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viernes, 6 de enero de 2017

La caída del gordito

- Al momento de subir al bus me instalé en un confortable asiento al lado de la ventana, tras colocarme los audífonos y ver que el cobrador se acercaba, vi a un tipo de proporciones inmensas que difícilmente podría salir desapercibido. El gordito, como voy a llamarlo desde este instante, no logró hallar asiento, por ende, tuvo que alzar sus pequeños brazos y con sus manitos similares al del T – Rex coger el barandal.
Para ese entonces ya le había pagado el respectivo S/.1.20 al cobrador de bigote grueso y The Killers se oía e mis oídos.
De repente, quiero creer que por obra y gracia de la suerte, el bus empezó a avanzar con rapidez, yo estaba con la hora, debía de llegar temprano a mi clase, ¿Cómo sería posible que el maestro llegase tarde? Podrían despedirme pronto.
Me emocioné y sentí la adrenalina en mi cuerpo, además, le música se oía bien y el viento rozaba mi rostro. No me importaba lo que sucediera alrededor; pero si alguna mujer embarazada o chica bonita con muchas maletas subiera al bus, cedería mi asiento con gusto. Mientras ello no sucediera, yo andaría cómodo.
No estoy seguro si fue casualidad; pero en la tercera canción y entrando a la Avenida Caminos del inca, recibí una llamada, entonces, detuve la música para contestarle a mi contador, quien entre enojado y con humor negro, me dijo, ¿Por qué despilfarras tanto en fiestas? Si el ahorro es progreso. En ese momento, justamente cuando iba a responderle de esta manera, encima que te regalo un trago, sucedió lo divertido de esta anécdota.
Oí un ruido, no, mejor dicho, un estruendo. Fue como escuchar el sonido de un saco de papas caer contra el piso, incluso, noté polvo y boletos rotos levantarse, al voltear, todos tenían las manos en los labios con una expresión de sorpresa y a la vez como queriendo ocultar sus risas; pues, resulta que el gordito se había tropezado, en su total idiotez, con su cordón desamarrado. Es curioso como la mayoría de gorditos suelen ser un poco desordenados; aunque, de repente, este sujeto se haya olvidado de aquello.
Sin embargo, no pasó ni un minuto para que este enorme ser se levantase con una sonrisa en el rostro y yo notase su polo de rayas color blanco con negro y pensara con ánimos de ser bromista, que podrían haberlo utilizado como pelota en el partido de fútbol. Justamente en ese momento, el buen chofer resolvió dar uno de esos terribles frenos, exactamente casi llegando a Tinoco y pues, el gordito, que ya estaba parado y siendo viendo por todos -incluyéndome- volvió a caer; pero esta vez, hacia adelante y su cuerpo voluptuoso impactar contra el piso. Yo tenía su rostro al lado de mi zapatilla y quiero confesar que me reí. Reí tanto, de repente como si no lo hubiera hecho en años, reí demasiado, tanto como lo hicieron todos. Dos caídas en menos de cinco minutos, fue poético.
Fue coincidencia que en el siguiente paradero se bajara el gordito, yo creo quiero creer que sí; aunque algo en mi dice que sintió vergüenza y tuvo que descender para no sentirla con tanto énfasis.
Tras la risa volví a contestarle a mi contador, luego escuchar The Killers y aunque resulte extraño, porque suelen pasar muchos sucesos en mi mente como en la vida, no dejé de acordarme de ese momento durante todo el día. Y cada vez que lo recordaba, no dejaba de reírme.

Fin

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