- Te
amo y espero que nos tengamos el resto del tiempo, le dije con la mirada fija
en el esmeralda de su ojos; pero antes de que pudiera emancipar mi amor en un
beso que nos lleve a la luna… ¡Desperté!
Que
astucia la de los sueños para joderte el momento devolviéndote a la madrugada fría
y sola, desalmada y nostálgica. Quise atravesar esa dimensión y retornar a su
mirada y sus facciones preciosas, el cabello ondulado, los ojos amplios y una
sonrisa bella. Cerré los ojos otra vez añorando encontrarla y lo hice. Existe
un truco mágico para volver al sueño, se trata de enfocar el momento y
materializarlo en la mente, ¿curioso, no? Materializarlo en la mente, es decir;
hacerlo real como un recuerdo que vaga en tu cabeza y puedes usarlo cientos de
veces, así se vuelven los sueños, recuerdos que son parte de una vida que no
tienes o tuviste; enseguida estuve de vuelta, ella ya no estaba en frente, yo había
desaparecido y seguramente se percató que debía seguir el rumbo de su camino o
realidad. Devuelta al sueño, esa realidad, me di cuenta que debía buscarla,
pero ¿en dónde? Abrí el mapa en el celular y no lo encontré, es obvio, los
sueños te juegan malas pasadas, quieres lograr algo y no ocurre, quieres volar
y no puedes, quieres ser veloz y eres lento; pero también puedes convertirte en
un intrépido sujeto que logra todo con su mente, es decir; tener una capacidad
superior, la mía, era la creación de realidades, entonces hice su pueblo y su casa,
la estuve creando en el sueño y llegando a su localidad para encontrarla en la
cama o la silla, el mueble de su sala o donde quiere que se encuentre. Nos
vimos otra vez, yo la reconocí, ella no, me había olvidado porque el tramo de
tiempo entre sueños a veces es infinito. Me pareció romántica la idea de
recordarle quien era a base de argumentos extraordinarios y raros, fusiones
entre la realidad de los ojos abiertos y los hechos imaginarios del sueño que también
son realidades en ese entorno, es raro pero muy cierto lo que hablo.
Nos
besamos inevitablemente y compartimos los mates. Me di cuenta que estaba en
Argentina, desconozco la ciudad, pero el pueblo era uno lejano y olvidado
frente a un riachuelo; aunque se veía precioso y mágico como esos sitios de los
libros que tanto leemos y nos transportamos. Cogidos de la mano caminamos
haciendo de cada andar un nuevo episodio que ahora no recuerdo porque los
sueños se pierden al abrir los ojos no porque se esfumen sino porque la mente
los reemplaza con la realidad. Y aquí, al abrir los ojos un domingo de
cuarentena, ella no estaba, no la hallaba en la cama y no existía en mi rutina;
pero tenía las fotografías exactas de quien era. Entonces, habita en esta
realidad. Es una paradoja muy romántica.
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