Mi nuevo libro

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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Cita con el dentista

- Ir al dentista siempre ha sido visto como una experiencia escalofriante. Recuerdo las primeras veces que fui; me dijeron que iríamos por unos helados y terminé visualizando el diente sonriente pegado en el centro de la puerta de vidrio escuchando tembloroso el sonido de una curación.
Tras una memorable pataleta y un grito como dinosaurio en señal de respuesta por parte de mi madre me vi sentado en una silla metálica color verde con llagas de oxidación en las patas teniendo al lado a un niño que mantuvo la mano sobre la boca durante todo el tiempo que duró la espera de su turno.
En ese momento, mientras lo veía lloriquear sin moverse, observando como las lágrimas le resbalaban sin sentir vergüenza; oyendo las palabras de su mamá para intenta calmar su agonía, viendo una y otra vez el reloj en la pared anhelando la hora de entrar, entendí que tenía suerte de estar sentado en dicho olvidado asiento con los brazos cruzados y el ceño fruncido que se fue desdibujando mientras oía el sollozo de mi vecino y al tiempo que iba comprendiendo que jamás debía de padecer un asunto igual, pues su dolor y esa notable hinchazón en las mejillas superaban a las escenas de las películas de terror que solía ver por la crueldad de la realidad.
El niño sentado se dio cuenta que tendría que esperar su turno, recibir el tratamiento adecuado y volver cuando el doctor lo requiera para evitar en un futuro lejano padecer una condena similar a su contemporáneo de al lado.
Mi madre lo dijo después, justo en el momento en que abrieron las puertas, salió un doctor bigotón con el tapaboca descubierto, hizo mención al apellido del muchacho y entraron embalados; sin embargo, este doctor cuyo nombre no recuerdo, se quedó conversando con mi mamá debido a que mi viejo es colega suyo en la clínica e intercambiaron algún que otro saludo e invitación a diferentes reuniones sociales únicamente para médicos, asegurando al final de la charla que debían de asistir y no ser fallas como la vez anterior.
Yo recordaba aquella otra vez, pues me había dado un terrible cólico por comer una manzana acaramelada en un parque de diversiones arruinando la fiesta de mis padres que tuvieron que llevarme de emergencias curiosamente al mismo nosocomio.
No quise acotar esa experiencia y tampoco deseé que mi madre lo hiciera, no quería que el dentista me hiciera algún artilugio especial por haber hecho que mis padres falten a su cumpleaños.
El niño recostado sobre la camilla que se inclina ya se había sacado la mano de la boca, jadeaba cada vez más fuerte, tal vez para atrapar la atención del doctor o posiblemente porque no resistía el dolor y anhelaba que le extirparan esa maldita muela de una vez.
Me hubiera gustado decirle al doctor que dejara de hablar acerca del cumpleaños que se perdieron mis viejos por mi culpa y atendiera al muchacho; pero el bigote tenia ánimos de presumir los tragos y la comida.
Veía a mi madre asentir con la cabeza mostrando una sonrisa, seguramente recordando el momento en que estuvieron cambiados y listos para salir y se encontraron con la desagradable sorpresa de que su hijo se hallaba doblado en forma de arco y repitiendo, me duele, me duele la barriga. Enseguida, le tuvo que frotar la espalda al tiempo que vomitaba y después lo llevaron a la clínica para el suero y los chequeos. Para entonces ya era demasiado tarde para asistir.
De un momento a otro lado el dentista pidió un permiso, se dio la vuelta y cerró la puerta para enfocarse en el herido muchacho.
Todo fue muy rápido, al cabo de quince minutos salió con el rostro flácido, limpiando el sudor de su frente, tranquilo y hasta diría que intentando sonreír. La muela no fue a caber en un ánfora para el ratón Pérez; pero seguramente nadie pensó en eso, sino en la satisfacción de sentirse aliviado.
Vi como los guantes llenos de sangre fueron a caer en un tacho debajo de la camilla, una vieja que hacia la labor de asistente comenzó a limpiar todo el instrumental incluyendo una vasija color metal repleta de desperdicios bucales que lleva un caño flaco y pequeño el cual brota de agua para enjuague.
Un asunto meramente asqueroso si piensas en cuantas bocas han pasado por ese lugar.
Sin embargo, es imposible zafar, sobre todo si no quieres terminar como el muchacho de al lado.
Mediamente animado me adentré en el consultorio dejando a mi madre sentada leyendo una revista de moda de décadas pasadas, las puertas se cerraron y por el vidrio solo se puede observar una sombra.
Me indicaron tomar asiento y lo hice muy tímidamente, el bigote se hallaba también sentado pero de espalda haciendo alguna que otra cuestión como acomodar los objetivos que metería en mi boca y usaría para husmear en mis delicados y bonitos dientes ocasionando raspados y seguramente dolor.
Temía muy fervientemente que en cualquier instante un diente saldría volando, no me daba cuenta que suelen ser muy fuertes y esto me conduce a una anécdota.
Andaba muy ebrio cuando visualicé a mi amigo en el otro sector de la casa, él me hizo una seña que significaba, ‘ven a beber conmigo y hagamos un salud’ entonces muy emocionado fui corriendo para darle ese brindis; sin embargo, me estrellé contra una puerta de vidrio transparente. Pensé que mis dientes principales saldrían volando pero únicamente me salió sangre del labio. Anduve muy preocupado gran parte de la noche, incluso, se me fue la borrachera; pero luego me di cuenta que ningún impacto podría mover mis poderosos dientes.
De niño no pensaba en eso, cuando el dentista rasguñaba creía que podría ocasionar algún tipo de colapso, sobre todo al momento de escupir sangre en esa vasija metálica y realizar el enjuague correspondiente para continuar con el proceso.
Al tiempo que el bigote trabajaba con mi boca daba ciertas instrucciones de cómo usar los cepillos y el bendito hilo dental, evitar los dulces y tener una disciplina de higiene, todo ello iba quedándose en mi memoria.
En algún pasaje comencé a pensar en los antiguos faraones, pues en el colegio andaban con ese tema en la clase de historia y no pude ni siquiera imaginar el terrible dolor que podrían haber padecido por una simple muela herida. En dicho entonces seguramente no habría estas facilidades y tendrían que haber sido visto por extraños curanderos o alquimistas que lejos de ayudar hubieran ocasionado su muerte, dicen que el faraón Tut falleció por una muela.
Terminado el proceso de limpieza el cual tiene un nombre legal muy largo y aburrido, recomendaron no comer en un par de horas, no hice caso porque tenía mucho apetito, así que devoré un buen sanguche de pollo, papas y cremas mientras que esperábamos a mi viejo que vendría a recogernos.
En ese rato de devoción con la comida no pensé en el siguiente muchacho que asistió, otro niño con horripilante dolor de muela, otro caso de un diente herido, de haberlo pensado mis deseos de evitar esos desastrosos eventos bucales hubieran crecido; no obstante, bastaron con los que tuve para entenderlo todo.
Curiosamente, tiempo después, vi a mi hermano menor, un sujeto adicto a los dulces y gomas de mascar, que como consecuencia se vio envuelto en un dolor similar o quizá, un poco peor. No estoy seguro si habrá sido arte dramático de su personalidad histriónica, pero llegó al punto de revolverse en el piso por el agudo dolor de muela que le estremecía todos los sentidos.
Tuve que llevarlo de emergencias, le sacaron la muela y salió rehabilitado. Mientras trabajaban con su boca pensaba e imaginaba como escritor:
‘Sería totalmente irónico y hasta gracioso que el niño de aquella vez fuera el odontólogo que le practica una extracción a mi querido y sufrido hermano’.
Pude haberlo acotado de manera ficticia a este relato pero quise contar algo netamente real.
En la actualidad, ya mis miedos se esfumaron y la estética por una dentadura exacta y brillosa me devolvió al consultorio del ahora llamado odontólogo con maestría en algunas variantes (seguramente el faraón más joven lo hubiera querido en su palacio) el cual se encuentra en un sitio bonito y exclusivo, porque ahora superaron los precios de antaño y según imagino como una mente abierta, hay mayor ganancia cuando uno tiene su propio consultorio; en tanto, mientras esta historia va creciendo en mi cabeza, voy ingresando al lugar, acomodándome en un mueble suave y fino, donde ya no están las típicas revistas antiguas (que me gustaban mucho por las imágenes de chicas sensuales) y que debido a la tecnología actual fueron cambiadas por una señal que dicta: Wifi gratis. Previo a todo he hecho una cita por internet y mi turno es de 3pm a 4pm. Entonces, he llegado a tiempo.
Mi imaginación recrea a un ser de bigote, grueso porte, mandil blanco y zapatos negros; pero me asombra positivamente y hasta que diría que, de forma fantástica, que una preciosa joven de dentadura increíble, cabello en cola de lado y elocuente voz tan dulce como la miel, salga por una puerta también de vidrio pero en lugar del logo de muela se halle su apellido y nombre.
Pienso que esta chica es modelo en sus tiempos libre, si es que los tiene e imagino que el auto en la cochera, ese Audi A4 guinda con una figura de buen sabor de Hello Kitty colgando en el retrovisor se trata de una recompensa por el trabajo con dientes y llego a creer que me siento en el cielo cuando me recuesto sobre una camilla altamente confortable y observo su carita angelical diciendo: Bueno, ¿empezamos con el blanqueamiento?
Debería comer más dulces, reflexiono con una risa interna.

Fin

sábado, 17 de agosto de 2019

Deseos nocturnos

- Durante la madrugada algunos seres nos convertimos en verdaderos hombres lobo.
Abro los ojos repentinamente olvidando el sueño que me atrapó hace poco, la silueta exacta y a la medida de mi chica se encuentra al lado luciendo el trasero a la altura de mi obelisco, los cabellos regados por la almohada y ligeramente encorvada por el frío. Yo estoy de lado, casi en la misma posición observando su nuca e imaginando su trasero oculto debajo del edredón. Hemos tenido relaciones sexuales durante un largo periodo de tiempo terminando como acto final con una pose de tal magnitud y como sujetos embestidos por polvo volcánico quedamos quietos para siempre en dicha postura; sin embargo, naturalmente, durante parte de la noche estuvimos pegados tanto que mi brazo tuvo calambre al cobijar su cabeza y mi bandera de debajo tuvo un breve descenso por el asunto del entre tiempo.
La madrugada me revive como fiera salvaje salida de cuentos mitológicos, los aires de grandeza, rudeza y sobre todo apetito sexual se reanudan automáticamente haciéndome sentir una antorcha que anhela consumir carne humana.
Mi novia no se percata de la situación, ella descansa plácidamente tras haber sido víctima de mis momentos más lujuriosos, ha gritado y gemido en placer y devoción por su amo, por su rey y creador, que ha mencionado y dicho en palabras entrecortadas con deseo y honestidad al tiempo que introducía mi prominente y absoluto miembro en su santidad saciando todo deseo libidinoso que su cuerpo exacto y perfecto sentía hacia su hombre.
Muy ingenua, no se da cuenta todavía, que durante las noches que comparte la habitación conmigo, me vuelvo una fiera de tiempo completo que logra descansar unas horas para reanimar a los decibeles monstruos y lujuriosos que habitan en las pieles.
Tierna como una oveja de un jardín divino, dulce como una rosa emergiendo entre espinas, sabrosa como una ternera, la estoy mirando desde mi posición, con los ojos cada vez más capaces de mirar con deseo y la yema de los dedos esculpiendo de a poco cada partitura de su piel.
Susurro, ‘todavía no he terminado contigo’ haciendo que sus piernas se estremezcan tímidas y temblorosas como esas liebres a punto de ser devoradas por un lobo insaciable.
La oscuridad de la noche ya no me detiene, planto un beso a la altura de los hombros moviendo el edredón con la mandíbula y emulando a un vampiro hambriento dejo una huella en el cuello.
En ese entonces la mano ya se encuentra dibujando su trasero y un dedo, el travieso, recorriendo ligeramente el centro en busca de un resquicio de deseo.
Me acerco para completarme con su cuerpo colocándome a la medida de su ser y haciéndole sentir como poco a poco, allá abajo, una bandera toma vuelo.
Todavía sigue dormida o tal vez solo con los ojos cerrados y yo dibujo los hombros con los labios mordisqueando de a poco provocando, tal vez inconscientemente, algún que otro suspiro.
Muevo los cabellos con delicadeza y le hago una cola con la mano tan suave que ni lo siente, enseguida logro besar la parte frontera del cuello y esta vez la mano siente el placer por debajo. Una línea de humedad recorre los dedos y aquello que señala mi poder sobre su cuerpo enciende todavía más las vértebras de mi ser y el obelisco toma forma escalofriante.
Directo y sobrio se apega a su santidad al tiempo que los besos aumentan en intención, incrementan en deseo e impactan en los hombros y luego en la espalda y bajen hasta llegar al trasero, el cual muerden y suben con rapidez para seguir con el cuello. Ella los siente, imagino que abre los ojos dándose cuenta de su inevitable destino, estoy seguro que teme y a la vez desea, siento que quiere y a la vez se sorprende, piensa, ¿Cómo alguien puede tener tanto deseo? Imagina, ¿Cómo es posible calmar a esta bestia? Y entonces, como manejado de forma independiente el señor de las mitades del cuerpo arremete y se introduce en el santo grial provocando de inmediato un gemido tan fuerte y de golpe que ahuyenta a los seres nocturnos.
Sujeto su cuello con presión como si la estuviera ahorcando haciéndola totalmente mía y comienzo a penetrar su cuerpo con movimientos lentos y bruscos a la medida de mis deseos y por supuesto, de acuerdo a sus gemidos.
Callo su boca con una mano y le susurro: Eres mía. Me perteneces. Yo soy tu dueño. Ella lo sabe, lo entiende y por eso asiente con la cabeza.
La libero de la voz para que pueda gemir en paz y sentir esos sonidos de alegría que dicta a cabalidad como si estuviéramos en un lugar desierto sin que nadie nos oiga.
Yo sujeto sus caderas para tener quietud, doy nalgadas para demostrar mi nivel de pertenencia y estiro el cuerpo inclinando un poco para que se ajuste a tal punto que la conexión de intimidades sea exacta e ideal y en ese momento, durante ese tiempo, en ese trascurso de deseos sumamente libidinosos, nos sentimos totalmente juntos.
Termino. El reloj en la pared dicta las 5.40am. Despertamos para el trabajo a las 7am.
Ahora yo estoy agotado y ya quiero descansar; pero le he contagiado mi mal libidinoso y eso me genera una sonrisa, entonces como gata salvaje se adueña de mí, sienta encima y baila sobre mi cuerpo hasta que nos sorprende el despertador despiertos y cogiendo como dos fieras de la noche.
Sabemos que no termina aquí, que lo continuamos en la ducha antes de partir; pero ese es otro relato de intimidad.

Fin

martes, 13 de agosto de 2019

De vuelta a la escuela

- A nadie le gusta volver a la escuela después de vacaciones. Cuando era niño anhelaba que el último fin de semana durara cuarenta veces más como esos días y noches en el polo norte; sin embargo, uno debía de aceptar y acatar que la vida simplemente es así.
La pequeña Circe se encuentra a años luz de la actitud perezosa de su padre cuando tenía casi su misma edad; pues a ella le encanta la escuela, sobre todo los lunes, porque su primera clase es Arte y Pintura y la segunda Lenguaje, al final termina jugando en Educación Física y sale llena de energías para continuar aprendiendo y divirtiéndose en casa.
A diferencia de ella, lo primero que hacia al tocar la escuela era querer zafar, esperaba el momento cumbre de la salida para ir a casa y prenderme en el vídeo juego.
Ella llega, almuerza conmigo, propone ver algún documental en Youtube (generalmente acerca del universo o historia universal) y luego se engancha con los libros mientras que yo voy tecleando un nuevo capítulo.
Es tan sencillo y lindo el hecho de compartir la tarde del lunes porque mientras la gente inquieta y desenfrenada camina de un lado hacia otro en busca, de a veces, nada, nosotros estamos llenándonos de conocimiento para usarlo, tanto en clases como en conversaciones.
Volviendo a la escuela, todo empieza con dirigirnos al lugar, que por suerte queda cerca y caminamos de la mano con parsimonia contándonos los sueños, esos que empezaron en el desayuno y fueron tan largos y a veces raros como olvidadizos que se siguen desprendiendo durante el trayecto al punto que nos genera confusión y curiosidad, lo que fomenta a la inevitable y a la vez maravillosa búsqueda de significados en el Google que en mis tiempos era intermitente.
Desciframos un rato después del almuerzo, poco antes de ver documentales; yo leo los comentarios de una página sobre sueños y ella decide aceptar o no los que mayor se asemejan.
Cuando llegamos al colegio nos detenemos en la entrada, hay una cola de padres y madres con sus respectivos tigrillos, me gusta llamarlos así porque son súper activos con ganas de hacer desastres, lo cual me resulta estupendo porque siempre he creído que los niños deben hacer travesuras para liberar su creatividad y también porque es parte de ser niño. Ya de grande no puedes andar haciendo desastres porque genera consecuencias, ¿aburrido, no? Lo mismo le digo a la princesa: Amor, haz lo que gustes. Pinta lo que quieras, corre, salta o brinca en el recreo, molesta a tus amigos, haz bromas, ríete mucho y sobre todo molesta a la profesora.
Esa última calamidad no realiza mucho, aunque me gustaría porque así la maestra, que es mucho menor que yo lograría citarme y así poder entablar una especie de conversación que siempre termina con un café un viernes por la tarde con la excusa de hablar sobre las calificaciones y los proyectos.
Me hubiera gustado involucrarme en asuntos de padres pero por mi escaso tiempo no logro desarrollar esas actividades, la contraparte las realiza y las comenta por interminables audios de WhatsApp que escucho cuando estoy en el trono o trotando y se lo hago saber con el único propósito de molestar.
La dulce princesa se junta con sus amiguitos, conversan sobre lo hecho durante los quince días de vacaciones intercambiando momentos de risa y diversión con frescura e inocencia. Noto que cada vez hay menos padres como lo fueron mis padres, me alegra, de hecho, no ser el único joven entre todos, pero a la vez me gusta ser el único que viste con ropa de casa un lunes por la mañana a diferencia de otros que andan con atuendos de oficina listos para volar hacia el trabajo mientras que yo dispuesto a preparar el café, tal vez ver las noticias, leer el diario y sumergirme al fin en las letras. Es así, hay diferentes clases de trabajos, personas y demás, eso es lo lindo.
Después de ver documentales impartimos interrogantes sobre lo visto, hablamos un poco al respecto y revisamos textos sobre ello. Nos gusta la historia y nos adentramos como viajeros en el tiempo dentro de la misma porque dicen que para crear un gran futuro hay que conocer el pasado.
Claro que todo lo antes mencionado no podría hacerse sin la rica merienda que siempre nos acompaña. Ella come mucho más que yo, pues tengo que mantener la figura mientras que la niña anda en crecimiento.
Y así es como se origina un lunes cualquiera con sentidos especiales en un mundo llamado nosotros.

Fin

sábado, 10 de agosto de 2019

¿Ya lo hiciste?

- ¿Ya le dijiste a tu novia lo afortunado que eres al tenerla?
Es curioso, a veces después de tanto esfuerzo por conquistarla, uno se olvida de mantener la ilusión encendida.
Deberíamos crear sonrisas junto a ilusiones concretas. Decir te amo de varias formas y no solo usando las palabras por mensajes virtuales.
¿Ya le dijiste lo hermosa que es?
Lo sabe, obvio; pero a veces requiere de esa palabra para esbozar una sonrisa y al momento de hacerlo también te encanta. 
Dejemos de perder el tiempo extrañándonos y vayamos a vernos aunque sea sesenta minutos entre semana dejando atrás los celulares y las historias que todos ven pero a nadie le importa.
Quiero un beso bajo la luna y otro como preludio a lo que haremos sobre la cama o el sofá, de repente saliendo del cine o quizá teniendo como manto a la arena.
¿Ya la hiciste sentir amada?
Es curioso, a veces pensamos que lo sabe pero olvidamos que necesita refuerzo. Que las palabras son válidas con acciones y las acciones generan un contraataque de acciones y así sucesivamente nos estamos demostrando amor.
¡Prometimos amarnos por siempre!
Suena grandioso, pero trabajemos juntos diariamente por hacer de cada noche un juntos por siempre.
Todo esto no es palabrería sublime incierta, irreal o escasa, es un asunto real, tangible y concreto que debemos recordar. Pues, a veces por distintas situaciones olvidamos que tenemos a un ser increíble cerca, alguien que nos soporta en peores momentos, aguanta en ratos jodidos y está allí, parada, estática, con brazos cruzados o ceño fruncido, pero allí, sabiendo que la necesitas como respaldo. Ese ser merece un sentido de amor diario para generar sonrisas perpetuas.
Me fascina todo ese asunto amoroso y romántico como parte de una naturaleza propia y disfruto ver nociones amorosas en todos los rincones donde pulso la mirada y espero que por un instante aprendamos a valorar a quienes están cerca y nos entregan amor y empecemos por siempre a hacérselo saber.
¿La única razón?
Hay que ser siempre merecedores de ese honesto amor.



Fin

jueves, 4 de julio de 2019

Por el juego


- En casa estamos locos por el triunfo peruano y el pase a la final, de hecho, la última vez que vi a mi país en el partido decisivo de una competición fue en 1975, efectivamente, allí salimos campeones. Después hemos tenido una gama de desastres hasta el mundial pasado al que asistimos pero no pude viajar a Rusia porque la pequeña, quien ahora se encuentra grande ha sacado los gustos caros de su madre y abuela.
Lejos de ese asunto particular, gracioso y familiar, ayer fue espléndido, sencillamente genial, digo e insisto, una noche perfecta -aunque no pueda salir a beber y volverme loco como en mis tiempos de adolescente- sin embargo, la celebración se lleva al borde reflejada en la sonrisa que mantengo durante todo el día.
Esto me conduce a la anécdota del partido, la princesa andaba viendo la sirenita, la del color de piel que le gusta, no tengo argumentos ni razones para reclamar por un cambio de aspecto físico, simplemente, noto a la princesa pegada a la tele con el dibujo y me resulta sano. En tanto, yo andaba preparando la cena y unos tragos caseros para el deleite de los pocos invitados en casa: un primo, mi editor, un amigo y un tipo pesimista a quien tuvimos que mandar a comprar hielo y no abrirle la puerta, es broma. Ojalá hubiera sido cierto.
Volviendo al asunto, la tele en mi sala se había arruinado por la lluvia o un mal cableado, el asunto es, que según dijeron los tipos del cable, la conexión andaba mal, esto me condujo a la opción de ver el juego en el otro televisor, en el cual, la princesa de la casa andaba viendo sus dibujos por Youtube.
Difícilmente se le convence de cambiar, es demasiado testaruda, me recuerda a una persona, alguien a quien puedes decirle muchos argumentos lógicos y sensatos e igual va a pensar lo mismo y no aceptar lo que dices.
Ella no quería cambiar, decía, bien inteligente y astuta: En comerciales cambio.
Todos la miramos como bobos sabiendo que en Youtube eso no ocurre.
Era cuestión de terminar de ver los ciento cincuenta videos de la sirenita para que pudiéramos ver el juego.
Entonces se me ocurrió la brillante idea de llamar a su abuela y decirle: Ven, coge mi tarjeta, llévala al cine y a comer y la traes en un par de horas.
Lo gracioso es que fue la primera vez que me las ingenio para ‘liberarme’ de ese dulce ser que no quería dejar su capítulo para que los tigres futboleros contemplen el juego.
Se me hizo altamente chistoso y lo mejor vino después, obviamente, con el triunfo peruano.

Pd.- Ya llegaron los tipos del cable.



Fin

viernes, 28 de junio de 2019

Visita al banco

- Ir al banco es una experiencia mixta. A veces puede ser tediosa y otras veces satisfactoria.
Mucho depende de la bendita cola, pues por las tardas anda repleto aunque temprano, cuando generalmente me gusta hacer las cosas, encuentro poca gente; también depende de lo que hagas, por ejemplo, ir a depositar cheques es excitante, no tanto como un orgasmo pero sí se llega a sentir rico como aumenta esa desquiciada cuenta de ahorros con dinero que no tienes ni puta idea de en qué gastar y un día te vas a morir y otros huevones lo cogerán y tirarán como si fuesen chocolates con maní.
Hoy fui al banco, me recibió una guapísima muchacha de falda y medias largas, quien sonriendo quiso asesorarme. En su cédula junto a su nombre decía 'practicante' (estaba ingles pero no quiero usar anglosajones en mi relato). Mirando su carné colgante le dije: Fabi, quiero pagar mi maldita tarjeta (eso fue mental). Quiero hacer un, ¿cómo dicen? Ah cierto. 'Quiero hacer un abono a mi tarjeta'. Sonrió y con un ademán indicó que la siguiera.
Cualquier pervertido le miraría las piernas, yo sacaba mi billetera Renzo Costa repleta de billetes de lujo. Es joda, los saqué de mi media. También es broma, porque le vi las piernas. Nada, no me creas, hay cámaras en todos lados. Únicamente me dediqué a coincidir con sus pasos como militar. Recto y paso rápido.
Me indicó un sitio, allí esperaba un parroquiano con más gel que cabello, quien sonriendo de forma forzada, me dijo: Buen día, joven, ¿cómo le puedo ayudar?Ya me ayudaste diciéndome joven, hace rato un par de niñas me dijeron: Señor, ¿me puede firmar mi ejemplar de su libro? Ayer por la noche, mi vieja comentó: Te da un resfriado y al toque me llamas, pareces un abuelito. La vez pasada una ex novia me dijo: Oye, ¿vamos a una maratón? Le dije que estaba con flojera. Me llamó anciano. Y para redondear esa faena de apelativos referentes a mi longeva edad, una abuelita, a quien ayudaba a cruzar la pista, me dijo: Gracias, seguro que dentro de poco también te van a ayudar a ti.
Quiero hacer un pago a mi san putisíma tarjeta de jodido crédito. Claro que lo dije sin groserías. ¡Las groserías se usan únicamente para los partidos de fútbol!
Por ejemplo: Cueva y la conch… ¿Por qué te fallaste ese maldito penal? Pero, ya pasó más de un año.
Igual me sigue jodiendo y la put…
Él tipo me vio medio sospechoso, habrá pensado que tengo un arma detrás, creí; pero ante mi asombro mencionó: ¿Usted es escritor, verdad? Mi novia es fan de sus historias.
(La risa que se meterá cuando lea esto en mi Blog).
Aproveché para dar mi cherry: Sí, mi libro estará en la feria. Espero que puedan ir y adquirir sus ejemplares. Uno para ti y otro para ella y si pueden uno para la suegra.
El tipo soltó una risa.
Excelente, dijo con el pulgar elevado.
Todo estaba lindo, la experiencia resultaba fenomenal hasta que tuve que sacar el dinero.
Lágrimas de cristal cayeron de mis ojos. Fue como si el gran Thanos hubiera hecho un chasquido en mi billetera. Sentí que una mariposa saldría, como si un mago haría desaparecer mi saldo.
Al momento de pagar y ver el voucher en el cual salía escrito el calendario divisé con una sonrisa: 4/6 lo que hacía referencia a que restan tan solo 2 malditas, putas, desgraciadas y lindísimas cuotas para terminar de pagar ese grotesco, alucinante, increíble, irresponsable y muy hermoso ‘Tour a Atenas’ (incluyendo algunas islas) a realizarse dentro de algunos meses. Fue un viaje que adquirí en un momento de locura, cuando tuve ganas de zafar de mi confort y envolverme en una situación locuaz que compré para dentro de una cierta cantidad de meses, lo que me daría tiempo para recuperar mis ingresos.
Saliendo del banco, tranquilo y feliz, con lo justo y necesario para un pack de Tambo y el pasaje en tren, recordé a mi contador: Oye, ¿ese viaje es necesario? A mi madre: No gastes en huevadas. A mi ex: A mí no me llevaste ni a Chincha. A mi socio: Y dijiste que no tenías dinero para invertir.
A la bailarina: ¿Hoy no habrá show privado? A mi amigo en la casa de apuestas: Ya no te veo por estos lares. A mi hermano: ¿Y ahora quien me presta para salir con mi novia de turno? A mi cita de la otra vez: Dividiste la cuenta. No soy machista, cariño.
A mi tía Conchita: Me negaste 800 soles para arreglar mi cabello, mal sobrino. A mi abogado: Te quise dar asesoría para un futuro divorcio a precio de colegas y no quisiste. (Ese cretino, ni siquiera estoy casado y ya piensa que me voy a divorciar). Al tipo que limpia el auto en el grifo: Esas lunas piden a gritos un poco de agua. Al chico de la tienda donde compro los rones: Ya no te veo llevando los Havanna Club.
A mi ex editor: Te dije que quería publicar contigo y no quisiste por falta de dinero. ¡Te fuiste con otros! A mi asesor de imagen: Te iba a cobrar menos por unos retoques a tu look. A mi vecino religioso: Me negaste un par de soles para el padresito de la iglesia. No, a ese lo mando a la mierda con la mirada. A la chica que quiere remodelar mi habitación: Yo te iba a cobrar menos por haber sido compañeros de clase y quisiste mantener tus pósteres.
Al padre de la iglesia que ha fundado una ONG y quería que le diera dinero: Me negaste 100000000000000 soles para comprarme una casa con piscina en Miami.
A todos ellos: ¡Conocer Atenas era mi sueño de toda la vida!
(Dedo del centro elevado).
Dejen que me divierta un rato con el dinero del trabajo.
Ahora seguiré comiendo galletas de agua, tomando café en sobre y no gastando en cenas para que todo siga de acuerdo al plan.
No me digan que soy más duro que poto de muñeca, entiendan que todo está fríamente calculado.
Qué triste es ver mi billetera nula pero mi viaje lo amerita.
Así es la vida.
Y por favor, inviten un poco de café real.

Fin

domingo, 9 de junio de 2019

Croquetas

- Sus zapatillas blancas y de marca con líneas estaban atadas de una forma muy particular, pues sus nudos se anteponían ante sí luciendo un grotesco garabato de nudo por encima de todos.
Al darme cuenta le conté la historia de un nudo, el cual mi personaje histórico favorito rompió con absoluta soberbia y singularidad. Ella se quedó enganchada con la anécdota como si fuese yo quien la habría inventado o vivido.
Enseguida, debido a la circunstancia de andar contando experiencias pasadas o vividas, quiso compartir una muy personal hablando acerca de un perrito llamado Croquetas.
Resulta que Croqui (para los amigos) es un can muy guapo y amigable que saluda desde su reja a todo caminante. Suele mover la cola y lamer algunas manos cuando siente el calor del amor en quien se detiene para hacer reverencia a su belleza física y su encanto particular. Croquetas es un animal salido del paraíso, pues nunca ladra y siempre anda teniendo empatía con todo transeúnte de su pasaje que conecta cuadras enormes de un distrito repleto de parques.
Ella no es la dueña de Croquetas, yo nunca conocí a Croqui, pero su forma de contarla hizo que fuera real, como si en alguna parte del mundo existiera un can llamado de ese modo y saludara a cualquier personaje que se le acercara como si la bondad fuese su segundo nombre.
Pensé, en ese momento, que esta muchacha de cabellos rizados y rubios, adicta a las donas y el café por las mañanas, debería de tener una mascota y llamarla de tal modo para hacerle una especie de homenaje a su personaje canino ficticio; sin embargo, respondió que en su departamento no cabían los animales de tal gigantesco tamaño, pues nuestro amigo Croquetas era en si un Pastor alemán de alta gama y exuberante cuerpo. Entonces, creí que sería sugerente preguntar: ¿Qué harías si tuvieras una mascota? Enseguida fue hablando de sucesos supuestos acerca de Croqui y al tiempo que argumentaba yo iba pensando en una línea paralela acerca de una vivencia personal la cual, particularmente, también se prestaba para la suposición. Por ende, mientras ella hablaba en cuestiones imaginarias, yo pensaba de la misma manera pero con algo enteramente privado y sumamente sentimental que nunca he hablado en carne propia pero cuento en textos como si estuviera rodeado de metáforas. Pues, Croquetas se volvió una artimaña para ocultar algunas emociones íntimas.
Fiel a una constante de hablar sobre lo que siento con ejemplos o analogías, quise usar a Croqui para compartir mi pensar privado con el único propósito de contar y librarme del sentir.
Dije entonces: En una línea paralela, Croquetas fue mi perro, estuvimos juntos, la pasamos bonito viéndolo crecer, compartiendo momentos juntos, dejándolo en su casa y viendo como saluda a la gente durante la tarde lamiendo muchas manos o rostros y moviendo la cola al verme llegar; pero en dicho universo alterno, Croquis era humano, pues una mujer que me espera en casa, tal cual esposa o novia, de alguna manera u otra, teniendo una belleza única y esperanza de vivir por siempre, ¿estupendo, no? Ella entendiendo claramente los conceptos analógicos, añadió: Croqui siendo mujer sería yo, bella e inteligente y te daría la patita a cada llegada. Reímos enseguida sabiendo la conexión que hubo, esa mirada persuasiva que proyecta seguramente un futuro beso.
Se dio, obvio; aunque sea el punto álgido o final de la historia, pues lo que trato de enfatizar fue el uso de analogías para explicar algo. A veces me gusta hablar así.


Fin