Mi nuevo libro

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sábado, 17 de octubre de 2020

¿Y si no le gusta Goku?

No he logrado que la princesa tuviera atracción por Dragon Ball, de hecho, cuando era más pequeña veía la nueva saga a su lado para que tuviera cierto interés que dejó en un santiamén por andar pegada a la Tablet, que ahora, en definitiva, resulta ser parte de un repertorio de cosas antiguas desde que adquirió -bueno, le compré- uno de esos ordenadores para que pudiera descargar libros en digital y pueda ver documentales en alta gama sin detenerse. Entonces empezó a dejar de lado la tele y Netflix para enfocarse netamente en ello y yo, a pesar que siempre intento que le guste Goku, termino por mirar solo una y otra vez las hazañas de mi personaje favorito en sus mil y un combates que, a pesar de mi edad, todavía encienden como la primera vez. Pues, las peleas cada vez resultan más entrañables como poderosas y verlas de nuevo es tan emocionante como al principio. Claro que cada vez lo hago menos por andar pegado en otras actividades; aunque, y, sin embargo, a pesar de tener la habitación con afiches de los mismos, nunca se le ocurrió a Circe sentirse atraída por mirar un capítulo entero. Tampoco me vi obligado a meterle ideas para que viera, simplemente le propuse mirar y si se aburre, puede hacer lo que te guste, y eso fue exactamente lo que pasó.

Además, no le gusta ninguna clase de anime. Tampoco los videojuegos, ella para metida leyendo o viendo documentales, lo cual me parece estupendo; antes iba a clases de natación y un taller de arqueología pero tuvimos que dejarlo por la pandemia y la paranoia.

En referencia a Goku y sus batallas, en mis últimos intentos por hacerle llegar el gustito tuve que disfrazarme del personaje principal para recrear una lucha con un amigo friki quien orgulloso nos hizo los cosplay y le dije a Circe que viera una guerra de verdad. Claro que le pareció altamente patético que dos treintañeros desarrollen actividades de niños disfrazados para Halloween, fue entonces que entendí, que nada ni nadie, haría que le gusta Dragon Ball. Es un caso perdido, le acabo de contar a mi amigo el friki, quien a pesar de sus intensos intentos por invitarnos a ferias y demás, no pudimos asistir porque a Circe, sencillamente, no le interesaba ser parte de ninguna convención. Entonces asistimos a museos o librerías, lo cual también me resulta atractivo.

Siendo algo melodramático, (cosa que no soy pero me parece divertido) voy a confesar que no he logrado meterle el bicho de Dragon Ball a mi propia hija a pesar que yo me he visto todas las sagas, tengo tatuajes sobre Goku y demás rollos.

Son cosas de la vida y adoro que ella tenga sus propias nociones y aficiones.


Fin

viernes, 16 de octubre de 2020

Pa, ¿Quién es Karol Yi?

- Dos tipos llegaron a mi casa como si el Covi hubiera abordado su viaje de regreso al infierno. La princesa Circe los recibió con alcohol y desinfectante, paranoica desde que su abuela materna en toda la buena onda posible le dijo una y cien veces que nadie está a salvo del apocalipsis (y no zombi). Razón por la cual prácticamente los bañó con alcohol cuyo chisguete parece manguera de bombero.
Dio un grito desde su posición aclamando mi presencia. Yo estaba escribiendo un nuevo episodio de un libro que pienso vender en Amazon a un precio altamente reducido para que los codos puedan comprarlo en lugar de adquirir una cajetilla de caramelos. Por tal motivo, desistí al primer llamado sabiendo que mi hermano, el tío favorito de la pequeña, estaría haciendo acto de presencia ante el dúo de inoportunos amigos que vino a visitar.
Cuando estoy altamente concentrado prefiero escribir sin música, debido a que hasta el mínimo sonido me llega a interrumpir. Tenía la puerta cerrada con llave e ignoré, por estar metido en la historia, el segundo llamado de la princesa.
Mi amor, espera un rato, conversa con tu tío mientras que atienden a los dos bobos, pensé a medida que escribía como si me estuvieran pagando por adelantado por cada manuscrito.
La pasión no tiene precio, dicen por ahí.

Circe acababa de llegar con mi hermano de una excursión que empezó en la mañana y culminó a dichas horas de la tarde, fue por eso que de repente la casa estuvo repleta de ruidos y yo, a pesar de ello, seguí escribiendo como un autor atado a su obra.
Supuse que un par de sujetos vinieron a buscarme porque los vi desde la cámara que da al frontis de la casa y no tuve ninguna intención de recibirlos usando la justificación del Covi: sin embargo, para mala suerte, la pequeña y el tío, llegaron en ese preciso momento para adentrarse en la casa junto a Ernesto y Luisa, una pareja de amigos evangélicos que siempre proponen hablarme del señor y sus milagros cada vez que ellos quieren sin consultar mi tiempo, el cual, afortunadamente, es reducido. Esto no lo sabía mi hermano, es porque eso que los dejó entrar.
De pronto, desde la sala se empezó a escuchar una canción extraña, de esas que jamás pondría en mi casa, mucho menos en el celular con audífonos y supuse que, por el volumen en alto, buscaban la forma de hacerme bajar.
Para entonces había culminado el capítulo y mis ganas de abrazar a la niña de mis ojos aumentaron en fuertes decibeles.

Podía tragarme el argumento de los dos por saludar a la princesa y luego pedirle al tío favorito que no dejara entrar a extraños a mi casa en plena pandemia.
Descendí oyendo cada vez más esa horrorosa canción lo cual me sacaba de onda porque supuestamente mi hermano escucha rock, la pequeña baladas, electrónica o también rock y yo nunca pondría algo así en mi aposento.
Al llegar a la sala vi a los dos religiosos que incansablemente me buscan para darme sermones que no necesito porque tengo mi vida esclarecida y soy un ateo en todo el sentido de la palabra; aunque, y sin embargo, me sorprendió para bien, que tuvieran a la princesa Circe al lado haciéndola oír la canción del demonio y hablándole en lenguaje raro sobre los defectos de la letra de la canción de una tal Karol Yi y su pareja un reggaetonero de cuarta.
¿Te das cuenta, preciosa? Nunca escuches ese tipo de canciones que incitan al pecado, decía la muchacha de amplia falda. El joven al lado cuya corbata parecía la de mi abuelo asentía con concordancia lanzando frases: Nunca debes agacharte tanto para bailar. Tampoco mostrar tu contorno en la danza.
Y bueno, ¿todo bien? Quise saber apareciendo por las escaleras sintiendo como nunca antes la agradable presencia de ambos.

Ambos me miraron y dijeron: Queríamos enseñarle a tu hija a no escuchar esas canciones.
¿Y por qué no hablaron de eso las doscientas veces que me buscaron? Yo pensé que vendrían con sus sermones raros acerca de inframundos, si supiera que venían por sanos consejos, les invitaba hasta una tacita de café, les dije con una sonrisa.
Al momento en que se fueron con el mensaje en claro, Circe me hizo una pregunta clásica: Pa, ¿le puedo decir a la tía Helga que escuchar a Maluma es como ponerse caca en los oídos?

Vi a mi hermano, me sonrió, le devolví la sonrisa y respondí: Sí, mi amor. Diles que los padres de la iglesia te dijeron que lo dijeras.


Fin


domingo, 11 de octubre de 2020

Quiero hermanito

- ¿Alguien sabe si ya abrieron la fábrica de hacer bebes? Porque la niña de ojos color mar y cabellos como hilos de oro acaba de exigir el más complejo de todos los regalos con cándida voz y espontánea actitud a medida que lee su favorito de Harry Potter y alza la vista viéndome llegar con los emparedados de queso, sus predilectos, más un jugo de fresa con leche, para que se concentre al tiempo que se alimenta.

Pa... quiero un hermanito para navidad, dijo con dulce voz esbozando una sonrisa tan divina que se hace imposible, a pesar de ninguno de mis compromisos, acceder a dicha petición.
Bueno, corazón, voy a pedirle a Santa Claus, que te traiga uno, le respondí con la misma intención de ternura.
Me dio una mirada seca en señal de leve molestia para enseguida acuñar una ferviente respuesta: Yo sé cómo nacen los bebés. ¿Qué te parece la maestra Donatella? Ella habla mucho de ti en la escuela, la clase de literatura es mi favorita y ella la mejor, menciona tus frases y tus novelas, ¿Por qué no la invitas a salir?
¿A tu maestra? Le dije todavía sosteniendo la bandeja.
Sí, pa. Es morena, como te gustan, añadió sonriente.
Solté una risa.
Aunque... dijo llevándose la mano al mentón. Mi mami es blanca y rubia, ¿Por qué te fijaste en ella?
Porque es más increíble que bella.
Le alcanzo un emparedado. Ella lo sujeta, no lo muerde porque pregunta: ¿Y si sales con la Miss Miller? Creo que se llevarían muy bien.
No lo sé, preciosa. Salir con una chica no es como ir por sanguches a la cocina. Tienes que acercarte de a poco, conversar sobre temas afines, intercambiar sonrisas, números de WhatsApp y acordar en ir a un café.
¿Así como todas las veces que vamos al centro comercial y te detienes a hablar con las anfitrionas?
Vuelvo a sonreír.
Ellas no tienen mi celular.
Pa, por favor, no he nacido ayer.
Bueno, en referencia a Donna, creo que es una excelente maestra y no creo que sea prudente que tengamos contacto aparte del escolar.
Pa, ella siempre habla de ti, ¿Por qué no usas tus artimañas para conquistarla?
Le vi extrañado, ella le dio una mordida importante a su sanguche.
Mi mami solía decir que tienes un palabreo misterioso que la atrapó.
Ella se enamoró de tus temas de conversación.
Tu mami es la única que me soporta, le digo con humor.
Ya no, repite con una risa.
La miro con las manos en la cintura. Ella vuelve a sonreír.
Entonces, ¿el lunes le digo a la maestra que saldrás con ella?
No, cariño, no puede hacerlo porque no sería profesional.
Me ve confundida.
Me acomodo sobre el asiento en frente para explicarle el asunto.
Ella es tu profesora de letras y yo soy tu padre, a veces tenemos temas en común como ferias de libros y demás; pero no podemos confundir el trabajo con el romance. Es como si yo estuviera saliendo con mi editora.
Pa, por dios, tu editora tiene como sesenta años.
Empiezo a reír.
Ella me sigue.
Donna es bonita, dice sonriente.
Sí, es una morena muy hermosa vestida de forma tan elegante, con tacones, cabellos ondulados y sedosos, voy analizando en la mente.
Si, lo es, le digo.
¿Y entonces? Yo lo veo simple. Ella es soltera, tú también, tienen afines y seguramente se gustan, como les gustas a las chicas con quienes hablas por el WhatsApp.
No creo que sean tantas, corazón.
Pa, por favor, mi mami dice que tienes para elegir pero no quieres compromisos porque te gusta tanto escribir que no puedes dejarlo.
¿Tu mami habla mucho de mí?
Siempre habla de ti.
Sonrío.
Pero ella no tiene nada que ver en esta novela. Yo quiero un hermanito y tú debes salir con la maestra Miller.
Además, pa, ¿Qué pierdes? Es solo una cena. ¿Y si la invitas a casa?
Me pongo a pensar en los supuestos.
Te pones una de esas bonitas corbatas que usas y la enamoras en segundos, añade sonriente.
No lo sé, cariño. No creo que sea ético.
Pa... ¿alguna vez respetaste las normas?
Empiezo a reír.
Está bien, preciosa, el lunes que vaya a recogerte a la escuela voy a hablar con Donna.
Ella me miró emocionada dando palmas a pesar de tener el emparedado en una mano.
Pero... añadí enseguida.
Hizo una mueca en espera.
No le digas a tu madre.
Pa... me dijo con parsimonia y con la sabiduría de una anciana a pesar de su corta edad sentenció: Soy una tumba. De aquí no sale nada. Esto queda entre los dos.
Le di una mordida a un sanguche y bebí un sorbo de jugo. Estaba buenazo.
¡Es mío! No te lo acabes, dijo en una tierna rabieta.
Se lo devolví y empecé a imaginar el suceso con la maestra Donatella con el gracioso ingrediente de que mi propia hija me acaba de sacar una cita.
Algo que ni Tinder ni mis 1,00000 contactos femeninos pudieron lograr.
Entonces, ¿voy a tener un hermanito para navidad? Quiso saber finalmente.
Preciosa, tampoco me creas correcaminos, le dije y comenzamos a reír.

La historia con la profesora se cuenta en otro relato.

Fin