- Mi
niña es una aficionada a la astronomía, le gusta el universo, las galaxias,
sistemas solares y planetas, conoce mucho sobre aquellos temas y le apasiona
compartirlos conmigo en charlas interminables con yogurt y cereal. Le agrada
Stephen Hawking, quiere ser astrónoma o astronauta; pero también doctora y
ahora último escritora. Todo es válido porque todo se puede lograr.
El
año pasado la sacamos del curso de religión por decisión propia, no quiere que
le inculquen cosas que no van con la realidad que entiende, pues ella conoce el
universo, las teorías de la evolución y los escritos de Darwin, todos tan
tangibles como reales, incluso, vamos a museos y vemos fósiles que representan
todo lo leído.
Tal
es la razón que en verano se metió a un curso de arqueología, el cual atesoró
por el gran aprendizaje que tuvo y presiento que también querrá ser historiada
o una especie de Indiana Jones versión femenina. Por mi parte, apoyo cualquier decisión
y proyecto, si ella quiere ser zapatera, será la mejor y si desea ser
historiadora, también será extraordinario, porque siempre he pensado que a los
niños se les debe dar decisiones.
Yo
no soy religioso. Respeto todos los credos; pero prefiero mantenerme del lado
de la ciencia e historia porque es lo que me apasiona, a Circe le ocurre lo
mismo y empieza a compartir sus ideas con la familia de su segundo apellido
causando impresión en sus tíos, quienes se asombran de su notable conocimiento,
tal es el caso del tío Martín, quien una vez me dijo: Es buenísimo que Circe
vea documentales de historia y astronomía porque así le abres la mente a no
creer en todo lo que te dicen los ancianos. Pero también está el caso de la tía
Flora, devota de una de las tantas religiones, quien cada vez que Circe comenta
que el universo es tan grande como para creer que estamos solos, ella responde:
No es verdad, porque Dios nos hizo a su imagen y semejanza y no pueden haber
seres distintos. Entonces, la princesa, quien ahora no se calla nada, responde:
El universo es infinito, hay millones de planetas como estos, donde al igual
que aquí pudo y debe haber vida, además existen mundos paralelos según la teoría
de cuerdas y allí también existirá un tío Martín regalándome libros de astronomía.
Me
encanta cuando hace eso y yo estoy sentado tomando café queriendo estar atento
a la charla de su abuela pero viendo y oyendo de reojo como mi pequeña destroza
ideales. La amo tanto, es una genio en toda su dimensión.
Claro
que todo no es estudio, también hacemos deporte, pero a ella no le gusta el fútbol,
de hecho, le aburre. ¿Cómo es posible que le aburra el fútbol? Digo entre risas
y la llevo a su amado curso de natación.
Le
fascina, a mí no tanto, pero ella lo adora y siempre los fines de semana sea
verano o invierno nos vamos al club para que disfrute de la pileta temperada o
al tiempo haciendo sus lindas acrobacias.
La
natación es su disciplina favorita, le gusta verla en las Olimpiadas y desea
perfeccionar sus movimientos en cada verano, incluyendo un record personal que
su madre atesora en la mente.
Ayer
fue el día de los niños en todo el mundo, yo no me acordaba, porque la
cuarentena y todo este asunto de que las librerías están cerradas y las
editoriales no venden a sus autores me hizo meditar en los nuevos proyectos
pendientes y lo que puedo realizar para ofertar mis obras, un asunto individual
que en la mente ocupó gran parte de los últimos días, lo cual afloja otros
planes a futuro y demás; debido a ello, ese día especial se me fue de la mente,
pero tuve suerte de que la princesa venia de la casa de su madre para quedarse
conmigo toda la tarde y luego volver para comer pastel hecho por la abuela, su
segundo favorito, porque el primero es hecho por su abuela de mi casa. Es
graciosa esa riña divertida entre abuelas que se dedican únicamente a engreír a
la princesa.
Cuando
vino, obviamente, no había ningún regalo esperando debajo de la cama o en el árbol
navideño porque yo estaba pensando en las cuentas del banco, la mensualidad de
la maestría que llevo, la escuela que se retrasa, aunque eso lo vemos en casa y
resulta genial, el pago del auto y demás. Temas de índole aburrido pero que
ocupan la mente.
Ella
apareció junto a su madre, guapísima desde todos los puntos de vista, con una
gama de juguetes nuevos, porque siempre trae juguetes o videojuegos y los dejo
o lleva, intercambia de ese modo, entonces pensé: ¿Ya es Navidad? Pero enseguida
vi una publicación en las redes acerca de ese día dándome cuenta que debía de
saludar a la muñeca. Al bajar, le di un abrazo a su madre, un gesto de saludo a
la abuela en el auto y después un beso a mi pequeña elevándola con los aires y
entrando a casa.
Adentro
le dije: Feliz día del niño, preciosa de mi vida. Ella se puso muy feliz, empezó
a contar como la estaba pasando allá, sobre comer pastel por la noche y demás; pero
como es tan inteligente me hizo una pregunta llamativa y graciosa: Pa, un
sujeto idéntico a ti, hace unas semanas me prometió que el día del niño, o sea
hoy, me regalaría un telescopio para ver a mi planeta favorito.
Allá
solo me dieron muñecas y dulces, yo quiero ver a Saturno; pero sabes que mi
mami no me permite tener esos artefactos porque dice que no es para niños.
Me
recordó a mi cuando manipulaba a mi vieja para que compara libros cuando ya tenía
algunos sin leer. Ella decía: Bry, ya tienes una pila de libros, ¿para qué
quieres más? Yo decía: Tú dijiste que me faltaba uno acerca de dinosaurios. Y
mira, justo allí esta. Y parece barato.
La
pregunta, ¿Dónde consigo un telescopio en cuarentena? Apareció en mi mente.
Sin
embargo, sabiendo que era difícil de adquirir por obvias razones y conociendo
la inteligencia de la princesa, le hablé con honestidad porque siempre
conversamos acerca de todo tipo de situación incluyendo pormenores.
Amor,
lo siento; pero todo este asunto de la cuarentena y el presente afectaron también
a los negocios, lo sabes, y esa es la razón por la cual no puedo conseguir tu
regalo.
Si,
pa, entiendo, mi mami dijo lo mismo; aunque tenía regalos guardados en el
closet
Sonreí
y añadí: Ella siempre piensa a futuro, es su don.
Pero,
te prometo que cuando todo termine será lo primero que haremos.
Me
dio un abrazo emocionada.
Sé
que sí, papi. Ahora, ¿podemos comer algo? Me ha provocado un buen helado con
chispas de chocolate viendo la tele.
Sintonizamos
Netflix luego de sacar el helado de la refri y encontramos una película llamada
‘La fiesta de las salchichas’.
Esperemos
que sea buena.
¡La
put….! La acabo de cambiar.
Ahora
vemos ‘Lluvia de hamburguesas’ es mejor.
Fin
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