Mi nuevo libro

Mi nuevo libro
Puedes pedirlo al WhatsApp +51 987774365

lunes, 6 de noviembre de 2017

Amanda (Final)

- El sonido del reloj, el aire frío que ingresa por la ventana y el celular vibrando son los ingredientes para que abra los ojos.
Amanda despierta tras haber dormido sobre su escritorio durante toda la noche, se quedó revisando los apuntes acerca del autor que va a entrevistar, leyendo sus textos en las redes y páginas; un libro titulado ‘La última tarde’ fue utilizado como almohada y ‘Una noche, una musa y un teclado’ debajo del mouse. Piensa en su sueño, se siente melancólica por haber sido eso, algo tan efímero y bonito, una situación tan hermosa como veloz, que, curiosamente, todavía yace en su memoria como esos recuerdos que nunca se van o como esos sueños que se parecen tanto a la realidad y de los que cuesta despertar.
En ese momento, suena el celular. Es su jefa.
—Amanda, recuerda que hoy debes entrevistar al escritor Bryan Barreto, por favor, fíchalo.
—Sí, aún quedan dos horas para el encuentro.
Se percata que ni siquiera he hecho una cita con el sujeto, se acerca a la ventana para cerrarla pero visualiza el apartamento vecino. Ahí está, bebiendo café y con el torso desnudo, escribiendo, seguramente desde toda la madrugada, obviando a todo a su alrededor, incluso cerrar las cortinas.
Es en ese instante que suena su celular.
—Hola, me gustaría adquirir tu libro.
— Ya pues, genial, ¿Cuándo puedes?
— ¿Hoy? No lo creo, estoy en pleno capituló final. ¿No puedes mañana?
—Realmente tiene que ser hoy.
—No creo, mañana, ¿Qué dices?
—No puedo mañana.
—Bueno, entonces, acordamos una fecha y la agendamos.
—No, Bryan, realmente tiene que ser hoy.
—Perdona, ¿Cómo te llamas? Tu voz me parece conocida.
—No me conoces. Bueno, si, o tal vez no.
—Que interesante, ¿Cómo es que te llamas?
—Soy Amanda.
—Qué curioso, hoy tuve un sueño, me vi con una chica llamada Amanda.
—Es por hoy eso que te digo, necesito verte hoy.
—Yo no creo en la materialización de los sueños mentales, solo en los terrenales.
—No. Bryan, tú no entiendes. Debo verte.
— ¿Por qué tanta instancia? ¿Quieres algo conmigo? Te advierto que soy muy difícil.
—A veces no puedes controlar tu ego, ¿verdad?
— ¿Por qué lo dices?
—Te conozco, Barreto, de un sueño que tuve.
—Dime algo que nadie sepa de mí.
—Eres sencillo; pero derrochas soberbia algunas veces. Te gusta estar solo; pero no sentirte solo. Siempre pides tu espacio; pero adoras quedarte abrazado a alguien (solo un tiempo determinado) y planeas estar solo por siempre porque todavía amas a Daniela; aunque quieras olvidarla.
—Cualquiera que lea mis escritos sabría eso.
—Tienes una hija a quien ves seguido; pero nunca publicas nada sobre esos encuentros. Es tan íntimo que hasta apagas los datos del celular. No quieres que ella saque eso de ti.
—Buen intento. Mariana sabría eso y te lo contaría enseguida, adora hablar de mí, generalmente cuando me odia, o sea, todo el tiempo.
—No te odia, de hecho, a veces te extraña.
— ¿En serio?
—Ese no es el punto.
—Dime algo más, algo realmente perturbador.
—Eres fetichista de los zapatos de tacón.
—Eso es sencillo. Estoy que lo divulgo para no tener que pedirlo.
—Eres muy hábil para manipular a las personas.
—Suave, suave.
—Ya. Lo tengo, hoy te vas a despedir de ella.
— ¿Cómo lo sabes?
—Lo vi en un sueño. Te vi yéndote de ese lugar, mostrándome tu secreto y luego… nosotros, teniendo relaciones sexuales y amándonos.
—Es curioso, yo también vi eso en un sueño. A Amanda, de ojos claros, no sé si verdes o celestes, hermosa y sutil, una mujer con una noticia increíble.
—Bryan, hoy te ficho para nuestra editorial.
Suena el celular en ese instante.
Bryan abre los ojos, ve el techo estrellado de su habitación, nadie a su izquierda, todo a oscuras, salvo la luz que se filtra por la cortina y una silueta se forma detrás.
Buen día.
Se levanta de la cama, con bóxer y el resto descubierto, desciende, prepara café y vuelve para escribir, es la rutina de siempre, de ocho a mediodía.
Otra vez suena el celular, esta vez es una llamada.
—Hola Amanda.
— ¿Cómo sabes que soy yo?
—Soñé que hablaba contigo a esta hora.
—Entonces, ¿sabes todo lo que sucederá?
—No quiero hablar de eso.
— ¿Cómo vives un día que ya sabes que viviste?
—Dejo que me sorprenda.
—Vaya, no puedo contigo.
—Tranquila.
— ¿Entonces?
—Entonces, señorita Amanda, desea el libro, ¿verdad? Podemos vernos en el Ovalo Gutiérrez en un par de horas. Voy a ir bien vestido y no voy a sospechar absolutamente nada.
—Está bien, señor, lo veo a esa hora.
—Ahí te veo.
Amanda y Bryan llevan doce años de casados, siempre durante su aniversario repiten la misma historia que los hizo conocer.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario