- ¿Qué debe hacer un hombre cuando ve a un soldado
caído?, ¿Qué palabras son justas para un corazón desecho? Difícil aún, si se
trata de un familiar, de un primo tan cercano como un hermano, su nombre,
Roberto y apellido el mismo, la edad no la diremos aun pero el oficio que tiene
es de los más antiguos, construyó el altar donde se casó su hermana con un
roble precioso y sofisticado, no tiene la cara de actor de telenovelas pero
maneja una facha impresionante de jueves a domingo dejando de lado las herramientas,
que en muchos casos, generalmente para sesiones de fotos, lo hicieron ver como
el Dios Hefesto de una era moderna; sin embargo, la desdicha le jugó una mala
pasada y una tarde de miércoles, vino a mi casa con la cara larga y los ojos
húmedos porque su amada Gloria lo había dejado por un abogado que conoció en el
laburo, de esos que manejan Mercedes y visten trajes de dos mil cocos, pero que
mantienen dos mujeres y cinco cachorros a escondidas de sus ingenuas amantes,
tal fue el caso de la ex del primo, quien cayó rendida ante la labia del
letrado y su Rolex de dos años de salario de Roberto, cuyo buen corazón y
carisma no lograron vencer la resistencia del dinero al cual suelo confundir
con la mierda.
La
historia data del 2001, tiempos en los que el narrador no era más que un
estudiante de Publicidad en una universidad limeña acuñando dinero con trabajos
extra que todavía estaban lejos de sentarlo en el ordenador para escribir sus
pininos literarios.
Aquella
tarde tocaron el timbre un par de veces y salí por la ventaba del tercer piso
para verificar la presencia pensando que se trataba de Maritza, mi novia
entonces, quien llegaba de San Miguel para saciar todas mis necesidades
libidinosas que antes tendrían que ser románticas y amorosas para luego desatarlas
en la cama con un fondo musical de Coldplay, su banda predilecta.
Sin
embargo, me sorprendió negativamente la visita de mi primo Roberto porque no
tengo afición por los hombres. Le hice un gesto de manos y abrí la puerta
después de maldecir nueve veces porque, bien dije párrafos arriba, me
encontraba en una situación de extrema lujuria debido a que por los parciales
de la universidad, Mari y yo, no nos habíamos visto en una semana.
Roberto
entró y lo primero que dijo en un abrazo extraño porque no era mi cumpleaños,
fue: ‘Terminé con Gloria porque la encontré besuqueándose con el inepto de
Javier’.
Yo
no tenía idea de quien era ese tal Javier, por eso inevitablemente pregunté:
¿Qué pasó, primazo? Cuéntame todo.
Entramos
a la sala, saqué un par de latas de cerveza Brahma y nos sentamos en el mueble
donde Maritza y yo, al momento de vernos, seguramente desataríamos todo deseo
libidinoso olvidando preámbulos y sin aguantar hasta la habitación.
—Me
engaña con el hijo de puta de su jefe. Javier, un abogado barrigón pero con
dinero. Mantiene dos esposas con tres hijos cada una y la huevona no se da
cuenta. Dijo que a mi lado no tiene futuro, solo porque el gordo la acaba de
ascender—.
¿No
te ha pasado que te sientes muy caliente y de repente escuchas o lees una noticia
trágica que desinhibe toda la lujuria?
A
mí me pasó. Sentí como poco a poco ‘Obelisco, el atormentador’ se escondía tras
escuchar su relato.
—Bueno,
¿al menos le metiste una piña a ese hijo de la gran flauta? — fue lo primero
que se me ocurrió.
Roberto
sonrió.
El
tipo es musculoso, carga madera todos los días y maneja herramientas
peligrosas, tiene un brazo gigantesco pero muy buen carácter, difícilmente se
le puede llegar a ver enfadado. Como esa vez, que obviamente, le dio un
izquierdazo al cachondo barrigón y una mirada de desprecio a su ex.
Se
sintió bien cuando lo contó; aunque después añadió: ¿Y si me denuncia?
—Bueno,
le contamos a todo el edificio que el gordo tiene como diez amantes y catorce
hijos y que todo lo que tiene es pura pantalla porque estará más endeudado que
Don Ramón— le dije con una sonrisa haciéndolo sentir todavía mejor.
Roberto
quiso seguir bebiendo para ahogar sus penas. En ese tiempo la frase: ‘El
alcohol lo cura todo’ era muy usada, por eso mis compañeros cada vez que
peleaban o rompían con sus parejas se metían tremendas borracheras acabando
tirados en el suelo o vomitando en baños de discotecas. No era mi caso, nunca
me han dejado el corazón roto, he tenido rupturas pero jamás me he embriagado
por esas razones. Lo hice porque disfruto nadar en ron.
—
¿Y si sacas el whisky de tu viejo? — propuso luego de seis latas.
Yo
miraba mi celular Nokia tamaño A4. Ningún mensaje de Mari, ni siquiera uno de
esos misios.
—Vamos,
nos metemos unos tragos en tu habitación escuchando música y hablando de fútbol—
propuso.
El
tipo quería acabar totalmente ebrio. Era entendible, pero no compartía su idea,
yo quería coger. Deseaba la venida de mi chica luciendo su guardapolvo de
doctora y anteojos de lectura que me resultan sexy y por eso se los pone para
salir conmigo. El cabello suelto o en una coleta de lado, zapatos chatos y
sonrisa inigualable. Teníamos seis meses de relación pero nos llevábamos tan
bien como si estuviéramos conviviendo porque prácticamente paraba en mi sala o habitación
moviendo la cama como dos locos saltarines.
Eran
las cinco y Maritza no daba señales. Abrimos la botella de escocés y bebimos en
la sala porque tanto mis hermanos como mis padres estaban ausentes debido al
trabajo y los estudios.
Dejé
de ver mi celular para concentrarme en la charla futbolera, las anécdotas de
antaño y demás; aunque al primer sonido lo sacaba del bolsillo con abominable
rapidez.
Siempre
maldije los mensajes de la compañía con falsas promociones.
Cuando
se hizo de noche apareció Maritza, no lucia como antes mencioné, sino que se
hallaba cabizbaja al punto que me dio un abrazo y empezó a llorar como niña.
Esto acabó con mis ilusiones por coger hasta el amanecer.
—
¿Qué sucede, mi gatita? —. Así le decía porque una vez se vistió de Gatubela y nos
divertimos en un hotel miraflorino después de una loca fiesta por noche de
brujas.
—Reprobé
una materia— respondió con tristeza. Maritza era becada, cuando era niña su
padre se fue a comprar pan y nunca volvió. Su madre ayudaba a pagar la
universidad y le impedía trabajar para que pudiera rendir. Desaprobar un curso
desacredita el pacto para obtener el descuento de la beca.
Yo
trabajaba los jueves por la noche en un club nocturno, era una especie de
cantinero y bailarín de tubo para señoras de cincuenta para arriba. Las propinas
eran mucho mejor que la paga.
Estaba
juntando para mi primer auto, un viaje, publicar un libro o simplemente guardar
todo en el colchón.
Ahora
tenía a dos heridos en mi casa. Roberto con el corazón roto y Mari con la beca
a punto de irse al diablo. La botella de whisky tuvo que ser reemplazada por un
ron al cabo de una hora.
En
ese tramo de ir bebiendo y charlando se ocurrió la brillante idea de sacar
provecho del asunto.
Podíamos
denunciar al gordo pinga loca para que nos suelte un dinero con el cual pagaríamos
el examen de regazado de Maritza y le daríamos una sorpresa a Roberto.
La
idea pasó por mi mente pero no me animé a contárselas. Resultaba ser un trabajo
arduo y bien maquinado para que pudiera salir bien. Quedó como una maldad sin
direccionar. ¿También se van al infierno las personas que piensan como joder a
las otras?
Lo
siguiente que ocurrió fue que tuve que ayudar a Maritza con el pago de su
examen y ella correspondió con una serenata sexual que duró toda la semana
santa y algo más.
Y
para que mi amigo Roberto se sintiera mucho mejor, un día antes de mi inminente
renuncia al trabajo porque andaba harto de ser el blanco de señoritas
cincuentonas de buen calibre económico aunque sin cuello ni cintura, le dije a
una amiga artísticamente llamada Kasandra que tuviera una salida con mi primo,
a quien le habían roto el corazón y debía de ser consolado con un nuevo amor,
porque dice la sabiduría popular que un clavo saca otro clavo. Yo no creo en
ese rollo, pero por ayudar a Roberto, supuse que era buena mi intención.
La
semana santa me fui con Mari a Canta para acampar y hacerlo en el bosque cerca
de un riachuelo sin que Jason nos sorprenda y logré juntar a Kasandra y Roberto
en una cita a ciegas.
Cuando
volví a mi casa Roberto jugaba Super Nintendo con uno de mis hermanos, me vio y
nos saludamos en un abrazo.
Se
veía contento y entusiasta, la razón me la contó de esta manera: Gracias por
presentarme a Kasandra, eres el mejor primo del mundo. Hemos pasado el fin de
semana juntos; pero nos estamos conociendo, ya sabes, conversamos acerca de
nuestros gustos y aficiones, planes a futuro y demás. Todavía no nos hemos
acostado porque no me gusta ir rápido. Aunque pienso llevarla al taller para
mostrarle mí trabajo y enseñarle el arte de la carpintería.
Me
quedé anonadado.
—Primito,
Kasandra se llama Eugenia Vildoso, es una belleza colombiana de 33 añitos, trabaja como
prostituta en un pub, le pagué la mitad de lo que pidió porque es mi amiga, te
puede hacer desde la 69 hasta el helicóptero…
¡Y
tú, reverendo imbécil quieres ir lento!
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario