Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

lunes, 28 de noviembre de 2016

Un día cualquiera como ayer

- ¿Cómo es que un lugar logra contener tantas emociones? Pregunté de una manera retórica al tiempo que arrojaba el humo del cigarrillo; pero Ann, quiso añadir: Por todo lo vivido en ese lugar. Asentí con la cabeza y le sonreí.
Estábamos en la avenida La Marina, habíamos acordado en encontrarnos en la UCP. Ella salió de la universidad y me recibió con un abrazo. Le dije que no sabía que habían instaurado una sucursal de dicha universidad por este lugar y ella con un gesto de confusión añadió: Se nota que vives en otra época.
Sonreí y le dije, hace mucho que no vengo por aquí. Fácil unos seis a siete años. Las cosas han cambiado, le dije con una voz feeling. Ella sonrió y acotó: ¿Ya te diste cuenta que no existe Marina Park? Yo le dije, ¿Por qué crees que estoy melancólico? Venía a este lugar desde tiempos ancestrales, tenía una chica que vivía cerca, nos veíamos en este lugar, precisamente donde estamos parados ahora, yo la esperaba con una rosa en la boca y el cabello largo y suelto alucinándome Afrodita de Piscis y ella se acercaba con su ondulado hasta los hombros, delgada y con un porte digno de su carácter fuerte. Soberbia por donde la veas; pero como una gatita tierna cuando se enamora. Nos dábamos un abrazo o un beso e íbamos a Marina Park a hacer hora, a veces entrábamos al cine, a veces tomábamos unas chelitas y otras veces no hacíamos absolutamente nada y nos quedábamos sentados en la banca de un parque cercano viendo a las palomas picotear lo que encuentren en el suelo. Era divertido.
¿Qué fue de ella? Quiso saber Ann. Nos volvimos dos extraños más que van quedándose detrás, le dije citando al cantautor español.
Invita tu pucho, dijo enseguida y tras una piteada, aseguró: Entonces, si conoces por aquí. El tipo de quien te hablé vive por allá. Señaló el horizonte y resolvimos andar.
Ann me había dicho que tenía un amigo que requería de un guionista para desarrollar un corto. ¡Cuenta conmigo! Le dije con énfasis cuando me lo propuso. Estoy trabajando más el asunto de los guiones que las novelas, pienso dejar un tiempo la literatura convencional para esforzarme en el trabajo de guionista. Mi sueño es trabajar con Jennifer Lawrence, no solo porque ande jodidamente enamorado de ella, sino porque puedo liberar mi imaginación. Es como se lo conté mientras caminábamos.
Ann, quisiera dedicarme más a los guiones, ya publiqué “La última tarde” y me está yendo ligeramente bien. Ahora quiero darle con todo al asunto de los guiones, por eso estoy aquí.
¿Aún sueñas con hacer una película con JLaw? Lo dijo con una picardía auténtica de una mujer con un exquisito sentido del humor.
Bueno, ¿Quién sabe, no? De repente y hasta nos enamoramos. Ella se empezó a reír de manera estruendosa con mi inofensiva y sí, muy irresponsable, comentario.
Lo siento, disculpa la risa, dijo y acotó: Ella está rodeada de tipos guapísimos, talentosos y millonarios.
Bueno, yo no tengo nada de eso y ese es mi plus.
¿Por qué? Quiso saber Ann.
Y aquí es como una simple charla, algo tan rutinario como banal, una conversación absolutamente irrisoria, gana peso y se vuelve transcendente.
Tienes que verlo desde esta perspectiva, le dije, me detuve y añadí: Ella es como una diosa, por ejemplo, mitológica. Dale, que sea Artemisa, y yo puedo ser uno de esos mortales; pero héroes que lucha contra todo para conquistarla. ¿Me entiendes?
Lo único que entiendo es que te encanta la mitología griega.
Es mi favorita; aunque la egipcia también me fascina. De hecho, tengo un tatuaje de Anubis en la pierna.
Retomamos el andar y yo seguí hablando: Te daré un ejemplo más real, ¿has visto la película Nothing Hill? El tipo que tiene una librería y se enamora de una actriz. Es con Julia Roberts, guapísima por cierto, al final él termina casándose con ella luego de un montón de peripecias.
¡Ya, basta! Tú nunca te rindes, ¿no? Ya, ya, te creo. Si, ella se fijará en ti, dijo y empecé a reír porque logree estresarla.
Me gusta sacar de quicio a las personas, le dije con una sonrisa.
Si, ya me estoy dando cuenta, dijo y enseguida cambió de tema, ¿trajiste tus trabajos, no? Claro, traje mis guiones de largometrajes y cortos.
Chévere, ya estamos llegando; pero antes, fumemos otro pucho, dijo y empezamos a fumar al tiempo que andábamos con lentitud.
¿Sabes, Ann? He notado que cuando hablo de Jen Law te enojas o me pones trapas, es como si… te pusieras celosa.
¿Celosa, yo? ¡No me jodas! Dijo con seguridad y yo empecé a reír para luego decir, estoy jodiendo, no te exaltes.
Ya estamos cerca, en ese edificio es, dijo. Excelente, le dije y caminamos hasta llegar al lugar.
¿Qué timbre es? Quise saber. El 204, dijo. Presioné y salió un tipo de lentes y barba, quien hizo un ademán con la mano y bajo al instante, tan rápido que ni tiempo tuve de apagar el cigarrillo.
Ingresamos y noté que su departamento parecía una cabina de internet. Si que te afanas con las computadoras, dijo Ann tras saludarlo y presentarnos diciendo: Este es el chico de quien te hablé, ha estudiado conmigo y hace bien su trabajo. Yo sonreí y le estreché la mano.
Entonces, empecemos. Déjame mostrarte lo que he avanzado, dijo el tipo de lentes y suéter de lana a pesar del calor.
Si que no sales mucho, dijo Ann haciéndome reír porque había pensado lo mismo.
Se acomodó en un mueble mientras que el sujeto llamado Rodrigo y yo nos sentábamos al frente de la computadora. El chiste fue obviado por su amigo; pero yo no dejaba de reír. Sin embargo, tuve que ponerme serio para oírlo explicar el asunto.
Entendí todo con lujo de detalles y le dije que podría trabajarlo, que en menos de un mes tendría el guión. Este sonrió, me dio la mano y mirando a Ann, sentenció: Me agrada este sujeto. Esa frase fue chistosa porque pareció salida de una película de comedia.
Enseguida, nos invitó café. Estuvo bueno y rehabilitador, hablamos de libros y sobre mis tatuajes de Dragon Ball.
Llegamos a la conclusión, Rodrigo y yo, de que Goku Black era un personaje fantástico hasta que apareció el otro idiota. Sin embargo, ambos nos devolvimos la pregunta, ¿sabes que seguirá después? Eso fue algo que no pudimos resolver.
Al rato, nos despedimos, Ann quería irse, debía de estar en casa para el almuerzo y cuando mencionaron almuerzo yo empecé a babear. Quedé con Rodrigo en vernos de nuevo por el WhatsApp y acordar detalles para el trabajo y luego acompañé a Ann a su casa. El plan era despedirnos e ir a la mía a almorzar; pero ella quiso invitarme a pasar con la excusa de no querer comer sola. Pues, acepté.
Hablamos del trabajo actual, le agradecí la recomendación, charlamos de mi libro, de los guiones que ella escribe, de los que yo hago, hizo un montón de preguntas, entre íntimas, extrañas y banales -ya no me sorprende el interés que tiene para con mis cosas- y pues, luego de comer y beber agua heladita, nos echamos sobre su mueble para ver algo de televisión. No habíamos hecho esto nunca, siempre todo fue trabajo y despedidas; pero andábamos llenos y estábamos cómodos.
Una hora y pico después le dije que me debía ir, tanta comida me hizo sentir mal y quería llegar a tiempo para la hora de spinning. Llegué a casa y lo primero que hice fue caer rendido en la cama, no fui al gimnasio y no volví a comer. Bebí te y fumé un cigarrillo, luego me puse a escribir.
Y bueno, aquí estoy, terminando de contar esta anécdota. Necesitaba escribir, siempre debo escribir, por eso cuento cualquier situación que ocurra.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario