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martes, 7 de noviembre de 2017

La graciosa abuela

- Hoy fui a almorzar a la casa de mi mejor amiga, quien me invitó por motivo de mi cumpleaños; le dije que todavía faltan algunos días e insistió en vernos. Debo confesar que la frase ‘te compré algo sobre Dragon Ball’ me llenó de entusiasmo. Sí, estoy próximo a tener 31 años y me sigue gustando Goku. ¿Qué puedo decir? Hay cosas que nunca van a cambiar.
Aparte de eso, ella quería saber que tal había estado la feria de ayer y algunos otros sucesos contemporáneos que no he podido relatarle con mayor detalle.
No sabía que su abuela estaba en la sala cuando ingresé, literalmente, ‘matándome de la risa’ por un chiste absurdo que me contó. Soy de las personas que se andan riendo por todo y a la vez puedo estar serio si el momento lo precisa.
Buenas tardes, señora, a los tiempos, le dije con frescura y ocultando la risa con una mueca simpática.
¿Qué tal, Bryan? ¿Qué es de tu vida? Me han contado que te va bien con los libros, espero que la fama no se te haya subido a la cabeza y por eso no estés viniendo.
No, señora, en lo absoluto. Anna sabe que todo se logra con sencillez y humildad.
Además, interrumpió mi amiga, hay otras cosas que se le suben más rápido a la cabeza.
Solté una breve risa. Su abu, como le dice, no entendió el chiste -o tal vez sí e hizo la desentendida-.
Así que el jueves es tu cumpleaños, ¿ya cuántas primaveras?
Abu, trata de adivinar, ¿Cuántos años le pones?
Anna me tapó la boca para que no dijera nada.
La señora me vio de pies a cabeza, después pidió que me dejara libre y al hacerlo le sonríe. Tardaba en responder, incluso, se sacó los lentes para, contradictoriamente a todo, ver mejor. De hecho, hubo un momento en que hincó mis pectorales. Fue gracioso, obviamente.
¿Veintisiete? Dijo con dudas.
Tanto Anna como yo nos mantuvimos en silencio.
¡Ya se! Dijo y realmente pensé que diría una cifra precisa; pero sentenció: ¡Veintiséis!
Ambos nos empezamos a matar de la risa.
Abuelita, a Bryan lo conozco hace años, la primera vez que vino tenía veinte y desde ese entonces han pasado más de diez años. El jueves cumple 31 años.
Te juro que no parece.
Es un halago, señora, le dije y sonreí.
No lo halagues tanto que luego se la cree.
Nunca, siempre guardo la humildad.
Pero si todo el tiempo te paran halagando.
No te pongas celosa, querida.
¿Celosa de ti?
Empezó a reír.
En ese instante, su abuela dijo uno de los comentarios más divertidos y graciosos de todos los tiempos: Bry, ¿sabes que piensan de los chicos mayores de treinta, apuestos, en forma y profesionales como tú; pero que andan solteros?
La miramos y la escuchamos decir: Que son medios raros. Ya sabes, soltero maduro, mariposón seguro.
Tras una impresionante risa, le dije: No, señora, se equivoca.
Pero no me dejó seguir: Bryan, ¿no has pensado casarte y tener hijos? Ya estás en base tres, ten cuidado que se te empiece a ir el tren. A menos que tengas otros gustos.
Nuevamente comencé a reírme.
No, señora, lo que yo quiero decirle es que…
Piénsalo, hijito, eres buen mozo, deberías tener a alguien. No puedes andar por la vida triste y solitario.
No, señito, lo que yo quiero decirle es que…
Bueno, hijo, como sabrás, tengo la mente abierta, así que respeto tu condición sexual; aunque mi difundo esposo haya sido un acérrimo católico que tal vez te hubiera espantado.
Si, seño, me imagino, respeto las religiones y sus cuestiones; pero lo que trato de decirle es que yo…
Anna, ¿Por qué no le presentas a alguna de tus amigas?
Hijo, ella te puede llevar por el camino del bien, todavía estas a tiempo.
¿Qué demonios? Dije entre risas.
O sea, déjeme explicarle, ¿está bien? Yo, estoy…
Si, lo sé, de repente tienes tu compromiso con alguien de tu misma condición sexual; pero, como te dije, la respeto aunque me gustaría poder cambiarla.
Sí, Bryan, deberías ‘ir por el camino del bien’, dijo mi amiga emulando a su particular abuela.
¡Rayos! Pensé, ya sin tanta gracia.
Bueno, ya que están calmadas, voy a hablar.
Lo que pasa es lo siguiente, yo, Bryan Barreto, estoy…
Ay, por Dios, hijo, no te preocupes por dar explicaciones. Si te gustan los hombres apuestos, no hay problema.
Me dio un abrazo diciendo ‘feliz cumpleaños’ por si no te veo o no llego al jueves. Y que la pases de lo mejor.
Cuando su abuela se fue, ella preguntó, Bry, ¿Qué cosa querías terminar de decir?
¡Ya nada!

Fin

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