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domingo, 10 de febrero de 2019

Alguien se ha ganado un PS4

- Fuimos a visitar a la abuela, quien, de hecho, a sus cincuenta clavados bien se asemeja a alguien de treinta y pico.
Nos recibió con los brazos abiertos y la mesa servida, me encanta que me den la bienvenida de ese modo y el único lugar donde ocurre es el hogar.
La pequeña estaba feliz, se dieron un abrazo interminable e intercambiaron muchos besos y pláticas rápidas sobre sucesos de la escuela (bueno, el kínder).
Yo devoraba unos ricos panes con tamal acompañado del buen café colombiano mientras que ambas, a quienes viéndolas fijamente puedo relacionar en muchos factores sus aspectos físicos, charlaban sobre las muestras de pintura y plastilina, los juegos florales de verano, la natación y el karate, incluso, las lecturas que tiene programada hasta el inicio de clases, todo un esquema de actividades que su buen padre le sugirió (jamás obligó) que desarrollara para que tenga conocimiento y pula su talento. Claro que luego le daría un premio jugoso si acabara todos los talleres bien aprendidos. Aquel regalo se trata de un Play Station 4 con muchos juegos; pero el secreto era no decírselo a nadie, mucho menos a mi vieja, o sea su abuela, porque se iba a negar rotundamente a la idea de darle un objeto, como diría, adictivo, a una bebé de cabellos rubios y ojos claros que suele andar distraída con facilidad.
A mí me regalaron un Super Nintendo a los 8 años. No hay mucha diferencia. Tal vez, salvando las distancias, es que yo sí me volví adicto.
De vuelta a la mesa, la doncella comía un pan con palta y tomaba su jugo de fresa sin sorbete porque hemos acordado en salvar el mundo juntos, esto me lleva a una curiosidad muy preciosa, pues, el otro día que fui a recogerla a la escuela, la maestra (una joven y guapísima señorita con quien no pude coquetear por obvias razones) me dijo con ternura y haciendo ademanes: Circe es genial, les sugiere a sus amiguitos que no usen sorbete, hemos hecho juntas un cartel de protección del medio ambiente y realmente siento mucho orgullo de tenerla como alumna. Es una niña con grandes proyecciones.
Me sentí orgullo y feliz de entregarle mi amor por el mundo y verlo reflejado en acciones loables.
De repente, ante mi sorpresa, mi vieja me miró con rostro serio. Parece que a Circe se le escapó un comentario, pues, resulta natural, a veces la bebé dice cosas que no debe decir en el momento, por ejemplo, esa vez que estuvimos con la maestra, arremetió: Mi pa’ es autor, son libros son bien bonitos. Tal vez pueda regalarle uno para su cumpleaños.
La señorita me vio con otros ojos, fue como si estuvieran brillando y yo que no suelo nombrar mi labor hasta que preguntan solo atiné a sonreír.
—Entonces, ¿le vas a comprar el Play 4? — Preguntó irónicamente.
Circe me vio con ojos llenos de ternura como sintiéndose cómplice y a la vez triste por soltar el secreto.
Sonreí como de costumbre. ¿Quién no ha dicho algo de más? Yo muchas veces.
—Sí, se está portando bien y merece su consola de videojuegos—.
—Amor, sigue tomando tu desayuno, voy a hablar un rato con tu padre—.
Ella siguió en lo suyo. Nosotros nos fuimos a un lado.
— ¿No crees que es pequeña para esos videojuegos? —
—Ma’ a veces coge mi celular para jugar, aparte de leer y estar en talleres, también necesita de juegos virtuales— le dije en calma.
—No estoy de acuerdo. Aún no tiene edad para andar pegada a la tele con una consola de juegos intensos—.
—No pensaba comprar juegos de guerra o matanza. Aunque cuando era niño jugaba Mortal Kombat y no me asustaba con las decapitaciones— le dije con humor.
—Deberías bautizarla. Claro, en lugar de gastar esa suma de dinero, podrías hacer un bautizo estupendo. Algo familiar, ¿no crees? Hace mucho que deseo eso para mi nieta—.
—No. Esas cosas no me gustan. Sabes que no tengo las mismas aficiones religiosas que tú—.
—Sí; pero, ¿y ella? ¿Qué harás cuándo aparezca debajo de la cama? —
Cuando lo dijo me empecé a reír como un desquiciado haciendo que sus argumentos se desarmen ante mi carcajada.
—Lo siento, no quise burlarme. Bueno, ¿Qué te parece si le preguntamos? Porque lo mejor es que ella tome sus propias decisiones— le dije con seriedad.
Asintió con la cabeza y volvimos a la mesa.
—Circe, mi amor, ¿Crees en Dios? —
—Mi pa’ dice que Dios es como Papa Noel—.
Oculté mi risa con la palma de la mano.
—Y que hay un Dios Saiyajin—.
Cuando lo dijo quise estallar en risas; pero me aguanté.
Ella también se quiso reír, de hecho, esbozó una sonrisa; pero le hice un ademán para que no se riera.
—Vieja, los niños de ahora son diferentes. Ya no son tan fáciles de engañar. La navidad pasada Circe me vio con los regalos, desde entonces no cree en Papa Noel; hace poco me vio emocionado viendo a Goku volviéndose Dios y vemos juntos nuestro programa favorito: El universo.
—Amo el universo— dijo y enseguida comenzó a dar detalle de todos los planetas de nuestro sistema solar, además, añadió comentarios acerca de estrellas y galaxias lejanas. Su argumento fue fantástico. Yo, a su edad, solo me sabía ‘Los poke rap’.
—Circe es una niña prodigiosa. Ve programas que la llenan de sabiduría y también mira dibujos que le ocasionan gracia. Lee sobre mitología y también sobre Pinocho. Ella está siguiendo los pasos que recién seguí de adolescente. Pinta para Nobel de ciencias o literatura— le dije emocionado, feliz y orgulloso.
Mi vieja se quedó asombrada, también llena de emociones conjuntas y con una sonrisa enorme.
Pensé que seguramente iría a una de esas reuniones de viejas y hablaría sobre las cualidades de su nieta, a quien mostraría con orgullo desde su celular.
—He ganado concursos en la escuela— dijo la bebé con una sonrisa.
—Amor, todo lo que haces es muy bueno; pero también hay un Dios que nos cuida y para ser parte de su reino tienes que bautizarte, ¿te gusta la idea? En lugar de tu Play 4 podrías hacer tu bautizo—.
— ¡No! ¡No! y ¡No! ¡Yo quiero mi Play Station 4! Y no creo en bautizos ni esas cosas raras que no sirven— dijo con enojo, sacando ese coraje que su padre a veces tiene con algunas situaciones.
¡Una genio! Pensé.
— ¿Ves, vieja? Ella ya tiene sus creencias, sus gustos y aficiones, voy a dejarla que se encamine en lo que le gusta. En casa somos muy buenas personas, ayudamos a los animales y repartimos regalos en Navidad. Todo eso sin creer en Dioses—.
—Adoro ayudar a los animalitos, ellos te recompensan dándote su cariño— interrumpió la princesa.
—Según Darwin, los animales tienen sentimientos y emociones que evolucionan con la convivencia que tienen con los humanos— arremetió mi niña y mis ojos brillaron.
A mi vieja no le quedó otra que decir: Bueno, la niña tiene mucho conocimiento y bastante bondad en su corazón. Estás haciendo un gran trabajo.
— ¡Por supuesto que sí! Ella es y será una gran persona y con el tiempo será una genio en todo su esplendor respetando las ideas raras de los demás; tal cual lo hago contigo y los otros religiosos— lo último lo dije en sarcasmo y joda.
—Mi pa’ siempre dice: A la gente equivocada no hay que hacerle caso. Cada uno tiene su pensar y de eso se trata el mundo—.
—Eres una genio— le dije y di un beso.
Ella sonrió.
—Voy a preparar un postre, ¿Qué te provoca, Circe? —
— ¡Helado! ¡Amo el helado! — Dijo emocionada.
— ¿Una torta de helado? —
—Sí, que rico—.
Y así fue nuestro desayuno. Divertido, intenso y muy agradable.
Después estuvimos almorzando tallarines rojos con salsa a la huancaína y devoramos la torta de helado. Claro que la pequeña se llevó mi parte porque a estas alturas no suelo comer mucho.
Luego llegaron mis hermanos y comenzamos a hablar de la vida y las situaciones cotidianas.
Tras ello, fuimos a un centro comercial cercano para comprar el preciado Play Station 4 con una millonada de juegos (algunos que jugaré solamente yo así como hay libros que todavía no le entrego o leo).
Tal vez un día quiera escribir, publicar y ser feliz con ello, entonces le diré: Haz lo que amas y se feliz.
Y ella lo será.
Fin

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