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domingo, 26 de noviembre de 2017

Charla 12/011

- Hace un tiempo me encontré con Mariana en una cafetería, es difícil deshacerse de las costumbres, tanto tiempo yendo a un lugar con la misma persona que cuando ya no está, sigues visitando porque preparan el mejor cappuccino del mundo.
Ella estaba con su portátil preparando alguno de esos tantos informes que realiza, yo iba para recoger y partir; pero nuestras miradas se juntaron y los saludos iniciaron.
Recuerdo que lo primero que me dijo fue: ¿Qué tienes?
Difícilmente alguien logra descifrar mi rostro.
Estoy bien, respondí con una sonrisa.
Esa respuesta dásela a tu novia; pero a mí no me engañas. ¿Qué tienes?
Volví a sonreír como quien se rinde y acepta la derrota.
Los fantasmas, le dije, ya sin sonrisa.
¿Quieres sentarte? Charlemos un rato, cariño.
Me cogió del antebrazo y llevó hacia su mesa. Nos acomodamos y nos miramos como leyendo nuestros ojos.
¿Mala semana? Quiso saber.
Sí, tal cual.
¿Ella lo sabe?
¿Quién?
Ella pues, tu novia, ¿Cómo se llama? ¿Isabel? ¿Carla? ¿Sofía?
Camila.
Ah, Camila. Bueno, ¿lo sabe?
No.
Típico en ti, carajo. Nunca hablas de lo que te pasa y lo peor de todo es que ni siquiera es por ella. Seguro es linda, amorosa, cariñosa, bondadosa y atraca a todas tus locuras en la cama; pero esto no se trata de la relación, sino de ti, de tus demonios.
Mariana, cuando hablas de ese modo es como si me mirara en un espejo.
No me desvíes el tema. Pero si, tienes razón. Te conozco, Bry, tantos años juntos que me hice una experta en ti.
¿Cómo es que lo supiste? Quise saber.
Tu bonita sonrisa, tu porte seguro, tu atuendo casual y tu destello de optimismo son perfectos para que Camila sepa que tiene al hombre ideal, seguro y cariñoso, nunca le será infiel y jamás haría algo que la dañe; pero tiene sus momentos, por eso se aleja, se va a tomar un café en solitario, desconecta las redes y se dedica a pensar en lo que lo atormenta. No, no es un tiempo de reflexión para escribir, es un tiempo de depresión. La tristeza del escritor, esa de la nunca habla. De la que nunca te va a contar, de la jamás te va a decir.
Mierda, Mariana, ¿en qué momento dejé que me conocieras tanto? ¿Por qué sabes tanto de mí? Debería asesinarte si decides escribir mis memorias.
Lu tendrá esa misión.
Empecé a reír.
Bueno, seis años juntos no fueron en vano, se mucho de ti. Ahora, ¿me cuentas que ocurre?
Sabes que no voy a hacerlo.
Sabes que no haremos el amor y te oiré hablar después.
Sabes que no voy a contarte.
Sabes que te estoy leyendo en estos momentos.
Lo sé.
Entonces, dime, ¿Qué ocurre?
Los fantasmas.
Cariño, lo siento por Camila; pero esto no va a llegar lejos y lo sabes.
Desvié la mirada como nunca suelo hacerlo y me lanzó su aguijón.
¡Diablos, Bryan! Nunca vas a poder amar a alguien si sigues pensando en esa mujer. ¿Hasta cuándo? Yo viví en carne propia todo ello, lo he soportado hasta entenderlo, lo he sentido hasta asimilarlo, lo he respetado hasta hacerlo mío, ¿y sabes en que fallé? En que quería ser como ella, en que quería que me ames como la amaste.
Te equivocas, Mariana. Fue diferente, todas las relaciones lo son; pero tú, lejos de todo ello, fuiste muy especial, al punto que todavía mantenemos contacto sin querer sacarnos los ojos. Bueno, a veces sí; aunque mayormente somos buenos amigos, ¿no?
Tienes razón; pero lo lamento por Camila. Dime, ¿Cuánto le queda de vida?
No seas graciosa.
Me miró fijamente sin mostrar ningún otro gesto.
Hoy iba a decirle para terminar.
¿Tiempo?
Casi cinco meses. Es linda; pero siento que no funciona.
¿Ella siente lo mismo?
Ella cree que soy el hombre de sus sueños.
Se sutil, por favor. ¿Le dirás la verdad?
¿Quieres que le diga que estoy enamorado de un fantasma que veo todas las malditas noches y que no me permite amar a nadie más porque es como si el tiempo se detuviera y no hubiera otra persona más que nosotros en el mundo? Y tengo la absurda esperanza de encontrarla alguna, maldita, vez.
Tienes razón, te haría todo un drama.
Seré sincero, le diré que no siento que funciona y listo.
Muy aparte del desastre romántico, ¿Qué otra cosa ocurre? Porque estoy segura que esa decisión ya la tenías bien tomada.
Hay algunas situaciones pasadas que me atormentan, sabes bien a lo que me refiero.
Lo sé, cariño; pero ¿sabes? Debes de confiar en la gente, debes contarle a alguien lo que ocurre, debes escribir, debes despejarte de equipaje, saca todo de ti, no muestres solo tu faceta de triunfador, optimista, sonriente y showman del facebook. Muestra tus otros lados, la gente debe saber que lo vives, en especial, aquellos que están cerca de ti y necesitan de ti.
Te escucho hablar con tanta naturalidad, tanta espontaneidad que me digo, ¿Por qué no funcionamos? Si eres tal cual como quiero que sea una mujer.
Sonrió y me dijo: Funcionamos, cariño. A veces los para siempre duran seis años.
Qué lindo suena eso, ¿Dónde lo leíste?
Tú me lo dijiste.
¿Yo?
Claro, hace un tiempo, en una carta que me enviaste.
Ya recuerdo, ¿todavía la tienes?
Tengo todas.
Alguna vez debes mostrarme algunas.
La próxima vez que nos visites, te las enseño.
Vi la hora en ese momento y le dije, debo partir, Mariana. Luego nos escribimos.
Dale, ve y deslumbra tu nuevo semblante.
¿Sabes? Deberíamos tener estas charlas más seguido.
Siempre estoy aquí en mi break.
Y yo voy a venir a estas horas.
Tras un abrazo de despedida, me dijo: Si no puedes contarle a nadie lo que llevas dentro, sabes que siempre puedes contar conmigo.
Por eso eres la mejor, le dije.
Por eso no me dejaste, porque esperas ser capaz de darme lo que merezco, respondió.
Le sonreí.

Fin

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