Mi nuevo libro

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jueves, 29 de noviembre de 2018

Verano 2001

Despertar a las once de la mañana, encender la tele y sintonizar mi serie favorita. Reír con las ocurrencias de los personajes para también quitar el sueño. En comerciales descender a la cocina, coger la cafetera y verter el líquido sagrado en una taza con imagen de Goku. Dos cucharaditas de azúcar y perfecto para beber.
Volver a la habitación, reanudar la serie y continuar soltando carcajadas. En otra tanda comercial, prender la computadora y esperar a que cargue. Asomarse sin sentarse, abrir el Messenger y verla en línea con el Nick: Trabajando, solo tú puedes escribirme.
Esbozar una sonrisa, teclear el saludo acompañado de un adjetivo cálido sobre su foto en blusa blanca y sonrisa de oreja a oreja en el display tomada seguramente hace poco. Ver que responde con figuras de corazones y muchos besos casi llenando la caja del chat. Antes de una respuesta, leer: ¿Te veo, hoy, mi rey? Pensar en los planes del día, ir a una clase de portugués, intentar escribir una novela que lleva semanas atorada en el Word, seguir viendo series o programas deportivos, no es día de Champions, tampoco noche de Libertadores, la billetera sufre; pero es una mujer sencilla. Le basta un parque, un cuarto de hotel o una velada con pizza para ser feliz. Habrá sexo, besos y abrazos; palabras bonitas y sonrisas más que viendo la tele. Aceptar con una condición, que el fin de semana venga para pasar un rato futbolero juntos.
El anhelo de tener a tu chica y que te vea jugar pelota es uno de los placeros más grandes de ese tiempo.
Leer que acepta entre risas, corazones y figuras de pelota. Manda la webcam, la ves en la oficina, elegante, sofisticada; pero ella con bolsa de papitas en mano direccionando una a su boca provocándote mientras ríe y luego devora.
Tocan el timbre, se termina el chat virtual, vas a la ventana y ves a un sujeto de gorra amarilla sostener un enorme paquete. Bajas, abres la puerta, pregunta por ti, lo recibes y firmas.
El contenido son esos artículos que obtuviste en un Sex Shop virtual. Sonríes emocionado, la noche pinta mejor.
De vuelta al chat, le escribes: Hoy tengo una sorpresa para ti. Ella se llena de alegría y lo demuestra con rostros sonrientes como emoticonos que inundan la caja de conversaciones.
Escribe: Debo seguir trabajando, ha venido una pareja de esposos parar comprar sus paquetes a Cusco. Luego te llamo.
Un beso volado y una sonrisa. El chat se acaba.
Recostado sobre la silla imaginas lo siguiente que sucederá. Lo inmediato es la clase de otro idioma, el intento absurdo por escribir, los documentales en los que te vas a distraer y esperar la caída de la noche para meter todo al maletín, subir a un bus hasta el Óvalo Gutiérrez. Ella espera en una esquina, un abrazo en señal de saludo y caminar preguntándose cosas habituales.
Luego a un hotel y olvidarse de todo.

Fin

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