Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

viernes, 11 de enero de 2019

No tengamos un final 2/3

Llegamos al parque. La pareja de ancianos ya no se encuentra. A veces el mínimo detalle como sentarse sobre una banca durante largo periodo hace que uno se vuelva memorable. Contradictoriamente a mucho, hay gente que recuerda.
—De repente les salieron alas y se marcharon de aquí— dice Ángela con ternura.
Yo no creo en Dios, mucho menos en ángeles; pero sí en el amor y en todo lo que puede llegar a suceder por amor. Por ende, creo en los milagros que produce el amor y en consecuencia, puede que les crecieran alas y ambos estuvieran en alguna parte; pero no en el cielo.
—Ya recuerdo, no crees en Dios— añade al notar mi silencio.
—Me quedé pensando— le digo.
—Y no, no creo— acoto con seriedad. Entonces me siento, me sigue con la mirada y pregunta, ¿Por qué? Creí que solo se trataba de ira momentánea. De un armazón de coraje o un fuerte resentimiento.
La miro, su rostro denota tristeza, me hace creer que piensa que el no creer me hace un ser nostálgico. Pues, no lo soy, he sido muy feliz sin Dios.
—Tengo razones para no creer—.
—Conozco las razones—.
— ¿Por qué preguntas entonces? —
—Porque todos necesitamos una tregua. Merecemos la paz—.
— ¿Tú la hallaste? —
Mira hacia otro lado. Vuelve a verme.
—Sí. Me deshice de todo lo pasado, me bañé en agua cristalina y tras sumergirme salí siendo otra persona. Alguien con nuevas esperanzas y otros objetivos. Siempre quise lo mismo para ti—. Toca mi muslo cuando lo dice poniéndome completamente nervioso; pero no lo demuestro.
Las mujeres vienen y van, han salido de mi habitación, yo salido de hoteles baratos, entrando y sumergido en jacuzzis y nunca sentido algo de nervios. Ella deja su mano en mi rodilla y ya me estoy derritiendo.
—He estado haciendo lo que me gusta. Ya sabes, escribir todo el tiempo. Llenarme de conocimiento. Explorar nuevos horizontes. Conocer mucha gente y… estar involucrado en situaciones—.
—Únicamente con el propósito de escribir. ¿Alguna vez te han dicho que las personas no son personajes de tus historias? —.
—Lo saben y sin embargo, les fascina envolverse en mi rutina— sonrío cuando lo digo.
— ¿Te llena lo que haces? —
—Me satisface—.
Me mira con seriedad.
— ¿Eres feliz? —
—Por supuesto. Ser feliz es fácil. A veces la gente se complica la vida—.
— ¿Entonces por qué no lo veo en tus ojos? —
—No creo que sepas mirarme como antes—.
Recuerdo las veces que sus ojos verdes se detenían en mi mirada y podría encontrar el secreto más oculto.
— ¿Todavía te duele, verdad? —
— ¿Aún tienes todo muy adentro de ti, no? —
—Todo ese dolor y ni siquiera encontrar el antídoto para vencerlo. ¿Cómo has logrado vivir así? —
—Te miro y puedo hallar tragedias revoleteando en tu interior. Tienes el alma llena de odio hacia todo, incluyendo a Dios y seguramente a mí; pero manejas un semblante perfecto, ideal para la rutina, genuino para conocer mujeres y acostarte con ellas, concreto como una roca, indomable, capaz de nunca enamorarse o posiblemente nunca dejarse llevar. Todo ese dolor lo tienes oculto entre las miles de capas que protegen tu corazón y seguramente se te hace imposible liberarlo, ni siquiera con la literatura que es tu arma para expulsar. Yo te entiendo. Puedes contarme lo que sientes hoy que es nuestra despedida. Mañana o más tarde podrás sentirte en paz—.
Silencio.
—No sé a lo que te refieres— le digo haciéndome el desentendido.
— ¿Alguna vez alguien quiso saber más de ti? Por ejemplo, una chica que te gustaba mucho o alguien que se enamoró de tu escritura, porque es bonita y tu actitud cautiva, no lo puedo dudar, eso encanta. Seguro alguien quiso saber sobre ti, entonces pusiste todas las trabas posibles, sabías que no dejarías a nadie llegar al fondo de tu corazón; aunque le hiciste pensar que lo hizo. Muchas puertas, demasiadas llaves; pero ninguna acierta—.
Sonrío.
—Ahora estás hablando como la Ángela que me conoce— le digo.
— ¿Tuviste relaciones serias después de nosotros? —
—Efímeras—.
—Yo ninguna. Resolví liberarme de todo, absolutamente todo y empezar de nuevo en España. Por eso me voy, esta Lima no me hace bien y debo estar allá para sentir que comienzo en otro lado—.
— ¿Y por eso la despedida? ¿Es una especie de catarsis? —
—Es mi última catarsis. Así como tuviste tu última tarde con la eterna, yo quiero acabar esto y seguir con mi vida—.
—Entonces te entiendo por completo. Por eso, hablemos, desfoguemos lo que tenemos adentro y destrocemos los girasoles de este amorío que caduca ahora—.
— ¿Por qué siento que todavía no se apaga en ti? —
Ahora comienza a mirar con mayor proyección. En siglos, nunca nadie ha podido verme así.
—Sin embargo, a la vez, ese chispazo de amor está atrapado por una oleada de dolor. Sácalo. Déjalo salir— dice con ímpetu.
La sigo mirando. A veces resuelvo callar.
—No tuvimos la culpa.
La veo con el ceño fruncido.
—Ninguno de nosotros tuvo la culpa de lo que pasó—.
—No hables de ello— le digo con seriedad.
—Lo he superado. He hablado con profesionales y hemos llegado a conclusiones, tú nunca has hecho algo por superarlo. Has vivido una fantasía, te escondes en el acto de escritor para crearla. Para darle vida. Para hacerte entender que existe. Me duele verte así, me mata que todavía sientas todo ello. Dime, ¿Por qué no la dejas ir? No fue nuestra culpa—.
— ¿Por qué ese afán imperioso de hacerme entender algo que no quiero aceptar? Escribo sobre ella, la meto en mis ficciones y cuento relatos basados en situaciones, ¿y qué? Si es una locura, es mi locura. Si estoy totalmente arraigado en ese recuerdo que nunca tuve pero quiero glorificar en literatura, es mi maldita razón de existir y a la vez mi vida la que se encuentra en el limbo de la realidad con la imaginación—.
Agacha la mirada.
— ¿Y si te dijera que estoy aquí para intentarlo otra vez? Pero de cero. Sin pasado, sin lo vivido, haciendo un filtro a la tragedia y sacando lo mejor. Pero para ello necesito de ti, no de tus ficciones, necesito que la saques de tu alma y vivas este hoy—.
Empiezo a reír.
Detengo la risa.
Cae una lágrima.
El corazón abre sus puertas y deja salir un sentir tembloroso y novato como si un nuevo ser estuviera ascendiendo desde las profundidades del océano.
—No puedo—.
—Ella significa todo para mí. Puede que sienta un amor extraño hacia ti, Ángela; pero no me pidas que exorcice mi amor por esa persona—.
—Que no existe—.
— ¿Por qué no existe? —
— ¡No la vez! La perdimos, entiende. Ella no pudo estar. Nunca tocó tierra, la quisimos; pero la vida detuvo su brillo. Debemos aceptarlo y seguir. Tú vives una fantasía, una continuación de algo que no sucedió. Yo no pude contra todo ello y por eso tuvimos que separarnos, ¿no te das cuenta? Desde esa vez en la que mencionaste su nombre en los columpios sube que algo pasaba en ti. Me dejaste de lado para dedicarle un tiempo a alguien que no está—.
—Pero la veo, la encuentro en situaciones rutinarias, ¿Cómo no puede existir? No voy a consultorios porque no necesito que nadie me diga lo contrario. No quiero sacar lo que realmente dices que ocurre, tampoco intentar entender algo que me causa dolor. Odio a Dios, es verdad. Odio a la vida y puede que a ti o ya no; pero estoy bien en un lugar donde lo antes dicho no existe y únicamente estamos ella y yo—.
Me llevo las manos al rostro.
Ella intenta consolar apoyándose en mí.
Nos damos un abrazo con frenesí.
Las lágrimas se confunden.
—Esta despedida no debe ser un adiós. Puede que tengamos una oportunidad en la realidad; yo cancele el vuelo, retome lo nuestro, seamos uno otra vez; pero debemos dejarlo todo atrás. Haz llenado tu vida de constantes vacíos para aliviar tu dolor y ahora es tiempo de abrir los ojos y hacerte entender que todavía podemos lograrlo—.
La miro, sus palabras se adentran en mi corazón, recogen la llave correcta y abren sus puertas.
Ya pudo mirar más allá. Es como un poder único, un don que se ganó a base de amor en sus mejores momentos y aunque después se vio escondido por las resonantes tragedias de la vida, lo vuelve a desarrollar a pesar de la dificultad y penetrar en mi alma sabiendo lo que siento.
No soy de muchas palabras, por eso solo la miro, esbozo una leve sonrisa, de esas que son empáticas, que entiende a claridad, que sabe descifrar y mi siguiente pregunta la alegra de forma extraña. Ha pasado de querer irse a querer quedarse, de no estar en cuatro o cinco años a querer permanecer el resto de un tiempo indeterminado, es curioso como el amor nos atrapa, tal vez seamos como esos viejos de antaño o quién sabe, de repente mejores.
— ¿Piensas cancelar el vuelo? —
—Por supuesto. Lo haría para quedarme contigo, lo haría para que pudiéramos concretar lo que dejamos. Solo debes ayudarme a ayudarte, dejar de pensar en ese pasado, no maltratar tu vida en situaciones triviales y estar a mi lado para avanzar juntos y quizá con el tiempo volver a intentarlo—.
La veo con seriedad, sus ojos brillan, cautivan porque son preciosos y entonces le respondo: No deberías hacerlo.
Enmudece.
***

No hay comentarios:

Publicar un comentario