Mi nuevo libro

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viernes, 1 de febrero de 2019

Un día casi normal

- Me encontré con un tipo en el tren, yo estaba acabando de leer ‘Aura’ de Carlos Fuentes cuando me sorprendió su saludo un tanto exagerado. De hecho, llevaba una sonrisa impresionante tal cual caballo. Dejé abierto el libro pensando que lo saludaría y se iría por otro lado; pero olvidé que el tren andaba repleto. 
Aun así, seguía teniendo el libro dividido por un dedo. Edgardo, me asaltó con un comentario: Has escuchado hablar sobre el hecho de ganar dinero compartiendo cositas en las redes sociales.
Asentí con la cabeza para que de una vez terminara su operación; sin embargo, siguió: Veo que tienes un huevo de gente en el Facebook e Instagram. 
Pensé: Y soy de los pocos locos que habla con la gran mayoría, no como muchos que no conocen a ninguno.
Eddy, como voy a llamarlo a partir de ahora porque Edgardo resulta largo, añadió: ¿No te gustaría participar? Solo debes ir a una torre miraflorina para un casting o una feria o una charla, 
-algo así- para escuchar a alguien que quiera lavarte el cerebro -eso no dijo pero me pareció gracioso pensarlo- y luego llenar tus redes con cosillas para la gente sapa. Y bla, bla, bla.
El punto es que no me interesó su argumento. Puede que sea cierto o tal vez una de esas tantas ofertas piramidales que son una recontra estafa como prostituta de callejón que al final tiene verija.
(No me ha pasado, eh; pero sí a un primo de un primo, vive cerca a mi casa y escucha Maluma).
Le dije: Buen Eddy, no estoy interesado por ahora, estoy en otros proyectos. Pienso abrir un Locutorio (casi me gana la risa cuando se lo dije) pero este me dio extrañado, como quien no acierta la joda.
Arremetió: Tigre, podemos hacer dinero, solo deja que te inscriba, te pones tu mejor atuendo y vamos a la charla en Miraflores, ya sabes, donde están las torres, el mini Wall Street. 
¿Quién diablos inventó esa tremenda estupidez? Pensé al tiempo que ocultaba mi risa con la mano.
Carlitos Fuentes esperaba el final de la lectura, el tren andaba en ‘Pirámide de sol’ daba la ironía y Ed, como voy a llamarlo ahorita porque Eddy es muy largo, insistía con sus argumentos extraños y curiosos alucinándose Leo DiCaprio en el Lobo de W. St.
La única diferencia es la falta de pinta, facha y la súper mujer que se maneja.
(Diablos, acabo de tener una maldita erección)
Resolví utilizar mi mejor arma para evitar a sujetos insistentes, algo que no puedo usar con las mujeres, ¿Por qué? Pues, las adoro.
Me hubiera gustado tener el control de Adam Fucking Sandler en Click para callarlo de una vez; pero tuve que hacer la técnica del celular. 
De repente, en un descuido, vi el celular y dije: Diablos, es mi esposa.
Pero, tú no tienes esposa, arremetió.
Me casé ayer en Las Vegas.
Descendió en la siguiente estación. Sentí alivio.
No suelo aceptar ese tipo de invitaciones a como suelo llamar ‘cosas raras’ porque no me dan la suficiente información y porque me da pereza.
Creo que la segunda es la opción real.
Al bajar del tren y terminar de leer Aura, claro con emociones encontradas y todo ese asunto que te dejan los buenos libros, me encontré con la abuela de una ex novia. La señora tenía una memoria prodigiosa, pues, a pesar de verme con nuevo look y mucho más fachero que antes, me dijo: Hey, a ti te conozco. Enseguida: Sí, ya recuerdo. Al segundo: Claro, el novio de mí querida Lucy.
Yo andaba sonriendo en todo momento, tengo la sonrisa instaurada para todo, para tipos jodidos como Edgardo. Espera, ¿Quién demonios se llama Edgardo? Que nombre tan largo. Y bueno, también para señoras carismáticas y ludópatas (la tía salía de un casino) y no me sorprendería, lo juro por el señor que no creo, que estuviera junto a un joven lujurioso y bien apuesto. Pero el asunto no fue ese, la tía fue a jugar y luego seguramente al mercado, las abuelas suelen ser hueveadoras; llega un punto en donde no tienes nada que hacer que te dedicas a hacer oreja. Así es la vida. 
Me cogió de las mejillas y plantó un beso. Estaba cariñosa, ni mi vieja me trata así. Dijo algunas palabras medias exageradas, tales como: ‘Hubiera querido que te cases con mi hijita’. Yo pensé: Ese hubiera sido mi Waterloo; pero resolví, elegantemente, responder: Yo deseaba; pero no se pudo. Lo siento.
Disfruto hacerme la víctima en algunas ocasiones. 
Ella hizo ademanes con el rostro y añadió: ¿Cuándo vienes para tomar lonche? Queremos oír tus historias.
Si que tiene buena memoria, pensé. Yo solía contar mis historias durante la cena, siempre me gustó contar relatos que inventaba en el momento o algunos hechos históricos que tanto me fascinan; pero eso fue hace como doscientos años. 
Me despedí de la seño y me fui. En el camino pensé que debí haberla acompañado a su casa; pero luego me acordé que vive a unas cuadras. Además, no quería encontrarme con Lucy porque ella es sumamente loca, puede pensar cualquier cosa, incluso, que quiero volver tratando de cautivar a la anciana para que sea intermediaria o estoy planeando algo en pro de recuperarla. Ideas descabelladas que prefiero evitar. 
Me puse los audífonos para oír a The Killers, que recientemente se ha vuelto una de mis bandas preferidas. No vayan a pensar que comencé a escucharlos porque a mi ex novia favorita le gustaba y un día quise sorprenderla dándole nombres de temas e invitándola al concierto en Lima; pero me di cuenta que habían pasado siete años y ya no pude hacer nada. No vayan a creer eso. No escucho a esa banda por ella. 
(Diablos, voy a lavarme el rostro. Se me acaba de romper la jarra).
¡Ya, ya! Lo admito, la cagué. Lo siento, era joven e idiota. Cualquiera se equivoca, ¿no? 
Volviendo al tema: Andaba canalizando situaciones que posiblemente llevaría al papel, cuando vi a una amiga, de esas con quien, bueno, ya sabes, solemos tener algo de vez en cuando, generalmente cuando estamos solos y no habrá daño colateral. La vi embarazada, con un tipo guapo de barba y sumamente musculoso. Claro que yo también tengo mi fuerza, por algo no me eligieron para pelear contra Jiren en el próximo torneo del poder. Resulta entonces, que, por buen tipo, casi me gano una riña.
Yo la saludé de forma cordial, amable, honesta, tranquila, relajada, serena, sincera y sobre todo, en confianza con un: Hey, a los tiempos, ingrata.
El tipo me miró con rostro de pocos amigos, era un tipo extraño, ¿Por qué ponerse celoso? Ah, claro, ya lo sé; pero no fue en su tiempo -bueno, al menos que ella me haya mentido- y en cuestión, no recibí su saludo. Pasaron de largo, me sentí confundido. Éramos amigos, pensé. Éramos patas o brothers, ¿Qué tiene de malo saludarse? La gente es llorona. Bueno, no vuelvo a saludarla, pensé y seguí mi rumbo.
Ese asunto me hizo recordar un tema personal, tengo o tenía, una mejor amiga, mi hermana, mi pataza, mi bff con quien hicimos miles de cosas chéveres; pero nunca, jamás y lo puedo jurar ante la tumba de mi abogado, tuvimos sexo maldito. Simplemente éramos patas, carnales, cuates, etc.
La historia es simple: Un día tuvo novio y no me volvió a hablar.
Eso odio de la gente, pensé mientras veía su Facebook dándome cuenta que me había eliminado. La gente es rara, uno no termina por conocerlos, un día te quieren y son los mejores amigos y al siguiente momento te eliminan como si las huevas. Gente rara, carajo, pensé al tiempo que cruzaba la pista para comprar una raspadilla.
Tras refrescarme subí un bus y adentro me encontré con Edgardo, mi peor pesadilla, quien estaba al fondo. Resolví ocultarme y sentarme adelante; pero al cabo de unos minutos lo vi sentado a mi lado.
Yo nunca haría eso. Joder tanto a alguien.
Preguntó, ¿ya te decidiste?
Quise decirle, ¡Me llega al huevo lo que propones! Pero le dije: La verdad es que, como te digo, no estoy interesado.
El tipo insistió e insistió; pero milagrosamente subió al bus una muchacha bonita, alguien que me resultó ligeramente conocida y mientras la veía de reojo iba recordando mejor. 
Me acordé. Leyó mi libro, de hecho tiene una foto junta él; aunque se ve diferente a la foto de Facebook, igual denota belleza. 
En una jugada maestra, me levanté y fui donde la chica.
Hey, disculpa, ¿Qué te pareció la obra?
Ella, a diferencia de mi actitud con Edgardus (me dio risa escribir Edgardus) se sintió alegre de tenerme cerca.
Hablamos de mi libro y sus comentarios fueron bien recibidos; pero lamentablemente descendió dos o tres paraderos después pidiéndome el WhatsApp. Que no le di (ya, ya, ya, le di, le di; pero solo porque soy amable). 
Edgardus volvió al ataque.
Me bajé un paradero antes. Me gusta caminar, si puedo evitarlo andando, es lo mejor, pensé al bajar. 
Caminé a casa. Ya faltando poco, me encontré con mi hermano, quien salía del banco. Tras saludarlo le dije que invitara el almuerzo porque lo vi con dinero.
Entramos a una cevicheria, pedimos lo justo y necesario y cuando me preparaba para consumir la canchita previo al plato de fondo, entró Edgardo como monstruo que parece de repente en película de terror junto a un grupo de amigos y maldije diciendo, ¿este sujeto no se cansa de joderme? Parece religioso adicto a las proclamaciones del Apocalipsis.
Mi hermano que es un tipo chévere y buena onda, lo saludó con un gesto de manos. Fue demasiado tarde para advertirle de sus intenciones.
Edgardo se acercó como Jason (aunque creo que tienen la misma cara) y nos habló sobre su maldito programa. Sin embargo, en un acto magnificó, le pedí al mosaico la comida para llevar.
Llegamos a casa y comimos felices sobre la mesa. 
El ceviche, la jalea y el arroz con mariscos estuvieron exquisitos. 
Al rato fumamos unos puchos para ayudar a la digestión aunque esto sea una completa mentira y nos esparcimos cada quien a su habitación. 
Enseguida, recibí una llamada de un número no registrado: Bry, así que te encontraste con mi abue y le dijiste que te hubiera gustado casarte conmigo. ¿Por qué no lo dijiste antes, eh? ¿Crees que todavía quiero hacerlo contigo? Pues, no. ¡No quiero! No quiero que volvamos y tampoco que nos casemos.
¡Te odio! Coelho escribe mucho mejor y Maluma hace mejores rimas.
Eso fue directo el ego y el alma. 
Colgó de golpe sin darme opción a replica. 
La putamare, ¡Maldita boa! ¿Qué fue eso? Dije asombrado. 
Tan solo una hora después, tocaron la puerta. 
Mi vieja que suele ser muy tierna, abrió la puerta y gritó: ¡Bra, adivina quién te busca!
Bajé creyendo que se trataba de Jennifer Lawrence tras haber recibo mis cartas de amor; pero vi a mi ex con sus viejos y su maldita ludópata abuela. 
He cambiado de opinión, si quiero casarme contigo, dijo con emoción. 
¿Ahora entienden cuando dije que estaba loca?
Ya, ya, ya, siempre me repiten lo mismo: Bryan, ¡Deja de invitar a salir a las chicas del manicomio! 
Pero, en ese momento, por suerte un milagro ocurrió. 
(Y eso que no creo en Dios). 
Edgardo llegó diciendo: Seño, ¿puedo hablarle sobre un programa de ganancia en redes? Es que nadie en el puto mundo quiere asociarse conmigo y con este calor mi camisa se acaba de desintegrar. Estoy pensando en volver pastor y ganar dinero de ese modo.
Lo sentí frustrado, tenso y muy melancólico. Había recorrido media capital en busca de un iluso, digo, un emprendedor. 
Mi vieja le respondió: No tengo redes, Eddy.
(Yo acababa de crearle un Facebook la noche anterior). 
Pero yo sí, yo sí, le dije emocionado, salté a sus brazos y añadí: 
¡Edgardo Emmanuel Gustavo Sarabia Vildoso De La Sopa! Mi hermano, mi amigo, mi colega. Dale, te escucho lo que quieras. ¿Dónde firmo? Adoro que me pidan ir a charlas y sacarme fotos en edificios. ¡Cuéntame todo! Yo acepto tu negocio, dame los productos y empecemos con todo.
Desde entonces lo llamo 'San Ed'.


Fin

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