- Debería tener una esposa; pero, ¿Quién sería tan valiente de casarse conmigo? Soy escritor, no es trabajo con horario, escribo todo el tiempo y a veces hasta de madrugada. Me gusta hacer el amor todas las noches (y no del modo convencional). Mi romanticismo es infinito; pero tiene un punto débil, se agota si cambias. Es decir, no doy, si no das. Adoro los detalles (soy demasiado detallista) y si me regalan libros soy feliz. Tengo mucha pasión en todo lo que hago, de lo contrario, no lo haría. Me encanta reír, no me gusta la gente apática. Tengo muchos conflictos mentales, o sea, no te sorprendas si un día me escuchas hablar solo, -estoy interactuando con los personajes dentro de mi- y si no hablo de programas o series es que prefiero charlar de mitología, el universo, extraterrestres y ando pensando en todo momento, filosofando a cada instante, a veces, de golpe se me ocurre algo y debo anotarlo donde sea. Una vez apunté una idea en papel higiénico. Soy complicado, eh, no me gusta que me celen, -bueno hasta un punto es divertido- y tengo muchos dilemas/fetiches/cuestiones pero todas son para escribir, es decir; todo se basa en escribir. Tú también, obvio, serías mi musa. No cuento más para no arruinar mi disque encanto y debo decir que no soy físicamente agraciado; aunque, si puedo presumir en algo, cosa que nunca hago, es que soy buenísimo sobre el escritorio (y no para escribir). En fin, amo todo lo que contenga mango.
Mi nuevo libro

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sábado, 22 de abril de 2017
viernes, 21 de abril de 2017
Relato erótico
- Mi chica de cabellos rulosos y yo, por enfocarnos en los besos nos olvidamos de la película.
El beso, que empezó tierno fue volviéndose apasionado al punto que, mi mano, rosó levemente su trasero y luego, esa misma mano, llegó a su cabello para removerlo hacia arriba dejando deslucir su cuello, entonces, dejé los labios para besarle el cuello y drogarme con el aroma que irradia. Ella gimió dócilmente y sentí que debía seguir, lo hice y sin detenerme fui recorriendo su cuello a base de besos. Enseguida, me vio y quiso besarme con mayor intensidad, mientras lo hacía íbamos desprendiendo lo absurdo de las ropas, yo ya estaba en camiseta y ella sin blusa, volvimos a besarnos y propuse, luego de un beso intenso, sintonizar una canción. Aceptó y al volver me cogió del rostro para besarme con frenesí. Estábamos de rodillas sobre la mano, sostenía sus senos al tiempo que mordía mis labios.
Me dediqué a su cuello, esta vez, por la espalda y al hacerlo iba quitando su sostén y al dejarlo caer toqué sus senos y tras ello le besé la espalda haciendo que gimiera otra vez; entonces, volvimos a darnos la cara y besarnos en los labios. Sujetó sus cabellos rulosos llevándoselos hacia arriba y yo me encargué de besarle los senos de una manera dulce y delicada sabiendo que le producía excitación y sintiéndome el dueño de su ser. Los acaricie y besé hasta que caímos sobre la cama, entre sonrisas comenzó a desatar el pantalón, hice lo propio con su jeans y ya en ropa interior nos acercamos para sentir nuestros genitales. Le besé los labios y el cuello, fui bajando por sus senos y viéndola de reojo. Tenía los ojos cerrados y las manos en los cabellos rulosos, sintiendo el placer que le otorgo y deseándome como nunca antes.
Resolví quitarle la ropa interior con los dientes hasta poder contemplar lo que tanto he deseado.
Descendí con rapidez para sentir su vagina húmeda con mi mano y enseguida, pasé mi lengua con lentitud.
La veía desde mi posición, exquisita piel morena que he soñado besar, cogí sus muslos llevándolos hacia arriba y comencé a besarle la vagina con mucha pasión.
Desbordes de gemidos reemplazaron la música de fondo, supe entonces, que debíamos fusionarnos, hacer que nuestros cuerpos se vuelvan uno.
Me eché sobre su cuerpo, le besé los labios y dejé que me tocara el pecho. En ese momento, sentimos como nos juntamos como nunca antes lo habíamos hecho y comencé a moverme con lentitud para luego realizarlo con rapidez, a un ritmo apropiado y sin dejar de besarla.
Tras un tiempo, subió encima de mí, vi sus rulos caer cerca de sus senos, los cuales tocaba y besaba por momentos, se veía hermosa, ya sin los lentes a medida que antes le daban un aire intelectual; desnuda como Dios la dibujó, magnífica y radiante como una musa pintada por alguien del Renacimiento y dejando que me hiciera suyo, que sintiera que le pertenezco, que leyera mi corazón cuando colocara su mano en mi pecho, que sus rulos cayeran cerca a mi rostro cuando besara sus senos y al tiempo que éramos uno sentir tanto amor como pasión. Cada vez que se movía yo sentía que andaba brincando en las nubes y la veía con los ojos semi abiertos deseando que aquello fuera eterno.
Ya estábamos sobre el escritorio, el lugar donde tantas veces escribí sobre ella, mi musa, que se encontraba encima y boca arriba, yo besándole los pechos antes de hacerla mía, de ingresar en su ser y al hacerlo, al manifestar mi amor con el deseo corporal, sentí que debía de quedarme así para siempre, tan cerca y tan dentro, tan juntos y tan enamorados, tan apasionados y tan intensos, y ella, sentía que debía estar para siempre en mí cuando sus brazos se enredaron en mi cuello para susurrarme al oído eres mío y de inmediato confundir nuestros gemidos de lujuria, intercambiar palabreo de amor y sentir que somos uno.
Despertamos tras una faena esplendida, desnudos sobre mi cama, abrazados, felices y más enamorados que nunca.
Dijo que me amaba, le dije exactamente lo mismo, con palabras sacadas del corazón y le di un beso en la frente para luego sentirla caer sobre mi pecho.
Vi el techo y pensé en lo feliz que era junto a mi rulosa preciosa.
El beso, que empezó tierno fue volviéndose apasionado al punto que, mi mano, rosó levemente su trasero y luego, esa misma mano, llegó a su cabello para removerlo hacia arriba dejando deslucir su cuello, entonces, dejé los labios para besarle el cuello y drogarme con el aroma que irradia. Ella gimió dócilmente y sentí que debía seguir, lo hice y sin detenerme fui recorriendo su cuello a base de besos. Enseguida, me vio y quiso besarme con mayor intensidad, mientras lo hacía íbamos desprendiendo lo absurdo de las ropas, yo ya estaba en camiseta y ella sin blusa, volvimos a besarnos y propuse, luego de un beso intenso, sintonizar una canción. Aceptó y al volver me cogió del rostro para besarme con frenesí. Estábamos de rodillas sobre la mano, sostenía sus senos al tiempo que mordía mis labios.
Me dediqué a su cuello, esta vez, por la espalda y al hacerlo iba quitando su sostén y al dejarlo caer toqué sus senos y tras ello le besé la espalda haciendo que gimiera otra vez; entonces, volvimos a darnos la cara y besarnos en los labios. Sujetó sus cabellos rulosos llevándoselos hacia arriba y yo me encargué de besarle los senos de una manera dulce y delicada sabiendo que le producía excitación y sintiéndome el dueño de su ser. Los acaricie y besé hasta que caímos sobre la cama, entre sonrisas comenzó a desatar el pantalón, hice lo propio con su jeans y ya en ropa interior nos acercamos para sentir nuestros genitales. Le besé los labios y el cuello, fui bajando por sus senos y viéndola de reojo. Tenía los ojos cerrados y las manos en los cabellos rulosos, sintiendo el placer que le otorgo y deseándome como nunca antes.
Resolví quitarle la ropa interior con los dientes hasta poder contemplar lo que tanto he deseado.
Descendí con rapidez para sentir su vagina húmeda con mi mano y enseguida, pasé mi lengua con lentitud.
La veía desde mi posición, exquisita piel morena que he soñado besar, cogí sus muslos llevándolos hacia arriba y comencé a besarle la vagina con mucha pasión.
Desbordes de gemidos reemplazaron la música de fondo, supe entonces, que debíamos fusionarnos, hacer que nuestros cuerpos se vuelvan uno.
Me eché sobre su cuerpo, le besé los labios y dejé que me tocara el pecho. En ese momento, sentimos como nos juntamos como nunca antes lo habíamos hecho y comencé a moverme con lentitud para luego realizarlo con rapidez, a un ritmo apropiado y sin dejar de besarla.
Tras un tiempo, subió encima de mí, vi sus rulos caer cerca de sus senos, los cuales tocaba y besaba por momentos, se veía hermosa, ya sin los lentes a medida que antes le daban un aire intelectual; desnuda como Dios la dibujó, magnífica y radiante como una musa pintada por alguien del Renacimiento y dejando que me hiciera suyo, que sintiera que le pertenezco, que leyera mi corazón cuando colocara su mano en mi pecho, que sus rulos cayeran cerca a mi rostro cuando besara sus senos y al tiempo que éramos uno sentir tanto amor como pasión. Cada vez que se movía yo sentía que andaba brincando en las nubes y la veía con los ojos semi abiertos deseando que aquello fuera eterno.
Ya estábamos sobre el escritorio, el lugar donde tantas veces escribí sobre ella, mi musa, que se encontraba encima y boca arriba, yo besándole los pechos antes de hacerla mía, de ingresar en su ser y al hacerlo, al manifestar mi amor con el deseo corporal, sentí que debía de quedarme así para siempre, tan cerca y tan dentro, tan juntos y tan enamorados, tan apasionados y tan intensos, y ella, sentía que debía estar para siempre en mí cuando sus brazos se enredaron en mi cuello para susurrarme al oído eres mío y de inmediato confundir nuestros gemidos de lujuria, intercambiar palabreo de amor y sentir que somos uno.
Despertamos tras una faena esplendida, desnudos sobre mi cama, abrazados, felices y más enamorados que nunca.
Dijo que me amaba, le dije exactamente lo mismo, con palabras sacadas del corazón y le di un beso en la frente para luego sentirla caer sobre mi pecho.
Vi el techo y pensé en lo feliz que era junto a mi rulosa preciosa.
Fin
jueves, 20 de abril de 2017
Mis clones
- Debería tener un séquito de clones.
Uno iría a la universidad, otro haría el trabajo de editor free corrigiendo los textos de otros, el siguiente estaría noche y día encerrado en la habitación y escribiendo. No saldría para nada. Terminaría los libros que tengo pendiente y a otro clon le ordenaría que buscara editoriales en todo el mundo. El último haría el amor todas las noches. Ah no, ese debo ser yo porque nadie lo hace mejor. ¡Nadie!
Y el último se metería en líos, situaciones bizarres, andando de aquí y por allá en busca de historias.
Y entonces todo estaría en el orden cósmico establecido.
Fin
Uno iría a la universidad, otro haría el trabajo de editor free corrigiendo los textos de otros, el siguiente estaría noche y día encerrado en la habitación y escribiendo. No saldría para nada. Terminaría los libros que tengo pendiente y a otro clon le ordenaría que buscara editoriales en todo el mundo. El último haría el amor todas las noches. Ah no, ese debo ser yo porque nadie lo hace mejor. ¡Nadie!
Y el último se metería en líos, situaciones bizarres, andando de aquí y por allá en busca de historias.
Y entonces todo estaría en el orden cósmico establecido.
Fin
sábado, 15 de abril de 2017
Encuentro
- Él llegó a la banca donde estaba sentada, se veía hermosa con la misma sonrisa de la semana pasada, los zapatos grandes, pantalón blanco y un suéter, los lentes que le dan aire de intelectual que resulta sensual -y que no se atreve a decirle-. Ella lo esperó cinco o diez minutos, él y su defecto por no llegar a tiempo, ella no se movía de la banca, él se acercó para saludarla, se instaló a su lado y de inmediato le dio un beso. Sintió el mismo aroma de la semana anterior y esos días en los que iban a verse pero no pudieron se diluyeron, el abrazo, aunque corto, hizo que todo quedara en el olvido y solo se quedaran pensando en ellos, en cómo van y como son. Luego, tras una importante e inminente pregunta, que abrió la historia de amor, un beso selló el inicio y la frase “espero una relación larga” hizo que ambos corazones sonrieran, pues, el amor ha llegado y no va a irse, se piensa quedar para alimentarlos de nuevas y bellas emociones y sugerirles ser intensos como romanticismos, aunque lo siguiente sea innato y aquello resulte espectacular. Se cogieron de la mano tras abrazarse de nuevo y todo, otra vez, se detuvo, porque, únicamente, estaban enamorados. Y los enamorados tienen el don de que todo sea mágico.
Fin
Fin
viernes, 14 de abril de 2017
Dos
- Todas las veces que me peleaba con mi chica iba a buscarla. Es curiosa la forma como no olvidas una dirección, sabía exactamente como llegar a pesar de que su casa se encontrara a dos horas de la mía y mientras la imagen de la ubicación aparecía en mi mente recordaba a su vez los momentos que vivimos. Aquí viene otra particularidad, la manera como alguien nunca zafó de tu corazón y a pesar que en la actualidad te encuentres en una relación, sigue estando allí. Es como un fantasma, aunque por momentos lo llames demonio. En ese instante, cuando mi enamorada se iba de casa haciendo estallar la puerta, gritando como desquiciada e insultando a esas personas que odia por sus celos, ya enfermizos, comencé a pensar en la otra chica preguntándome, ¿Por qué ella nunca me hizo una escena de esta magnitud? Sí, sé que es complicado comparar; pero a veces resulta inevitable o mejor dicho, oportuno. Ella se iba lanzando ajos y cebollas, creyendo que iría tras ella como lo había hecho muchas veces, se haría de rogar, diría que estoy errado, que esas mujeres quieren estar conmigo, yo trataría de hacerle entender que se trata de mi trabajo, de lo que voy a vivir y ella diría que debo dedicarme a otra cosa, entonces, yo, respondería que soy bueno en esto, ella callaría porque lo sabe; pero en el fondo quiere un oficinista cuya labor es impecable; pero no necesita de seguidores. Soy escritor, me debo a mis lectores, ella lanzaría argumentos en contra de ellos, todos basados en terribles celos que nunca entendí, entonces, al fin, me daría la vuelta e iría, cuando eso ocurriría, me cogería del abrazo y abrazaríamos para darle final a la idiotez de pelear por celos. Pero yo ya estaba agotado de todo ello, por eso, cuando se fue llorando y haciendo su berrinche repetitivo y absurdo me di cuenta que fui un cretino, que nunca debí estar con ella porque no me sumaba, y lo de cretino es porque no debí dejar a mi anterior novia, una chica hecha y derecha como diría mi madre, que me amó a pesar de no ser nadie y me hubiera apoyado y amado cuando por fin pude ser alguien, hubiera respetado y hasta admirado mi trabajo; pero ya no la tenía, y me insultaba por haberla perdido y por perder mi tiempo en relaciones que no van a ninguna parte, en especial, con tipas que no reconocen mi labor. Estuve furioso y luego nostálgico; después, quise cometer la locura y la hice enseguida.
Cogí lo necesario: Valor y coraje. Cigarrillos y agallas. El bus, luego de tanto tiempo, me dejaba en el paradero Astete, descendía caminando por la Avenida Los Insurgentes y mientras andaba iban cobrando vida nuestros mejores momentos, en mi cabeza, aparecían a por montones, haciendo que sonriera y me motivara para seguir el trayecto, la amaba y lo sabia; aunque nunca se lo había dicho a alguien, ni siquiera a ella misma, era como si ese amor solo despertara cuando me doy cuenta que la necesito o mejor dicho, cuando me daba cuenta que la perdí.
Ya no pensaba en la otra persona, imaginaba que si ella, en el mejor de los casos, se animara a volver, terminaría de inmediato con la otra persona, a quien lamentablemente no amaba, o si, o tal vez lo hice; pero ya no, porque mi corazón siempre estuvo ocupado o quizá, ese amor andaba escondido y apareció con fuerza en ese instante en el que doblaba en una esquina para ver el parque de su casa, ya estaba asomándome, ya estaba a punto de llegar a su feudo, la casa de tres pisos color blanco con portón marrón, debía de tocar el timbre y esperar a que saliera, lo tenía todo listo y andaba muy emocionado, con ganas de decirle, te amo, perdóname, quiero volver contigo, te he extrañado, eres la mejor del mundo y tantos argumentos que surgirán en el preciso instante en que la vea a los ojos y sienta ese amor que nunca se fue.
Jamás me atreví a tocar el timbre, toda mi valentía se iba cuando recordaba los siete años que ya habían pasado, cuando me acordaba de las veces que dediqué tiempo a perderla y aunque mi actual pareja llamaba desesperadamente al móvil que vibraba, sabía que no debía hacerlo, que por emoción y un fantasmagórico amor repentino, no podía arruinar a ambas, una, ya en su vida sin mí y otra, pensando que todavía puede encajar; pero no pensando en quien intenta buscar su lugar en corazones hechos de otro molde.
Terminé con la primera cansado de tantas ecuaciones sin solución y decidí olvidarme de la otra, para poder avanzar con tranquilidad.
Resalta una ironía, escribiré de ambas.
Fin
Cogí lo necesario: Valor y coraje. Cigarrillos y agallas. El bus, luego de tanto tiempo, me dejaba en el paradero Astete, descendía caminando por la Avenida Los Insurgentes y mientras andaba iban cobrando vida nuestros mejores momentos, en mi cabeza, aparecían a por montones, haciendo que sonriera y me motivara para seguir el trayecto, la amaba y lo sabia; aunque nunca se lo había dicho a alguien, ni siquiera a ella misma, era como si ese amor solo despertara cuando me doy cuenta que la necesito o mejor dicho, cuando me daba cuenta que la perdí.
Ya no pensaba en la otra persona, imaginaba que si ella, en el mejor de los casos, se animara a volver, terminaría de inmediato con la otra persona, a quien lamentablemente no amaba, o si, o tal vez lo hice; pero ya no, porque mi corazón siempre estuvo ocupado o quizá, ese amor andaba escondido y apareció con fuerza en ese instante en el que doblaba en una esquina para ver el parque de su casa, ya estaba asomándome, ya estaba a punto de llegar a su feudo, la casa de tres pisos color blanco con portón marrón, debía de tocar el timbre y esperar a que saliera, lo tenía todo listo y andaba muy emocionado, con ganas de decirle, te amo, perdóname, quiero volver contigo, te he extrañado, eres la mejor del mundo y tantos argumentos que surgirán en el preciso instante en que la vea a los ojos y sienta ese amor que nunca se fue.
Jamás me atreví a tocar el timbre, toda mi valentía se iba cuando recordaba los siete años que ya habían pasado, cuando me acordaba de las veces que dediqué tiempo a perderla y aunque mi actual pareja llamaba desesperadamente al móvil que vibraba, sabía que no debía hacerlo, que por emoción y un fantasmagórico amor repentino, no podía arruinar a ambas, una, ya en su vida sin mí y otra, pensando que todavía puede encajar; pero no pensando en quien intenta buscar su lugar en corazones hechos de otro molde.
Terminé con la primera cansado de tantas ecuaciones sin solución y decidí olvidarme de la otra, para poder avanzar con tranquilidad.
Resalta una ironía, escribiré de ambas.
Fin
domingo, 9 de abril de 2017
El día más feliz de su vida.
- Soy de las personas que no tienen reparos en decir no.
No lo pensé con determinación, estaba enamorado y a veces, no te deja pensar con crudeza. Crees que puedes contra el mismísimo mundo; pero no te das cuenta que no es contra él con quien batallas, sino contra la otra persona y tantas veces, contra uno mismo.
Recuerdo al magistrado preguntar, ¿aceptas como esposa a…? y yo pensando en lo bella que se veía con ese atuendo blanco, valga un comentario en su terraza poco antes del ansiado momento, fumando marihuana y viendo la luna, “mi madre me va a dar su vestido”. A la señora, con el debido respeto, difícilmente se le va a parecer, pensé entre risas mentales para luego aseverar, también en la cabeza, que se veía bellísima.
La amaba y ello fue suficientemente para aventurarme en algo de lo que no tenía idea; de hecho, sabía de relaciones amorosas a pesar de mis veintidós, aunque ninguna con tanta atmósfera social. A lo máximo que había llegado es a conocer a los padres en una reunión familiar y hacer un salud con el señor de grueso bigote rubio, el mismo que estaba sentado con un traje de diseñador, orgulloso y contento, ¿Qué raro, no? Ver a un padre dejar a su hija de veintitrés casarse con el fulano que conoció en redes que no entendía aún; pero que le agradó, según me dijo varias veces, por mi honestidad, por la forma como soy claro como conciso. Ah, claro está, por lo que los padres llegan a aceptar esta clase de compromisos: Porque la amaba.
Me lo dijo solo una vez, fue en una borrachera, yo había tomado demás y el señor cien veces peor, abrazados y luego de reír de todo lo que acontecía, me dijo: Eres un buen tipo, amas y respetas a mi hija, eso es lo que me hizo aceptar esto.
La amaba, obvio, de lo contrario no hubiera cometido dicha locura
-ahora la llamo de ese modo y me resulta gracioso- pero en su momento fue algo asombroso, como sacado de mi imaginación o de repente de un abismo en mi mente en el cual nunca había estado, muchos de mis contemporáneos decían: Nunca lo haré. El matrimonio me aterra y demás; yo también, lo admito, pero ya estaba ahí, de traje y nervios brotando con facilidad, ella estaba bella y radiante, también nerviosa; pero, feliz. Muy feliz. Era, según dijo, su realización personal, su anhelo, algunas mujeres sueñan con casarse con el tipo ideal, quien las ama y protege y lo hará todo el tiempo. Yo, para ella, era ese individuo.
La cogí de la mano como nunca a pesar de siempre andar de la mano, la vi pensando en todo lo que vivimos hasta ese instante, en las situaciones, la distancia, las estupideces, las locuras y el amor en su totalidad, ese amor que nos condujo a esto, que empezó como un ¿puede ser, no? Pero se volvió realidad tan rápido como no pude alucinarlo. Ya estaba al lado de mi futura esposa en cuestión de segundos e iba a ser inevitable que ocurriera algo distinto. ¿Qué cosas podrían suceder después? No lo sabía, ni siquiera, imaginaba. Tal vez, ni eso.
¿Acepta, señor? Oí la pregunta tras un pasaje infinito de ausencia. Todos me miraron, incluso, ella, lo hizo de un modo en señal de duda que conocía a la perfección, lo hacía cuando preguntaba si me gustaba su asado, que no me gustaba; pero decía lo contrario.
Esta vez, fue distracción; entonces, enseguida, añadí: Si, claro, acepto.
Nervioso, ansioso y a la vez, gracioso. Ella por fin sonrió tras verme de ese modo y el señor nos hizo besar. Lo hicimos, cogidos de la mano y alegres, la multitud también lo estaba, aplaudieron emocionados, su madre lloraba, su hermana la abrazaba, salimos del lugar entre risas y sonrisas, cogidos de la mano llegamos al auto, lo abordamos y este avanzó con lentitud. Atrás pude ver a la cantidad de familiares, todos de ella, mío ninguno porque estaba en una ciudad alejada y los míos no tenían idea de que esto sucedía.
¿Qué sucedió después? Muy aparte de contar el instante en que hice una de las más grandes locuras de mi vida, me quedan recuerdos imborrables, en especial, el momento en que vimos por detrás del vidrio y notamos la alegría de la gente que vino a vernos casar, ella cogió mi mano y sonriendo me dijo, es el día más feliz de mi vida.
No lo pensé con determinación, estaba enamorado y a veces, no te deja pensar con crudeza. Crees que puedes contra el mismísimo mundo; pero no te das cuenta que no es contra él con quien batallas, sino contra la otra persona y tantas veces, contra uno mismo.
Recuerdo al magistrado preguntar, ¿aceptas como esposa a…? y yo pensando en lo bella que se veía con ese atuendo blanco, valga un comentario en su terraza poco antes del ansiado momento, fumando marihuana y viendo la luna, “mi madre me va a dar su vestido”. A la señora, con el debido respeto, difícilmente se le va a parecer, pensé entre risas mentales para luego aseverar, también en la cabeza, que se veía bellísima.
La amaba y ello fue suficientemente para aventurarme en algo de lo que no tenía idea; de hecho, sabía de relaciones amorosas a pesar de mis veintidós, aunque ninguna con tanta atmósfera social. A lo máximo que había llegado es a conocer a los padres en una reunión familiar y hacer un salud con el señor de grueso bigote rubio, el mismo que estaba sentado con un traje de diseñador, orgulloso y contento, ¿Qué raro, no? Ver a un padre dejar a su hija de veintitrés casarse con el fulano que conoció en redes que no entendía aún; pero que le agradó, según me dijo varias veces, por mi honestidad, por la forma como soy claro como conciso. Ah, claro está, por lo que los padres llegan a aceptar esta clase de compromisos: Porque la amaba.
Me lo dijo solo una vez, fue en una borrachera, yo había tomado demás y el señor cien veces peor, abrazados y luego de reír de todo lo que acontecía, me dijo: Eres un buen tipo, amas y respetas a mi hija, eso es lo que me hizo aceptar esto.
La amaba, obvio, de lo contrario no hubiera cometido dicha locura
-ahora la llamo de ese modo y me resulta gracioso- pero en su momento fue algo asombroso, como sacado de mi imaginación o de repente de un abismo en mi mente en el cual nunca había estado, muchos de mis contemporáneos decían: Nunca lo haré. El matrimonio me aterra y demás; yo también, lo admito, pero ya estaba ahí, de traje y nervios brotando con facilidad, ella estaba bella y radiante, también nerviosa; pero, feliz. Muy feliz. Era, según dijo, su realización personal, su anhelo, algunas mujeres sueñan con casarse con el tipo ideal, quien las ama y protege y lo hará todo el tiempo. Yo, para ella, era ese individuo.
La cogí de la mano como nunca a pesar de siempre andar de la mano, la vi pensando en todo lo que vivimos hasta ese instante, en las situaciones, la distancia, las estupideces, las locuras y el amor en su totalidad, ese amor que nos condujo a esto, que empezó como un ¿puede ser, no? Pero se volvió realidad tan rápido como no pude alucinarlo. Ya estaba al lado de mi futura esposa en cuestión de segundos e iba a ser inevitable que ocurriera algo distinto. ¿Qué cosas podrían suceder después? No lo sabía, ni siquiera, imaginaba. Tal vez, ni eso.
¿Acepta, señor? Oí la pregunta tras un pasaje infinito de ausencia. Todos me miraron, incluso, ella, lo hizo de un modo en señal de duda que conocía a la perfección, lo hacía cuando preguntaba si me gustaba su asado, que no me gustaba; pero decía lo contrario.
Esta vez, fue distracción; entonces, enseguida, añadí: Si, claro, acepto.
Nervioso, ansioso y a la vez, gracioso. Ella por fin sonrió tras verme de ese modo y el señor nos hizo besar. Lo hicimos, cogidos de la mano y alegres, la multitud también lo estaba, aplaudieron emocionados, su madre lloraba, su hermana la abrazaba, salimos del lugar entre risas y sonrisas, cogidos de la mano llegamos al auto, lo abordamos y este avanzó con lentitud. Atrás pude ver a la cantidad de familiares, todos de ella, mío ninguno porque estaba en una ciudad alejada y los míos no tenían idea de que esto sucedía.
¿Qué sucedió después? Muy aparte de contar el instante en que hice una de las más grandes locuras de mi vida, me quedan recuerdos imborrables, en especial, el momento en que vimos por detrás del vidrio y notamos la alegría de la gente que vino a vernos casar, ella cogió mi mano y sonriendo me dijo, es el día más feliz de mi vida.
Fin
jueves, 6 de abril de 2017
“La última tarde" (Sinopsis)
- Novela: “La última tarde"
Sinopsis:
¿Qué es el primer amor sino una experiencia mágica, triste o cruel? El lector, sea adulto u adolescente tiene en sus manos una historia que lo hará revivir la flama de los tiempos idos.
La inocencia, los recuerdos y las peripecias son algunos de los tópicos en los que gira esta novela.
“La última tarde” es una novela juvenil, en donde el tema anunciado es el amor por más que el fondo se hable de la pérdida. Barreto, nos recuerda, que al fin y al cabo, todos somos los mismos bajo los influjos del sol que alguna vez iluminó el atardecer de nuestros inocentes corazones.
Una novela divertida, llena de romance, que te trasladará a los tiempos de MSN y cartas escritas a mano, con fuertes dosis de emoción y un final que te llegará al corazón.
La inocencia, los recuerdos y las peripecias son algunos de los tópicos en los que gira esta novela.
“La última tarde” es una novela juvenil, en donde el tema anunciado es el amor por más que el fondo se hable de la pérdida. Barreto, nos recuerda, que al fin y al cabo, todos somos los mismos bajo los influjos del sol que alguna vez iluminó el atardecer de nuestros inocentes corazones.
Una novela divertida, llena de romance, que te trasladará a los tiempos de MSN y cartas escritas a mano, con fuertes dosis de emoción y un final que te llegará al corazón.
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