Mi nuevo libro

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jueves, 16 de noviembre de 2017

Lo mejor de lo mejor

- Vivo, sueño, pienso y hago el amor pensando en fútbol. 
Esta demás decir que hace casi 40 años que no estamos en el mundial y que hoy es el día fundamental para romper esa maldita racha y de una vez meternos a la Copa del mundo para dejar de ver el mundial por televisión como los últimos casi diez que he visto a lo largo de mi vida.
En lo personal, me importa un pito la política, la religión, la visita del papa y todos esos asuntos, hoy por hoy, tengo en la cabeza y el corazón el partido de repechaje -extraño va a sonar confesar que pienso más en la Foquita Farfán y el Oreja que en Jennifer Lawrence y Wonder Woman-. Estoy ansioso, obsesionado, delirando y haciendo de técnico en todo momento.
Después del partido, con el boleto al mundial en las manos, pueden hablarme de lo que gusten, de sus gatos o de los políticos; pero hoy por hoy, hasta a mis amigos extraterrestres que han venido a abducirme por cuarta vez en mi vida les he pedido que me esperen, que después del juego, pueden hacerme todos los experimentos que quieran.
¡Vamos Perú! Hoy ganamos de todas maneras carajo.




lunes, 13 de noviembre de 2017

Lados incorrectos

- Tengo la mala costumbre de saber que algo no va a funcionar.
Tengo la pena de ser yo quien siempre termine.
Tengo el poder de nunca extrañar.
Tengo miedo de que lleguemos tan lejos y no podamos subir otro escalón.
Perdona si te amo como nunca nadie te ha amado y me vuelvo un recuerdo imborrable.
Lamento si te dije que estaríamos siempre juntos y lo logramos en un instante en nuestros corazones.
Soy el portador del ¿Podemos hablar? Tengo algo que decirte, que va a arruinarlo todo.
Soy quien siempre se va y nunca vuelve.
Soy quien ama y se esfuerza por darlo todo; pero el primero en saber cuándo ha llegado del momento de darle la estocada final.
Mis palabras son reales, hasta puedes tocarlas; pero carecen si no las alimentas. ¿Te das cuenta? Es simple, alimentas.
Lo siento, yo no soy eterno.
Lo siento, a veces necesito mi soledad.
Lo siento, no son excusas; pero realmente debo irme.
Lo siento, hay un fantasma que no me permite quedarme.
Mi amor es eterno en un santiamén.
Si te hablo del infinito de nuestro amor, comprende que no hablo de lo terrenal, sino de las letras.
Allí donde vas a caer cuando esto se derrumbe.


Fin



sábado, 11 de noviembre de 2017

Almuerzo cumpleañero

- Temprano recibí la mejor llamada del día. Una niña de nueve años, de angelical voz y pronunciando con exactitud el más profundo ‘feliz cumpleaños, papi’ me alegró el amanecer. Quiero verte hoy, ven para almorzar, dice mi mamá. Se escuchó un sonido extraño, como cuando el celular pasa de un lado hacia otro y oí a Mariana decir: Bry, feliz cumpleaños. Lu y yo queremos que vengas a almorzar, ¿podrás? Comprendo tu ajetreada agenda; pero, date un tiempo.
Me alegró escucharla hablar de ese modo, antes no comprendía, lanzaba disparates y no aceptaba mi trabajo, oírla hablar con calma, me hizo sentir, luego de tantos años, comprendido.
Por supuesto, querida. Dime la hora y estoy ahí, le dije con frescura.
La oí decir: Tu papi vendrá. Lu emocionada empezó a festejar y la escuché comentar: Voy a preparar la sorpresa. Mariana la calló con un sonido de enfermera y yo me hice el desentendido.
A las dos estaría bien, dijo mi ex pareja.
A la una y media estoy allí.
Me vestí para el almuerzo, fui caminando al paradero pensando en el momento, ¿hace cuanto no tenemos un encuentro como tal? Los tres, una familia muy particular, nos considero porque somos idénticos, no solo en el sentido físico porque las veces en que Lu era pequeña e íbamos a un centro comercial de Tacna, nos veían y decían: ¿Son hermanos los tres? Y debíamos decir, tras la risa, que éramos padres de una linda niña.
Mariana lleva el cabello ondulado y castaño, yo tengo castaño, Lu también; mi ex tiene ojos pardos como acaramelados, yo los llevo marrones, Lu también; los tres tenemos tez blanca y facciones similares. Incluso, la madre de Mariana dice que Lu sacó mi sonrisa y el mentón de su hija. Yo digo, siempre para mis adentros, que espero que no herede su carácter estrafalario, ese que dicta así: Bryan, quiero comer pizza, no mejor tacos. Llegamos al restaurante de comida china y dice, quiero una ensalada mejor.
¿Cómo aguantas a alguien así durante casi cinco años? Hay que ser valiente.
Mariana, lejos de cualquier característica singular como novia, es una madre ejemplar, la admiro por eso. Nunca se lo digo porque otro de sus defectos es que tiene el ego por los cielos. Sí, es guapa, sí es inteligente, si es culta, sí está totalmente loca; pero a veces se le sube todo a la cabeza y resulta gracioso, ya estoy acostumbrado a ello, se me hace divertido.
En referencia a su maternidad, su labor es ejemplar, se levanta temprano, viste a Lu, la lleva a la escuela, va al trabajo y vuelve a recogerla -yo lo hago los viernes- es como decimos: Nuestro día de locos. Porque Luana se la pasa estudiando y leyendo, dibujando y abriendo la mente. Conmigo ve televisión echada sobre mi regazo, a veces le cuento historias que quiero empezar a trabajar para un libro de cuento de niños y otras veces, ahora que esta más grande, hace preguntas extrañas. En un momento me dejó estático con la pregunta, ¿Crees que exista vida en otros planetas? Y al instante me sentí el ser más orgulloso del mundo. ¡Esa es mi hija! Toda la de su padre, el fantasear con otras criaturas y demás, entonces le hablé de mi nuevo libro con términos sencillos, otras dimensiones, incluso, sonrió cuando le dije: Tal vez en otro mundo exista otra Lu como tú y arremetió, pero no compartiré a mi papi con nadie más. Los celos los sacó de su madre.
Hace poco fuimos al cine a ver una película sobre unos ponis multicolores que realizan travesuras. Se divirtió como nunca y se comió toda la canchita, más dulces y una barra de chocolate. En ese momento recordé que Mariana me había dicho que no le diera tanto de comer; pero, ¿Qué puedo hacer? Mi hija me pide, yo le doy.
Mi ex y yo siempre hablamos de eso cuando discutimos, dice que soy el padre divertido y ella la madre mala, yo le digo que también puede ser divertida y yo le enseño sobre autores. Es verdad, siempre le llevo libros, ya se ha leído los clásicos: El principito, Las Aventuras Tom Sawyer y demás.
Mariana y yo nos llevamos mejor con el tiempo, hemos madurado lo suficiente como ser buenos padres para ella.
Que nuestra relación no haya funcionado ya es un tema pasado, ahora somos mejor como equipo en pro de Luana Daniela.
Llegué a su casa, en realidad es la casa de su madre; pero la señora se fue de vacaciones a Florida durante un tiempo indeterminado y vive con su abuela, quien cuida a Lu cuando ella trabaja.
Toqué el timbre tres veces consecutivas, es la señal que soy yo, salió Lu que ya llega al pomo de la puerta y me dio un abrazo tremendo junto a un beso, la elevé hacia lo alto y volvimos a abrazarnos como si dos días sin vernos hubieran sido la misma eternidad.
Teniéndola en mis brazos nos adentramos cerrando la puerta con el taco y a media sala me pidió cerrar los ojos, tuve que bajarla y que me cogiera de la mano para guiarme. Empecé a sentirme nervioso, me gustan las sorpresas; pero me ponen ansioso, es curioso, generalmente no demuestro mis verdaderas emociones aunque ella hace relucir esa parte de mí que alguna vez quise ocultar. Tiene ese poder, no lo sabe porque piensa que es parte de mí, pero cuando ocurre esta clase de momentos me emociono más de lo que puedo sentir como nunca antes ha pasado.
Exigió que los abra al detenernos en el umbral, lo supe al palpitar un tapizón en el piso, abrí los ojos y vi una mesa decorada de forma magnífica y preciosa, en el jardín de la casa donde siempre añoro cenar, Mariana parada con una sonrisa y un vestido divino, alegre con una docena de obsequios envueltos a su lado, con el delantal ya en sus brazo y Lu feliz de verme feliz, contenta de verme contento, emocionada de verme emocionado, y yo, sin pensar, sin reacción alguna, con sentimientos nativos saliendo del corazón para comenzar a forjar lo que sería una expresión totalmente nueva que únicamente ella me hace sentir.
Me arrodillé para darle un fuerte abrazo, me llenó de besos y deseo ‘feliz cumpleaños’ tantas veces que no recuerdo el número, solo sé que fueron grandiosas y su madre se acercó para abrazarme y en ese instante sentí que un beso en los labios podría ser tan normal; pero fuimos respetuosos, ni cariñosos ni indiferentes, tal vez, como dos buenos amigos que se quieren y respetan.
Lu propuso una foto de sus padres para lucir su nueva cámara fotográfica, se la compré hace una semana y supe que mi peque sería, aparte de modista, escritora, animalista y demás, una gran fotógrafa.
Salchicha, el perro salchicha que tiene como mascota y es un demonio hizo su espectáculo moviendo la cola y andando de un lado hacia otro, quise saludarlo pero se fue a jugar con su pelota.
Ya acomodados en la mesa Mariana quiso orar, yo no creo en Dios; pero mi princesa, sí, entonces tuve que realizar la oración.
En casa de mi ex pareja todos son católicos, se respetan las creencias, ya hemos hablado sobre futuras ceremonias religiosas y le he dicho a Mariana que esa será decisión de Luana, que todavía es pequeña para saber en qué Dios creer; aunque, en ese momento me ganó la risa recordando su pregunta pasada, ¿habrá viva en otros planetas? Y sentí que mi genio va a tener una idea como la de su padre o quizá la supere y plantee un enigma distinto, sea una gran astróloga que descubra nuevas evidencias, de solo imaginarlo me emociona.
El plato de entrada fue ceviche y el siguiente lomo saltado, estaba feliz con la comida y de tener a mi pequeña al lado que no dejaba de mirarme, de sonreír y de jugar con su comida. Mariana le pidió que coma bien, yo traté de darle ejemplo; pero me ganó la risa, estaba contento de estar donde estoy, en el asiento principal, teniendo a la madre de mi hija al lado y mi princesa al otro, somos una familia; aunque como siempre lo digo y diré, una familia singular. El término es gracioso porque somos jóvenes y parecidos, ya lo dije, Mariana tiene 29, yo ya 31, Lu 9 nueve y adonde quiera que vayamos, de hecho, hace mucho, andábamos cogidos de la mano, felices de la vida, hoy por hoy lo hacemos sin cogernos de la mano; pero a veces Lu quiere tenernos como antes, como si se recordara esos tiempos en su cabeza, no se acuerda mucho de Tacna y Arica, andaba muy pequeña en ese entonces; pero sí tiene en su corazón lo felices que fuimos cuando vivíamos juntos.
De pronto, Mariana sujetó mi mano y me dijo algo que es posible que no pueda olvidar nunca: Bry, ella es lo mejor de los dos, ¿crees?
Yo le dije: No. Es mejor que nosotros dos.
La vi a los ojos, me vio, sonreímos como dos tontos y absurdos que se conocen de casi toda una vida, en todos los sentidos existentes y coloqué mi mano sobre la suya para luego añadir: Hicimos un gran trabajo esa noche.
Empezó a reír y comentó: ¿Te acuerdas cuando te dije que estaba embarazada? La que cara que pusiste era para colocarla en un marco.
Solté una risa. Era joven, era muy irresponsable y estaba loco; claro que muy enamorado; pero loco al fin y al cabo. Y asumí con valentía la determinación.
Eso me gusta de ti, siempre admiré eso de ti. Esas ganas de darlo todo, de nunca irte, de siempre estar ahí. De poner la cara y si te dan duro, la sigues poniendo y todavía así te sigues riendo. Esa noche fue larga y hermosa, luego fue complicada y tediosa; pero al final tuvimos el mejor resultado existente.
Definitivamente, Mariana, nunca podría arrepentirme de esto. Solo deseo poder seguir viviéndolo.
Estamos haciendo un gran trabajo. De repente no funcionamos como pareja; pero sí como padres. Dame esos cinco por eso.
Lo hice enseguida.
Lu terminó de comer y pidió ayudar a abrir los regalos.
Mariana con copa de vino en mano miraba como Lu y yo abríamos los regalos, su miraba detonaba melancolía pero su sonrisa alegría. Tras abrir los obsequios le di las gracias con un abrazo y mi pequeña con un enorme beso. Luego nos sentamos en los muebles de jardín, yo también quise una copa de vino y Lu su refresco de mango favorito.
Fue quedándose dormida en mi regazo, supuse que tanto trabajo que le costó envolver regalos y levantarse temprano para la escuela, además de jugar con salchicha y mi cálido aroma le había pasado factura. Lu se quedó dormida y el refresco se derramó a mi lado.
Mariana trajo algo para limpiar y al rato la cargué para dejarla en su habitación, le di un beso y me fui dejándola descansar.
¿Te quedas para terminar el vino? Propuso Mariana. Vi el reloj, tenía mucho por hacer; pero le dije, si tienes otro, me quedo gustoso.
Hablamos tanto, ella se recuerda de sucesos que la memoria ha dejado de lado pero que volvieron en ese trama de tiempo. Reímos como dos amigos que se conocen de toda la vida y se cuentan experiencias divertidas. No hubo romance, ni miradas profundas, solo instantes en los que nos sentimos lo mejor que podemos o hemos llegado a ser, dos grandes compañeros que comparten un mismo amor.

Fin

viernes, 10 de noviembre de 2017

Mi fantasma

- Tengo todo lo que tanto he deseado tener; pero aunque muchas veces me gustaría no recordarlo, tal vez, continuar mantenerlo en prisión, a veces lo siento venir, repentinamente, como una terrible tempestad que me agita con bravura; pero soy fuerte, me contengo e intento retenerlo, suprimirlo de la cabeza para zafarlo de la realidad y se me hace difícil. A veces lo logro, a veces no y pocas veces, aunque no quiera admitirlo, dejo que me arrastre. Siento que muchas veces es mejor que los fantasmas me devoren.
El fantasma y su séquito me atacan, envuelven en llamas, aniquilan y sentencian a purgar condena ante mis propios jueces. Es un instante, tan breve como un pensamiento efímero; pero muchas veces, diría que la gran mayoría, define momentos.
Los moldea a su modo, el más honesto y a la vez perverso, de esos que los labios y el corazón no quieren darse cuenta, de esos que ni siquiera mi romance se entera; la frialdad del fantasma me revela la verdadera notificación del alma y me hace entender el concepto real del momento, la pregunta al ¿Por qué? Y la señal, al fin, -esa misma que no veo por tanto ser yo- y esa que necesito ver.
El fantasma, aunque a veces no gana, cuando lo hace, es terriblemente para bien. El tiempo siempre le da la razón.

Fin

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Las matemáticas y yo

- ¿Saben que soy malísimo para las matemáticas, verdad? Pues, dejen que les añada algo, soy peor de lo que creen.
Yo llamo a esta época de mi vida como ‘los tiempos raros’, pues llevaba estudios de Administración de empresas en la U de Lima y muy aparte de lo que mis ojos puedan ver cuando perdía el tiempo en los pasadizos del lugar, lejos de esos encuentros carnales con la típica, ¿Qué estudias?, Ah, yo tal cosa, ¿Vamos a tomar algo el viernes? Realmente sufría en demasía con los benditos números. Era como si me encontrara ante un monstruo de decenas de cabezas y arrojando fuego de su boca y yo sin tener la espada de Perseo ni el hacha de Atila, era completamente vulnerable y el profesor debía devolverme el examen doblado, el cual, tras notar el enorme cero iba a caer en el primer tacho que viese.
¿Qué me motivaba? Lo confieso como el humano que alguna vez fui, el derrier y los tacones. Pero no sería para siempre, no todo se basa en encuentro corporal, sudor y fusión de especies, también existen metas intrínsecas, cuestiones como, ¿Qué carajos estoy haciendo aquí? Y me fui dando cuenta que las reflexiones aumentaban en mis noches de fiesta y diversión al frente del Jockey Plaza y luego en la alameda cerca a mi casa, peor aún, sobre mi cama y mirando el techo borracho y un poquito drogado. Pensaba, ¿Qué mierda estoy haciendo? Volvía el lunes, armaba el armazón, salía de casa tras un café, fingía ser feliz ante una chica con quien llevaba un romance, quien no entendía un bledo cuando le hablaba de mis interrogantes mentales, claro, la comprendo, ¿Qué mujer quiere escuchar a un hombre adolescente hablarle de sueños literarios? Afirmaba, quiero ser escritor; pero no lo estoy encontrando aquí, no lidiando con números en ecuaciones y figuras, fucking, geométricas. Recuerdo que ella decía: Cariño, relax, fuma un poco y volvamos a hacerlo.
Era un cuarto de hotel, ella había pagado, porque según dijo, ‘se levantaba caliente’ y yo dejaba de lado mis cuestiones para concretar el acto; pero luego volvían y cuando volvían necesitaba de alguien que no encontraba a mi lado.
La dejé con esa excusa junto con el primer y único ciclo de esa carrera.
Cambiando el contexto; pero siguiendo con mis enemigos de todos los tiempos, a quienes debo entender y aceptar porque de hecho, mi carrera de escritor, muy aparte de dedicarme netamente al placer de escribir, también debe lidiar con números.
Esto me recuerda a mi primera experiencia como escritor profesional, fui a recoger mi cheque con mí entonces novia/socia a la oficina principal de una cadena de librerías, el plan era el siguiente: Yo la esperaría en un café -adoro los cafés- y ella iría como representante o algún galardón similar.
Al salir fuimos al banco, me acuerdo que me dieron el dinero por una importante cantidad de libros vendidos -para mi asombro- y conté el dinero un par de veces. Ella me vio confundida cuando le dije la cantidad y enseguida arremetió: Oye, ¿Estás seguro de lo que dices?
Ella estudió finanzas y cada vez que hablaba de dinero se emocionaba como yo en un partido de fútbol. Le dije, sí, estoy seguro. Cogió el dinero y lo contó con rapidez dándome otra cifra. Yo volví a contarlo y le di otra cifra, entonces lo volvió a contar, esta vez con lentitud y me di cuenta lo mal que había sumado el dinero.
Desde entonces no llevo plata en los bolsillos, uso tarjetas de crédito, porque la pregunta, ¿Cuántas veces me habré confundido? Me hizo sentir algo incómodo.
Ella se dio el lujo de lanzar algunas bromas y me defendí hablando de los lóbulos del cerebro y sus funciones.
Además, soy literato, no me vengas con números, para eso te traje, le dije, cansado de sus burlas.
Esa noche no tuve sexo.
Otra anécdota, más rutinaria, ocurre cuando debo de pagarle al cobrador o algunos comerciantes ambulantes que venden golosinas y dan el vuelto con rapidez. Ya suelo tardarme en contar; pero debo hacerlo sin importar lo que ocurra.
Una vez le dije a una señora que no me había dado el vuelto completo, ella insistió que sí, yo que no, ella que sí, yo que no, hasta que contó las monedas en mi mano y me dijo: ¿Has fumado algo? Le pedí disculpas con cara de tonto.
Si llego a volverme un escritor súper famoso voy a tener que necesitar de un contador porque realmente y aunque muchas veces haya luchado contra los números nunca he podido establecer una conexión.
Esto me conduce a un recuerdo muy lejano, fui a una academia, yo era el mayor de todos en el salón y quería saber matemática; pero terminé saliendo con una chica, a quien le pedí que me enseñara, o sea, diera clases particulares como compañeros y nunca culminamos el tema de Factorización.
En ese instante me di cuenta que todo lo terrible que puedo llegar a ser en números se contrarresta en otros cantares, pues, le dije al tiempo que jabonaba su espalda: Hemos empezado a las nueve de la noche y ya son las diez y cuarenta, buen tiempo eh. Una hora y cuarenta minutos bien hechos
Una anécdota de antaño, todos los veranos en mi etapa escolar, la cual fue bisagra, porque me divertí jugando pelota y haciendo otros temas que olvidé por completo el hecho de aprender matemática y tuve que ir a dar examen en enero.
-Me estoy riendo- acabo de recordar que ese examen, el de enero, tuve que darlo de nuevo porque el primero lo desaprobé y me dijeron que vuelva en marzo. Por dios, que desgracia.
Para finalizar, ya con mis años dedicado a la literatura, plenamente establecido en el camino de las letras, me doy cuenta que amo lo que hago y soy feliz; pero me gustaría alguna vez poder vencer a las matemáticas, a quien engaño, estoy bromeando. Las odio.

Fin

martes, 7 de noviembre de 2017

La graciosa abuela

- Hoy fui a almorzar a la casa de mi mejor amiga, quien me invitó por motivo de mi cumpleaños; le dije que todavía faltan algunos días e insistió en vernos. Debo confesar que la frase ‘te compré algo sobre Dragon Ball’ me llenó de entusiasmo. Sí, estoy próximo a tener 31 años y me sigue gustando Goku. ¿Qué puedo decir? Hay cosas que nunca van a cambiar.
Aparte de eso, ella quería saber que tal había estado la feria de ayer y algunos otros sucesos contemporáneos que no he podido relatarle con mayor detalle.
No sabía que su abuela estaba en la sala cuando ingresé, literalmente, ‘matándome de la risa’ por un chiste absurdo que me contó. Soy de las personas que se andan riendo por todo y a la vez puedo estar serio si el momento lo precisa.
Buenas tardes, señora, a los tiempos, le dije con frescura y ocultando la risa con una mueca simpática.
¿Qué tal, Bryan? ¿Qué es de tu vida? Me han contado que te va bien con los libros, espero que la fama no se te haya subido a la cabeza y por eso no estés viniendo.
No, señora, en lo absoluto. Anna sabe que todo se logra con sencillez y humildad.
Además, interrumpió mi amiga, hay otras cosas que se le suben más rápido a la cabeza.
Solté una breve risa. Su abu, como le dice, no entendió el chiste -o tal vez sí e hizo la desentendida-.
Así que el jueves es tu cumpleaños, ¿ya cuántas primaveras?
Abu, trata de adivinar, ¿Cuántos años le pones?
Anna me tapó la boca para que no dijera nada.
La señora me vio de pies a cabeza, después pidió que me dejara libre y al hacerlo le sonríe. Tardaba en responder, incluso, se sacó los lentes para, contradictoriamente a todo, ver mejor. De hecho, hubo un momento en que hincó mis pectorales. Fue gracioso, obviamente.
¿Veintisiete? Dijo con dudas.
Tanto Anna como yo nos mantuvimos en silencio.
¡Ya se! Dijo y realmente pensé que diría una cifra precisa; pero sentenció: ¡Veintiséis!
Ambos nos empezamos a matar de la risa.
Abuelita, a Bryan lo conozco hace años, la primera vez que vino tenía veinte y desde ese entonces han pasado más de diez años. El jueves cumple 31 años.
Te juro que no parece.
Es un halago, señora, le dije y sonreí.
No lo halagues tanto que luego se la cree.
Nunca, siempre guardo la humildad.
Pero si todo el tiempo te paran halagando.
No te pongas celosa, querida.
¿Celosa de ti?
Empezó a reír.
En ese instante, su abuela dijo uno de los comentarios más divertidos y graciosos de todos los tiempos: Bry, ¿sabes que piensan de los chicos mayores de treinta, apuestos, en forma y profesionales como tú; pero que andan solteros?
La miramos y la escuchamos decir: Que son medios raros. Ya sabes, soltero maduro, mariposón seguro.
Tras una impresionante risa, le dije: No, señora, se equivoca.
Pero no me dejó seguir: Bryan, ¿no has pensado casarte y tener hijos? Ya estás en base tres, ten cuidado que se te empiece a ir el tren. A menos que tengas otros gustos.
Nuevamente comencé a reírme.
No, señora, lo que yo quiero decirle es que…
Piénsalo, hijito, eres buen mozo, deberías tener a alguien. No puedes andar por la vida triste y solitario.
No, señito, lo que yo quiero decirle es que…
Bueno, hijo, como sabrás, tengo la mente abierta, así que respeto tu condición sexual; aunque mi difundo esposo haya sido un acérrimo católico que tal vez te hubiera espantado.
Si, seño, me imagino, respeto las religiones y sus cuestiones; pero lo que trato de decirle es que yo…
Anna, ¿Por qué no le presentas a alguna de tus amigas?
Hijo, ella te puede llevar por el camino del bien, todavía estas a tiempo.
¿Qué demonios? Dije entre risas.
O sea, déjeme explicarle, ¿está bien? Yo, estoy…
Si, lo sé, de repente tienes tu compromiso con alguien de tu misma condición sexual; pero, como te dije, la respeto aunque me gustaría poder cambiarla.
Sí, Bryan, deberías ‘ir por el camino del bien’, dijo mi amiga emulando a su particular abuela.
¡Rayos! Pensé, ya sin tanta gracia.
Bueno, ya que están calmadas, voy a hablar.
Lo que pasa es lo siguiente, yo, Bryan Barreto, estoy…
Ay, por Dios, hijo, no te preocupes por dar explicaciones. Si te gustan los hombres apuestos, no hay problema.
Me dio un abrazo diciendo ‘feliz cumpleaños’ por si no te veo o no llego al jueves. Y que la pases de lo mejor.
Cuando su abuela se fue, ella preguntó, Bry, ¿Qué cosa querías terminar de decir?
¡Ya nada!

Fin

lunes, 6 de noviembre de 2017

Amanda (Final)

- El sonido del reloj, el aire frío que ingresa por la ventana y el celular vibrando son los ingredientes para que abra los ojos.
Amanda despierta tras haber dormido sobre su escritorio durante toda la noche, se quedó revisando los apuntes acerca del autor que va a entrevistar, leyendo sus textos en las redes y páginas; un libro titulado ‘La última tarde’ fue utilizado como almohada y ‘Una noche, una musa y un teclado’ debajo del mouse. Piensa en su sueño, se siente melancólica por haber sido eso, algo tan efímero y bonito, una situación tan hermosa como veloz, que, curiosamente, todavía yace en su memoria como esos recuerdos que nunca se van o como esos sueños que se parecen tanto a la realidad y de los que cuesta despertar.
En ese momento, suena el celular. Es su jefa.
—Amanda, recuerda que hoy debes entrevistar al escritor Bryan Barreto, por favor, fíchalo.
—Sí, aún quedan dos horas para el encuentro.
Se percata que ni siquiera he hecho una cita con el sujeto, se acerca a la ventana para cerrarla pero visualiza el apartamento vecino. Ahí está, bebiendo café y con el torso desnudo, escribiendo, seguramente desde toda la madrugada, obviando a todo a su alrededor, incluso cerrar las cortinas.
Es en ese instante que suena su celular.
—Hola, me gustaría adquirir tu libro.
— Ya pues, genial, ¿Cuándo puedes?
— ¿Hoy? No lo creo, estoy en pleno capituló final. ¿No puedes mañana?
—Realmente tiene que ser hoy.
—No creo, mañana, ¿Qué dices?
—No puedo mañana.
—Bueno, entonces, acordamos una fecha y la agendamos.
—No, Bryan, realmente tiene que ser hoy.
—Perdona, ¿Cómo te llamas? Tu voz me parece conocida.
—No me conoces. Bueno, si, o tal vez no.
—Que interesante, ¿Cómo es que te llamas?
—Soy Amanda.
—Qué curioso, hoy tuve un sueño, me vi con una chica llamada Amanda.
—Es por hoy eso que te digo, necesito verte hoy.
—Yo no creo en la materialización de los sueños mentales, solo en los terrenales.
—No. Bryan, tú no entiendes. Debo verte.
— ¿Por qué tanta instancia? ¿Quieres algo conmigo? Te advierto que soy muy difícil.
—A veces no puedes controlar tu ego, ¿verdad?
— ¿Por qué lo dices?
—Te conozco, Barreto, de un sueño que tuve.
—Dime algo que nadie sepa de mí.
—Eres sencillo; pero derrochas soberbia algunas veces. Te gusta estar solo; pero no sentirte solo. Siempre pides tu espacio; pero adoras quedarte abrazado a alguien (solo un tiempo determinado) y planeas estar solo por siempre porque todavía amas a Daniela; aunque quieras olvidarla.
—Cualquiera que lea mis escritos sabría eso.
—Tienes una hija a quien ves seguido; pero nunca publicas nada sobre esos encuentros. Es tan íntimo que hasta apagas los datos del celular. No quieres que ella saque eso de ti.
—Buen intento. Mariana sabría eso y te lo contaría enseguida, adora hablar de mí, generalmente cuando me odia, o sea, todo el tiempo.
—No te odia, de hecho, a veces te extraña.
— ¿En serio?
—Ese no es el punto.
—Dime algo más, algo realmente perturbador.
—Eres fetichista de los zapatos de tacón.
—Eso es sencillo. Estoy que lo divulgo para no tener que pedirlo.
—Eres muy hábil para manipular a las personas.
—Suave, suave.
—Ya. Lo tengo, hoy te vas a despedir de ella.
— ¿Cómo lo sabes?
—Lo vi en un sueño. Te vi yéndote de ese lugar, mostrándome tu secreto y luego… nosotros, teniendo relaciones sexuales y amándonos.
—Es curioso, yo también vi eso en un sueño. A Amanda, de ojos claros, no sé si verdes o celestes, hermosa y sutil, una mujer con una noticia increíble.
—Bryan, hoy te ficho para nuestra editorial.
Suena el celular en ese instante.
Bryan abre los ojos, ve el techo estrellado de su habitación, nadie a su izquierda, todo a oscuras, salvo la luz que se filtra por la cortina y una silueta se forma detrás.
Buen día.
Se levanta de la cama, con bóxer y el resto descubierto, desciende, prepara café y vuelve para escribir, es la rutina de siempre, de ocho a mediodía.
Otra vez suena el celular, esta vez es una llamada.
—Hola Amanda.
— ¿Cómo sabes que soy yo?
—Soñé que hablaba contigo a esta hora.
—Entonces, ¿sabes todo lo que sucederá?
—No quiero hablar de eso.
— ¿Cómo vives un día que ya sabes que viviste?
—Dejo que me sorprenda.
—Vaya, no puedo contigo.
—Tranquila.
— ¿Entonces?
—Entonces, señorita Amanda, desea el libro, ¿verdad? Podemos vernos en el Ovalo Gutiérrez en un par de horas. Voy a ir bien vestido y no voy a sospechar absolutamente nada.
—Está bien, señor, lo veo a esa hora.
—Ahí te veo.
Amanda y Bryan llevan doce años de casados, siempre durante su aniversario repiten la misma historia que los hizo conocer.

Fin