Mi nuevo libro

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sábado, 11 de noviembre de 2017

Almuerzo cumpleañero

- Temprano recibí la mejor llamada del día. Una niña de nueve años, de angelical voz y pronunciando con exactitud el más profundo ‘feliz cumpleaños, papi’ me alegró el amanecer. Quiero verte hoy, ven para almorzar, dice mi mamá. Se escuchó un sonido extraño, como cuando el celular pasa de un lado hacia otro y oí a Mariana decir: Bry, feliz cumpleaños. Lu y yo queremos que vengas a almorzar, ¿podrás? Comprendo tu ajetreada agenda; pero, date un tiempo.
Me alegró escucharla hablar de ese modo, antes no comprendía, lanzaba disparates y no aceptaba mi trabajo, oírla hablar con calma, me hizo sentir, luego de tantos años, comprendido.
Por supuesto, querida. Dime la hora y estoy ahí, le dije con frescura.
La oí decir: Tu papi vendrá. Lu emocionada empezó a festejar y la escuché comentar: Voy a preparar la sorpresa. Mariana la calló con un sonido de enfermera y yo me hice el desentendido.
A las dos estaría bien, dijo mi ex pareja.
A la una y media estoy allí.
Me vestí para el almuerzo, fui caminando al paradero pensando en el momento, ¿hace cuanto no tenemos un encuentro como tal? Los tres, una familia muy particular, nos considero porque somos idénticos, no solo en el sentido físico porque las veces en que Lu era pequeña e íbamos a un centro comercial de Tacna, nos veían y decían: ¿Son hermanos los tres? Y debíamos decir, tras la risa, que éramos padres de una linda niña.
Mariana lleva el cabello ondulado y castaño, yo tengo castaño, Lu también; mi ex tiene ojos pardos como acaramelados, yo los llevo marrones, Lu también; los tres tenemos tez blanca y facciones similares. Incluso, la madre de Mariana dice que Lu sacó mi sonrisa y el mentón de su hija. Yo digo, siempre para mis adentros, que espero que no herede su carácter estrafalario, ese que dicta así: Bryan, quiero comer pizza, no mejor tacos. Llegamos al restaurante de comida china y dice, quiero una ensalada mejor.
¿Cómo aguantas a alguien así durante casi cinco años? Hay que ser valiente.
Mariana, lejos de cualquier característica singular como novia, es una madre ejemplar, la admiro por eso. Nunca se lo digo porque otro de sus defectos es que tiene el ego por los cielos. Sí, es guapa, sí es inteligente, si es culta, sí está totalmente loca; pero a veces se le sube todo a la cabeza y resulta gracioso, ya estoy acostumbrado a ello, se me hace divertido.
En referencia a su maternidad, su labor es ejemplar, se levanta temprano, viste a Lu, la lleva a la escuela, va al trabajo y vuelve a recogerla -yo lo hago los viernes- es como decimos: Nuestro día de locos. Porque Luana se la pasa estudiando y leyendo, dibujando y abriendo la mente. Conmigo ve televisión echada sobre mi regazo, a veces le cuento historias que quiero empezar a trabajar para un libro de cuento de niños y otras veces, ahora que esta más grande, hace preguntas extrañas. En un momento me dejó estático con la pregunta, ¿Crees que exista vida en otros planetas? Y al instante me sentí el ser más orgulloso del mundo. ¡Esa es mi hija! Toda la de su padre, el fantasear con otras criaturas y demás, entonces le hablé de mi nuevo libro con términos sencillos, otras dimensiones, incluso, sonrió cuando le dije: Tal vez en otro mundo exista otra Lu como tú y arremetió, pero no compartiré a mi papi con nadie más. Los celos los sacó de su madre.
Hace poco fuimos al cine a ver una película sobre unos ponis multicolores que realizan travesuras. Se divirtió como nunca y se comió toda la canchita, más dulces y una barra de chocolate. En ese momento recordé que Mariana me había dicho que no le diera tanto de comer; pero, ¿Qué puedo hacer? Mi hija me pide, yo le doy.
Mi ex y yo siempre hablamos de eso cuando discutimos, dice que soy el padre divertido y ella la madre mala, yo le digo que también puede ser divertida y yo le enseño sobre autores. Es verdad, siempre le llevo libros, ya se ha leído los clásicos: El principito, Las Aventuras Tom Sawyer y demás.
Mariana y yo nos llevamos mejor con el tiempo, hemos madurado lo suficiente como ser buenos padres para ella.
Que nuestra relación no haya funcionado ya es un tema pasado, ahora somos mejor como equipo en pro de Luana Daniela.
Llegué a su casa, en realidad es la casa de su madre; pero la señora se fue de vacaciones a Florida durante un tiempo indeterminado y vive con su abuela, quien cuida a Lu cuando ella trabaja.
Toqué el timbre tres veces consecutivas, es la señal que soy yo, salió Lu que ya llega al pomo de la puerta y me dio un abrazo tremendo junto a un beso, la elevé hacia lo alto y volvimos a abrazarnos como si dos días sin vernos hubieran sido la misma eternidad.
Teniéndola en mis brazos nos adentramos cerrando la puerta con el taco y a media sala me pidió cerrar los ojos, tuve que bajarla y que me cogiera de la mano para guiarme. Empecé a sentirme nervioso, me gustan las sorpresas; pero me ponen ansioso, es curioso, generalmente no demuestro mis verdaderas emociones aunque ella hace relucir esa parte de mí que alguna vez quise ocultar. Tiene ese poder, no lo sabe porque piensa que es parte de mí, pero cuando ocurre esta clase de momentos me emociono más de lo que puedo sentir como nunca antes ha pasado.
Exigió que los abra al detenernos en el umbral, lo supe al palpitar un tapizón en el piso, abrí los ojos y vi una mesa decorada de forma magnífica y preciosa, en el jardín de la casa donde siempre añoro cenar, Mariana parada con una sonrisa y un vestido divino, alegre con una docena de obsequios envueltos a su lado, con el delantal ya en sus brazo y Lu feliz de verme feliz, contenta de verme contento, emocionada de verme emocionado, y yo, sin pensar, sin reacción alguna, con sentimientos nativos saliendo del corazón para comenzar a forjar lo que sería una expresión totalmente nueva que únicamente ella me hace sentir.
Me arrodillé para darle un fuerte abrazo, me llenó de besos y deseo ‘feliz cumpleaños’ tantas veces que no recuerdo el número, solo sé que fueron grandiosas y su madre se acercó para abrazarme y en ese instante sentí que un beso en los labios podría ser tan normal; pero fuimos respetuosos, ni cariñosos ni indiferentes, tal vez, como dos buenos amigos que se quieren y respetan.
Lu propuso una foto de sus padres para lucir su nueva cámara fotográfica, se la compré hace una semana y supe que mi peque sería, aparte de modista, escritora, animalista y demás, una gran fotógrafa.
Salchicha, el perro salchicha que tiene como mascota y es un demonio hizo su espectáculo moviendo la cola y andando de un lado hacia otro, quise saludarlo pero se fue a jugar con su pelota.
Ya acomodados en la mesa Mariana quiso orar, yo no creo en Dios; pero mi princesa, sí, entonces tuve que realizar la oración.
En casa de mi ex pareja todos son católicos, se respetan las creencias, ya hemos hablado sobre futuras ceremonias religiosas y le he dicho a Mariana que esa será decisión de Luana, que todavía es pequeña para saber en qué Dios creer; aunque, en ese momento me ganó la risa recordando su pregunta pasada, ¿habrá viva en otros planetas? Y sentí que mi genio va a tener una idea como la de su padre o quizá la supere y plantee un enigma distinto, sea una gran astróloga que descubra nuevas evidencias, de solo imaginarlo me emociona.
El plato de entrada fue ceviche y el siguiente lomo saltado, estaba feliz con la comida y de tener a mi pequeña al lado que no dejaba de mirarme, de sonreír y de jugar con su comida. Mariana le pidió que coma bien, yo traté de darle ejemplo; pero me ganó la risa, estaba contento de estar donde estoy, en el asiento principal, teniendo a la madre de mi hija al lado y mi princesa al otro, somos una familia; aunque como siempre lo digo y diré, una familia singular. El término es gracioso porque somos jóvenes y parecidos, ya lo dije, Mariana tiene 29, yo ya 31, Lu 9 nueve y adonde quiera que vayamos, de hecho, hace mucho, andábamos cogidos de la mano, felices de la vida, hoy por hoy lo hacemos sin cogernos de la mano; pero a veces Lu quiere tenernos como antes, como si se recordara esos tiempos en su cabeza, no se acuerda mucho de Tacna y Arica, andaba muy pequeña en ese entonces; pero sí tiene en su corazón lo felices que fuimos cuando vivíamos juntos.
De pronto, Mariana sujetó mi mano y me dijo algo que es posible que no pueda olvidar nunca: Bry, ella es lo mejor de los dos, ¿crees?
Yo le dije: No. Es mejor que nosotros dos.
La vi a los ojos, me vio, sonreímos como dos tontos y absurdos que se conocen de casi toda una vida, en todos los sentidos existentes y coloqué mi mano sobre la suya para luego añadir: Hicimos un gran trabajo esa noche.
Empezó a reír y comentó: ¿Te acuerdas cuando te dije que estaba embarazada? La que cara que pusiste era para colocarla en un marco.
Solté una risa. Era joven, era muy irresponsable y estaba loco; claro que muy enamorado; pero loco al fin y al cabo. Y asumí con valentía la determinación.
Eso me gusta de ti, siempre admiré eso de ti. Esas ganas de darlo todo, de nunca irte, de siempre estar ahí. De poner la cara y si te dan duro, la sigues poniendo y todavía así te sigues riendo. Esa noche fue larga y hermosa, luego fue complicada y tediosa; pero al final tuvimos el mejor resultado existente.
Definitivamente, Mariana, nunca podría arrepentirme de esto. Solo deseo poder seguir viviéndolo.
Estamos haciendo un gran trabajo. De repente no funcionamos como pareja; pero sí como padres. Dame esos cinco por eso.
Lo hice enseguida.
Lu terminó de comer y pidió ayudar a abrir los regalos.
Mariana con copa de vino en mano miraba como Lu y yo abríamos los regalos, su miraba detonaba melancolía pero su sonrisa alegría. Tras abrir los obsequios le di las gracias con un abrazo y mi pequeña con un enorme beso. Luego nos sentamos en los muebles de jardín, yo también quise una copa de vino y Lu su refresco de mango favorito.
Fue quedándose dormida en mi regazo, supuse que tanto trabajo que le costó envolver regalos y levantarse temprano para la escuela, además de jugar con salchicha y mi cálido aroma le había pasado factura. Lu se quedó dormida y el refresco se derramó a mi lado.
Mariana trajo algo para limpiar y al rato la cargué para dejarla en su habitación, le di un beso y me fui dejándola descansar.
¿Te quedas para terminar el vino? Propuso Mariana. Vi el reloj, tenía mucho por hacer; pero le dije, si tienes otro, me quedo gustoso.
Hablamos tanto, ella se recuerda de sucesos que la memoria ha dejado de lado pero que volvieron en ese trama de tiempo. Reímos como dos amigos que se conocen de toda la vida y se cuentan experiencias divertidas. No hubo romance, ni miradas profundas, solo instantes en los que nos sentimos lo mejor que podemos o hemos llegado a ser, dos grandes compañeros que comparten un mismo amor.

Fin

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