Mi nuevo libro

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sábado, 12 de marzo de 2022

La vida (se vive)

No nos alcanzará el tiempo para descubrir el misterio de la vida. No vamos a llegar al núcleo de la existencia humana; pues, en esencia, solo somos un parpadeo ante la inmortalidad del universo, donde, ni siquiera existen dioses, donde habitan astros inigualables y absolutamente extraños ante nuestra mirada inquieta. Y, sin embargo, ¿te das cuenta de todo lo logrado en una sola vida?, ¿Recuerdas ese trabajo arduo que tanto deseabas conseguir? Ya lo tienes. ¿Al amor de tu vida durmiendo del otro lado de la cama? Se encuentra esperándote en la bañera. Los sueños de niño por ser un profesional, viviéndolos a diario. La sonrisa que faltaba, dibujada en tu espejo. Los besos perdidos, instalados en el armario. El sabor de su piel como la luna, cada día sobre el edredón. Las miradas que parecían lejanas, convergieron en una mano apretada. Todo lo lograste en una vida, siendo un humano cuya existencia no vale en lo absoluto para los seres de arriba y te percatas, me doy cuenta, que valió la pena vivir ese tiempo porque se ha gozado de la existencia en un esplendor maravilloso que perdurará el tiempo que quiera el olvido o el recuerdo. Poco importa, a veces, ni siquiera se piensa en ello porque vivir el instante es agrupar la vida.

La vida, ese laberinto en un segundo, está hecha para ser gozada, para ese disfrute máximo realizando situaciones divertidas que nunca sean una monotonía, lugares donde vivir con honestidad y verdad sea el propulsor ideal hasta la llegada de la noche; la sabiduría se gana con el tiempo, el aprendizaje constante y los decibeles de amor siempre en alto. La vida es para vivirla con felicidad, aprendiendo de las penas y angustias, de los ratitos en soledad y de los pasados que nos suman para bien; de la gente alrededor y de la familia especial, de los momentos de risas y los sentimientos mezclados, de las emociones totales y las nuevas sensaciones; de las pasiones y de los trabajos, del saber y de nuevo la risa; la vida es un momento donde abarca todo, y en especial, debemos de sentir que no podemos alcanzar otra vida, en ninguna parte, nunca vuelve, jamás se retrocede y mucho menos tenemos otra existencia; pues, es hoy, querido, amiga, gente, es hoy donde puedes y debes ser feliz con lo que te apasiona y alegra.

De ese modo, disfruta de cada cosita nueva y avanza hasta el final del horizonte abrazando el recuerdo, el olvido o la fama, pero sonriendo hasta el destino inevitable que nos abraza y agarra en una carcajada.

Vive y se feliz.

viernes, 4 de marzo de 2022

La pesadilla

—Buenos días— saluda al ingresar. La puerta cerrada sugiere intimidad. Un hombre de traje oscuro y voluptuosa barba me espera recostado en el mueble negro de su oficina. 

Se inclina hacia adelante para que nuestras manos converjan en un apretón y un ligero esboce de amigable sonrisa.

Realiza un gesto para que me acomode en el clásico sillón de en frente y pregunta manteniéndose de piernas cruzadas que apoyan un cuadernillo con lapicero impregnado en un hilo que evita que se pierda con un movimiento lento e imperceptible de dedos rascándose la barba de la mejilla, ¿Cómo has estado durante el fin de semana?

—Bien; aunque volví a tener pesadillas— respondo con la confianza que amerita su presencia.

El hombre anota sigilosamente.

— ¿De qué trataron las pesadillas? — Añade una pregunta similar.

—Estoy en la barra de un bar, a la espera, supongo, de alguien, por el movimiento de mi cuerpo volteando para ver la entrada, y de pronto, un par de muchachas bien parecidas se asoman para preguntar por mi estado como quien intenta ser cordial. Yo les sonrió, ellas devuelven la sonrisa y sin más preámbulos, estoy metido en un lio bárbaro— le acabo de contar con remordimientos en muecas que atiende con facilidad.

— ¿En qué tipo de situación complicada te encuentras? Y, ¿a quién crees o supones estar esperando? Tal vez a Adriana— lo escucho decir con esa voz minuciosa que parece usar para profundizar fácilmente en mí.

— ¿Adriana? — Consulto.

Él revisa una página distinta de su cuadernillo.

—Adriana, tu esposa— me dice con la mirada fija de ese verde oscuro en sus ojos.

— ¿Cómo podría esperar a mi esposa si estoy envuelto en una situación comprometedora? — Pregunto dubitativo.

Y ante su mirada fija casi perturbadora asiento hacia abajo.

—Es verdad— le digo en primera instancia. Mi infidelidad, aseguro entristecido. ¿Cómo es que puede crear tantas pesadillas? Le pregunto intrigado.

—Es la conciencia quien trabaja de noche— comenta seguro. Mientras dormimos nuestros peores sucesos nos mortifican, es decir; la infidelidad fue para ti un agravio para tu matrimonio y en consecuencia se ilustra en pesadillas que te atormentan— concluye y antes de alguna respuesta por mi parte, pregunta, O, ¿acaso te ves disfrutando el sexo en el sueño?, ¿Notas que lo evades? He allí el origen de tu pesadilla, comenta finalmente.

Asiento asimilando su comentario como uno verdadero que no he notado en mis pensamientos.

—Las mujeres son tan hermosas que ni siquiera reparo en pensar en ello; ellas me realizan ofrendas sexualmente dichosas para cualquier hombre; pero no las siento ni las intento recrear porque me espantan, tal cual el sueño –o, bueno, la pesadilla- y donde, según dice, yo estoy esperándola y en ese ínterin me estoy cogiendo a dos doncellas como fruto de la ruptura inminente de mi relación— le digo entristecido sin estar al borde de alguna lágrima; pero sí dolido y arrepentido.

El sujeto de la barba rojiza apunta en su cuaderno y enseguida pregunta, ¿has vuelto a hablar con ella? Digo, antes o después del sueño.

—Sí, le di una llamada. Me contó que todo anda de diez puntos para arriba— le cuento al hombre en frente, quien de nuevo, como un hábito, acaricia su vello facial tenuemente.

— ¿Cómo te sentiste al despertar? — Pregunta manteniendo la misma analítica postura.

—Tembloroso. La pesadilla… fue como dicen algunos, una realidad alterna. Era como si todo lo vivido estuviera volviendo a ocurrir de cierta manera distinta, evidentemente; pero con un mismo propósito. Y, cuando abrí los ojos, me di cuenta de lo afortunado que soy— le dije en un arrebato de melancolía emancipada en un hilo de lágrima.

Deshizo su postura pasiva para coger un trozo de papel en un ánfora de la mesita de centro y entregármelo sin cuestiones.

—Algunas pesadillas se asemejan a la realidad porque lo que sentimos suele atacarnos mientras dormimos— comenta con el cuerpo inclinado hacia adelante y las manos entrelazadas.

Pero… tranquilo, añade esbozando una sonrisa, tú mismo lo has dicho, eres un hombre dichoso, sentencia y estira su mano para dejarla caer en mis rodillas como si sintiera una mezcla entre lastima y alegría.

Logra que también sonría y se devuelve gustoso al espaldar de la silla con las piernas otra vez cruzadas y ese afán por acariciarse la barba.

—Dime, ¿Qué les sugirió el colega que los ayudó a reconstruir su matrimonio? — Hizo una pregunta inquieta y curiosa.

—Darnos un espacio y tiempo para asimilar lo ocurrido. Afrontar la realidad como dos personas maduras con convicciones por crecer y hacer respetar lo que decimos sentir e ir acorde a las decisiones que tomemos por el beneficio de lo nuestro. Sea cual sea, propuso al final, porque si ella decidiera el divorcio, yo tendría que aceptarlo; aunque el punto de nuestra cita con el terapeuta era la unión a pesar de los males y conflictos— le dije hablándole calmado como si se tratara de un amigo.

—Entiendo— me dijo sin gesto alguno. Recuerdo que para entonces yo no te conocía. Tú llegaste hace un par de semanas contándome tus pesadillas, obviamente quise saber el origen de las mismas y llegamos a la conclusión que se trató meramente de aquel asunto del pasado. Sin embargo, es curioso que vuelvan tan frenéticamente justo ahora que tú esposa salió de viaje.

Un oleaje de sensaciones intervino en mí ser.

— ¿Qué intenta decir, señor Harry? — Le dije con la inquietud en alto.

—Puede que el verdadero origen de tus pesadillas siendo infiel sean parte de un miedo a que ella se vengue de ti haciéndote lo mismo— me dijo tras seguramente un rápido análisis mental.

Maldije para mis adentros y luego hacia el techo provocando la intranquilidad del doctor frente a mí, quien manteniendo la postura, a pesar de colocar las manos sobre los lados del mueble, me dijo: Calma, no te dejes llevar por una idea.

—Ella viajó a Cancún el jueves por la noche— le dije. Él volvía a su posición de piernas cruzadas para que sintiera que está en parsimonia y no le afecta el relato. Se trató de un viaje de negocios, me dijo. Pero…

¿A Cancún? Medité un instante. Aseguró que en un hotel iba a encontrarse con unos directivos de la empresa para consolidar un trato. Luego, como cualquier turista, supusimos que se daría un baño de mar en un mañana libre del ajetreo laboral.

Aunque… ¿y si tiene un amante? El pensamiento se oye fuerte.

—Calma, estimado, no te alarmes por supuestos que en esencia nacen de tus pesadillas— lo oigo decirme deshaciendo otra vez su postura con el cuerpo inclinado para hablarme más de cerca. Yo tengo la mirada en otro sector como quien se pierde de la realidad para transportarse a otra. Una donde Adriana se encuentra brincando sobre un sujeto de musculatura perfecta y sonrisa brillante, a quien disfrutando le dice: Entonces, esto es lo que mi esposo hacia cada vez que se iba de vacaciones.

¡No! ¡Adriana! ¿Qué haces? ¡Se supone que estamos bien! Doy gritos desesperados como si estuviera cerca a los amantes imaginarios.

—Oiga, calmase, por favor— escucho que me dicen. El doctor sujeta mi rodilla e intenta verme la mirada.

—Escúchame, Rodolfo, no te dejes controlar por los pensamientos negativos. Es solo tu imaginación usándote una mala pasada. Ustedes tuvieron un conflicto y hoy tiene un matrimonio estable. ¿Lo entiendes?, Dime, ¿lo entiendes? — lo escucho decir prestándole la atención debida sintiendo como las gráficas grotescas se disipan.

—Sí, sí, lo siento, perdóname, Harry, por un momento me nublé. La vi acostándose con otra persona y sentí que la rabia me inundaba— le confieso en giros de cabeza para olvidarme por completo de las escenas.

El doctor observa las manos para verificar que se encuentren pacíficas a diferencia de cómo se veían mientras mantuve la mente en otro lado.

—Rodolfo, a veces sentimos que nuestros actos podrán tener consecuencias iguales; sin embargo, el amor vence y el perdón proclama— dijo con mesura.

Además, debo recetar calmantes para un mejor sueño, al menos hasta que Adriana vuelva de su viaje, lo escucho decir esbozando una suave y amical sonrisa.

— ¿No me estoy volviendo un demente, verdad? — Pregunto con una sonrisa chueca.

—No. Cualquier persona, a veces, tiende a actuar enojada por pesadillas. Las pastillas harán bien. Tendrás sueños tranquilos y despertarás animado.

Solo piensa en positivo y goza del presente— me dijo y vi que inició un escrito en su cuaderno.

—Una antes de acostarte. Procura no ver televisión nocturna, preferible leer un buen libro, sugiero a Megan Maxwell para que te atrape el sueño— acabó irónico.

Estiré una sonrisa por condescendencia y recibí su receta transcrita desde la hoja del cuaderno a un papel con su sello.

Vio su reloj de muñeca y acotó: Nos quedan quince minutos, ¿algo más que quieras contarme?

— ¿Usted cree que Adriana me ha perdonado? — Se lo hice saber con firmeza, causa de las dudas aglomeradas en mi cabeza.

—Por supuesto— dijo con seguridad.

Revisa de nuevo sus apuntes y añade otra respuesta: Tienen tres meses juntos desde la riña que los distanció por varios días; entonces, estoy seguro que están en crecimiento. No soy dueño de ningún núcleo familiar o de pareja; pero si en esos meses nunca tuvieron problemas, es porque todo anda diez puntos para arriba.

Sonríe al decirlo. Y yo quiero imitar esa perfecta sonrisa.

—Ella te ama más que nadie en el mundo— asegura luego de haber dicho que no era dueño de ningún planeta romántico.

Lo único que debes hacer es encontrar el placer en los sueños y despertarte con ganas por amarla a diario, lo escucho cándido y confiado como si quisiera meterme esas ideas en la mente, las cuales, regocijo, se sienten bien, suaves y sublimes y si, efectivamente, apaciguan mis ansias a pesar de los miedos que circulan en mi mente y no son solamente obras de pesadillas.

No he contado, recién que acabo de escucharlo, como si despertaran, que también, a veces, las imagino. Mi mujer cogiéndose a otro hombre en un hotel como yo y la morena en casa cuando tuvo otro viaje. Me trastorna la idea que se repita el plato en mi vida a pesar de las disculpas y los días de amor fructíferos.

Pero no puedo hablar. No quiero enloquecer. Basta con creer que son pesadillas. O, fantasías.

—Gracias, Harry, estás semana contigo ha sido valiosa. Me haz mostrado que las pesadillas son solo eso, pesadillas y que debo seguir con mi vida pensando en positivo para crear sueños con angelitos— le digo por obra de sus palabras.

—Es bueno saber que tienes tendencia a mejorar; las pastillas, como digo, harán bien. Tómalas, descansa y disfruta de tu matrimonio— dice el médico.

Asiento con la cabeza. Noto que vuelve a mirar el reloj, va a decir algo, presiento; entonces, me adelanto, no me ha respondido, si Adriana me ha perdonado.

— ¿No he sido obvio, Rodolfo? Seguro cuando vuelva podrán abrazarse y continuar amándose— dice el profesional.

Y creo que hasta aquí hemos llegado, estimado. Han sido cuatro gratas sesiones, espero que puedan seguir siendo una feliz pareja que sabe superar las diferencias, asegura mientras se levanta para despedirme. Realizo el mismo accionar correspondiendo a su mano estirada.

El hombre de barba rojiza se encuentra regado en su sillón a la espera de alguien más, luce un traje azul marino y el calzado reluciente que flota en el aire al tener las piernas cruzadas. Tocan a la puerta, no es el paciente quien llega, sino una muchacha de vestido corto quien le comenta asustada: Señor Harry Scott, ha ocurrido una tragedia. Rodolfo Ríos, su paciente de hace unos días, fue hallado muerto. Se intoxicó en pastillas poco después de asesinar a su esposa. El cadáver descompuesto estaba en su armario.

En un mensaje decía: No voy a permitir que te vengues de mí. No eran pesadillas, Harry; sino premoniciones.

Hallaron una gama de fotos de su esposa con otro hombre dentro de su computadora, la policía dice que fue un crimen pasional, quieren verlo porque fue usted quien le recetó las pastillas.

El crimen… ocurrió hace más de un mes.

Y el doctor, al oír, se frota la barba y responde: Fueron un placebo.


Fin

miércoles, 2 de marzo de 2022

El mundo en su regazo

Ella enciende un suspiro y acorrala mi cuerpo.

Dibuja una sonrisa que se asemeja a rayos de luz y suelta una sonrisa cual eco timbra en el alma.

Cabalga hacia mis brazos y sacudimos las anatomías en un frenesí de afecto que provoca sonrisas.

El beso causa el impacto de un trueno en el alma y emancipa anhelos que provienen de lugares desconocidos.

Me considero adicto a cada uno de sus atributos observables y admirador de cada aspecto intrínseco que devora las partículas del corazón.

Me enamora en el instante en que me mira y empiezo a desearla en el momento en que me besa como una consecuencia natural y maravillosa de actos que nos definen y resumen cuando nos juntamos cada tarde a la llegada de la luna.

Improvisa una danza mientras estamos pegados, la sonrisa la mantiene intacta como una secuencia maravillosamente exacta de su forma de ser y los giros improvistos procrean las risas necesarias de un espectáculo único como íntimo. No necesitamos de tambores musicales ni timbales para sentirnos dos amantes que se funden en otro beso y las vertientes de la libido emancipan en hechos sutiles lo que ambos corazones suponen.

El último vestigio de vestidura recae sobre la planicie de la cama.

Hemos llegado impacientes y gloriosos por el cántico del amor a la habitación continua, sin evaporar sonrisas y aumentando los decibeles del deseo.

Me doy cuenta que los dioses olímpicos la hicieron perfecta cuando derrocha su belleza en el placer de mirarla desnuda, de repente, como nunca la crearon y siempre existió de tal manera debido a que jamás el humano pudo tener la capacidad para decorar tanta preciosura.

Pienso que se trata de un sueño el tiempo que nos tenemos sobre los cuerpos locuaces, desnudos, radiantes y fogosos, dejando como la lujuria nos ha consumido hasta el sudor y los gemidos.

Se crea una sonrisa impartida y caemos rendidos sobre el edredón.

Nos sujetamos de la mano y pensamos que el mundo es nuestro.

Lo es, se oye.

No hay duda, se contesta.

Ella cierra los ojos y yo sueño con ella.

La amo, lo estoy haciendo a cada momento, desde la mirada hasta el ensañamiento con su figura.

Desde los besos en la boca hasta las caricias en su alma.

Desde sujetarnos de la mano y andar hasta proyectar sueños surrealistas que nos conduzcan al infinito.

El mundo en su regazo se detiene y avanza; se compone y se engendra;

se ilumina y se detiene; allí donde tengo la fortuna de estar como invitado y aventurero, a su lado y de la mano, con la vista en las cienes perfectas y la sonrisa esbozada a pesar del letargo, en esas mejillas donde un beso quiere ceder y en un susurro antes de acompañarla en el sueño diciéndole un te amo que seguramente tras todo lo antes desarrollado se lo he hecho saber; aunque siempre en palabras también se deben ofrecer.

 

Por eso, te amo.

 

Y ella gira para el mundo se detenga en mi regazo.

 

 

Fin

martes, 11 de enero de 2022

¿Qué es la vida?

Julián tiene un prontuario de estudios y trabajos tan largo como cola de serpiente, lo presume notablemente en cada una de las redes sociales donde sus fotografías en Miami están de portada y las de su querida Lima junto a una colección de amigos abrazados para la inmortal imagen decoran el perfil como fondo de pantalla. Parece que las sonrisas flotaran y los rostros cambiantes al paso del tiempo de la gente que se encuentra de lado realizan una interminable fila en los comentarios de abajo que empezaron con algarabía y al cabo de los años mutaron en angustia siempre en la misma foto.

De curioso estoy en su Facebook, me pregunto y anhelo a un Dios que desconozco; pero dictan cánones que afirma destinos, que no tuviera hijos a la espera de su llegada inacabable. Ha terminado, el hombre de la sonrisa ancha con el torso descubierto a pesar de la barriga amplia, donde acabó Jobs, Ana Cristina, Marco, mi vecino y Teresa, mi abuela, en aquel olvidado cementerio tras una enfermedad o un arrebato de la vida en un acto suicida que solo quienes gobiernan su círculo más cercano conocen.

En una revisión de clic para abajo me percato que la gerencia de un conglomerado lo había citado para el cargo y recuerdo que en una conversación con mi tía la oí decir que existen edades para los trabajos y que el mundo te consume a medida que avanzas; tras la trágica muerte de este hombre a quien por fortuitos caminos encontré en fiestas y reuniones, estrechamos saludos lejanos y tal vez impactamos bebidas, me doy cuenta de lo terriblemente equivocada que se encontraba mi pariente, ya que una pregunta, ¿Qué es la vida? Ha desilusionado a su mundo. Él, ha muerto y; aunque parezca irrisorio o frívolo, no va a volver a tocar la silla de su oficina, tampoco irá al piso grandilocuente y sofisticado que le tenían preparado, no estará más en las reuniones de fin de año, no lo volveré a ver nunca en una calle de Barranco coincidiendo un viernes a la noche.

Espero, -aunque todavía no me doy cuenta- que no tuviera hijos porque la tragedia podría ser doble o triple. ¡Diría que infinita! Y una madre soltera entristecida tendría un sendero nublado y oscuro y quien sabe que llegara a ocurrir; evidentemente, presiento que nunca las tragedias duran la eternidad; pero, realmente, ¿Qué sabemos de tragedias personales?, ¿Por qué tendría yo que afirmar que esa mujer desamparada se volvería valerosa y sacaría adelante a sus pequeños?, ¿y si solo se deprime y hunde? Espero que no; pero tampoco lo niego, pues, no sabemos lo que ocurre en otros mundos y soltamos frases optimistas para creernos fuertes cuando no sabemos lo que otros sienten. Somos empáticos, sí; pero no estamos en esa órbita.

Me pregunto, ¿A veces de qué sirve tanto artículo material si en un santiamén se termina la vida?, ¿Dónde se irán a guardar las fotos en Miami?, ¿Cuánto tiempo nos recordarán los amigos que sonríen en una reunión? Yo entre ellos, el de la izquierda, con camisa blanca y corbata suelta.

¿De qué vale tanto esfuerzo por alcanzar las más extraordinarias metas laborales y afianzar esa gerencia a los treinta y tantos que podría dejar perplejo hasta el último vestigio del apellido de una generación? E, inevitablemente; de forma, de repente, sensata y natural, colocarla en las redes como aquellas personas que asignan su profesión a perfiles banales de Instagram. Yo también lo hago, y me pregunto, ¿de qué sirve? Si, posiblemente, algún Dios no lo quiera, mañana salgo a caminar y arremeta contra mí un irresponsable y borracho chofer, a quien, le otorgan doscientos años de prisión y según los medios televisivos, mi abogado, mi familia y los lectores, se hizo justicia. Pero; ¿y dónde estoy yo?, ¿Adónde voy a parir?, ¿Dónde me levanto? Es curioso, ¿sabes? Pensar en que voy a ser destrozado en cuerpo y ‘reaparecer’ en una plataforma dimensional donde me voy a encontrar con Julián y el resto de muertos de todos los años de una larguísima vida que tiene más de 4 millones de años de existencia únicamente humana. Resulta, patético. Pues, es más fácil y directo decir que moriré y aunque me recuerden por buen tipo, a los años, el mismo mundo me consumirá. Y entonces, mi tía tendrá razón: El mundo te consume. No porque tienes treinta y no logras la gerencia; no porque tienes treinta y no tienes una pareja estable; no porque tienes treinta y no tienes un auto; simplemente porque estamos todos condenados a la mismísima muerte y ninguno de los millones de dólares (o los soles o pesos) en la cuenta de ahorros nos ayudará a salir de ese inevitable destino porque el único ser que no es corrupto es la muerte.

He reflexionado viendo el perfil de Julián, quien a mi edad, ha perecido y no intento saber las razones, ese morbo oscuro no va con mi ética, solamente observo sus reacciones tan naturales como hablar de deporte o música, subir imágenes graciosas, intercambiar comentarios con amigos y tener piropo con alguna chica.

De manera, de repente, impura, he querido buscar información sobre su pareja y me tranquiliza, entre comillas, que no tenga familia, porque esos hijos podrían quedarse nulos y a veces las tragedias de uno arrastran demasiado y peco de insensible diciendo que si murió al menos no tuvo que llevarse a más de uno consigo.

Todavía, mientras observo, me pregunto, ¿de qué se trata la vida?

No intento menospreciar los afanes vertiginosos de nadie. No confundan mis palabras con conformismos baratos, tampoco quiero hacerles perder dinero a los autores de autoayuda, simplemente pongo rienda suelta a mis manos que reflejan lo que tengo adentro.

A veces tanto esfuerzo por una meta tangible nos olvida de quienes somos, denoto un comentario en el que afirman que faltó a una celebración.

A veces de mucho de vivir en la oficina olvidamos un cumpleaños.

Yo, entiendo totalmente, los sueños de progresar y de avanzar, de crecer y de brillar; pero no ignoremos la rutina, esa maravilla que existe cada día, el amanecer o la noche, las risas o las fiestas, el amor y la amistad, las pasiones y los pasatiempos, a veces reflexiono, sobre todo en tiempos como estos, donde morir es tan normal como nacer sin histrionismos ni aforismos, porque la muerte ha asentado un reino en esta época y perdemos a muchos de la noche a la mañana y es entonces que me pregunto, ¿Qué es lo realmente importante? Matarme para lograr una meta laboral o vivir feliz sin tanto apremio. No, no intento decirte que te conformes, yo también quiero un auto de alta gama afuera de mi casa, un piso en Madrid y viajar a Egipto con mi esposa e hijos; pero no quiero olvidarme de los detalles por meterme de lleno en una meta tangible, es decir; quiero vivir las realidades más lindas y simples de la vida, esas de las cuales, no volveré a tener si Dios o Satán deciden llevarme a sus reinos.

A veces no te preguntas, ¿Qué me llevo al morir?, ¿Qué es la vida?, ¿Adónde me voy si muero?, ¿Volveré a ver a quienes dejé? Tantas dudas que no tendrán respuestas, por eso expreso mi epílogo a la reflexión:

 Vive.

Vive cada ratito con el amor de tu vida, la familia y los amigos.

No te malgastes logrando metas materiales, disfruta de lo que tienes, que quien goza de lo que tiene, no envidia nada.

Ama cada momento, el sol o la lluvia, el amanecer o la noche, la luz de la madrugada o la luna encendida, los rayos solares y la brisa del mar.

Ama a tus hijos, sus locuras, sus pasiones y sus arrebatos. Ama a tu familia, a pesar que nadie la eligió, son especiales.

Ama como nunca, sonríe por todo o por nada, las tristezas se arreglan, la bazofia de la vida se soluciona, el mundo puede estar de cabeza y la muerte reinar, pero mientras sonreímos es la muerte quien muere.

Seamos felices sin tanto y si alcanzamos sueños hay que disfrutarlos con quienes valen la pena.

Y nunca olvides que el tesoro más grande es el amor.

sábado, 4 de diciembre de 2021

Hay un monstruo en el baño

- Durante las mañanas de primavera el baño es indispensable para comenzar recargado el oficio de escribir. Taza de café a la espera sobre la mesa, ordenador abierto, página en blanco resoluta e ideas aglomeradas en la cabeza, son los ingredientes restantes.

Sin embargo, se detiene el proceso cuando la princesa de la casa, la niña de los cabellos dorados que brillan con mayor potencia por causa del sol; la estelar sonrisa que el alba imita; los ojos como dos océanos y la altura creciente tras cada ocho de la mañana, se adelantó cruzando las persianas de la ducha como una traviesa presurosa que quiere ganarle el baño a su padre, quien todavía se mantiene en vilo entre el sueño y la realidad, ocupando con seguridad el espacio privado en cuestión.}

De pronto, se oyó un grito como sacado de una película de horror.

La princesa con la sonrisa descompuesta, los ojos temblorosos, las manos juntas al cuerpecito de porcelana y el andar veloz de vuelta a la habitación acabaron con la indecisión entre levantarse y preparar café o seguir durmiendo un par de horas más, sacudiéndome de la cama como una gacela, asomándome velozmente a la entrada del baño para converger en un tenaz abrazo, allí donde con palabreo poco elocuente al inicio y tras la calma de mis brazos mencionar tibiamente lo siguiente: ¡Pa, hay un monstruo de doce patas en la esquina!

He leído sobre seres mitológicos realmente espantosos, se los he comentado en noches previas a su inevitable sueño, conversado entre atención y cultura acerca del Kraken, Escila, Leviatán y demás; pero siempre creíamos que únicamente eran seres inventados por autores de tiempos lejanos a pesar que los mares y parte del mundo fueran desconocidos.

—Mi amor, ¿Qué es lo que dices que viste? — Le dije todavía en el abrazo.

Ella señalaba la entrada mencionando otra vez que había visto a un horrendo monstruo de varios ojos y muchas peludas patas colgando casi a la altura de su melena.

Supuse inmediatamente de lo que se trataba su gráfico ejemplo resolviendo acercarme para comprobar en su totalidad la veracidad del relato.

Circe, a pesar de ser una princesa muy valiente, no quiso retornar al baño; pero se mantuvo detrás de mí con las manos cubriendo sus labios con dedos nerviosos y la curiosidad en alto queriendo volver a mirar mientras su padre se encargaba del monstruo.

Al entrar me di cuenta que sobre el grifo de la ducha, en una esquina que no paga alquiler, en ese ángulo adonde no llega la limpieza en algunos casos, en una hermosa y minuciosa telaraña compuesta por fuertes hilos y singular diseño, se hallaba una enorme araña con patas efectivamente peludas, largas y oscuras, la cabeza rojinegra, una insignia calaverita en su torso grotesco y una insignificante mosca moribunda que serviría como desayuno atorada en su trampa mortal.

Pensé en el miedo que les tuve cuando era niño recordando una anécdota junto a su abuelo en la casa donde crecí no pudiendo irme a dormir por tener que compartir la habitación con una araña muy distinta debido a que en entonces tenía las patas largas y flácidas, la cabeza amarillenta y la cobardía en aumento cada vez que asomaba la escoba.

La inquilina del baño era totalmente distinta. Era de aquellos arácnidos que asesinan a sus parejas, de los que el grafiti en la espalda señala temor para cualquier explorador, dicen que son parte del continente, especialmente de Venezuela o Colombia y que una mordida puede ser -no letal; pero sí arruinar por completo varias semanas-. Debido a esas rápidas reflexiones no quedó otra opción que pedirle a la princesa que se alejara un poco, pues, quizá, en un afán por cuidar de su territorio saltara o tuviera telas conectadas a distintos lugares del baño y puede que, quizá dentro de mi imaginación e ignorancia de ese ratito, se asomara con facilidad hacia nosotros o su nariz en especial en un acto inadvertido.

Cuando Circe salió del baño, mostrando un semblante diferente; aunque sin dejar de mover los dedos por los nervios, me dijo: Pa, ¿Cómo nos deshacemos de esa tarántula?

Le dije que no era de tal especie, sino que se trataba de una Viuda Negra, y que debíamos de tener cierto cuidado porque suele ser venenosa.

Al mencionar la última frase, ella salió corriendo con dirección a su habitación, subiéndose a la cama y apretando a un peluche a su cuerpecito tembloroso descubriendo que muchos niños suelen temerme bastante a tales insectos.

Retorné a su lugar para consolar el clamor ocasionado por el arácnido desafiando la privacidad de su baño.

—Pa, ¿y ahora que es lo que haremos? — Quiso saber preocupada.

—Tenemos que desalojar a la dulce Charlotte— le dije con algo de humor.

— ¿Cómo vamos a matarla? — Añadió otra pregunta en tono sugerente.

—No, preciosa— le dije acomodándome a su altura sobre la cama.

No se le quita la vida a nadie por más que nos asusten o provoquen incomodidad; ellos también tienen derecho a vivir, comenté con calma.

—Pero Pa, no me puedo bañar. No, si la tengo arriba de mí. Me da miedo.

¿Y si me pica o muerde?, ¿Y si me muero? — Dijo cambiando el semblante de su carita a uno nostálgico.

Le di un abrazo para apaciguar su tristeza.

—Te diré lo que haremos, princesa— le dije durante el abrazo.

—Vamos a llamar a un especialista a que nos solucione el problema, ¿te parece? — Le sugerí con serenidad.

Ella me miró con los ojos cristalinos alzando la cabeza para enseguida decir: No me gusta estar sucia. Necesito la ducha.

—Sí, preciosa, yo también quiero estar debajo de esa rica y sabrosa agua heladita; pero antes debemos de buscarle un nuevo hogar a Charlotte— le dije con dulzura.

—Pa, por favor, no le pongas nombre. Ella es una malvada, quiere picarme mientras me baño— dijo con aires de molestia.

—Princesa, ¿quieres mucho a Dolly, verdad? — Le dije viéndola a los ojos.

Ella asintió con la cabeza viéndome con ternura.

—Amo a Dolly— dijo después.

Nunca me mordería. Me cuida de noche, añadió con dulzura.

Le di una sonrisa.

—Y, ¿amas a Felipe, verdad? — Volví a consultar.

—Claro; aunque no sé dónde anda ese gato— dijo con un enfado que me causó gracia.

—Seguramente en el techo vecino; pero como a las doce vuelve porque es su hora de almuerzo y siesta— le dije para que sonriera.

Tras el intercambio de breves risas, cogí el celular para buscar en Google los números de alguno de esos agentes salva bosques los cuales hemos visto actuar en canales como Discovery o History encontrándonos con la asombrosa realidad de que en Lima no existía nadie capaz de apoyarnos con el asunto de la araña; salvo una empresa de fumigación que sugería la muerte inminente en base a veneno por parte de los arácnidos y toda su descendencia. Algo que me pareció nefasto.

Circe comenzaba a sentirse ansiosa; pero a la vez de curiosa, empezó a visualizar en el buscador información sobre la inquilina de nuestro baño para así llenarse la mente de conocimiento que la ayude a afrontar el caso y a la vez asustarse todavía más por el impresionante álbum de fotos de la misma en su habitad natural.

Luego de varios minutos de incertidumbre, razonando juntos alguna que otra estrategia para aislar al insecto de nuestro baño y poder saciar el deseo de navegar debajo de las aguas del grifo con tranquilidad, llegamos a la conclusión que debíamos de conseguirle una nueva casa.

Por suerte, vivimos frente a un parque; pero en el mismo deambulan perros y gatos, varios otros insectos como saltamontes y hasta ardillas caminando por las arboledas y los cables de luz, suponiendo que con la araña viviendo allí tendrían que tener más cuidado dichos animales al ser más propensos al veneno.

Recordé que a cuadras de donde vivo habita una casa abandona, de esas que tiene el letrero en venta durante meses o años y seguramente con la escases de dinero en el presente por la política y la pandemia, pocos o casi nadie consolidaría el precio y la mudanza tras un importante periodo.

Me di cuenta que podría llevar a Charlotte al sitio para que pudiera vivir en paz en la oscuridad que le gusta, la soledad de una esquina sin humanos y devorar a los esposos o mosquitos que quiera sin niñas que se atemoricen de verlo.

Le expliqué el plan a la princesa, quien se sentía menos asustada y más tranquila sabiendo que pronto nos deshiciéramos de la araña llamada Charlotte a pesar que no le gustara la idea de ponerle un nombre.

—Pa, ¿y si la matamos? Es solo una araña. No le hace bien al mundo— dijo en una rabieta cuando le terminé por explicar el plan, el cual, como cualquier estrategia, requería de ciertos caracteres para ser una realidad.

—Circe, ningún insecto o animal merece la muerte.

Las arañas ayudan con el ecosistema, ellas te cuidan de los mosquitos que tanto le hacen daño a tu piel en verano; de las moscas que no te dejan dormir y de las polillas que arruinan tus vestidos. Puede que físicamente sean monstruosas como lo es tu tía Javiera; pero cuando abre la billetera, ¿Qué contentos nos ponemos, no? — Le dije sonriente y sugerente.

Ella sonreía entrando en sintonía.

No debemos hacerle daño. Solo tenemos que ayudarla a mudarse. Seguramente también quiere otro sitio donde vivir para así no molestar a nadie con su presencia. ¿No crees que se sienta triste? Quizá y piense: Bueno, debo irme para no ofuscar a la princesa con su baño.

¿Comprendes, preciosa?

A regañadientes asintió con la cabeza asimilando el argumento que dicté y la información que encontró en las páginas de internet.

Al cabo de unos minutos, por la naturaleza de su personalidad, me dijo: Pa, ¿y cuantos hijos llega a tener una araña?

La respuesta la buscamos juntos en Google. Ella empezó a sentirse más empática con la monstruosa y divina Charlotte y yo inicié la búsqueda de fórmulas para poder trasladarla a su nuevo hogar.

Recordé que teníamos un ánfora de jebe donde iba a realizar un examen de orina al que nunca asistí, la tenía guardada en el botiquín. La recogí, se hallaba intacta, desinfectada y pulcra; el segundo paso sería lograr sostener a la araña en un largo palo para que no salga lastimada o se sienta ofendida y me ataque. También en el botiquín encontré baja lenguas que mi padre nos dejó y sería cuestión de tacto y tenacidad para poder envolverla en ello y colocarla en el cofre.

Como escritor tengo velocidad para con los dedos, las teclas las puedo mencionar con la vista cubierta; pero en nervios suelo fallar por la ansiedad, quizá ello lo heredó la pequeña a mi lado.

Sin embargo, debía de ponerme sólido y seguro para la determinada maniobra.

Con los artículos listos fui al baño junto a Circe, ella quería mirar el procedimiento; aunque encarecidamente le dije que se colocara detrás y que no hiciera ningún movimiento en falso, algo como menear mi cintura ocasionando una caída.

No soy muy alto, subí al muro de la ducha y la vi, supuse, dormida. Estaba reposando el desayuno viéndose como una mancha absolutamente negra en el medio de una majestuosa telaraña, la cual sensiblemente fue enroscando con el palito y en un acto muy rápido, tan veloz que ni siquiera tuve tiempo de pensarlo, la metí en el cofre, allí recién despertó moviéndose en sus confines e incluso apareciendo al borde y por las paredes mostrándose desafiante, inquieta o tal vez asustada.

De inmediato salimos a paso ligero hacia la casa abandonada, Dolly y Felipe nos persiguieron para darnos seguridad. Circe se encargó de guiarlos, no quiso ver a la araña atrapada y tampoco se adentró en el sitio a pesar que insistí en que entrara conmigo; pero me dijo que dentro vivían duendes.

Bueno, al menos lo de los duendes, podría manejarlo en futuras ocasiones.

Salí tan veloz como pude dejando a la araña libre sobre una esquina del primer nivel, donde con rapidez podría volver a crear un mundo para ella, nos despedimos presurosos y me reencontré con mi hija y sus preciadas mascotas en el umbral de la puerta a centímetros de mí.

Ella al verme realizó dos preguntas: ¿Le gustó su nuevo hogar?, ¿Viste duendes?

A la primera duda le respondí que sí y que fue feliz y a la segunda le aseguré que los duendes eran un mito europeo; aunque esa otra pregunta la trajera de su habitación a la mía, a las dos y tanto de la madrugada, asustada y acurrucada del peluche, con Dolly y Felipe en alerta, persiguiéndola por el pasadizo corto que nos divide, subiendo, los tres, ¡Sí los tres! A la cima de la cama para despertarme con la misma interrogante.

Zafaron el perro y el gato para acomodarse a un lado de la cama, Circe quedó a mi lado para dormir y a la mañana siguiente me aseguré de buscar libros sobre duendes para explicarle de que se trata porque los niños necesitan de información para asimilar lo que la imaginación les genera intriga y de ese modo abrazar la paz junto al sueño.


Fin





sábado, 20 de noviembre de 2021

Lorenzo, el gallo y Circe, la princesa.

Lorenzo sube a lo más alto del estrado en donde inmortales yacen imágenes de tiempos gloriosos junto a un recopilado de diplomas por buen estudiante en la materia que tanto me apasiona y un compilado de fotografías de la nena y sus bellos momentos (por no decir todos) para ajustar su garganta y lanzar un cántico espectacular que resuena por la casa hasta llegar a la habitación donde duermo desde que resolví darle fin a un episodio de la nueva novela, es decir; hace no menos de dos horas. Pues, son las seis en punto y el hijo de su madre, revienta el tímpano como si viviera solo y para colmo de males adjudica su accionar a una pequeña rubia de ojos color mar, quien insistentemente pidió, poniendo carita de gatito de Sherk, que nos lo lleváramos para cobijarlo en la casa. Fue, creemos su abuela y yo, la peor idea que he tomado en los últimos siete días.

Todo comenzó la tarde de un jueves, la pequeña vino a la casa para pasar su día conmigo, algo que formalmente no tenemos establecido porque nos juntamos cuando queremos, especialmente cuando nos extrañamos, es decir; casi todo el tiempo y aquella vez fuimos a pasear a un parque casi al fin de la ciudad en donde, según vi en una página, habían estrenado unos juegos didácticos que podrían gustarle más de lo que le gustan los videojuegos. En síntesis, quería que tuviera libertades de aire puro y cálido en lugar de andar pegada a la play 4 que le compré en lugar de su bautizo.

La historia la he contado miles de veces y es tan divertida que adoro repetirla.

Sin embargo, no es el momento. Entonces, recorrimos la ciudad hasta llegar al parque, que, de hecho, era grande, precioso y muy agradable. Realizamos un picnic entre ambos con los protocolos necesarios de la actualidad incluyendo los elementos para que pudiera alimentarse bien a insistencia tenaz de su abuela y otros aperitivos que le fascinan y que degusta conmigo porque soy de quienes prefieren que los hijos disfruten de su niñez y pubertad a base comida que les antoje y luego se preocupen por las benditas dietas que no llevan a ninguna parte cuando solo intentas gozar de una galleta con relleno de chocolate, un gaseosa bien helada y unos dulces de mil y un colores.

Yo estaba reposando acostado en un árbol alucinándome Newton a medida que escribía en el ordenador y la miraba recorrer el sendero de flores y plantas no venenosas aunque preciosas cuando de pronto me percaté de una situación curiosa y particular que suele ocurrir con los niños llenos de curiosidad por querer conocer más (me imagino que todos son así). Lo que sucedió fue que, la dulce princesa, cogió con sus manos a un gallo; sí, el maldito cretino y gritón de Lorenzo, rompe pelotas absoluto haciéndose el tierno entre sus brazos de porcelana para que, a pesar de todas mis insistencias con argumentos totalmente válidos, incluyendo la frase: Preciosa, te compro unos helados si lo dejamos. Amor, te llevo a los juegos mecánicos. Te compro otros juegos para la Play. Vamos a la biblioteca cuando abran y nos llevamos todos los libros. Ella no quiso dejar al maldito gallo, a quien, lo tenía tal cual hijo, algo que notablemente provocaba ternura, incluso, sirvió para unas fotos inmortales en los marcos de la casa y el fondo de pantalla del móvil; pero no más, porque no quería llevarme a ese bendito gallo a casa. Aunque tuve que hacerlo porque jamás le digo que no a la princesa y tal vez sea mi defecto, uno que obviamente disfruto a pesar que me genera controversias con sus abuelos; no obstante, soy así, me gusta que la gente que amo haga lo que quiera y mi princesa puede ser y hacer lo que guste. Pero, en esta ocasión, llevarse a un gallo era medio complicado, digamos que, estaba fuera de mi entendimiento, debido a que tenemos a un perrito y un gato, no necesitamos a más; aunque, como bien empecé el relato, tuvimos que llevarlo a casa.

 

Llegamos a casa, yo estuve preparando la cena mientras que Lorenzo, ya bautizado de esa manera, jugaba con la pequeña ante la mirada celosa de Dolly y el buen Garfield hasta que se rindió ante tanto cansancio y se quedó dormida sobre el mueble de una manera muy dulce. La llevé a su cama y di un beso de buenas noches tras leerle un cuento.

Después tuve que separar al perro, gato y gallo para que no se terminaran peleando por el amor de la princesa como en las películas, novelas, libros y vida real. Al momento de establecer separaciones fui a mi estudio para trabajar en el nuevo libro como si alguna editorial estadounidense viniera por mí a la mañana siguiente para coronar mi obra. Cuando realidad ni siquiera mi abuela compra ejemplares de mis novelas.

A la mañana siguiente, tras los gritos desesperantes, fui a ahorcar al gallo; pero verlo soberbio y arrogante sobre el estrado como dueño de la casa me hizo entender su notable postura pensando a su vez que debían de extrañarlo en su granja, porque según creo, los gallos son los jefes de dichos sitios. Pensando y planearlo me hizo entender que debía de darle ese cuento a Circe para que pudiéramos dejarlo, ya que ella, en su completa inteligencia, a veces solo entiende con nociones de ámbito sentimental, es decir; si yo le digo que en casa, Lorenzo tiene su familia de gallina y pollitos más un ejercicito de pueblerinos que lo extrañan y necesitan como líder, ella llegaría a comprender que debe hacerlo retornar.

La pequeña apareció por el umbral de la sala cuando Lorenzo y yo estuvimos viéndonos fijamente como intercambiando planes, yo pensando en dejarlo y él queriendo adueñarse de la casa.

Descendió del escaparate con tanta elegancia que ningún marco o diploma se vio en peligro para asomarse a la princesa y ante mi mirada fría dejarse caer tiernamente sobre sus pies como una especie de alabanza.

Maldije para mis adentros diciéndome a mí mismo que el cretino no estaría dispuesto a volver a la granja por más que allá lo esperen doscientas gallinas bien facheras.

Princesa, ¿Qué te parece si desayunamos tostadas con mantequilla de maní y una sabrosa taza de leche?

Asintió con la cabeza colocando al gallo en la silla al lado.

Mi cielo, no puedes poner al mald... a Lorenzo en la silla. Ni siquiera Dolly se sube.

Pa... yo he visto a Dolly dormida en tu pecho y a Garfield en tu almohada, deja que Lorenzito se quede un rato a mi lado.

No, preciosa, hay reglas que debemos seguir.

Resolvió dejar a Lorenzo en el suelo impartiéndole algo de su comida porque no teníamos alimento para gallos. Además, ¿Qué comen los gallos?

No pensé mucho en esa pregunta hasta que oí a Circe hablarle: Lorenzo, a partir de ahora serás mi nuevo mejor amigo.

Dolly y Garlfield, que por primera vez en la historia se hallaban juntos, se miraron entristecidos por la noticia; aunque seguramente planeaban telepáticamente alguna estrategia para deshacerse del bendito rey de la granja.

Había llegado el momento de usar mi arma letal. El sentimiento de la princesa.

Preciosa, le dije al beber mi café. ¿Tú sabías que los gallos son quienes dominan las granjas?

Ella asintió con la cabeza con una sonrisa. Conoce bastante acerca de animales porque mira documentales a diario.

Los gallos son los comandantes de una granja, pues son ellos quienes dirigen el establo y muchas veces suele depender netamente de ellos el porvenir de muchas familias.

Ella miraba a Lorenzo con admiración.

Entonces, ¿no crees que allá lo estarán extrañando?

Volvió a mirarlo.

Ellos tienen su familia, corazón. Esta bueno eso de llevarlo a casa para que conozca otros sitios, jugara contigo un rato y la pasaran bien; pero debes entender que sus pollitos y señora gallina lo están extrañando.

Circe empezó a comprender. Sabía que no iba a dejar que Lorenzo se quedara sabiendo que allá lo necesitan; sin embargo, sacó un comentario de la galera como un mago que te responde de forma sutil y elegante: Pero... Pa, si encontré a Lorenzo a medio camino de un parque, ¿no crees que tal vez se haya querido escapar de ese sitio? Existen personas crueles que matan animales; quizá, simplemente quiso salvar su vida y halló paz en este hogar.

Quedé atónico. Asombrado. Admirado. Definitivamente, Circe tiene una actitud bastante intuitiva e inteligente, me recuerda a alguien cada vez que intenta zafar de un inconveniente.

Bueno... mi cielo, tienes razón, le dije sin otra cosa que acotar.

Tenía lógica su sentir. Estábamos en un picnic, la granja seguramente estaría lejos y Lorenzo Lamas tal vez estaría queriendo buscar un escondite. Sin embargo, yo no podría pasar otra noche sin dormir por causa de los ruidos del animal madrugador, tal es la razón que se me ocurrió una idea brillante.

La pequeña y Lorenzo jugaban en el césped a un lado ignorando por completo al perro y el gato que miraban envidiosos como el gallo se había ganado su cariño con bastante facilidad mientras que cogía el celular y llamaba a la única persona capaz de darme una solución.

Hola mamá, ¿hay espacio en tu casa para adoptar a un gallo?

¿Qué rayos dejaste que hiciera ahora? Sabes que no puedes andar aceptando todos sus caprichos. No quería bautizo, lo lograste. No quería ir a la confirmación, lo lograste. No quería el curso de religión, lo lograste. Quiere ser escritora, lo lograste...

Hey, eso de ser escritora me parece fabuloso.

Bueno, ¿Qué te parece si adoptas al gallo para que yo pueda trabajar tranquilo en mi nuevo libro?

¿Al menos me regalas unos ejemplares para mis amigas?

Por supuesto.

Entonces... acepto al... ¿Qué? ¿Dijiste gallo?

Espera, espera... ¿Cómo rayos hiciste que adoptara un gallo como mascota?

¿No tuvieron suficiente con Henry, ‘La iguana’?

¡Rayos! Eres el padre más consentidor que conozco en el mundo, incluso, peor que tu padre.

Y bueno... y eso que no me esfuerzo, le dije con sarcasmo.

Pásamela, dijo.

Preciosa, tu abuela al teléfono.

Las dejé hablando a solas durante cinco minutos.

Cuando terminaron de hablar la princesa se acercó y me dio un abrazo.

Tienes razón, pa. Vayamos a dejar a Lorenzo con su familia.

Asentí asombrado y contento.

Amor... ¿Qué te dijo tu abuelita? Quise saber.

“Que a veces los hijos pueden ser muy locos e igual ningún padre se alejaría de ellos porque los aman a medida de cómo son intentando llevarlos por un buen rumbo. Eso quiere decir que tal vez, Lorenzo se halla perdido y no querido escapar”.

Le di otro abrazo por sus lindas palabras y decidí que tuviéramos a Lorenzo el resto del día.

A la mañana siguiente salimos con dirección a una granja en donde por recomendación de una amiga de su abuela, allá cuidarían muy bien de Lorenzo, quien sería una mascota de granja en adopción, es decir; ella podría ir a visitarlo, llevarle comida, darle cariño y demás y allá lo cuidarían y brindarían el techo requerido para no que esté molestando en casa.

La despedida fue bella, a diferencia de muchas otras en donde parten llanto y no se quieren alejar, pues el valiente Lorenzo Lamas (me da risa ponerle ese apellido) se dirigió a un séquito de gallinas acomodándose como un galán enamorado. Cayó como anillo al dedo su presencia en el sitio rodeado de gallinas y pollitos quienes le hicieron un pabellón para que pasara a comer y beber como si fuera el rey.

Marta, la dueña del sitio, le dio una insignia a Circe como dueña y protectora de Lorenzo, se sacaron unas fotos y volvimos a casa hambrientos y felices para el asado de domingo (daba la ironía) en casa de sus abuelos.

Allí charlando con mis padres preguntaron acerca de la nueva novela, entonces usando la broma les dije: El gallo no me dejó escribir; pero la experiencia con él me dejó un relato que trabajar.

Y, de repente, oímos a Circe decir: Pa, mira, una palomita blanca.

¿La adoptamos?

 

 

 

Fin