguntas casuales sobre estados de ánimo, lo cual conllevó a los relatos acerca de cómo llegaron y el tiempo que llevan chateando. A esto le sumaron las típicas preguntas sobre el trabajo, oficio o estudio que actualmente cursan o llevan, seguido de un sequito de pensamientos disque filosóficos sobre la vida y la gente, un par de chistes y verse las caras en la cola de la heladería. Con los conos caminaron hasta un parque, se acomodaron en una banca y se miraron fijamente a los ojos como dos bobos enamorados, en este punto de la historia me detengo para decir que fue el primer beso de nuestro complejo y dulce amigo Kevin, quien aprendió a besar con una manzana y al fin tenía en frente a una dama exquisita a quien besaba con pasión al estilo francés y quien a su vez quería que esos besos siguieran un rumbo frenético pero no en la banca aunque hubiera sido genial en el parque, entonces, al ser una mujer decidida y mayor, sabiendo que Kevin era un tanto tímido pero luchaba por sentir confianza, resolvió, de golpe, de lleno, decir: ¿Vamos a un lugar donde podamos estar nosotros solos?
Kevin no esperaba dicha proposición de tan magnífica mujer cuyo físico lo estaba alterando por completo y peor aún con besos franceses que le hacían revivir al dormido lázaro.
Dice que en ese momento pensó en mí y maldijo para sus adentros: ¡La concha… de la lora! ¿Dónde están los malditos condones?
Yo le dije, pienso ahora.
Accedió con tartamudez produciendo la simpática risa de la damisela, quien le pidió calma y confianza, pues ella no iba a comerlo. Tan solo deseaba un poco de espacio privado, debido a que en ese momento la muchedumbre se aglomeraba.
Todo eso resulta meramente una mentira, ella quería coger, cualquiera que fuera hombre lo sabría, incluyendo al intrépido Kevin, quien la cogió de la mano en un acto varonil y caballeresco y caminaron juntos hacia tomar un taxi con dirección conocida: Avenida Benavides 666 – Hotel ‘El Escondite’.
Llegaron a un hotel, se adentraron como una pareja cualquiera, como dos tipos que quieren coger un rato, como un par de novios calientes, como dos sujetos lujuriosos. Kevin creía que su ansiedad y nerviosismo eran inmutables pero la mano le andaba sudando a chorros y esto ocasionaba el fastidio ligero de Camila, que debía de zafar y secarse con su blue jeans.
Raro ese asunto de sudar tanto, pienso. Supuse entonces que entrarían al cuarto y se aventurarían en una ducha para refrescar el cuerpo y calmar las ansias, porque las ansias no logran buenas erecciones y si la logran acaban con rapidez tras un chispazo.
Kevin no trabajaba, su madre le había pagado el curso de chef en un instituto de cuarta, Camila laburaba como encuestadora en un Call Center y pagó el cuarto con una tarjeta de crédito y le dio una sonrisa para que se tuviera confianza. ¿No saben lo importante que es tener confianza? Pues te da seguridad y eso excita.
Una vez adentro evitaron la ducha, ella estaba muy caliente y comenzó a darle besos a su hombre, a su macho, a su cuerpo desnutrido y baja estatura sin zapatillas; pero de igual modo lo deseaba sobre la cama para saciar toda necesidad de mujer vigorosa que no cogía con un mortal hace décadas.
Vaya a imaginar Kevin lo que estaba a punto de ocurrir frente a su gran nariz, cuando la señorita se paró una vez teniéndolo en cama con los pantalones abajo, para ella desnudarse voluntariamente y hacerlo prisionero de su humanidad, tras haber apagado la luz intencionalmente aprovechando la timidez del fulano, o en este caso, testigo, aunque me gustaría decir, víctima (solo porque es divertido) y dejando caer sus vestigios de ropa superior, para otorgar, a cabalidad de quien me contó este relato: una de las mejores felaciones del planeta Tierra. Y, enseguida, quitarse la parte interior de la prenda, llamase tanga o en el mejor de los sucesos, hilo dental y hallar, a pesar de la completa oscuridad, pues en un acto de lujuria pura y desenfreno por tocar ese ámbito sexual femenino en forma de un ojo chino a los que muchos poetan llaman Santo Grial, que, desafortunadamente no pudo encontrar, debido a que una enorme pija de treinta centímetros colgaba en su lugar como varita mágica de Harry Coker.
¡Santa madre de Dios! No me imagino lo que el buen Kevin pudo pensar en ese instante y tampoco logro entender como alguien puede llegar a someter a un hombre, aunque si lo pongo en análisis, ella (o él) media poco más de 1.70, llevaba una contextura fornica y monumental ante un pequeño arquero de barrio cuya tartamudez y timidez lo llevaron a revolcarse en la internet en busca de un amor o un coito pasajero que tristemente lo condujo al inevitable encuentro con este travesti realmente llamado Carlos Vildoso Pérez pero conocido en el mundo de los travestis putos como Paula Camila.
La historia puede que haya sido tergiversada con el paso de los años, no he vuelto a ver a Kevin (espero que ese siga siendo su nombre) pero el legado que tiene es este relato y una reflexión: No apagues las luces en un hotel con una desconocida.
Bueno, bueno, cada quien tiene su punto de ver las moralejas.

Fin

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Cita con el dentista

- Ir al dentista siempre ha sido visto como una experiencia escalofriante. Recuerdo las primeras veces que fui; me dijeron que iríamos por unos helados y terminé visualizando el diente sonriente pegado en el centro de la puerta de vidrio escuchando tembloroso el sonido de una curación.
Tras una memorable pataleta y un grito como dinosaurio en señal de respuesta por parte de mi madre me vi sentado en una silla metálica color verde con llagas de oxidación en las patas teniendo al lado a un niño que mantuvo la mano sobre la boca durante todo el tiempo que duró la espera de su turno.
En ese momento, mientras lo veía lloriquear sin moverse, observando como las lágrimas le resbalaban sin sentir vergüenza; oyendo las palabras de su mamá para intenta calmar su agonía, viendo una y otra vez el reloj en la pared anhelando la hora de entrar, entendí que tenía suerte de estar sentado en dicho olvidado asiento con los brazos cruzados y el ceño fruncido que se fue desdibujando mientras oía el sollozo de mi vecino y al tiempo que iba comprendiendo que jamás debía de padecer un asunto igual, pues su dolor y esa notable hinchazón en las mejillas superaban a las escenas de las películas de terror que solía ver por la crueldad de la realidad.
El niño sentado se dio cuenta que tendría que esperar su turno, recibir el tratamiento adecuado y volver cuando el doctor lo requiera para evitar en un futuro lejano padecer una condena similar a su contemporáneo de al lado.
Mi madre lo dijo después, justo en el momento en que abrieron las puertas, salió un doctor bigotón con el tapaboca descubierto, hizo mención al apellido del muchacho y entraron embalados; sin embargo, este doctor cuyo nombre no recuerdo, se quedó conversando con mi mamá debido a que mi viejo es colega suyo en la clínica e intercambiaron algún que otro saludo e invitación a diferentes reuniones sociales únicamente para médicos, asegurando al final de la charla que debían de asistir y no ser fallas como la vez anterior.
Yo recordaba aquella otra vez, pues me había dado un terrible cólico por comer una manzana acaramelada en un parque de diversiones arruinando la fiesta de mis padres que tuvieron que llevarme de emergencias curiosamente al mismo nosocomio.
No quise acotar esa experiencia y tampoco deseé que mi madre lo hiciera, no quería que el dentista me hiciera algún artilugio especial por haber hecho que mis padres falten a su cumpleaños.
El niño recostado sobre la camilla que se inclina ya se había sacado la mano de la boca, jadeaba cada vez más fuerte, tal vez para atrapar la atención del doctor o posiblemente porque no resistía el dolor y anhelaba que le extirparan esa maldita muela de una vez.
Me hubiera gustado decirle al doctor que dejara de hablar acerca del cumpleaños que se perdieron mis viejos por mi culpa y atendiera al muchacho; pero el bigote tenia ánimos de presumir los tragos y la comida.
Veía a mi madre asentir con la cabeza mostrando una sonrisa, seguramente recordando el momento en que estuvieron cambiados y listos para salir y se encontraron con la desagradable sorpresa de que su hijo se hallaba doblado en forma de arco y repitiendo, me duele, me duele la barriga. Enseguida, le tuvo que frotar la espalda al tiempo que vomitaba y después lo llevaron a la clínica para el suero y los chequeos. Para entonces ya era demasiado tarde para asistir.
De un momento a otro lado el dentista pidió un permiso, se dio la vuelta y cerró la puerta para enfocarse en el herido muchacho.
Todo fue muy rápido, al cabo de quince minutos salió con el rostro flácido, limpiando el sudor de su frente, tranquilo y hasta diría que intentando sonreír. La muela no fue a caber en un ánfora para el ratón Pérez; pero seguramente nadie pensó en eso, sino en la satisfacción de sentirse aliviado.
Vi como los guantes llenos de sangre fueron a caer en un tacho debajo de la camilla, una vieja que hacia la labor de asistente comenzó a limpiar todo el instrumental incluyendo una vasija color metal repleta de desperdicios bucales que lleva un caño flaco y pequeño el cual brota de agua para enjuague.
Un asunto meramente asqueroso si piensas en cuantas bocas han pasado por ese lugar.
Sin embargo, es imposible zafar, sobre todo si no quieres terminar como el muchacho de al lado.
Mediamente animado me adentré en el consultorio dejando a mi madre sentada leyendo una revista de moda de décadas pasadas, las puertas se cerraron y por el vidrio solo se puede observar una sombra.
Me indicaron tomar asiento y lo hice muy tímidamente, el bigote se hallaba también sentado pero de espalda haciendo alguna que otra cuestión como acomodar los objetivos que metería en mi boca y usaría para husmear en mis delicados y bonitos dientes ocasionando raspados y seguramente dolor.
Temía muy fervientemente que en cualquier instante un diente saldría volando, no me daba cuenta que suelen ser muy fuertes y esto me conduce a una anécdota.
Andaba muy ebrio cuando visualicé a mi amigo en el otro sector de la casa, él me hizo una seña que significaba, ‘ven a beber conmigo y hagamos un salud’ entonces muy emocionado fui corriendo para darle ese brindis; sin embargo, me estrellé contra una puerta de vidrio transparente. Pensé que mis dientes principales saldrían volando pero únicamente me salió sangre del labio. Anduve muy preocupado gran parte de la noche, incluso, se me fue la borrachera; pero luego me di cuenta que ningún impacto podría mover mis poderosos dientes.
De niño no pensaba en eso, cuando el dentista rasguñaba creía que podría ocasionar algún tipo de colapso, sobre todo al momento de escupir sangre en esa vasija metálica y realizar el enjuague correspondiente para continuar con el proceso.
Al tiempo que el bigote trabajaba con mi boca daba ciertas instrucciones de cómo usar los cepillos y el bendito hilo dental, evitar los dulces y tener una disciplina de higiene, todo ello iba quedándose en mi memoria.
En algún pasaje comencé a pensar en los antiguos faraones, pues en el colegio andaban con ese tema en la clase de historia y no pude ni siquiera imaginar el terrible dolor que podrían haber padecido por una simple muela herida. En dicho entonces seguramente no habría estas facilidades y tendrían que haber sido visto por extraños curanderos o alquimistas que lejos de ayudar hubieran ocasionado su muerte, dicen que el faraón Tut falleció por una muela.
Terminado el proceso de limpieza el cual tiene un nombre legal muy largo y aburrido, recomendaron no comer en un par de horas, no hice caso porque tenía mucho apetito, así que devoré un buen sanguche de pollo, papas y cremas mientras que esperábamos a mi viejo que vendría a recogernos.
En ese rato de devoción con la comida no pensé en el siguiente muchacho que asistió, otro niño con horripilante dolor de muela, otro caso de un diente herido, de haberlo pensado mis deseos de evitar esos desastrosos eventos bucales hubieran crecido; no obstante, bastaron con los que tuve para entenderlo todo.
Curiosamente, tiempo después, vi a mi hermano menor, un sujeto adicto a los dulces y gomas de mascar, que como consecuencia se vio envuelto en un dolor similar o quizá, un poco peor. No estoy seguro si habrá sido arte dramático de su personalidad histriónica, pero llegó al punto de revolverse en el piso por el agudo dolor de muela que le estremecía todos los sentidos.
Tuve que llevarlo de emergencias, le sacaron la muela y salió rehabilitado. Mientras trabajaban con su boca pensaba e imaginaba como escritor:
‘Sería totalmente irónico y hasta gracioso que el niño de aquella vez fuera el odontólogo que le practica una extracción a mi querido y sufrido hermano’.
Pude haberlo acotado de manera ficticia a este relato pero quise contar algo netamente real.
En la actualidad, ya mis miedos se esfumaron y la estética por una dentadura exacta y brillosa me devolvió al consultorio del ahora llamado odontólogo con maestría en algunas variantes (seguramente el faraón más joven lo hubiera querido en su palacio) el cual se encuentra en un sitio bonito y exclusivo, porque ahora superaron los precios de antaño y según imagino como una mente abierta, hay mayor ganancia cuando uno tiene su propio consultorio; en tanto, mientras esta historia va creciendo en mi cabeza, voy ingresando al lugar, acomodándome en un mueble suave y fino, donde ya no están las típicas revistas antiguas (que me gustaban mucho por las imágenes de chicas sensuales) y que debido a la tecnología actual fueron cambiadas por una señal que dicta: Wifi gratis. Previo a todo he hecho una cita por internet y mi turno es de 3pm a 4pm. Entonces, he llegado a tiempo.
Mi imaginación recrea a un ser de bigote, grueso porte, mandil blanco y zapatos negros; pero me asombra positivamente y hasta que diría que, de forma fantástica, que una preciosa joven de dentadura increíble, cabello en cola de lado y elocuente voz tan dulce como la miel, salga por una puerta también de vidrio pero en lugar del logo de muela se halle su apellido y nombre.
Pienso que esta chica es modelo en sus tiempos libre, si es que los tiene e imagino que el auto en la cochera, ese Audi A4 guinda con una figura de buen sabor de Hello Kitty colgando en el retrovisor se trata de una recompensa por el trabajo con dientes y llego a creer que me siento en el cielo cuando me recuesto sobre una camilla altamente confortable y observo su carita angelical diciendo: Bueno, ¿empezamos con el blanqueamiento?
Debería comer más dulces, reflexiono con una risa interna.

Fin