- Nos
quedamos regados en uno de los salones del aeropuerto de Santiago, el cual resultó
mucho más bonito de lo que podría imaginar si es que en algún momento lo imaginé
y aunque llegamos agotados por el trayecto no pudimos conciliar el sueño, a
pesar que debíamos de permanecer sentados o echados en la hilera de asientos
que por suerte estaban realmente cómodos, durante toda la madrugada.
Al
inicio conversamos acerca de lo que haríamos al llegar, pisoteamos las ideas
que pensábamos realizar al instante en que tocáramos tierra gaucha por el
compromiso con el sueño que no rentábamos pero seguramente volvería de golpe
para azotarnos y tendernos en la cama.
Previo
a la cabeceada en el aeropuerto, dentro de uno de los tantos salones creo que
exclusivos para dormir, salimos en busca de una comida y unos cigarrillos con
nuestras mochilas pesadas por el conato de prendas cuando en reflexión creo que
debieron ser menos y nos encontramos con una maraña de sujetos cuyo acento
inentendible supuso la búsqueda de turistas para un paseo largo con dirección al
hospedaje. Nosotros no queríamos ese recorrido, pues solo buscábamos una salida
para fumar un par de filtros que nos relajen un poco por el trajín de la espera
en el aeropuerto de Lima y la siguiente larga noche que se nos avecina como si
nunca hubiéramos estado pegados frente a un ordenador chateando, viendo
petardas o jugando en línea durante el reinado de la luna; es por eso que yo
estaba tranquilo, no relajado, pero muy calmado sabiendo que podría rendir una
noche en vigilia o intentar dormir acomodado en posición fetal y usando mi
mochila como almohada luego de revolotear las zapatillas para que no golpeen la
cabeza.
Tras
los cigarrillos de rigor volvimos a entrar al aeropuerto, el tema de salir fue
tedioso pero sirvió de experiencia, nos revisaron hasta el ano y nos escapamos
un rato para esos filtros de relajo, que luego de consumir, hicieron que nos
adentremos otra vez en busca de una cena en forma de pizza o hamburguesa, menos
comida de allá porque no nos atrajo la atención y en un comentario gracioso,
Gonzalo dijo: No vine a Chile para comer jamonada con pan, eso lo preparo en mi
casa. Claro y directo, hasta chistoso, por eso tuvimos que reingresar, pasar de
nuevo por migraciones, tener el sello bonito que tanto presumimos y le sacamos
foto ante sonrisas y risas, recorrer los pasadizos de compras altamente caros y
encontrarnos con un notable, prodigioso, afortunado, riquísimo y barato Mc
Donalds 24 horas, el cual, nos condujo a la primera victoria de la noche:
Satisfacer la necesidad de la barriga.
Gonzalo
seleccionó los combos, no teníamos moneda chilena, pero suficientes tarjetas de
crédito. Pedimos tres combos con todos los complementos agrandados para
satisfacer el hambre que provenía desde el avión, en donde únicamente comimos
gaseosa y papitas porque el vuelo no quiso darnos ni agua. Es mentira, si nos
dieron agua.
Pero
a nosotros no nos gusta tanto el agua, preferimos la gaseosa y si es Coca Cola
mucho mejor, por eso lo primero que hicimos fue tragar en el servicio automático
luego de una caminata con salida incluida. A la comilona se le sumó una
videollamada, mensajes a todos lados, fotografías y demás, todo lo que nos haga
sentir viajeros. Después volvimos al salón donde nos quedamos hasta el amanecer.
Allí cargamos los celulares en un sitio explicito para eso y amoldamos las
mochilas para usarlas como almohada tras estirar los cuerpos con las sillas
juntas para no perdernos de vista o mantenernos alerta a intrusos; pero nadie venía,
salvo una mancha de sujetos que estaban en las mismas condiciones y una familia
con niños cuyos gritos se oían hasta dentro del sueño.
Bruno
y Gonzalo hilvanaron el sueño, yo no estoy seguro si pude, aunque creo que
estuve en el letargo por un plazo corto, no recuerdo el sueño, quizá vi a niños
jugando a un lado con gritos malditos y una señora intentando calmar en idioma
extranjero.
El punto es que fue una noche larga, pero no tan tediosa como lo
supuse al comienzo, sino una especie de puente que debíamos cumplir para lograr
estar en la Buenos Aires soñada y por eso nos mantuvimos cuerdos y contentos a
pesar del cansancio físico.
A
las siete nos despertamos todos, aunque yo ya lo estaba, pero como dije, andaba
en el limbo del sueño y la realidad; sin embargo, al verlos despiertos o ya lo
estaban antes, hablamos y se nos fue el cansancio, vimos la hora en celulares,
chateamos un rato, nos levantamos y enlistamos en un baño para lavarnos la cara
y algo del cuerpo para enseguida afrontar la cola que nos llevara al avión.
Ahora
que lo pienso no recuerdo con exactitud mis emociones de entonces porque fueron
reemplazadas por los futuros hechos cuyos sentimientos fueron gratificantes, en
un plan global: Los sacrificios se olvidan con facilidad mientras que la gloria
dura la eternidad.
De
repente exagero, es solo una escala, no hagas tanto drama, pero fue genial
compartirla con tipos del mismo género en son de locura.
Subimos
al avión repartidos en asiento a diferencia de la ida y nos dirigimos a Buenos
Aires en un viaje relativamente corto. Fue un cerrar los ojos.
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