Mi nuevo libro

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miércoles, 21 de febrero de 2018

Lados E

- Soy demasiado romántico y toda mi vida le he dado prioridad al amor y sus asuntos interpersonales, me he esforzado y mutado por el bien de mis relaciones y he llegado a reciclar lo mejor cuando estas han terminado. 
No cambiaría ninguna de mis historias, si pudiera volver a vivir elegiría disfrutar de las mismas aventuras a pesar que algunas hayan ocasionado desastres en mi vida, porque siento que todo lo vivido; aunque a estas alturas de mi existencia y con mis treinta y tantos en alza, ya no afecten mi presente, han sido temas referentes en mis relatos y evidentemente en mi novela; pero ya no en mi ahora.
He soñado -tal vez ya no sueñe porque lo quiero real- con alguien con quien compartir mis éxitos, mis derrotas, mis jodidos momentos de melancolía que no comparto con absolutamente nadie y podría abrirme con una sola persona, mis delirios y fetiches, locuras y esas ganas de querer comerme al mundo sin cubiertos. De hecho, todo lo que pueda encarnar mi ser y su ser para así fusionar sueños y converger realidades haciendo que todo fructifique para bien; pero, aunque tal vez no se presente en físico o haya estado y se fue, ansío ese encuentro, quizá, imagino demasiado o la idealizo cuando la encuentro; pero válgame el romanticismo, el maestro Bécquer y su libro que llevo siempre y todo ese asunto del corazón, a veces es lo único que deseo para contemplar mi felicidad.
Pero nada, absolutamente nada podría ser completo, ideal, extraordinario, -cualquier otro adjetivo que pienses- si ella no quisiera lo mismo.
Por eso, todavía sigo esperando.



Fin

viernes, 16 de febrero de 2018

Ese soy yo

- ¡Asaltaron el cielo! Y si, fueron mis hombres.
El secuestro de Helena no se compara a lo que hice.
Escapé del infierno y no soy Orfeo.
Ahora me buscan de ambos bandos por recuperarla.
Veamos si Dios y Satanás pueden contra mí. 
Y aquí en Tierra, la iglesia me acusa de hereje y el Pentágono de terrorista. Y yo fumando un pucho contemplo verla dormir.
Solo por eso mataría dioses.

Los a veces de Anna

- Anna: A veces cuentas historias para relatar un acontecimiento actual; pero no sé si esas historias las inventas en el momento o realmente son ciertas.
Yo: Lo importante es que trato de darte un buen ejemplo.

Anna: A veces se me olvida tu edad; pero cuando hablas con tanta seriedad y sobriedad, la recuerdo.

Yo: Cuando uso bermudas y polo con lentes parezco un tipo de 19. Prefiero el invierno para vestirme de acuerdo a mi edad.
Anna A veces aparentas ser una persona tenebrosa, con quien no hay que meterse.
Yo: Aunque no lo creas, soy un hombre feeling. Parezco duro, pero tengo mi corazón ardiendo de amor.
Anna: A veces me genera confort todo tu optimismo. Cuando te conocí no dejabas de decir que iríamos al mundial y hoy ya ni lo mencionas.
Yo: Soy positivo todo el tiempo y cuando lo logro, lo disfruto, no lo ando recalcando.

Anna: A veces quiero abrazarte por lo tierno que eres, otras veces golpearte porque me estresas.
Yo: Ese, realmente ese, es mi encanto.

Y nos matamos de la risa.


Fin

lunes, 12 de febrero de 2018

Aferrarse

- Antes se me hacia sencillo desprenderme de amores. Terminaba una relación sabiendo que en cualquier otro momento podría empezar otra o tal vez, con el paso del tiempo ir conociendo más personas, no me aferraba o mostraba en mi totalidad para no permitir el acceso a mis entrañas a quien solo estaría unos meses rentando mi cuerpo.
No, nunca he sido quien cambia de novia como de ropa interior; pero era quien no se aferraba a alguien porque quería seguir viviendo aunque ese pensamiento propiamente mío hubiera sido aniquilado, destruido y hecho trizas si alguien hubiera llegado a lo profundo de mi alma y colocado su bandera inamovible. Nunca lo hicieron. Y si alguien pudo, el viento se encargó de quitar esa bandera.
Esta es una linda paradoja: He vivido sin aferrarme a alguien sentimentalmente pero a la vez teniendo la ilusa idea de que pueda existir alguien que pueda enamorarme hasta los confines de mi ser.
Nunca se lo dije, solo lo despertaba cuando decía: Creo que lo mejor será que terminemos. Entonces respondía, ¿Por qué? Y yo decía: No me siento bien, no estoy tranquilo, me celas mucho, me jodes todo el santo tiempo, no cambias, sigues haciendo las mismas burradas, entre otros argumentos. Yo cometo errores; pero trato de ser mejor, de no volverlos a decir o cometer, evoluciono con el tiempo y en ese entonces no hallaba lo mismo, ¿Qué es lo mismo? Tan simple como ir mejorando con el tiempo, expresando lo que sientes y haciéndome sentir, no feliz, no extraordinario, no especial, sino cómodo.
¿Y si me llega a sentir extraordinario o feliz? Prepárate para la propuesta de matrimonio. Pero en ese tiempo no ocurría, me hallaba a millones de años luz de ese pensar, estaba lejos, tan lejos que ni siquiera podía imaginarlo y si alguien comentaba yo me echaba a reír.
Tal vez sea la razón por lo que mi romanticismo ha descendido; pero nunca agotado.
No me aferraba, era fácil desprenderse de amores, tener buenos recuerdos, una noble despedida y ser amigos. Por eso fui avanzando y mientras lo hacía mejor conocía a las personas y durante aquello me daba cuenta que mientras más crezco más perfeccionista me vuelvo.
Pero, ahora soy un hombre y un tipo como yo espera una compañera, desea un hecho tangible, no rutinario, pero sí con momentos de extraordinario y aquello no es salido de cuento de hadas, es tan lindo como estar echados sobre la cama y abrazados, pensando en lo bonito del rato, en algo levemente a futuro como un refresco de mango que compraremos o una tortilla que haremos, esos momentos son lo que me fascinan y me aferro tanto que no quiero dejarlos nunca. Ya no quiero pensar que voy a involucrarme en otras circunstancias, porque adoro aferrarme a pensar que voy a seguir involucrándome en situaciones preciosas con una compañera ideal, no perfecta, ¿Quién quiere la perfección? Si lo ideal lo supera todo, si esa compenetración atrapa y abre paso a lo magnífico.
En definitiva, hay tiempos, los pasados para crecer y los actuales para querer.
Antes no me aferraba, ahora quiero quedarme recostado a tu lado por siempre y que la noche dure la eternidad.



Fin

viernes, 9 de febrero de 2018

Conceptos breves

- Una chica me dice, eres un tipo maduro, atractivo y de hecho que intenso. No le hizo falta razón para sacarme esa radiografía, cualquiera que leyera mis textos y hablara conmigo lo sabría enseguida. Le di una sonrisa, firmé su ejemplar y nos sacamos una selfie.
¿Qué hay después?
Mi mejor amiga dice que soy un viajero en el tiempo, que ando divagando entre mundos paralelos buscando un objetivo diferente a los libros, la familia y la ¿fama? ¡Sí, la fama! Aunque a veces lo niegue, como dicta. Ella añade que a pesar de todo mi kilometraje, es decir; mis excelentes novias, aventuras extrañas, viajes, locuras, mutaciones y demás, no he llegado a tener ‘eso’ que nunca tuve. No voy a profundizar en el ‘eso’ porque es netamente su filosofía y ella podría definirlo mejor. Comenta que soy buen tipo; pero a veces me excedo en dar. Yo digo: Soy natural, doy lo que siento. Ella dice: Da de acuerdo a como te dan. Yo le digo: Que aburrido es limitarme. Ella dice: A veces es necesario. Yo soy más romántico, pero ella dice que debería no serlo siempre. Y a veces lo intento de forma estéril. Otras veces dice que voy a lograrlo todo; pero que mientras tanto me distraigo con tangentes, en términos naturales, con situaciones que no debería hacer pero las hago, por caminos sin rumbo que sigo por pasear, ella aclara: Conoces el camino, lo tienes en frente y sabes que debes recorrerlo; pero te vas por otros por curiosear poniendo nerviosos a los espectadores como intentando hacer la trama de tu vida un tanto más interesante (de lo que ya es).
Puedo acotar:
Tuve una ex de años, duramos como siete si bien recuerdo, ella me describía ante su familia, amigas íntimas, amigos del trabajo, en sí, todos, de la siguiente manera: ‘Por si acaso lo único que sabe hacer es escribir… Y lo hace tan bien’.
Y vayamos a la contraparte:
Hay una chica que me odia sin razones y motivos -o bueno, no estoy seguro de que en la actualidad sienta lo mismo- entonces cambiamos el discurso por: Ella solía decir que soy soberbio. Irónicamente, decía que soy humilde cuando andábamos juntos. Me encanta cuando los matices cambian de acuerdo a la circunstancia. Una vez dijo que yo era un demente sin remedio, cuando estábamos juntos aclaraba que era un tipo sobrio y resoluto. Adoro esas situaciones extremas.
En casa:
Mi vieja siempre tiene sus comentarios positivos y otros un tanto graciosos; pero vayamos con los divertidos: Hijo, mi amiga quiere un par de libros, ¿me los llevo, ya? Yo: Ya, pero pasa la plata. Ella: Ay como voy a cobrarle.
En algo casual:
Salía con una chica, solo tuvimos una cita y una vez la oí decirme: Eres como Norman Bates.
Un amigo:
Este personaje dice que siempre hablo en clave, que a veces le converso en metáforas y que trato de ocultar mi verdadero ser o en el peor de los casos, mis verdaderas emociones, contando relatos distorsionados. Claro, no cometo la estupidez de decir ‘tengo un amigo’, sino que te cuento una historia aparentemente irreal y coloco dosis de lo mío.
Y el amigo de todos:
Siempre que me ve saluda con movimiento de cola y mostrando la panza para saludarla.
Y ahora, ¿Qué dicen mis lectores?



jueves, 8 de febrero de 2018

14 de febrero

- No intento dármela de romántico del año ni tampoco repetir un cliché; pero muchos(as) se afanan con el asunto del 14 de febrero cuando lo que realmente importa e interesa y vale la pena es ser detallista todo el santo tiempo. Yo por ejemplo, trato siempre de demostrar mi afecto de diferentes modos y en especial con lo mejor que sé hacer, por eso, escribo cartas de amor, las perfumo y entrego como esos románticos de antaño. Y lo hago todo el tiempo, no por ser un día especial, sino porque me nace la necesidad de expresar lo que siento.

sábado, 3 de febrero de 2018

Tiempo de helados

A veces me cuesta entender, ¿Por qué las personas se alejan cuando tiene pareja? Y llegado a pensar, ¿todos los novios de mis amigas son celosos? O Ya, no iba a decir esto; pero voy a decirlo: O me odian por fantasías machistas absurdas.
Mi historia no relata ese argumento a profundidad porque tardaría siglos y tengo otras ideas haciendo cola en la mente.
La otra vez caminaba rumbo a casa desde el mercado, había ido a una tienda a comprar un helado -adoro los helados- cuando de repente me encontré con una amiga, con quien viví muchas aventuras -ninguna sexual, amigo celoso- y quien tiene una bebe, una niña preciosa, de hecho, divina, que solía decirme tío. Tengo una fascinación por las niñas debido a que, bueno, ya lo saben muchos; en tanto y por instinto me acerqué a saludar a la pequeña, que ahora no era tan pequeña, no solo por los zapatos, sino por el tamaño, había crecido a cabalidad, como si ese par de años alejados hubieran significado décadas. La conocí cuando nació, mi amiga salía con un cretino hijo de la san flauta, que por trámites legales se hace cargo, cuando no debería ser así, simplemente ser una devoción, a veces me cuesta entender la estupidez de la gente. ¡Oye, tienes una hija! Date cuenta. No llegues a absurdos extremos por mantenerla, sino hazlo porque es tu hija. Es tu creación, baboso. En fin, como decía mi abuelita: Nadie es Dios para juzgar a las personas.
Yo los quemaría en la hoguera.
Lejos de ello, la pequeña me reconoció enseguida y eso que llevaba otro look -el del cabello largo y sedoso como comercial de champú- y dio un abrazo efusivo tras decir: ¡Tío Bry! A los tiempos, ¿Dónde estabas? En ese momento, no pensé en las historias que el tipejo habría dicho de mí, tampoco en las mentiras que su madre y amiga podría haberle contado, solo nos abrazamos y le propuse tomar un helado.
Y allí estaba ella, mi queridísima, junto al gil de goma de su pareja, que me vio con rostro de pocos friends. Yo le dije: Cariño, a los tiempos, que grande esta la peque.
Ella respondió: Bry, ¿Cómo estás? Desde que eres famoso ya no te acuerdas de los amigos.
Te conozco desde hace quinientos años por la tarde, así yo fuera Donald Trump, jamás dejaría de tomar helados en el mercado de mi casa.
Me miró sabiendo que mis comentarios eran ciertos. La dulce Luz no se quería alejar de mí y yo tampoco y entonces vivimos la situación más incómoda para el susodicho: Estar todos tomando helados en la misma mesa.
Yo adoro las situaciones particulares, esa era una de ellas.
A veces he llegado a sentirme el padre de la pequeña, es una situación curiosa; pero nació de Fátima, mi amiga, quien una vez viéndonos jugar junto a Lu, se le dio por llorar y decirme: Luz se siente tan cómoda contigo, es como si fueras su Papá. Empezó a reír entre lágrimas, nunca he comprendido como alguien puede hacer algo así, tal vez es por dolor y risa a la vez.
Verla me hizo bien, es verdad que no soy una persona de extrañar; pero realmente, a veces, extraño momentos, nunca personas. Y lo que extrañaba era pasar el rato con ellas.
Bueno, el tipo de mentalidad de quinceañero se fue hacia otro sector con su helado, parecía un niño enojado y resentido, le dije a Fátima si me presencia lo incomodaba -y si lo hice saber por joder, porque a veces amo joder- y ella dijo que mientras Luz se encuentre alegre, el resto al diablo. Esa frase me hizo creer que podría recuperarla como amiga; pero vi una sortija en su mano.
¿Comprometida?
Asintió con la cabeza.
La cerré los oídos a la peque y le dije: ¿Lo amas?
Dudó y sabiendo que no debo meterme en la vida privada de las personas que quiero, le dije: Estas jodidamente equivocada.
¿Qué quieres que haga? Tenemos casi dos años.
Los mismos que no me ves.
Y tenemos… Que se yo, eso a lo que llaman costumbre.
Fati, eres guapa y tienes un buen trabajo, piensa bien las cosas antes de hacerlas, es mi consejo. Sabes que detesto darlos; pero a veces son necesarios.
A veces te extraño, amigo. Sobre todo cuando tienes razón; pero aunque no te parezca, Carlinho es un buen muchacho.
Si un machista que se comporta como un niño de la escuela de Luz te parece buen tipo, entonces te respeto.
Tienes que conocerlo mejor.
En fin, flaca, es tu vida y sabes que no me meto.
Tío, ¿Cuándo nos visitas? Dijo la peque.
La vi sonriente como si mi humor mutara solo por ella y le dije: Cuando tu mami quiera tenerme de nuevo en casa.
Ay por Dios, sabes que siempre eres bienvenido.
Entonces, voy el domingo.
Hacemos algo de cenar, ¿Qué dices?
Claro, Fati y que la peque prepare el postre.
¿Y yo que voy a hacer? Dijo el tipo, que llegaba.
Tú puedes irte a la mismísima mierda, pensé.
Pero le dije: Tal vez puedas ayudarnos con la salsa.
No sé hacer salsa.
Entonces, ¿traer las bebidas?
No tomo.
Fati, ¿Qué le viste?
Ella empezó a reír.
Bueno, Carlinho, ¿verdad?
Así, es, señor Barreto.
Ya te daremos un uso.
Luz se mató de la risa porque eso solía decirle al oso que ella tiene y cuando jugábamos este personaje se quedaba afuera por estar maltrecho y sin ojo y yo le decía: Ahora te daremos un uso y como el tipo era gordito y medio complicado físicamente, Luz lo asimiló mágicamente como dicho oso. Fue gracioso.
Y así, la risa de la pequeña Luz nos contagió a todos, Fátima entendió el chiste, yo no pude evitar reír y Carlinho que quería caer bien –tal vez habría cambiado- también comenzó a reír y el ambiente se volvió un enredo de risas que no pararon.

Fin