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jueves, 16 de enero de 2020

Charla tras la escuela


- La princesa suele cuestionarlo todo, yo no lo hacía a su edad, pues en ese entonces andaba pensando en las batallas de Seiya y el resto de caballeros. Ahora ella prefiere evitar la televisión y mirar canales de Youtube, desde mi cuenta ha suscrito a casi todos los canales de historia y astronomía que llegan a aparecer, pero su favorito resulta ser Academiaplay porque dice: Cuando tengo dudas, me lo resume todo.
Hoy regresábamos de la escuela caminando porque a su bici se le arruinó una llanta y no queremos sofocarnos en el bus. Queda ligeramente cerca, a un par de kilómetros de distancia que se vuelven metros con una charla interesante acompañada de helados.
La pregunta, ¿Y si realmente tenemos una existencia extraterrestre? Vino como anillo al dedo porque yo le estaba comentando acerca de un documental que vi sobre la formación de la Tierra, uno que no pudimos ver juntos porque estaba en casa de su madre y allá no la dejan usar mucho el ordenador (o bueno, le dan un tiempo).
—No lo sé y creo que nadie lo sabe, preciosa, le digo tras una leve reflexión con los dedos frotando el mentón.
—Lo entiendo, pa. Pero, ¿y si lo fuera? Es decir… Se pone inquieta en ese momento porque le entra la inspiración, sacude las manos con ademanes y chasquidos como si estuviera preparando la explosión de inspiración, me recuerda a mi cuando tengo ganas de escribir y estoy lejos de casa y debo volver o trasladar la idea a algún lado para no olvidarla.
Por suerte estoy a su lado, la escucho a todo momento y comparto sus nociones. Cuando suelta el estallido dice: Tal vez venimos de afuera, somos una raza creada por otros entes, no sé si parecidos o diferentes, pero como una creación neutra o aislada de todo este sistema solar porque en otros planetas no puede haber vida, entonces esos seres que nos crearon usaron la posibilidad de la Tierra para convertirnos; aunque primero fueron practicando con otros seres, ya sabes, dinosaurios y demás.
— ¿Quieres decir que somos un experimento alienígeno?
Ella comienza a reír.
—Eso daña mi orgullo, princesa.
Sonríe.
—No lo creo como para afirmarlo, solo se me ocurrió mientras escuchaba hablar al profesor de Química.
—Amor, tú no llevas Química. De hecho, vas a llevarlo en algunos años.
—Quise entrar a una clase para curiosear.
—Bueno, ¿me van a notificar tu ausencia en clase para ir a otra clase?
Sonrió de nuevo.
—Pa, el punto es que ¿y si venimos de otro lado?
—Bueno, princesa, tienes una millonada de teorías estrambóticas que me fascinan y sabes que yo respeto todas y las adhiero; pero, si esperas que responda a tu pregunta, para ser honesto: No tengo idea. Solo sé que ahora estamos aquí y sé que serás una gran científica.
—Quiero ser doctora y escritora.
—Entonces, serás una gran doctora.
—Y escritora.
—Y escritora, le digo.
—Escritora de ciencia ficción, añade.
—Y allí vas a poder explotar todas tus ideas.
Se llena de emoción.
—Sí, porque cada vez que comparto mis ideas con la abuela siempre termina diciendo: Hijita, Dios creó el universo en el Génesis y tanto rollo aburrido.
Se me hace imposible no reír.
— ¿Y qué hacemos cuando alguien dice algo así, princesa?
—Respetamos en silencio su idea, pa.
Asiento con la cabeza.
—Pero a veces quisiera decirle que no fue así, todo empezó con la gran explosión.
—Sí mi amor, pero tu abuelita tiene doscientos años y mil dogmas, no lo va a entender.
— ¿Qué son dogmas, pa?
—Son los argumentos que usan las personas para volverse ciegas ante las pruebas.
—Qué curioso, voy a buscar ejemplos.
—Y bueno, ¿Qué almorzamos hoy? Añade enseguida.
—Veremos que nos ha preparado tu abuelita favorita, le digo.
—Espero que algo delicioso, dice entusiasta.
—Solo no vayas a decirle que tomamos helados.
Sonríe en complicidad.
Y doblamos la esquina que nos hace ver el parque donde vivo. Ya estamos cerca y el andar se hizo frágil e interesante con una buena plática.


Fin 

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