Mi nuevo libro

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lunes, 27 de noviembre de 2017

Corazones incorrectos

- Primero dicen que te quieren, que eres el hombre de su vida, que han soñado con que encuentran a alguien como tú y que la realidad es ahora su más preciado tesoro.
Dicen que te quieren; pero que a veces esa palabra queda corta, es como si sus sentimientos que revolotean fuesen más allá de ello y entonces, una noche te dicen te amo y lo vuelven a decir tantas veces que llega un punto en que, porque suena lindo o porque crees en grandes amores, se adentra en ti. Lo tomas como verdad, lo tomas como su única verdad.
Segundo, intentan crear una conexión contigo y tu mundo, te muestras tal y como eres, con esos defectos y esas manías que pocos conocen, saben de tus disgustos y tus raras aficiones, en ese tramo de tiempo, te demuestra con palabreo bonito, frases que ni el propio Bécquer podría escribir, porque los corazones enamorados hacen poesía con naturalidad.
Los te amo abundan como las características que no tienes, como esas virtudes que te encuentra y como esos defectos que también le gustan. Ella te ama y lo dictan sus palabras.
Entra en ti, sabe más de lo que debería saber, conoce a tus demonios y algo de tus fantasmas, recorre tu cuerpo de pies y a cabeza, de entrañas a alma y aunque siempre dijiste que habrían muchas puertas antes de llegar al corazón, le das el camino original, ese camino que no entregas, esa barrera como el muro de Berlín que tienes entre la gente y tu corazón, ya esta visualizada, ella sabe lo que debe realizar para superarla y adentrarse en ti.
Tercero, cuando sabe todo de ti o tal vez, gran parte, todo lo que quieres mostrar y todo lo que le enseñas porque su amor parece puro y honesto y sus agallas grandes y tenaces, entonces, piensas y sueñas con un futuro cercano juntos, lo imaginas, lo planteas, ya le dices que la quieres, que la adoras; pero te reservas esa frase, esa frase todavía no sale.
Y llega un momento repentino, todo lo antes mencionado desaparece como el rastro luminoso que deja un sol que muere. Sin razones ni motivos concretos, como si todo hubiera sido tan frágil como el viento de primavera.
Sus palabras se las devoran las acciones contradictorias, sus palabras son como castillos de arena ante el océano de sus nuevos actos, sus palabras la falsedad de un corazón incorrecto; entonces, te das cuenta que por alguna razón intrínseca nunca lo dijiste, nunca dejaste que llegara tan lejos, jamás permitiste que el corazón lo suelte, esa frase, esa frase que podría matarte o hacerte ver como un feliz inmortal, nunca la dijiste.
Y ella se detuvo a medio camino. A poco de llegar a la totalidad de tu interior. A poco de ser alguien sumamente diferente. A escalones del verdadero yo.
Ella y sus palabreo bonito se marcharon ya.
Ella y sus sueños se derrumbaron ya.
Ella y su corazón incorrecto, ya no están aquí.
Y tú con la postura de los años, con el semblante de las guerras vencidas, con los galardones de los malos ratos, con la experiencia y las agallas de lo jodido que ha sido la vida, manejas la situación porque no existe momento o circunstancia que no puedas solucionar, se trata de un poder dentro de ti que te ayuda a avanzar.
Jamás hubo el te amo porque sus palabras, sin darme cuenta, no tenían peso suficiente para vivir en la atmósfera de mi vida.
¡Se fueron volando como se fue!
Eres duro y sensato, romántico y sensible; pero hay que seguir adelante. Lo que no es cierto, no duele.
Si nunca me entrego en mi totalidad es porque… A veces hay corazones incorrectos y para ellos mil caminos diferentes.

Fin

domingo, 26 de noviembre de 2017

Charla 12/011

- Hace un tiempo me encontré con Mariana en una cafetería, es difícil deshacerse de las costumbres, tanto tiempo yendo a un lugar con la misma persona que cuando ya no está, sigues visitando porque preparan el mejor cappuccino del mundo.
Ella estaba con su portátil preparando alguno de esos tantos informes que realiza, yo iba para recoger y partir; pero nuestras miradas se juntaron y los saludos iniciaron.
Recuerdo que lo primero que me dijo fue: ¿Qué tienes?
Difícilmente alguien logra descifrar mi rostro.
Estoy bien, respondí con una sonrisa.
Esa respuesta dásela a tu novia; pero a mí no me engañas. ¿Qué tienes?
Volví a sonreír como quien se rinde y acepta la derrota.
Los fantasmas, le dije, ya sin sonrisa.
¿Quieres sentarte? Charlemos un rato, cariño.
Me cogió del antebrazo y llevó hacia su mesa. Nos acomodamos y nos miramos como leyendo nuestros ojos.
¿Mala semana? Quiso saber.
Sí, tal cual.
¿Ella lo sabe?
¿Quién?
Ella pues, tu novia, ¿Cómo se llama? ¿Isabel? ¿Carla? ¿Sofía?
Camila.
Ah, Camila. Bueno, ¿lo sabe?
No.
Típico en ti, carajo. Nunca hablas de lo que te pasa y lo peor de todo es que ni siquiera es por ella. Seguro es linda, amorosa, cariñosa, bondadosa y atraca a todas tus locuras en la cama; pero esto no se trata de la relación, sino de ti, de tus demonios.
Mariana, cuando hablas de ese modo es como si me mirara en un espejo.
No me desvíes el tema. Pero si, tienes razón. Te conozco, Bry, tantos años juntos que me hice una experta en ti.
¿Cómo es que lo supiste? Quise saber.
Tu bonita sonrisa, tu porte seguro, tu atuendo casual y tu destello de optimismo son perfectos para que Camila sepa que tiene al hombre ideal, seguro y cariñoso, nunca le será infiel y jamás haría algo que la dañe; pero tiene sus momentos, por eso se aleja, se va a tomar un café en solitario, desconecta las redes y se dedica a pensar en lo que lo atormenta. No, no es un tiempo de reflexión para escribir, es un tiempo de depresión. La tristeza del escritor, esa de la nunca habla. De la que nunca te va a contar, de la jamás te va a decir.
Mierda, Mariana, ¿en qué momento dejé que me conocieras tanto? ¿Por qué sabes tanto de mí? Debería asesinarte si decides escribir mis memorias.
Lu tendrá esa misión.
Empecé a reír.
Bueno, seis años juntos no fueron en vano, se mucho de ti. Ahora, ¿me cuentas que ocurre?
Sabes que no voy a hacerlo.
Sabes que no haremos el amor y te oiré hablar después.
Sabes que no voy a contarte.
Sabes que te estoy leyendo en estos momentos.
Lo sé.
Entonces, dime, ¿Qué ocurre?
Los fantasmas.
Cariño, lo siento por Camila; pero esto no va a llegar lejos y lo sabes.
Desvié la mirada como nunca suelo hacerlo y me lanzó su aguijón.
¡Diablos, Bryan! Nunca vas a poder amar a alguien si sigues pensando en esa mujer. ¿Hasta cuándo? Yo viví en carne propia todo ello, lo he soportado hasta entenderlo, lo he sentido hasta asimilarlo, lo he respetado hasta hacerlo mío, ¿y sabes en que fallé? En que quería ser como ella, en que quería que me ames como la amaste.
Te equivocas, Mariana. Fue diferente, todas las relaciones lo son; pero tú, lejos de todo ello, fuiste muy especial, al punto que todavía mantenemos contacto sin querer sacarnos los ojos. Bueno, a veces sí; aunque mayormente somos buenos amigos, ¿no?
Tienes razón; pero lo lamento por Camila. Dime, ¿Cuánto le queda de vida?
No seas graciosa.
Me miró fijamente sin mostrar ningún otro gesto.
Hoy iba a decirle para terminar.
¿Tiempo?
Casi cinco meses. Es linda; pero siento que no funciona.
¿Ella siente lo mismo?
Ella cree que soy el hombre de sus sueños.
Se sutil, por favor. ¿Le dirás la verdad?
¿Quieres que le diga que estoy enamorado de un fantasma que veo todas las malditas noches y que no me permite amar a nadie más porque es como si el tiempo se detuviera y no hubiera otra persona más que nosotros en el mundo? Y tengo la absurda esperanza de encontrarla alguna, maldita, vez.
Tienes razón, te haría todo un drama.
Seré sincero, le diré que no siento que funciona y listo.
Muy aparte del desastre romántico, ¿Qué otra cosa ocurre? Porque estoy segura que esa decisión ya la tenías bien tomada.
Hay algunas situaciones pasadas que me atormentan, sabes bien a lo que me refiero.
Lo sé, cariño; pero ¿sabes? Debes de confiar en la gente, debes contarle a alguien lo que ocurre, debes escribir, debes despejarte de equipaje, saca todo de ti, no muestres solo tu faceta de triunfador, optimista, sonriente y showman del facebook. Muestra tus otros lados, la gente debe saber que lo vives, en especial, aquellos que están cerca de ti y necesitan de ti.
Te escucho hablar con tanta naturalidad, tanta espontaneidad que me digo, ¿Por qué no funcionamos? Si eres tal cual como quiero que sea una mujer.
Sonrió y me dijo: Funcionamos, cariño. A veces los para siempre duran seis años.
Qué lindo suena eso, ¿Dónde lo leíste?
Tú me lo dijiste.
¿Yo?
Claro, hace un tiempo, en una carta que me enviaste.
Ya recuerdo, ¿todavía la tienes?
Tengo todas.
Alguna vez debes mostrarme algunas.
La próxima vez que nos visites, te las enseño.
Vi la hora en ese momento y le dije, debo partir, Mariana. Luego nos escribimos.
Dale, ve y deslumbra tu nuevo semblante.
¿Sabes? Deberíamos tener estas charlas más seguido.
Siempre estoy aquí en mi break.
Y yo voy a venir a estas horas.
Tras un abrazo de despedida, me dijo: Si no puedes contarle a nadie lo que llevas dentro, sabes que siempre puedes contar conmigo.
Por eso eres la mejor, le dije.
Por eso no me dejaste, porque esperas ser capaz de darme lo que merezco, respondió.
Le sonreí.

Fin

viernes, 24 de noviembre de 2017

Dejar de amarte

- No quiero dejar de amarte.
Deja de actuar de ese modo.
Vuelve a ser como eras.
Solo entiende y comprende como soy.
Si me amas, me aceptas.
¿Por qué intentas separarme con tu actitud?
Solo es asimilar errores y mejorar.
No quiero perderte; pero me alejas de ti.
Con tu actitud y tu desgano, con tu fatiga y tus ausencias.
No quiero dejar de amarte.
Deja de aislarte.
Vuelve a ser como en los primeros meses.
¿Adónde se fue tanta magia?
¿Acaso luz desapareció en este presente?
Si fuiste quien amé, debes volver para seguir amándote.
¿Por qué cambias? Es solo ser como eres.
Yo soy como soy; pero tú me alejas volviéndote otra persona.
No quiero dejar de amarte; pero hay algo en mí que acaba de explotar.
Me empieza a decir que debo alejarme.
Comienza a hacerme entender que no cambiarás.
Que no volverás a ser quien me enamoré.
Me hace entender tu orgullo y tus mutaciones.
Se llama autoestima, estalló con más fuerza que el amor que te tengo y me alejo de ti, no por ti, sino por mí.
No quise dejarte de amar; pero hiciste todo para que así fuera.
¿Y ahora vienes a buscarme? ¿Diciendo que volverás a ser quien amé?
Nunca es demasiado tarde para amar; pero sí para demostrarlo.
Si no amaste en el momento que se debió, ahora ya es mejor entender mi posición.



Fin

Escriben mal mi nombre

- Todavía en estos tiempos donde la gente en redes sociales es muy exigente con la ortografía a algunas personas se les ocurre escribir mal mi nombre. 
Me pasó en una cafetería conocida, la chica que me dio el cappuccino escribió mi nombre del modo más atroz haciendo que me sienta ofendido y sonriente, porque realmente no podía creerlo. Debido a ello y con la serenidad que me caracteriza, le dije: Cariño, mi nombre se escribe de tal modo y no de este. Le sonreí y añadí, por favor, no cometas otra vez esa barbaridad, casi lloro (hice mi divertido drama).
Ella sonrió, lamentó el hecho y reescribió el nombre (un desastre el empaque, ya no pude sacarle foto para mi historia en Instagram) pero me hizo feliz.
Por eso cuando firmo libros suelo preguntar, ¿Cómo se escribe tu nombre? Es que no quiero ofender a nadie escribiéndolo terrible, ya basta con mi horrible caligrafía.




Fin

lunes, 20 de noviembre de 2017

Frase 107

- Terminas una relación, el griterío, los insultos y el bendito dolor pasa; pero queda lo bonito. 
A veces uno piensa que no funcionó; pero realmente sí lo lograron. Vencieron todo lo que impidió que no fueran ustedes para ser el centro de sus vidas y así pasarla de muchas formas distintas durante el tiempo que vistieron la misma camiseta. 
No podría decir que algo no fue por siempre cuando lo fue en el instante en que se amaron.
El tiempo es relativo, la vida demasiado larga; a veces los amores no duran toda la vida; pero su tiempo de calidad dura mas allá de la vida. ¿La razón? Trasciende.
Cuando acabes un romance, no pienses en toda la desgracia que te quiere vender la mente, recuerda todo lo lindo que vivieron juntos. Entonces sabrás que valió la pena, no por el tiempo, sino por los buenos ratos.





domingo, 19 de noviembre de 2017

La extraño los domingos

- La extraño los domingos, siento que deseo recostarme en sus pechos desnudos y sentir que puedo morir en paz. Cerrar los ojos como nunca lo hago por lo desconfiado que soy y sentir la calidez de sus caricias, su voz contar relatos rutinarios cayendo de a poco para entregarme silencio y manos sobre mis mejillas.
La extraño los domingos, anhelo quedarme a su lado el resto de la noche y que me acompañe en la resaca, me retenga en un abrazo y sienta que todos esos monstruos que habitan en mi desaparezcan ahuyentados por su presencia o tal vez, solo por su aroma.
La extraño los domingos y presiento que este es particularmente largo y me agobia dándome sus recuerdos, su presencia y su olor, sus gestos y sus besos, sus abrazos y la forma como hacemos el amor. Desearía que estuviera aquí y lo calmara todo. Los fantasmas y los mutantes, el libido y el amor.
La extraño los domingos, el sexo sobre el escritorio, el abrazo infinito sobre la cama, su palabreo bonito mientras consolido el sueño en sus brazos delgados y de piel canela; el aroma que derrocha su melena, escucharme decir todo lo que no escribo, esas historias que mueren al contarlas, que nunca van a caer en textos y me pide que le vuelva a contar alguna en especial. Como extraño que seamos uno.
La extraño los domingos porque un día como ahora la tuve por última vez aferrada a la almohada, soñando y hermosa y yo viéndola, deseando que fuese eterna la noche porque al amanecer la vería partir y así fue…

Fin

jueves, 16 de noviembre de 2017

Lo mejor de lo mejor

- Vivo, sueño, pienso y hago el amor pensando en fútbol. 
Esta demás decir que hace casi 40 años que no estamos en el mundial y que hoy es el día fundamental para romper esa maldita racha y de una vez meternos a la Copa del mundo para dejar de ver el mundial por televisión como los últimos casi diez que he visto a lo largo de mi vida.
En lo personal, me importa un pito la política, la religión, la visita del papa y todos esos asuntos, hoy por hoy, tengo en la cabeza y el corazón el partido de repechaje -extraño va a sonar confesar que pienso más en la Foquita Farfán y el Oreja que en Jennifer Lawrence y Wonder Woman-. Estoy ansioso, obsesionado, delirando y haciendo de técnico en todo momento.
Después del partido, con el boleto al mundial en las manos, pueden hablarme de lo que gusten, de sus gatos o de los políticos; pero hoy por hoy, hasta a mis amigos extraterrestres que han venido a abducirme por cuarta vez en mi vida les he pedido que me esperen, que después del juego, pueden hacerme todos los experimentos que quieran.
¡Vamos Perú! Hoy ganamos de todas maneras carajo.




lunes, 13 de noviembre de 2017

Lados incorrectos

- Tengo la mala costumbre de saber que algo no va a funcionar.
Tengo la pena de ser yo quien siempre termine.
Tengo el poder de nunca extrañar.
Tengo miedo de que lleguemos tan lejos y no podamos subir otro escalón.
Perdona si te amo como nunca nadie te ha amado y me vuelvo un recuerdo imborrable.
Lamento si te dije que estaríamos siempre juntos y lo logramos en un instante en nuestros corazones.
Soy el portador del ¿Podemos hablar? Tengo algo que decirte, que va a arruinarlo todo.
Soy quien siempre se va y nunca vuelve.
Soy quien ama y se esfuerza por darlo todo; pero el primero en saber cuándo ha llegado del momento de darle la estocada final.
Mis palabras son reales, hasta puedes tocarlas; pero carecen si no las alimentas. ¿Te das cuenta? Es simple, alimentas.
Lo siento, yo no soy eterno.
Lo siento, a veces necesito mi soledad.
Lo siento, no son excusas; pero realmente debo irme.
Lo siento, hay un fantasma que no me permite quedarme.
Mi amor es eterno en un santiamén.
Si te hablo del infinito de nuestro amor, comprende que no hablo de lo terrenal, sino de las letras.
Allí donde vas a caer cuando esto se derrumbe.


Fin



sábado, 11 de noviembre de 2017

Almuerzo cumpleañero

- Temprano recibí la mejor llamada del día. Una niña de nueve años, de angelical voz y pronunciando con exactitud el más profundo ‘feliz cumpleaños, papi’ me alegró el amanecer. Quiero verte hoy, ven para almorzar, dice mi mamá. Se escuchó un sonido extraño, como cuando el celular pasa de un lado hacia otro y oí a Mariana decir: Bry, feliz cumpleaños. Lu y yo queremos que vengas a almorzar, ¿podrás? Comprendo tu ajetreada agenda; pero, date un tiempo.
Me alegró escucharla hablar de ese modo, antes no comprendía, lanzaba disparates y no aceptaba mi trabajo, oírla hablar con calma, me hizo sentir, luego de tantos años, comprendido.
Por supuesto, querida. Dime la hora y estoy ahí, le dije con frescura.
La oí decir: Tu papi vendrá. Lu emocionada empezó a festejar y la escuché comentar: Voy a preparar la sorpresa. Mariana la calló con un sonido de enfermera y yo me hice el desentendido.
A las dos estaría bien, dijo mi ex pareja.
A la una y media estoy allí.
Me vestí para el almuerzo, fui caminando al paradero pensando en el momento, ¿hace cuanto no tenemos un encuentro como tal? Los tres, una familia muy particular, nos considero porque somos idénticos, no solo en el sentido físico porque las veces en que Lu era pequeña e íbamos a un centro comercial de Tacna, nos veían y decían: ¿Son hermanos los tres? Y debíamos decir, tras la risa, que éramos padres de una linda niña.
Mariana lleva el cabello ondulado y castaño, yo tengo castaño, Lu también; mi ex tiene ojos pardos como acaramelados, yo los llevo marrones, Lu también; los tres tenemos tez blanca y facciones similares. Incluso, la madre de Mariana dice que Lu sacó mi sonrisa y el mentón de su hija. Yo digo, siempre para mis adentros, que espero que no herede su carácter estrafalario, ese que dicta así: Bryan, quiero comer pizza, no mejor tacos. Llegamos al restaurante de comida china y dice, quiero una ensalada mejor.
¿Cómo aguantas a alguien así durante casi cinco años? Hay que ser valiente.
Mariana, lejos de cualquier característica singular como novia, es una madre ejemplar, la admiro por eso. Nunca se lo digo porque otro de sus defectos es que tiene el ego por los cielos. Sí, es guapa, sí es inteligente, si es culta, sí está totalmente loca; pero a veces se le sube todo a la cabeza y resulta gracioso, ya estoy acostumbrado a ello, se me hace divertido.
En referencia a su maternidad, su labor es ejemplar, se levanta temprano, viste a Lu, la lleva a la escuela, va al trabajo y vuelve a recogerla -yo lo hago los viernes- es como decimos: Nuestro día de locos. Porque Luana se la pasa estudiando y leyendo, dibujando y abriendo la mente. Conmigo ve televisión echada sobre mi regazo, a veces le cuento historias que quiero empezar a trabajar para un libro de cuento de niños y otras veces, ahora que esta más grande, hace preguntas extrañas. En un momento me dejó estático con la pregunta, ¿Crees que exista vida en otros planetas? Y al instante me sentí el ser más orgulloso del mundo. ¡Esa es mi hija! Toda la de su padre, el fantasear con otras criaturas y demás, entonces le hablé de mi nuevo libro con términos sencillos, otras dimensiones, incluso, sonrió cuando le dije: Tal vez en otro mundo exista otra Lu como tú y arremetió, pero no compartiré a mi papi con nadie más. Los celos los sacó de su madre.
Hace poco fuimos al cine a ver una película sobre unos ponis multicolores que realizan travesuras. Se divirtió como nunca y se comió toda la canchita, más dulces y una barra de chocolate. En ese momento recordé que Mariana me había dicho que no le diera tanto de comer; pero, ¿Qué puedo hacer? Mi hija me pide, yo le doy.
Mi ex y yo siempre hablamos de eso cuando discutimos, dice que soy el padre divertido y ella la madre mala, yo le digo que también puede ser divertida y yo le enseño sobre autores. Es verdad, siempre le llevo libros, ya se ha leído los clásicos: El principito, Las Aventuras Tom Sawyer y demás.
Mariana y yo nos llevamos mejor con el tiempo, hemos madurado lo suficiente como ser buenos padres para ella.
Que nuestra relación no haya funcionado ya es un tema pasado, ahora somos mejor como equipo en pro de Luana Daniela.
Llegué a su casa, en realidad es la casa de su madre; pero la señora se fue de vacaciones a Florida durante un tiempo indeterminado y vive con su abuela, quien cuida a Lu cuando ella trabaja.
Toqué el timbre tres veces consecutivas, es la señal que soy yo, salió Lu que ya llega al pomo de la puerta y me dio un abrazo tremendo junto a un beso, la elevé hacia lo alto y volvimos a abrazarnos como si dos días sin vernos hubieran sido la misma eternidad.
Teniéndola en mis brazos nos adentramos cerrando la puerta con el taco y a media sala me pidió cerrar los ojos, tuve que bajarla y que me cogiera de la mano para guiarme. Empecé a sentirme nervioso, me gustan las sorpresas; pero me ponen ansioso, es curioso, generalmente no demuestro mis verdaderas emociones aunque ella hace relucir esa parte de mí que alguna vez quise ocultar. Tiene ese poder, no lo sabe porque piensa que es parte de mí, pero cuando ocurre esta clase de momentos me emociono más de lo que puedo sentir como nunca antes ha pasado.
Exigió que los abra al detenernos en el umbral, lo supe al palpitar un tapizón en el piso, abrí los ojos y vi una mesa decorada de forma magnífica y preciosa, en el jardín de la casa donde siempre añoro cenar, Mariana parada con una sonrisa y un vestido divino, alegre con una docena de obsequios envueltos a su lado, con el delantal ya en sus brazo y Lu feliz de verme feliz, contenta de verme contento, emocionada de verme emocionado, y yo, sin pensar, sin reacción alguna, con sentimientos nativos saliendo del corazón para comenzar a forjar lo que sería una expresión totalmente nueva que únicamente ella me hace sentir.
Me arrodillé para darle un fuerte abrazo, me llenó de besos y deseo ‘feliz cumpleaños’ tantas veces que no recuerdo el número, solo sé que fueron grandiosas y su madre se acercó para abrazarme y en ese instante sentí que un beso en los labios podría ser tan normal; pero fuimos respetuosos, ni cariñosos ni indiferentes, tal vez, como dos buenos amigos que se quieren y respetan.
Lu propuso una foto de sus padres para lucir su nueva cámara fotográfica, se la compré hace una semana y supe que mi peque sería, aparte de modista, escritora, animalista y demás, una gran fotógrafa.
Salchicha, el perro salchicha que tiene como mascota y es un demonio hizo su espectáculo moviendo la cola y andando de un lado hacia otro, quise saludarlo pero se fue a jugar con su pelota.
Ya acomodados en la mesa Mariana quiso orar, yo no creo en Dios; pero mi princesa, sí, entonces tuve que realizar la oración.
En casa de mi ex pareja todos son católicos, se respetan las creencias, ya hemos hablado sobre futuras ceremonias religiosas y le he dicho a Mariana que esa será decisión de Luana, que todavía es pequeña para saber en qué Dios creer; aunque, en ese momento me ganó la risa recordando su pregunta pasada, ¿habrá viva en otros planetas? Y sentí que mi genio va a tener una idea como la de su padre o quizá la supere y plantee un enigma distinto, sea una gran astróloga que descubra nuevas evidencias, de solo imaginarlo me emociona.
El plato de entrada fue ceviche y el siguiente lomo saltado, estaba feliz con la comida y de tener a mi pequeña al lado que no dejaba de mirarme, de sonreír y de jugar con su comida. Mariana le pidió que coma bien, yo traté de darle ejemplo; pero me ganó la risa, estaba contento de estar donde estoy, en el asiento principal, teniendo a la madre de mi hija al lado y mi princesa al otro, somos una familia; aunque como siempre lo digo y diré, una familia singular. El término es gracioso porque somos jóvenes y parecidos, ya lo dije, Mariana tiene 29, yo ya 31, Lu 9 nueve y adonde quiera que vayamos, de hecho, hace mucho, andábamos cogidos de la mano, felices de la vida, hoy por hoy lo hacemos sin cogernos de la mano; pero a veces Lu quiere tenernos como antes, como si se recordara esos tiempos en su cabeza, no se acuerda mucho de Tacna y Arica, andaba muy pequeña en ese entonces; pero sí tiene en su corazón lo felices que fuimos cuando vivíamos juntos.
De pronto, Mariana sujetó mi mano y me dijo algo que es posible que no pueda olvidar nunca: Bry, ella es lo mejor de los dos, ¿crees?
Yo le dije: No. Es mejor que nosotros dos.
La vi a los ojos, me vio, sonreímos como dos tontos y absurdos que se conocen de casi toda una vida, en todos los sentidos existentes y coloqué mi mano sobre la suya para luego añadir: Hicimos un gran trabajo esa noche.
Empezó a reír y comentó: ¿Te acuerdas cuando te dije que estaba embarazada? La que cara que pusiste era para colocarla en un marco.
Solté una risa. Era joven, era muy irresponsable y estaba loco; claro que muy enamorado; pero loco al fin y al cabo. Y asumí con valentía la determinación.
Eso me gusta de ti, siempre admiré eso de ti. Esas ganas de darlo todo, de nunca irte, de siempre estar ahí. De poner la cara y si te dan duro, la sigues poniendo y todavía así te sigues riendo. Esa noche fue larga y hermosa, luego fue complicada y tediosa; pero al final tuvimos el mejor resultado existente.
Definitivamente, Mariana, nunca podría arrepentirme de esto. Solo deseo poder seguir viviéndolo.
Estamos haciendo un gran trabajo. De repente no funcionamos como pareja; pero sí como padres. Dame esos cinco por eso.
Lo hice enseguida.
Lu terminó de comer y pidió ayudar a abrir los regalos.
Mariana con copa de vino en mano miraba como Lu y yo abríamos los regalos, su miraba detonaba melancolía pero su sonrisa alegría. Tras abrir los obsequios le di las gracias con un abrazo y mi pequeña con un enorme beso. Luego nos sentamos en los muebles de jardín, yo también quise una copa de vino y Lu su refresco de mango favorito.
Fue quedándose dormida en mi regazo, supuse que tanto trabajo que le costó envolver regalos y levantarse temprano para la escuela, además de jugar con salchicha y mi cálido aroma le había pasado factura. Lu se quedó dormida y el refresco se derramó a mi lado.
Mariana trajo algo para limpiar y al rato la cargué para dejarla en su habitación, le di un beso y me fui dejándola descansar.
¿Te quedas para terminar el vino? Propuso Mariana. Vi el reloj, tenía mucho por hacer; pero le dije, si tienes otro, me quedo gustoso.
Hablamos tanto, ella se recuerda de sucesos que la memoria ha dejado de lado pero que volvieron en ese trama de tiempo. Reímos como dos amigos que se conocen de toda la vida y se cuentan experiencias divertidas. No hubo romance, ni miradas profundas, solo instantes en los que nos sentimos lo mejor que podemos o hemos llegado a ser, dos grandes compañeros que comparten un mismo amor.

Fin

viernes, 10 de noviembre de 2017

Mi fantasma

- Tengo todo lo que tanto he deseado tener; pero aunque muchas veces me gustaría no recordarlo, tal vez, continuar mantenerlo en prisión, a veces lo siento venir, repentinamente, como una terrible tempestad que me agita con bravura; pero soy fuerte, me contengo e intento retenerlo, suprimirlo de la cabeza para zafarlo de la realidad y se me hace difícil. A veces lo logro, a veces no y pocas veces, aunque no quiera admitirlo, dejo que me arrastre. Siento que muchas veces es mejor que los fantasmas me devoren.
El fantasma y su séquito me atacan, envuelven en llamas, aniquilan y sentencian a purgar condena ante mis propios jueces. Es un instante, tan breve como un pensamiento efímero; pero muchas veces, diría que la gran mayoría, define momentos.
Los moldea a su modo, el más honesto y a la vez perverso, de esos que los labios y el corazón no quieren darse cuenta, de esos que ni siquiera mi romance se entera; la frialdad del fantasma me revela la verdadera notificación del alma y me hace entender el concepto real del momento, la pregunta al ¿Por qué? Y la señal, al fin, -esa misma que no veo por tanto ser yo- y esa que necesito ver.
El fantasma, aunque a veces no gana, cuando lo hace, es terriblemente para bien. El tiempo siempre le da la razón.

Fin

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Las matemáticas y yo

- ¿Saben que soy malísimo para las matemáticas, verdad? Pues, dejen que les añada algo, soy peor de lo que creen.
Yo llamo a esta época de mi vida como ‘los tiempos raros’, pues llevaba estudios de Administración de empresas en la U de Lima y muy aparte de lo que mis ojos puedan ver cuando perdía el tiempo en los pasadizos del lugar, lejos de esos encuentros carnales con la típica, ¿Qué estudias?, Ah, yo tal cosa, ¿Vamos a tomar algo el viernes? Realmente sufría en demasía con los benditos números. Era como si me encontrara ante un monstruo de decenas de cabezas y arrojando fuego de su boca y yo sin tener la espada de Perseo ni el hacha de Atila, era completamente vulnerable y el profesor debía devolverme el examen doblado, el cual, tras notar el enorme cero iba a caer en el primer tacho que viese.
¿Qué me motivaba? Lo confieso como el humano que alguna vez fui, el derrier y los tacones. Pero no sería para siempre, no todo se basa en encuentro corporal, sudor y fusión de especies, también existen metas intrínsecas, cuestiones como, ¿Qué carajos estoy haciendo aquí? Y me fui dando cuenta que las reflexiones aumentaban en mis noches de fiesta y diversión al frente del Jockey Plaza y luego en la alameda cerca a mi casa, peor aún, sobre mi cama y mirando el techo borracho y un poquito drogado. Pensaba, ¿Qué mierda estoy haciendo? Volvía el lunes, armaba el armazón, salía de casa tras un café, fingía ser feliz ante una chica con quien llevaba un romance, quien no entendía un bledo cuando le hablaba de mis interrogantes mentales, claro, la comprendo, ¿Qué mujer quiere escuchar a un hombre adolescente hablarle de sueños literarios? Afirmaba, quiero ser escritor; pero no lo estoy encontrando aquí, no lidiando con números en ecuaciones y figuras, fucking, geométricas. Recuerdo que ella decía: Cariño, relax, fuma un poco y volvamos a hacerlo.
Era un cuarto de hotel, ella había pagado, porque según dijo, ‘se levantaba caliente’ y yo dejaba de lado mis cuestiones para concretar el acto; pero luego volvían y cuando volvían necesitaba de alguien que no encontraba a mi lado.
La dejé con esa excusa junto con el primer y único ciclo de esa carrera.
Cambiando el contexto; pero siguiendo con mis enemigos de todos los tiempos, a quienes debo entender y aceptar porque de hecho, mi carrera de escritor, muy aparte de dedicarme netamente al placer de escribir, también debe lidiar con números.
Esto me recuerda a mi primera experiencia como escritor profesional, fui a recoger mi cheque con mí entonces novia/socia a la oficina principal de una cadena de librerías, el plan era el siguiente: Yo la esperaría en un café -adoro los cafés- y ella iría como representante o algún galardón similar.
Al salir fuimos al banco, me acuerdo que me dieron el dinero por una importante cantidad de libros vendidos -para mi asombro- y conté el dinero un par de veces. Ella me vio confundida cuando le dije la cantidad y enseguida arremetió: Oye, ¿Estás seguro de lo que dices?
Ella estudió finanzas y cada vez que hablaba de dinero se emocionaba como yo en un partido de fútbol. Le dije, sí, estoy seguro. Cogió el dinero y lo contó con rapidez dándome otra cifra. Yo volví a contarlo y le di otra cifra, entonces lo volvió a contar, esta vez con lentitud y me di cuenta lo mal que había sumado el dinero.
Desde entonces no llevo plata en los bolsillos, uso tarjetas de crédito, porque la pregunta, ¿Cuántas veces me habré confundido? Me hizo sentir algo incómodo.
Ella se dio el lujo de lanzar algunas bromas y me defendí hablando de los lóbulos del cerebro y sus funciones.
Además, soy literato, no me vengas con números, para eso te traje, le dije, cansado de sus burlas.
Esa noche no tuve sexo.
Otra anécdota, más rutinaria, ocurre cuando debo de pagarle al cobrador o algunos comerciantes ambulantes que venden golosinas y dan el vuelto con rapidez. Ya suelo tardarme en contar; pero debo hacerlo sin importar lo que ocurra.
Una vez le dije a una señora que no me había dado el vuelto completo, ella insistió que sí, yo que no, ella que sí, yo que no, hasta que contó las monedas en mi mano y me dijo: ¿Has fumado algo? Le pedí disculpas con cara de tonto.
Si llego a volverme un escritor súper famoso voy a tener que necesitar de un contador porque realmente y aunque muchas veces haya luchado contra los números nunca he podido establecer una conexión.
Esto me conduce a un recuerdo muy lejano, fui a una academia, yo era el mayor de todos en el salón y quería saber matemática; pero terminé saliendo con una chica, a quien le pedí que me enseñara, o sea, diera clases particulares como compañeros y nunca culminamos el tema de Factorización.
En ese instante me di cuenta que todo lo terrible que puedo llegar a ser en números se contrarresta en otros cantares, pues, le dije al tiempo que jabonaba su espalda: Hemos empezado a las nueve de la noche y ya son las diez y cuarenta, buen tiempo eh. Una hora y cuarenta minutos bien hechos
Una anécdota de antaño, todos los veranos en mi etapa escolar, la cual fue bisagra, porque me divertí jugando pelota y haciendo otros temas que olvidé por completo el hecho de aprender matemática y tuve que ir a dar examen en enero.
-Me estoy riendo- acabo de recordar que ese examen, el de enero, tuve que darlo de nuevo porque el primero lo desaprobé y me dijeron que vuelva en marzo. Por dios, que desgracia.
Para finalizar, ya con mis años dedicado a la literatura, plenamente establecido en el camino de las letras, me doy cuenta que amo lo que hago y soy feliz; pero me gustaría alguna vez poder vencer a las matemáticas, a quien engaño, estoy bromeando. Las odio.

Fin

martes, 7 de noviembre de 2017

La graciosa abuela

- Hoy fui a almorzar a la casa de mi mejor amiga, quien me invitó por motivo de mi cumpleaños; le dije que todavía faltan algunos días e insistió en vernos. Debo confesar que la frase ‘te compré algo sobre Dragon Ball’ me llenó de entusiasmo. Sí, estoy próximo a tener 31 años y me sigue gustando Goku. ¿Qué puedo decir? Hay cosas que nunca van a cambiar.
Aparte de eso, ella quería saber que tal había estado la feria de ayer y algunos otros sucesos contemporáneos que no he podido relatarle con mayor detalle.
No sabía que su abuela estaba en la sala cuando ingresé, literalmente, ‘matándome de la risa’ por un chiste absurdo que me contó. Soy de las personas que se andan riendo por todo y a la vez puedo estar serio si el momento lo precisa.
Buenas tardes, señora, a los tiempos, le dije con frescura y ocultando la risa con una mueca simpática.
¿Qué tal, Bryan? ¿Qué es de tu vida? Me han contado que te va bien con los libros, espero que la fama no se te haya subido a la cabeza y por eso no estés viniendo.
No, señora, en lo absoluto. Anna sabe que todo se logra con sencillez y humildad.
Además, interrumpió mi amiga, hay otras cosas que se le suben más rápido a la cabeza.
Solté una breve risa. Su abu, como le dice, no entendió el chiste -o tal vez sí e hizo la desentendida-.
Así que el jueves es tu cumpleaños, ¿ya cuántas primaveras?
Abu, trata de adivinar, ¿Cuántos años le pones?
Anna me tapó la boca para que no dijera nada.
La señora me vio de pies a cabeza, después pidió que me dejara libre y al hacerlo le sonríe. Tardaba en responder, incluso, se sacó los lentes para, contradictoriamente a todo, ver mejor. De hecho, hubo un momento en que hincó mis pectorales. Fue gracioso, obviamente.
¿Veintisiete? Dijo con dudas.
Tanto Anna como yo nos mantuvimos en silencio.
¡Ya se! Dijo y realmente pensé que diría una cifra precisa; pero sentenció: ¡Veintiséis!
Ambos nos empezamos a matar de la risa.
Abuelita, a Bryan lo conozco hace años, la primera vez que vino tenía veinte y desde ese entonces han pasado más de diez años. El jueves cumple 31 años.
Te juro que no parece.
Es un halago, señora, le dije y sonreí.
No lo halagues tanto que luego se la cree.
Nunca, siempre guardo la humildad.
Pero si todo el tiempo te paran halagando.
No te pongas celosa, querida.
¿Celosa de ti?
Empezó a reír.
En ese instante, su abuela dijo uno de los comentarios más divertidos y graciosos de todos los tiempos: Bry, ¿sabes que piensan de los chicos mayores de treinta, apuestos, en forma y profesionales como tú; pero que andan solteros?
La miramos y la escuchamos decir: Que son medios raros. Ya sabes, soltero maduro, mariposón seguro.
Tras una impresionante risa, le dije: No, señora, se equivoca.
Pero no me dejó seguir: Bryan, ¿no has pensado casarte y tener hijos? Ya estás en base tres, ten cuidado que se te empiece a ir el tren. A menos que tengas otros gustos.
Nuevamente comencé a reírme.
No, señora, lo que yo quiero decirle es que…
Piénsalo, hijito, eres buen mozo, deberías tener a alguien. No puedes andar por la vida triste y solitario.
No, señito, lo que yo quiero decirle es que…
Bueno, hijo, como sabrás, tengo la mente abierta, así que respeto tu condición sexual; aunque mi difundo esposo haya sido un acérrimo católico que tal vez te hubiera espantado.
Si, seño, me imagino, respeto las religiones y sus cuestiones; pero lo que trato de decirle es que yo…
Anna, ¿Por qué no le presentas a alguna de tus amigas?
Hijo, ella te puede llevar por el camino del bien, todavía estas a tiempo.
¿Qué demonios? Dije entre risas.
O sea, déjeme explicarle, ¿está bien? Yo, estoy…
Si, lo sé, de repente tienes tu compromiso con alguien de tu misma condición sexual; pero, como te dije, la respeto aunque me gustaría poder cambiarla.
Sí, Bryan, deberías ‘ir por el camino del bien’, dijo mi amiga emulando a su particular abuela.
¡Rayos! Pensé, ya sin tanta gracia.
Bueno, ya que están calmadas, voy a hablar.
Lo que pasa es lo siguiente, yo, Bryan Barreto, estoy…
Ay, por Dios, hijo, no te preocupes por dar explicaciones. Si te gustan los hombres apuestos, no hay problema.
Me dio un abrazo diciendo ‘feliz cumpleaños’ por si no te veo o no llego al jueves. Y que la pases de lo mejor.
Cuando su abuela se fue, ella preguntó, Bry, ¿Qué cosa querías terminar de decir?
¡Ya nada!

Fin

lunes, 6 de noviembre de 2017

Amanda (Final)

- El sonido del reloj, el aire frío que ingresa por la ventana y el celular vibrando son los ingredientes para que abra los ojos.
Amanda despierta tras haber dormido sobre su escritorio durante toda la noche, se quedó revisando los apuntes acerca del autor que va a entrevistar, leyendo sus textos en las redes y páginas; un libro titulado ‘La última tarde’ fue utilizado como almohada y ‘Una noche, una musa y un teclado’ debajo del mouse. Piensa en su sueño, se siente melancólica por haber sido eso, algo tan efímero y bonito, una situación tan hermosa como veloz, que, curiosamente, todavía yace en su memoria como esos recuerdos que nunca se van o como esos sueños que se parecen tanto a la realidad y de los que cuesta despertar.
En ese momento, suena el celular. Es su jefa.
—Amanda, recuerda que hoy debes entrevistar al escritor Bryan Barreto, por favor, fíchalo.
—Sí, aún quedan dos horas para el encuentro.
Se percata que ni siquiera he hecho una cita con el sujeto, se acerca a la ventana para cerrarla pero visualiza el apartamento vecino. Ahí está, bebiendo café y con el torso desnudo, escribiendo, seguramente desde toda la madrugada, obviando a todo a su alrededor, incluso cerrar las cortinas.
Es en ese instante que suena su celular.
—Hola, me gustaría adquirir tu libro.
— Ya pues, genial, ¿Cuándo puedes?
— ¿Hoy? No lo creo, estoy en pleno capituló final. ¿No puedes mañana?
—Realmente tiene que ser hoy.
—No creo, mañana, ¿Qué dices?
—No puedo mañana.
—Bueno, entonces, acordamos una fecha y la agendamos.
—No, Bryan, realmente tiene que ser hoy.
—Perdona, ¿Cómo te llamas? Tu voz me parece conocida.
—No me conoces. Bueno, si, o tal vez no.
—Que interesante, ¿Cómo es que te llamas?
—Soy Amanda.
—Qué curioso, hoy tuve un sueño, me vi con una chica llamada Amanda.
—Es por hoy eso que te digo, necesito verte hoy.
—Yo no creo en la materialización de los sueños mentales, solo en los terrenales.
—No. Bryan, tú no entiendes. Debo verte.
— ¿Por qué tanta instancia? ¿Quieres algo conmigo? Te advierto que soy muy difícil.
—A veces no puedes controlar tu ego, ¿verdad?
— ¿Por qué lo dices?
—Te conozco, Barreto, de un sueño que tuve.
—Dime algo que nadie sepa de mí.
—Eres sencillo; pero derrochas soberbia algunas veces. Te gusta estar solo; pero no sentirte solo. Siempre pides tu espacio; pero adoras quedarte abrazado a alguien (solo un tiempo determinado) y planeas estar solo por siempre porque todavía amas a Daniela; aunque quieras olvidarla.
—Cualquiera que lea mis escritos sabría eso.
—Tienes una hija a quien ves seguido; pero nunca publicas nada sobre esos encuentros. Es tan íntimo que hasta apagas los datos del celular. No quieres que ella saque eso de ti.
—Buen intento. Mariana sabría eso y te lo contaría enseguida, adora hablar de mí, generalmente cuando me odia, o sea, todo el tiempo.
—No te odia, de hecho, a veces te extraña.
— ¿En serio?
—Ese no es el punto.
—Dime algo más, algo realmente perturbador.
—Eres fetichista de los zapatos de tacón.
—Eso es sencillo. Estoy que lo divulgo para no tener que pedirlo.
—Eres muy hábil para manipular a las personas.
—Suave, suave.
—Ya. Lo tengo, hoy te vas a despedir de ella.
— ¿Cómo lo sabes?
—Lo vi en un sueño. Te vi yéndote de ese lugar, mostrándome tu secreto y luego… nosotros, teniendo relaciones sexuales y amándonos.
—Es curioso, yo también vi eso en un sueño. A Amanda, de ojos claros, no sé si verdes o celestes, hermosa y sutil, una mujer con una noticia increíble.
—Bryan, hoy te ficho para nuestra editorial.
Suena el celular en ese instante.
Bryan abre los ojos, ve el techo estrellado de su habitación, nadie a su izquierda, todo a oscuras, salvo la luz que se filtra por la cortina y una silueta se forma detrás.
Buen día.
Se levanta de la cama, con bóxer y el resto descubierto, desciende, prepara café y vuelve para escribir, es la rutina de siempre, de ocho a mediodía.
Otra vez suena el celular, esta vez es una llamada.
—Hola Amanda.
— ¿Cómo sabes que soy yo?
—Soñé que hablaba contigo a esta hora.
—Entonces, ¿sabes todo lo que sucederá?
—No quiero hablar de eso.
— ¿Cómo vives un día que ya sabes que viviste?
—Dejo que me sorprenda.
—Vaya, no puedo contigo.
—Tranquila.
— ¿Entonces?
—Entonces, señorita Amanda, desea el libro, ¿verdad? Podemos vernos en el Ovalo Gutiérrez en un par de horas. Voy a ir bien vestido y no voy a sospechar absolutamente nada.
—Está bien, señor, lo veo a esa hora.
—Ahí te veo.
Amanda y Bryan llevan doce años de casados, siempre durante su aniversario repiten la misma historia que los hizo conocer.

Fin

Amanda (Quinta parte)

- Volvimos al baño, entre besos y caricias desaforadas, sintiendo su lengua en la garganta, sus manos dibujar mis piernas y detenerse en mi vagina húmeda; la dimensión de su miembro impactar por momentos con mi intimidad, haciendo que sienta esa calentura del infierno; lo oigo decir ‘es el destino’ y me excita la seguridad en sus palabras, ahora uno de sus dedos está en mi vagina y yo que estoy arrinconada en la pared blanca, su otra mano detiene mi brazo y maneja la situación a su antojo.
Es imposible pensar que el chico tímido que subió al auto fuera este animal sexual que me somete.
La tuve contra la pared, le besaba el cuello y tocaba su humedad, fui quitando sus pantis dejándola en tacones, elevé de la cintura sobre la barra de los caños para quitarle el saco, la blusa y el brasier tan rápido como pude sin dejar de ser sensual. Sus senos libres fueron besados de manera pasional, mordí sus pezones y volví a besar sus labios, era mía y se lo hacía saber con mis intensos besos.
Ando perdida, ya soy suya y lo sabe; me ha cazado, me tiene a su antojo y lo disfruto como si todo el tiempo intentando saber de él fuese tiempo para enamorarme de él.
Tiene fetiche con los tacones, por eso me los deja puestos, me recuesta sobre la barra y quita la ropa interior, me besa la vagina e introduce otro dedo bien adentro. Lo quiero a él, lo quiero ya, dentro de mí.
Arrastré su cuerpo hasta el filo de la barra, saqué mi miembro totalmente erecto, mucho más que al inicio y la penetré tan duro como pude. Veloz, lento, veloz y lento. Cogiendo sus senos y besándolos por momentos, diciendo que es mía y con la calentura de imaginar que alguien puede entrar y vernos hacer el amor. Eso me encendía, soy un voyerista aparte de fetichista. Bien adentro, preciosa, bien duro te estoy dando, se lo repetí en mi mente y en voz alta, a sus oídos y con intensidad.
De repente, coloco mis manos en el sólido, apoyándome y abriendo las piernas con su ayuda, le encanta sentir los zapatos, los mueve con sus piernas y eleva la falda para darme una nalgada que dice que merezco.
Sin avisar, introduce su pene muy dentro. Me inclina todavía más y me penetra tan duro que me mantiene muy encendida, quiero gritar, gemir más fuerte que ahora y por eso cubre mi boca con su mano. Evita que grite, no lo hace por eso, lo hace porque le gusta mantener el control.
Lo siento todo bien al fondo, sus nalgadas y la forma como coge mis senos para mayor fricción, el sonido de mi vagina impactar con su pene, el sonido de sus caderas con mi ano, el sonido de mis intentos por gemir, todo apoya para llenarme de placer.
Incluyendo ese extraño y diabólico acto de querer ahorcarme.
Alguien interrumpió, algún cretino que tomó demasiado vino quiso entrar a arruinar mi momento de lujuria, el proceso de liberación de mi demonio, justo cuando sujetaba su cola con rudeza. Recordé que estaba en el baño de mujeres, me pareció gracioso. Detuve la marcha, ambos vimos la puerta, seguimos en la misma posición y viendo el pomo moverse, era como si deseáramos que alguien entrara y nos viera de ese modo.
Me llena de calentura sentir que me están viendo.
Cuando escuchamos las llaves nos acomodos de inmediato, yo me metí a un baño y ella se miraba al espejo, como despreocupada, como arreglándose.
— ¿Por qué no abrió la puerta, señorita? Quiso saber el conserje.
— ¡Estoy cuarenta minutos aquí! Esperando que alguien abra porque esa maldita puerta se quedó trabada. ¿Qué clase de hotel cinco estrellas tiene seguros tan malos?
—Muévase, iré al libro de reclamaciones.
La chica, añadió: Mejor dejo la puerta semi abierta, no quiero quedarme encerrada.
Yo estaba en el baño, escondido, erecto y matándome de la risa. Pensé en una paja para eyacular; pero no quise terminar en el inodoro, prefiero pechos.
Al salir vi a Amanda acomodándose la blusa, sentada y enseguida vertiendo vino en su copa.
— ¿Todo bien, Amanda? Dijo con confianza.
—Sí, todo bien, pervertido.
Antes de sentarme, me acerqué y le di un beso, quería sellar lo que teníamos, que no pensara que podría ser una aventura.
—Pervertido y romántico, me encanta, me dijo con una sonrisa.
— ¿Qué mas puedes pedir? Te invito a cenar como un caballero y luego te cojo como un sádico.
Ella sonrió.
— ¿Ahora tus labios van a decir lo que tu mirada evidencia? Pregunte y bebí el vino luego de reclinarme en el espaldar y cruzar las piernas.
Contarle todo tras nuestro encuentro fortuito fue razonable.
Cuando mencioné las vacaciones en un apartamento cerca a su casa, dijo: Sabía que te había visto en alguna parte. Hubiera sido triste que solo estés en mis sueños.
Fue lindo que lo dijera, de esa forma y con toda la frescura y seguridad del mundo.
Sentado de otra posición, de repente la habitual, confiado y viendo mis ojos mientras sonríe.
Quise saber ¿Por qué va siempre a ese lugar? Y responde: Te voy a mostrar, es mejor verlo que contarlo.
Al final, el lugar donde lo vi, donde me vio, pienso antes de pararnos con rapidez.
Salimos del hotel en dirección a dicho apartado visto únicamente en un libro que leí hace mucho, de hecho, el tercero de su lista, donde junto a la protagonista vivieron sus momentos más memorables, empiezo a recordarlo mientras habla sobre la novela basada en una promesa.
Ya no es tímido, habla sobre las vivencias del libro, algunas no menciona en la novela, me cuenta sobre Daniela y el hecho que su hija tenga como segundo nombre el de su eterna princesa. Llegamos al lugar, es tal cual lo describe, la gente pasa y nadie lo contempla, nadie sabe que existe, nadie se percata de lo que sucedió allí, hace, según dijo, más de veinte años.
Daniela y yo, menciona y añade tras una pausa melancólica, estuvimos aquí. Vuelve a silenciar, después de un momento, acota: Hace tanto tiempo que parece como si fuera ayer.
Te mostraré, la inspiración.
Le hago un ademán.
Entramos por la arboleda, recorremos un camino sinuoso, sacamos las ramas y olemos las flores, llegamos al último peldaño y nos detenemos.
Comprendo como nadie logra ingresar y tampoco visualizar, es un sendero oculto por la naturaleza de manera que nadie se percata de su encanto. O tal vez, sean solo ambos quienes lo conocen.
Él está al frente, yo detrás, entonces, se da la vuelta y sonríe; enseguida comenta: Te voy a mostrar algo que nunca le he enseñado a nadie.
No tengo un argumento exacto para describir lo que me veo en ese momento. No soy escritora profesional, tampoco tengo el talento para construir oraciones armónicas; pero diré, con mis palabras lo que todavía ocasiona mi asombro. Allí estaba: La eternidad, el infinito, el sol y las estrellas, la vida misma, los astros y todos los planetas; el cosmos y lo maravilloso de toda la existencia vista y no, se encontraba allí. Al frente de mí y ante mi actitud anonadada. Era más hermoso que el fin de un arco iris y más tenebroso que el último aro del infierno. Como entrar en el Tártaro y quedarse por siempre en el Olimpo. Su secreto, ahora ante la mirada de mi alma.
Tras haberle enseñado mi fuente de inspiración le dije para volver al hotel, que en un transcurso de tiempo, había logrado rentar una habitación en el último piso ansiando pasar la noche a su lado.
Accedió de inmediato. Retomamos lo realizado en los servicios, esta vez pedimos dos vinos y los dejamos en la mesa sin abrir, los besos empezaron cuando entramos, era como si la pasión se desbordara con facilidad y potencia, la tiré sobre la cama y caí encima, como una bestia salvaje en busca de carne humana.
Le besé el cuello, los senos, el abdomen y me detuve en su vagina mojada, saboreé su humedad, sus muslos y sus piernas, sus pies y después su espalda y trasero, su ser en su totalidad.
Elevé sus piernas para tener la mayor dimensión de su vagina, la besé durante un tiempo importante, me trasladé a sus muslos y luego a su abdomen, escucharla gemir me calentaba más y mientras tocaba sus senos la miraba con ojos desorbitados. Enseguida, la penetré teniendo sus piernas en mis hombros y después haciendo fricción con sus senos y ella inclinada. Cuando quiso estar arriba se lo permití y cuando quise una felación la obligué, tuve su cabello en mis manos y vi su boca tragarse mi miembro hasta terminar.
Debo admitir que dormir sobre sus pectorales tatuados es una sensación confortable, sentir que el amo de tus sueños está ahí para cuidarte mientras habitas otro mundo.
Su respiración, mi adicción; sus caricias, mi debilidad; su cariño, me derrite y estar junto a él es lo mejor que ocurrió.
Duermo plácidamente hasta el amanecer, me sorprende con el desayuno en la cama, parece haber despertado muy temprano, pues tiene su portátil encendida, seguramente escribiendo, debe haber estado desde madrugada, es curioso; siento como si no se hubiera alejado de mí para ir a escribí, pues, me dejó su aroma.
— Es un bonito relato, querido. Cuentas con detalle todo lo que vivimos aquella primera noche.
—Estoy recreando ese momento porque hoy es nuestro aniversario y que mejor que escribirlo para volver a vivirlo.
—Ahora comprendo. Mismo hotel, misma habitación y mismos personajes, eres todo un romántico.
—Y tú, mi musa, Amanda.
—Bryan, tengo un mal presentimiento.
— ¿Qué ocurre?
Continuará…

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Amanda (Cuarta parte)

— ¿Sabes? Siento que te conozco de alguna parte.
Jamás pensé que podríamos llegar a esto, es de las circunstancias más agradables que he venido en mi vida. Encontrar el amor y fichar por una editorial internacional. Mi libro se volvió viral, estoy en todo el mundo y mis obras aparecen en los más vendidos.
Estoy jodidamente feliz. ‘Vengan esos cinco, Bryan Barreto’. Es hora de desatar toda esa adrenalina que tenemos dentro, a la tres, un grito de guerra como los putos espartanos.
No se ha visto un rostro tan feliz reflejado en el espejo y nunca se sabe que locuras uno realiza desnudo antes de bañarse.
En la habitación, ya sobre la cama, yace el cuerpo inerte de una preciosa mujer de cabello rizado, a quien acabo de devorar en cuerpo y alma luego de mostrarle mi fuente de inspiración, lo hice porque supe que la amaba desde que la vi por primera vez. Estoy en el baño de dicho hotel, como el bravo me trajo al mundo, a quien no voy a felicitar porque esto es causa de mi esfuerzo y no quiero quitarme créditos. Es posible que hable un ego timorato y hoy reluciente; pero a veces debes darte valor por tus éxitos.
Tras el grito, puños apretados y sonrisa de oreja a oreja, soy terriblemente feliz, me meto a la ducha y refresco el cuerpo inmaculado de placer, de esos que no son efímeros, pues, me pienso quedar con ella el resto de mis días.
Dibujo a besos su silueta, fresca como un ángel sobre una nube.
Y pensar que creí haberla visto antes y no fue en sueños como creí, sino en el aquel instante en que me despedía de alguien, especial en todos los sentidos; pero dado el tiempo y en base a la vida, había de dejar ir para reinventarme. Sucedió de pronto, tras salir de mi lugar predilecto, una figura borrosa por culpa de una arboleda sacaba fotografías de mi presencia y enseguida del ambiente. No intercambiamos saludos, me obvió notablemente; pero supe que no olvidaría ese mar en sus ojos.
Duerme, niña de ojos bellos, que para mí todavía es pronto para descansar, debo seguir construyendo la obra que no te he mencionado.
El sonido de las teclas me despierta, satisfecho y recostado en el espaldar de una silla se encuentra el hombre que amo. Es posible que lo haya amado siempre. No, no pienso ir a molestar, es su momento de compleja alegría, cuando termina un texto, un capítulo y se deja caer en el espaldar, con los brazos cruzados para amortiguar la cabeza y la mirada en la pantalla, analizando, ya sin tanto énfasis, su trabajo terminado.
De madrugada el tiempo avanza sin que te des cuenta, la oscuridad de la habitación es peor que la de afuera, es el último piso como siempre lo solicita desde aquella vez que nos conocimos. Escribo de madrugada porque el día está hecho para hacer el amor y como dice él, algunas veces para ser mortal.
No soporto tenerlo lejos, ya ha despojado de mis prendas y besado hasta el alma, ahora voy a cogerlo por detrás y abrazarlo.
Me acerco con lentitud como una gata, planeo una estrategia, cubrirle los ojos y luego besarlo, es posible que hagamos el amor enseguida porque anda caliente todo el santo tiempo, eso me gusta y mucho; entonces, ya cerca, ya a punto de cubrir sus ojos con mis manos contemplo el texto, mi nombre en él y una circunstancia lejana que me detiene, que me transporta, que me recuerda.
— ¿Sabes? Siento que te conozco de alguna parte.
— ¿De dónde?
—Es lo que trato de acordarme.
—Supongo que has visto a alguien como yo por alguna parte.
—No. Dudo mucho que una mirada como la tuya pueda tener duplicado. Y un cabello tan fino solo pudo ser otorgado a una persona. Ni que decir de tus labios y tu acento, fascinante el segundo, tentador el primero.
¿Qué se supone que estas intentando? Pero, ¿Por qué me gusta tanto que me lo diga de ese modo? Tan fresco, natural, sin movimientos corporales, simplemente como si dijera algo normal.
—Qué lindo, gracias; pero no sé de donde nos podemos haber visto.
—Ya recuerdo.
Demonios. ¿Y ahora?
—En un sueño del que no me hubiera gustado despertar.
—Qué bonito.
—Presiento algo, Amanda.
— ¿A qué te refieres?
—No vaya a ser que el vino se te suba a la cabeza.
—Solo he tomado una copa y tú vas como cuatro. Si yo digo algo y tú lo imaginas, no es mi culpa, sino tu condición.
No de borracha.
—No de borracha, sino de ganas de querer enamorarte.
Leíste mi mente. No, leíste mi corazón.
Mi mirada le indica que continúe.
—No puede ser que seas tú quien me de esta noticia, es decir; pudo haber sido un aburrido empresario de traje cuadrado y voz gruesa, hablaría de los proyectos, daría algunos consejos, haría que firme y después charlaríamos de mujeres o fútbol; pero fuiste tú, una chica bonita, elegante, sofisticada y si el adjetivo es válido y sin hacer mencionar a algo personal, estas soltera. Entonces, o es el destino o yo estoy totalmente loco y estoy divagando y podrías decirme que sí, estoy diciendo algo completamente descabellado; sin embargo y si puedo ser perspicaz, te diré algo: Esa mirada tiene algo que decir que todavía no se conecta con tu voz, aunque ya lo hayan hecho tus gestos.
Esta haciendo muchos ademanes, moviendo las manos para explicar su argumento, no deja de sonreír y me gusta, ahora soy yo quien le devuelve la sonrisa, bebo porque estoy nerviosa y quiero que tome para que deje de mirarme fijamente a los ojos.
—En síntesis, una de las mejores noticias de mi vida me la entrega una mujer increíble. Debo de tener mucha suerte.
Sonríe y le sonrío.
— ¿Estás bien, Amanda? Te veo ruborizada.
—Perdona, debo ir al baño.
Y así, sin más, se levantó de golpe y fue a los servicios. ¿Hablé de más? Me pregunté entre risas. Dije lo que sentía y pensaba en ese momento, es una chica hermosa e inteligente, me atrae más de lo necesario y ya estoy olvidando porque estoy aquí por andar contemplando sus ojos y por instantes muy breves, sus piernas.
Bebí la copa con rapidez, levanté de la silla y fui a buscarla. Una empresa totalmente desadaptada.
Salgo del baño y lo veo, parado y viéndome directamente a las piernas, su mirada sube y se queda en mis ojos. Sonríe, se acerca con una seguridad impresionante, esa que no he visto antes, pero supuse que tendría. Me coge de la cintura, con su mano quita el cabello del rostro, ese mechón que cae de la cola y tras una vista impactante me besa con una pasión desenfrenada. Me dejó perpleja con el beso, al punto de sentirme levitar, de creer que estoy cayendo en un abismo eterno, de imaginarme en las nubes. Un beso de esa magnitud solo logra traer consecuencias. Y él lo sabe.

Continuará...